JYW JADEITE
Capítulo segundo.
VI. Salmos y euraristía.
Domingo día del señor. Jamás había escuchado tanta estupidez seguida, una tras otra, en un tiempo record de dos horas. Para empezar nos levantaron a toque de diana a las siete de la mañana, yo aún estaba agotado, y teníamos que estar sin desayunar en la capilla. Estábamos conglomerados allí, tanto alumnos como los pocos trabajadores que dormíamos allí. Don Santos estaba en la primera banca junto a Patricia mirando con devoción la imagen de Cristo crucificado. Era una talla de un metro ochenta, de aspecto robusto y mirada agónica. Junto a la imagen había pequeños cuadros de pan de oro de la Virgen, de los santos y de la paloma del espíritu santo. Aún estaba adormilado cuando me di cuenta que estaba ocupando un lugar junto a una mujer algo mayor y de sonrisa dulce, era Nadia.
-Dios mío, ¿qué diablos estamos haciendo aquí? Aún es demasiado pronto, los domingos los hizo dios para dormir. ¿Él descansó y nosotros tenemos que rezar?-Murmuré después de bostezar tapándome la boca.
-Tienes razón, esto es demasiado. La misa dura dos horas y luego Antón manda a los chicos a hacerle poemas a la virgen. Me parece ridículo, ya no estamos en la inquisición. Pero aún no has visto nada.-Dijo cuchicheando.
-Algo me han comentado.-Dije frotándome los ojos, tenía la vista cansada.
-Habla de amor, igualdad y de lo dulce que es Dios.-Hizo un inciso para suspirar.-Pero luego maltrata a los chicos, humilla a los homosexuales y se dedica a insultar a los inmigrantes.-Comentó algo apenada.
-Veo que no todos en la iglesia piensan como este cura.-Murmuré.
-Dirás este demonio con sotana. Dentro de unos días tendrás migraña de escuchar repitiendo mil veces que Satán habita en el cuerpo de los homosexuales.-Dijo girando la cabeza, yo también la giré y vi que llegaba Saulo.
-¿Me dejas un poco de espacio?-Susurró cuando estuvo a mi altura.
-Claro.-Masculle aproximándome un poco a aquella mujer.
-Aún no llegó el fraile Apocalipsis.-Murmuró entre risas.
-No hijo, se retrasa.-Comentó ella.
-Veo que le tenéis un gran cariño.-Sonreí.
-Ahí está.-Cuchicheó Nadia.
La misa comenzó con un Padre Nuestro, seguido de un Ave María y una lectura del Viejo Testamento. Cuando creí que la maldita tortura iba a finalizar comenzó su mitin. Las palabras blasfemia, pecado, animales en celo, homosexuales indecentes y enfermos resonaron en mi mente odiándolo más si cabía. Me agarré al banco, desaté y anudé la corbata varias veces, miré a Nadia intentando no matarlo y Saulo tan sólo miraba al piso. Miré el reloj y había pasado una eterna hora, pero ahí seguía contra lo que él llamaba desastre. Paró tras media hora insoportable y comenzó a Alabar a Dios. Decía que amaba a todos, no le importaba nuestros pecados y los aceptaba si nosotros nos arrepentíamos. El buen padre decía, el gran padre que nos ama y nos acaricia con la belleza de este mundo. Un mundo lleno de guerras, hambre, intolerancia y gente como él. Tras casi dos horas nos dijo que tomáramos a cristo, casi vomito el “cuerpo” de nuestro señor.
Me fui de allí y Saulo me siguió como si fuera mi escolta. Me senté en la sala a tomar mi desayuno y él se sentó a mi lado. Me miraba algo distante y expectante a que le hablara. No hice nada y seguí tomando tragos de café junto a una magdalena.
-Ha sido duro despertarse sólo para escuchar a un viejo loco.-Intentó emprender una conversación.
-No tengo ganas de hablar.-Rechisté.
-Lo entiendo.-Murmuró.
-Después del desayuno me vuelvo a la cama.-Dije apoyándome en el asiento.
-El próximo domingo tenemos que dar clases a partir de las once.-Comentó tomando un trago de su café.
-Mataré a don Santos.-Ningún instituto, aunque fuera internado, daba clases los domingos.
-Yo te ayudo y luego nos fugamos por ahí.-Rió coqueteando, lo pude notar.
-Prefiero irme solo a las Vegas.-Dije frío levantándome del asiento.
-¿Puedo acompañarte?-Preguntó.
-No.-Respondí y salí de la sala.
Cuando llegué a mi habitación me desnudé, cerré la puerta y me acosté. Estaba agotado, necesitaba descansar. Desperté a eso de la una del medio día. No tenía hambre y no deseaba bajar a comer nada. Me senté ante el ordenador e hice dos apartados más sobre mi vivencia en el centro. Después me tumbé y reflexioné sobre la noche anterior. Más tarde bajé a la merienda, allí estaba Nadia sola tomando un poco de pastel con un té. Me senté a su lado con un café.
-No deberías hacerle daño a Saulo.-Murmuró.
-Es un buen amigo.-Respondí.
-Sé que es algo más, conozco a Saulo hace mucho tiempo cuando venía aquí de alumno.-Comentó.-Yo valgo más por lo que callo que por lo que hablo.-Murmuró.-Hazle daño y te pateo las bolas, ¿entendido?-Dijo sonriendo levemente.-Siento ser tan brusca pero es como un hijo para mí.-Susurró.
Tomé un sorbo de café, no dije nada y me marché. El resto del día permanecí en mi habitación, leyendo. Deseaba olvidarme de todo y sobretodo de él.
VI. Salmos y euraristía.
Domingo día del señor. Jamás había escuchado tanta estupidez seguida, una tras otra, en un tiempo record de dos horas. Para empezar nos levantaron a toque de diana a las siete de la mañana, yo aún estaba agotado, y teníamos que estar sin desayunar en la capilla. Estábamos conglomerados allí, tanto alumnos como los pocos trabajadores que dormíamos allí. Don Santos estaba en la primera banca junto a Patricia mirando con devoción la imagen de Cristo crucificado. Era una talla de un metro ochenta, de aspecto robusto y mirada agónica. Junto a la imagen había pequeños cuadros de pan de oro de la Virgen, de los santos y de la paloma del espíritu santo. Aún estaba adormilado cuando me di cuenta que estaba ocupando un lugar junto a una mujer algo mayor y de sonrisa dulce, era Nadia.
-Dios mío, ¿qué diablos estamos haciendo aquí? Aún es demasiado pronto, los domingos los hizo dios para dormir. ¿Él descansó y nosotros tenemos que rezar?-Murmuré después de bostezar tapándome la boca.
-Tienes razón, esto es demasiado. La misa dura dos horas y luego Antón manda a los chicos a hacerle poemas a la virgen. Me parece ridículo, ya no estamos en la inquisición. Pero aún no has visto nada.-Dijo cuchicheando.
-Algo me han comentado.-Dije frotándome los ojos, tenía la vista cansada.
-Habla de amor, igualdad y de lo dulce que es Dios.-Hizo un inciso para suspirar.-Pero luego maltrata a los chicos, humilla a los homosexuales y se dedica a insultar a los inmigrantes.-Comentó algo apenada.
-Veo que no todos en la iglesia piensan como este cura.-Murmuré.
-Dirás este demonio con sotana. Dentro de unos días tendrás migraña de escuchar repitiendo mil veces que Satán habita en el cuerpo de los homosexuales.-Dijo girando la cabeza, yo también la giré y vi que llegaba Saulo.
-¿Me dejas un poco de espacio?-Susurró cuando estuvo a mi altura.
-Claro.-Masculle aproximándome un poco a aquella mujer.
-Aún no llegó el fraile Apocalipsis.-Murmuró entre risas.
-No hijo, se retrasa.-Comentó ella.
-Veo que le tenéis un gran cariño.-Sonreí.
-Ahí está.-Cuchicheó Nadia.
La misa comenzó con un Padre Nuestro, seguido de un Ave María y una lectura del Viejo Testamento. Cuando creí que la maldita tortura iba a finalizar comenzó su mitin. Las palabras blasfemia, pecado, animales en celo, homosexuales indecentes y enfermos resonaron en mi mente odiándolo más si cabía. Me agarré al banco, desaté y anudé la corbata varias veces, miré a Nadia intentando no matarlo y Saulo tan sólo miraba al piso. Miré el reloj y había pasado una eterna hora, pero ahí seguía contra lo que él llamaba desastre. Paró tras media hora insoportable y comenzó a Alabar a Dios. Decía que amaba a todos, no le importaba nuestros pecados y los aceptaba si nosotros nos arrepentíamos. El buen padre decía, el gran padre que nos ama y nos acaricia con la belleza de este mundo. Un mundo lleno de guerras, hambre, intolerancia y gente como él. Tras casi dos horas nos dijo que tomáramos a cristo, casi vomito el “cuerpo” de nuestro señor.
Me fui de allí y Saulo me siguió como si fuera mi escolta. Me senté en la sala a tomar mi desayuno y él se sentó a mi lado. Me miraba algo distante y expectante a que le hablara. No hice nada y seguí tomando tragos de café junto a una magdalena.
-Ha sido duro despertarse sólo para escuchar a un viejo loco.-Intentó emprender una conversación.
-No tengo ganas de hablar.-Rechisté.
-Lo entiendo.-Murmuró.
-Después del desayuno me vuelvo a la cama.-Dije apoyándome en el asiento.
-El próximo domingo tenemos que dar clases a partir de las once.-Comentó tomando un trago de su café.
-Mataré a don Santos.-Ningún instituto, aunque fuera internado, daba clases los domingos.
-Yo te ayudo y luego nos fugamos por ahí.-Rió coqueteando, lo pude notar.
-Prefiero irme solo a las Vegas.-Dije frío levantándome del asiento.
-¿Puedo acompañarte?-Preguntó.
-No.-Respondí y salí de la sala.
Cuando llegué a mi habitación me desnudé, cerré la puerta y me acosté. Estaba agotado, necesitaba descansar. Desperté a eso de la una del medio día. No tenía hambre y no deseaba bajar a comer nada. Me senté ante el ordenador e hice dos apartados más sobre mi vivencia en el centro. Después me tumbé y reflexioné sobre la noche anterior. Más tarde bajé a la merienda, allí estaba Nadia sola tomando un poco de pastel con un té. Me senté a su lado con un café.
-No deberías hacerle daño a Saulo.-Murmuró.
-Es un buen amigo.-Respondí.
-Sé que es algo más, conozco a Saulo hace mucho tiempo cuando venía aquí de alumno.-Comentó.-Yo valgo más por lo que callo que por lo que hablo.-Murmuró.-Hazle daño y te pateo las bolas, ¿entendido?-Dijo sonriendo levemente.-Siento ser tan brusca pero es como un hijo para mí.-Susurró.
Tomé un sorbo de café, no dije nada y me marché. El resto del día permanecí en mi habitación, leyendo. Deseaba olvidarme de todo y sobretodo de él.
1 comentario:
¿Y qué decir? Lo he leído todo de corrido, eso es esmerarse xD es mejor así aunque pienses que no.
Y es curiosa la similitud que existe entre varios de tus personajes, algunos adoptan perfiles de otros externos a la novela.
En resumen, me gusta, espero continuar con las demás partes sin que me lo digas.
saludos
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