Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 23 de septiembre de 2007

Amor de Nuestro Señor

La música que pongo hoy es la favorita de mi madre, sí, es el tema favorito de mi madre y creo que le da un buen toque a este nuevo episodio.







Capítulo cuarto.



V. Te quiero, pero no sé tratarte














Dejé de escribir durante tres meses la novela o escrito o lo que fuera. Sin embargo solía hacer poesía, relatos cortos o simplemente teorías sobre cosas cotidianas. Mi trabajo iba bien y mi padre me pidió que ahorrara todo para un alquiler, pasé de ser una nueva incorporación a estar fijo y con mejor sueldo. Saulo no consiguió nada como profesor de filosofía, sin embargo sí como ayudante en una gran superficie de tiendas de ropa. Quién lo diría él que vestía con un corte clásico y pasado de moda se convirtió en un gran vendedor para los fashion victims. Él me torturaba con que era el momento de decirles a mis padres nuestra situación, según su teoría eso me acercaría más a ellos y me sentiría más libre. Lo hice y no por lo que argumentaba sino para que se callara. Cuando lo hice tan sólo mostraron indiferencia y su frase “lo sabíamos” me taladró el cerebro. A la semana siguiente me vino con unas revistas de alquiler, comentaba que algunos pisos parecían hechos para nosotros por su precio y zona. Yo intentaba por activa y por pasiva sacarlo de su error, convencerlo que era mejor seguir como estábamos hasta que un día caí rendido y acepté.

-Me haces feliz, muy feliz.-Murmuró mientras lloraba aferrado a mí tras aceptar mi derrota.

-Por eso lo hago.-Mentía, dios si mentía, pensé que era una equivocación y que jamás me lo perdonaría a mi mismo.

-Hay uno de una sola habitación bastante amplia, con mucha luz, de un cuarto de baño, comedor y cocina. No es muy grande, pero esta muy bien situado y además esta bastante bien amueblado. Lo único que falta es el colchón, las cortinas y nuestras cosas. He ido a verlo esta mañana y me han comunicado que el alquiler son novecientos euros, parece caro pero es lo más económico y de buena calidad que encontré. Además, ahora cobras mil cuatrocientos euros y yo mil ochocientos porque he subido de escala en mi puesto. Sé que no te lo había dicho, pero era una buena ocasión hoy. Puedo llamar en este mismo momento y decir que sí, que pagamos los tres meses de alquiler y que comenzamos a vivir.-No dije nada, dejé que él siguiera con su monólogo de patético infeliz con su sonrisa estúpida en sus labios. ¿Cómo podía decir que le hacía feliz? ¿O que era completo a mi lado? Me abstuve de decir alguna ironía o sarcasmo sobre el tema. Tan sólo asentía y hacía que escuchaba, no estaba emocionado como él y sin duda alguna hacía bien mi papel.-¿Lo hago?-Murmuró intentando llamar mi atención.-Mi amor, ¿lo hago?-Dijo de nuevo apretándome la mano. Estábamos en un restaurante japonés y todas las miradas es hacia nosotros dos. Saulo pasó de ser un reprimido a ser alguien bastante expresivo, lo decía todo con su cuerpo y su mirada. Había cambiado por completo, sin embargo a mi lado seguía siendo un sumiso o un esclavo de lo que yo deseaba.-¿Estas bien?-Preguntó confuso.

-Sí, sólo pensaba. Llama a la agencia, acepta y mañana podremos entrar a vivir juntos en nuestro hogar.-Murmuré llevándome a los labios un poco de saque.

-Eso ha sonado muy, no sé, muy hermoso. Creí que jamás llegaría a este día.-Susurró.

Así que nada más acabar el almuerzo y de encerrarme en su trampa llamó a la chica de la agencia, dio sus datos y decidió pagar por cuenta bancaria. Estaba bastante emocionado, como fuera de sí. Todo el irradiaba una luz magnética que te atrapaba por completo. Sin duda alguna tenía un buen porte, el traje chaqueta le sentaba como anillo al dedo y aquella corbata resaltaba sus ojos. Estaba enamorado de él pero no quería mostrar mis sentimientos, lo sigo estando y sigo sin saber hacerlo. Cuando leo lo que había escrito anteriormente, nuestro comienzo y las anotaciones que hacía sobre lo que sucedía me pregunto que hubiera ocurrido si hubiera actuado de otra forma. Al día siguiente tenía en su poder la llave de nuestro hogar. Era viernes así que decidimos ir por la tarde a visitar nuestro nuevo lugar.

Era un piso pequeño, aunque no demasiado, con buena luminosidad y parecía un lugar tranquilo. Había pocos muebles, sólo los necesarios, y no de muy buena calidad, sin embargo era bastante teniendo en cuenta los precios de la vivienda. Él se sentía satisfecho de haber encontrado aquella joya, porque eso era para él el piso. Trajimos algunas cajas en el coche de mi padre, él nos ayudó a hacer la mudanza, y fuimos a comprar un buen colchón. Entonces vino la pequeña gran pelea. Saulo quería dormir aquella misma noche en “nuestro hogar” y yo le dije que ya lo haríamos al día siguiente. Sin embargo cuando mi padre se fue, tras traernos lo que faltaba de cama, le abofeteé y se cayó. Comencé a decirle que nuestro plan era hacer lo que yo dijera, no lo que él quisiera y que le había dado demasiadas libertades. Entonces empezó a llorar como jamás le había visto sentándose en el minúsculo sofá para dos que teníamos.


-¡Deja de llorar!-Grité harto de que siempre se hiciera la victima, pero en realidad me odiaba a mí por no saber tratarlo.

-No puedo, estoy en un lugar con la persona que más amo y no me entiende. Yo únicamente pido que durmamos ya en nuestro colchón, empezar a sentirnos más libres y hacer el amor como jamás lo hemos hecho. Quería venir aquí para no tener que guardar las formas y ser completamente tuyo. Sin embargo no haces más que gritarme, contradecirme, alejarte de mí y mirarme con odio.-Dijo intentando aparentar calma.-Detesto que me trates como un trapo viejo y sueño cada noche que me haces sentir bien. Llevo mucho tiempo esperando a que me hables como a un igual y no como a un subordinado. Me tratas peor que a un animal que se recoge de la calle.-Murmuró tragando saliva.-No quiero enfadarte, no quiero hacer nada que te moleste y sin embargo no hago más que cagarla.-Sus brazos apoyados sobre sus rodillas temblaban y sus labios también.

-No digas que te trato mal, porque no lo hago.-Murmuré enfurecido, caminé hacia la puerta y di un portazo.

Me volví a casa de mis padres y nada más llegar mi madre estaba nerviosa. Ella me dijo que Saulo había llamado diciendo que como no volviera hacía alguna locura. Así que volví corriendo en un taxi a nuestro departamento y allí estaba él con las muñecas cortadas. Estaba tirado en el suelo de mármol barato. Llamé a una ambulancia y en cinco minutos lo llevaron al hospital. No sólo tenía cortadas las muñecas, sino también los brazos y se había tomado un frasco de tranquilizantes. Me odié, me odié como jamás lo había hecho. Verlo en la unidad de cuidados intensivos, tan vulnerable y tan abandonado de lo que era él mismo, me produjo deseos de decirle cuanto le amaba. Pero era incapaz de hacer nada, nada que fuera expresar otro sentimiento que no fuera dominación o repulsa. Así que cogí mi portátil y escribí una pequeña carta, expresé ahí lo que sentía y decidí que se la leería nada más despertar.

Aquella noche fue larga, eterna diría yo, y dormí en uno de esos butacones que dan a los acompañantes. No quería moverme de allí. Mis padres regresaron a su casa a descansar, a los suyos los llamaron pero poco o nada les importaba su único hijo.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt