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Oki es una de las mangakas que más me gustan
*Nota: Dominic también tiene el avatar de uno de sus personajes de Queen*
Acercamientos infructuosos
Martes, un día duro y desordenado. Había conseguido mi objetivo; nuestro cliente no pudo asistir, pero sí el Gerente de la empresa y su mano derecha. Sin embargo, desde que salí a correr me sentía fuera de mí. Estuve una hora y media haciendo pesas, pensando, e intentando olvidar cosas que no podían ser. Cuando conseguí liberar tensiones entré en la ajetreada rutina de una empresa común. A las diez de la mañana tuvimos la reunión, pero desde las ocho hasta ese mismo instante debatimos ideas en el gabinete.
Sopesé la tradición, la cultura milenaria Japonesa y cuando adoran a los mitos. Recordé a Hércules, que vino a los campos españoles en dos ocasiones. El vino y su tradición, su elegancia y maestría. Por qué no refundir historias, hablar de los Fenicios y de todos los pueblos en el spot de aproximadamente un minuto. Sí, allí la publicidad valía oro, pero estaban dispuestos a derrochar por el auge que podía acarrear su vino en aquellas tierras. Meses antes habían vendido en subasta varias cajas de su mejor Coñac.
-Lo ideal sería mostrarle la tradición del vino fino, mostrar sus propiedades y la belleza cautivadora de su aroma.-comenté apoyando mis manos sobre los informes de ventas de ese producto.-En Europa se ha conseguido implantar, incluso en América que es más de cerveza o refresco, ahora hay que conseguirlo en un lugar donde las bebidas tradicionales tienen mucho peso y valor.-dije mirando a cada uno de mis miembros.-Atentos.-me levanté y saqué un pequeño boceto.-¿Qué os sugiere?-eran las patas de un caballo con la danza típica de
-¿Caballo? ¿Feria?-dijo el menos avispado.
-No, tradición, arte ligada a una cultura.-pasé a la siguiente y se veía a Hércules mal garabateado.-¿Qué veis en el?-pregunté clavando mi mirada en Alicia.
-Señor Román, ¿intentó dibujar a Hércules?-rió bajo.-Ahora creo que entiendo, quiere mostrar las culturas ligadas al vino, de este paso encontrar un puente de unión al fino.-comentó con una sonrisa.
-Yo no sé que haría sin mujeres en mi equipo.-respondí a sus palabras mirando a los holgazanes de siempre.
Esta fue parte de la reunión, teníamos varias propuestas y al final la bodega eligió la que tenía ideada en casa. La que de camino del coche hacia la oficina había ideado magistralmente. Esa que nunca falla, cultura, tradición, muestra de calidad y confianza. Pero esto tendría que estar unido a nuevas tecnologías que usábamos en nuestros proyectos más ambiciosos. Tras esto, como he dicho, la reunión tan ansiada. Por teléfono cerramos el acuerdo, junto a sus representantes legales.
A media mañana pude conectarme y en la mensajería no había nada, absolutamente nada. Me sentí frustrado, la próxima vez que la viera conectada le pediría el móvil y así podríamos hablar detenidamente escuchando nuestras voces. Me moría por besar sus labios y poseerla como se ha de hacer a las damas. Apagué tras mandar un escueto mail.
“Mi pequeña niña:
Sí, porque eres mía ya, así puedo decirlo y clamarlo a los cuatro vientos. Eres mía en mi locura y cordura, en cada instante mientras te rememoro en las sábanas y en cada segundo de mis jornadas de trabajo. Pequeña porque quiero protegerte, a ti y a la flor que nace en tu vientre. Niña, porque sigues siendo delicada y tan juvenil como una. Deseo decirte que necesito contactar conmigo, algo que sea real, dame tu teléfono móvil y quedemos para poder tomar un café.”
Almorcé tres horas después y me marché rápido a casa. Allí tenía contestación, un escueto “no puedo darte mis datos, aún no”. No entendía porqué no, habíamos entablado algo maravilloso y excitante. Pero se reprimía, como yo lo hice una vez. El deseo me impulsó a un enfado descomunal, era como un niño caprichoso y se lo dejé entrever. Comencé a romper libretas que tenía sin usar, una a una fueron cayendo sus hojas al suelo para tranquilizarme, golpeé la papelera de latón y pegué un puñetazo a la pared. Le contesté que deseaba escuchar su voz, que ahora o nunca y que se diera prisa porque no estaba para desesperarme aún más de lo que estaba.
No tuve respuesta de ella en todo el día, me sentí entonces rabioso conmigo y con mi mente nublada por la necesidad encarecida de verla. Me quité la ropa, me di una ducha y quedé frente al ordenador hasta caer de sueño. No podía creerlo, me había dormido frente a la pantalla y ella no había regresado. Mi reacción fue distinta a la furia, sino a la desesperación y comencé a llorar.
Eran las tres de la mañana cuando reposé mi cuerpo entre las sábanas. Ella no había devuelto señales de vida, no tenía posibilidades de encontrarla y me temía lo peor. Me abracé a la almohada, miré hacia la pared y me pregunté a qué olería su cuerpo. Cerré los ojos y sabía que pronto escucharía el despertador.
Veinticinco de mayo del dos mil siete.
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