He reescrito un texto que tiene unos cuantos años. También he de decir que comentarios de machotes anónimos no acepto, si tenéis cojones decirlo con nombres y apellidos ya que vosotros sois tan machos. Si tan poco te gusta o te importa ¿por qué coño pierdes tu tiempo libre leyéndome o intentando joderme? serás imbécil y patético
21
de Julio en New Orleans 1998
Eran
las once de la noche, el reloj de péndulo del salón había dado la
hora hacía unos minutos. Mi cuerpo estaba reposado en uno de los
sofás y mis dedos acariciaban un viejo libro. Sus pastas estaban
raídas por el tiempo, además de polvoriento y con las hojas
amarillentas.
Era
un pequeño libro que compré cuando me sentí tan abatido antes de
mi primer gran sueño. De los pocos con los cuales el tiempo fue
generoso, junto a las ratas y la humedad. Trataba sobre el amor, el
poder, el fanatismo y la religión. No me gustaba en exceso, pero era
agradable su lectura porque era ágil y el final no era lo que uno
realmente espera. Louis lo consideraba uno de los grandes escritos de
nuestro tiempo, para mí cualquier libro era un gran escrito. Eran
historias, la mayoría de ellas basadas en vidas poco emocionantes,
en ocasiones, o fantasías poco creíbles si se trataban de las
visiones de un maníaco depresivo tan parecido a él. Mis ojos
recorrían cada línea, cada punto y coma, con ansiedad. La velocidad
de lectura era la humana, no quería saltarme detalles que del otro
modo serían opacados.
Mis
manos estaban bien sujetas a los extremos del ejemplar, cuando Louis
apareció por la puerta de la habitación. Había llegado después de
dos noches sin saber apenas de él. Su semblante era el de un niño
que había perdido su juguete favorito. La pesadumbre le cubría por
completo, el aroma de sus lágrimas me sacaron de la lectura y dejé
a un lado el libro, sobre uno de los numerosos cojines de aquel
ostentoso asiento.
Amaba
mis muebles, fuesen ostentosos o no. eran muebles elegido con sumo
cuidado que encajaban a la perfección con la decoración de la casa
y el lugar donde nos encontrábamos. Me trasladaban a otra época,
donde los muebles se hacían a mano y para durar mucho más que sus
propios dueños.
-Así
que no me quieres.-dijo como si nada, de repente.-Sólo fui un
juguete, una diversión momentánea y nada más. Me creaste porque te
recordaba al lunático de Nicolas, nada más.-sus manos temblaban
formando un puño.
-¿Quién
te dijo eso?-pregunté alzando una ceja mientras caminaba hacia
él.-Eres una maldita niña llorona, Louis.-dije sin más, molesto
porque pensara que únicamente lo hice porque sí. Pero en realidad
lo creé porque me enamoré de él, de su dolor, y de todo lo que
era.
Había
dicho en uno de mis libros que así fue, que lo creé porque me
recordó a mi maldito violinista. Estaba maldito para mí, para todo
aquel que se acercase. Perdió el juicio y también me hizo perder a
mí el deseo de vivir. Su muerte me conmocionó y estar solo nunca
fue una buena opción para mí. Sin embargo, Louis logró olvidar ese
detalle completamente convencido por mis palabras de una noche
romántica que me costó ciertos de sacrificios.
-Armand.-aquel
jodido muchacho siempre estaba de por medio. Era un bastardo que se
divertía haciéndole sufrir. Siempre buscaba castigarme que jamás
pude amarlo como él pretendía. Sus castigos venían por medio de
Louis, siempre por medio de Louis. Se creía el vengador de su
orgullo arrebatándoselo a otros.
-¡Armand!-grité
enfurecido.-¡¿Por qué diablos siempre crees las tonterías de ese
maldito gilipollas?!-dije caminando hacia él para abrazarlo.
-Porque
quizás me oculta menos cosas que tú, tú siempre me tratas como un
inútil.-mis manos acariciaban sus cabellos, pero él seguía rígido.
-Siempre
he dicho que eres más difícil que una mujer, pero supongo que por
eso te amo.-susurré besando su cuello y luego sus labios. Se
destensó en ese instante mientras me fundía en sus ojos verdes.-Yo
te creé por amor, a otros por capricho o miedo a la soledad. Pero a
ti, únicamente a ti, te creé porque te amaba.-acariciaba las
facciones de su rostro y luego me separé.-Aunque seas rematadamente
idiota, no sepas hacer nada bien y no seas capaz de aprender por ti
mismo. Aún así, yo te quiero Louis. Eres mi creación y mi pareja
en la eternidad. Los vampiros no nos soportamos demasiado tiempo, nos
aburre o condena la presencia de otro. Pero te diré, que por mucho
que me desquicies no fuiste creado para complacer un capricho.-era
sincero, aunque mis palabras pudieran sonar a una evasión demasiado
romántica de aquel acto cruel, de aquel mordisco en medio de las
calles y de una ascensión total a la sumisión por su parte.
-¿Me
amas aún?-preguntó aún con lágrimas en los ojos.
-A
pesar que te vengaras de mí dando una imagen de lo que no soy en un
libro, que me abandones y vuelvas cuando se te antoja, supongo que
sí, que aún te amo.-me volví a sentar y a tomar el libro entre mis
manos. Quería seguir leyendo, no era hombre que hablara de esos
sentimientos con él. Debería haberle quedado claro desde hacía
mucho tiempo que yo le quería.
-Me
he comportado como un idiota.-dijo dando unos pasos hacia mí,
haciendo un eco en sus andares, a pesar que podía hacerlo sin ruido
alguno.
-¿Cuándo
no?-pregunté alzando de nuevo una ceja con una sonrisa que
únicamente yo, un diablo, podía enmarcar en su rostro.
-Deja
eso.-me quitó el libro dejándolo sobre una mesa cercana y se sentó
sobre mis piernas, frente a mi rostro.-¿Por qué no eres siempre
así?-murmuró dejando que sus labios rozaran los míos.
-Supongo
que porque me gusta hacerte rabiar.-reí al decir la frase, era
verdad y a quién no le gusta hacer eso con alguien a quien se ama.
Le agarré de la cintura y lo pegué más a mí. Mis manos
acariciaban su espalda y él me miraba extasiado. Parecía impaciente
por algo.-¿A qué esperas?-pregunté con una sonrisa.
-A
que me beses y me quites la ropa.-desaté entonces sus cabellos y
acaricié sus labios, perfilándolos con mis uñas. Lo atraje hacia
mí bebiendo de su boca como si el mundo se muriera y únicamente
nuestro aliento lo mantuviera vivo. Me arrancó la camisa, sentí sus
dedos tirar de la tela y desgarrarlo, mientras mis colmillos rozaban
su cuello. Él temblaba como si sus prietas carnes fueran flácidas.
-Ya
te he besado, pero me has roto tú la camisa.-mi voz era burlona y me
levanté del sofá con él en mis brazos, encaramado como si fuera un
pequeño animalillo. Lo llevé a nuestro cuarto y lo tiré sobre la
cama.
Era
una de esas camas con dosel, grandes almohadones y colchón no
demasiado duro. Las sábanas eran negras, contrastaban con nuestra
fría piel.
Sus
cabellos caían sobre su rostro, rozando mi pecho y su lengua lo
recorría. Sus dedos fueron ágiles y me desabrochó los pantalones,
arrancándomelos como la camiseta al igual que mis zapatos. Su lengua
siguió lamiendo, esta vez por encima de mi ropa interior y sus ojos
se fundían en los míos con un lívido que hacía años que no le
veía.
-Espera.-susurré
incorporándome para en un rápido movimiento dejarlo a él abajo, en
una posición erótica y demasiado placentera para mí.
Le
quité la ropa como él hizo con migo, dejando simples jirones de su
camisa blanca y sus pantalones negros. Sus cabellos se expandían en
las sábanas y mis manos acariciaban toda su figura. Fui a su cuello
y lo mordí bebiendo de su sangre, deleitándome con su dulce y
metálico sabor. Una de mis manos apretaban sus nalgas, ya sin ropa
interior, y se fundían varios dedos en su entrada. Quería dilatarlo
rápido, hacerle entender que únicamente él me volvía tan loco y
cuerdo a la vez. Sus gemidos no tardaron en hacer acto de presencia.
Mis dedos se fundían en la calidez de su esfínter y sus labios
buscaban los míos. Su lengua se enroscaba sobre la mía buscando
cada milímetro de esta. Bajo mis boxer se formulaba una sutil
erección y pronto se hizo más visible, él también lo estaba.
Pronto se abrió bien las nalgas, tirando de sus nalgas con ambas
manos para que le perforara mejor.
-Hazme
tuyo.-gimió perlándose de pequeñas gotas de sangre, ese era
nuestro sudor.
-Ya
eres mío.-dije con malicia apartándome de él, admirando mi
creación, y lo volví dejando su trasero a mi disposición.
Acaricié
sus nalgas y bajé mis calzoncillos, atraiéndolo hacia mí. Entré
sin demasiado esfuerzo. Mis movimientos eran lentos, mientras que mi
mano derecha agarraba su sierpe y le daba un ritmo más rápido, para
luego volverlo lento y aumentar el de mis penetraciones. Cada
movimiento de cadera que daba era más rápido y profundo que el
anterior. Louis gritaba mi nombre y yo el suyo, su espalda se
contorsionaba por el placer y pronto su pecho tocó el colchón
dejándome mejor su trasero. Su respiración y la mía se volvió
una, como nuestros cuerpos, y pronto llegamos al orgasmo casi al
unísono. El se vertió sobre la colcha y mi mano, yo en lo más
profundo de sus entrañas. Me aparté después de recobrar el
aliento, saliendo lentamente y acostándome a su lado. Él no dudó
en subirse sobre mi pecho y acariciarlo.
-¿Crees
ahora a Armand?-dije mirando al techo, para luego besar su frente.
-Te
creo a ti.-susurró quedándose lentamente dormido.
Fin

1 comentario:
Me ha gustado mucho este relato, amo esa pareja (sera porque somos mi amor y yo? xDDD).
Esta muy bien ^^, ojala escribas mas de esta pareja ^^
Namarie.
Publicar un comentario