Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Tears for you - Capítulo 14 - Carmín rojo satén (Parte III)




El regreso fue muy dulce. Anne no paraba de hablar de los dibujos que hacía en sus horas de plática, así de todas las cosas que ya sabía y que a la maestra le asombraba. Yo simplemente sentía orgullo, igual que Kurou, nuestra pequeña era una niña dotada de inteligencia, belleza y dulzura. A veces, recuerdo esos momentos de su infancia como algo muy especial.

Decidí tomarla en brazos para salir del garaje y cruzar la mansión hacia el salón principal. Ella estaba agotada, aunque seguía intentando contarme todo lo que había hecho. Quería que los saludara antes de tumbarla para que descansara, ya que en el colegio almorzaba y podía darme el lujo de tumbarla al menos media hora. Sin embargo, nada más cruzar el salón noté que no estaban allí aunque el bolso de Helena estaba arrojado sobre la alfombra.

Kurou se quedó tras mis espaldas, tomándome de los hombros. Notaba su respiración pausada cerca de mi nuca, mientras ella simplemente se recostaba mejor contra mi torso. Acaricié sus cabellos suspirando antes de girarme hacia mi esposo. Nos miramos a los ojos y sin decirle nada le pasé a la pequeña. Pero, justo antes de marcharme para encontrarlos me paré.

-Iré a ver dónde se han metido, quizás ha ido a mostrarle la sala donde tenemos algunos cuadros y la mesa de billar.-comenté antes de besar su mejilla.

Empecé a buscarlos. Primero fui al salón con televisión, pensé que quizás necesitaban matar sus neuronas, después fui al lugar donde teníamos cuadros y billar. La puerta estaba abierta, cuando normalmente se encuentra cerrada. No tuve que entrar para imaginar la escena que allí se estaba dando.

Pude escuchar la respiración acelerada de ambos, junto a gemidos bajos, cerca de la puerta estaba la chaqueta de Paulo. No me atrevía a mirar, quizás por pudor y tal vez porque no hacía falta. Ambos estaban dando rienda suelta a una atracción inevitable. Yo simplemente cerré con cuidado, para girarme y seguir mi camino hacia la habitación de la pequeña.

Mientras subía las escaleras vinieron a mi mente esos momentos sensuales de Helena, los más eróticos que me pudo regalar una mujer. Era una diosa que se movía como sirena en mares profundos. Sus mejillas sonrojadas, sus manos enterrándose en mi torso y esa mirada entre tímida y desatada. Todas esas imágenes estaban en mi mente. Recordaba como sus caderas oscilaban, mientras sus labios se mordisqueaban y yo gemía agarrándola de la cintura. Podía incluso imaginarme como se movía sus cabellos. Toda una bomba de relojería. Una de esas mujeres dulces y sensuales, tanto fuera como dentro de la cama. Paulo no sabía lo que le esperaba.

“La pasión no tiene límites posibles,
dale rienda suelta a la imaginación.
No me intentes limitar la pasión,
no me quites la libertad.
Quiero besar tu boca y morir en tus labios,
y todo mientras lo hacemos en un rincón perdido.
No, no me dejes aquí... adentrarte en lo prohibido.
Deja que te exhiba como un ser de otro mundo,
una belleza creada la elegancia de un ave
y magia, la magia de tus recuerdos.
La pasión no tiene límites y lo sabes.”

Sabía que Paulo era una bestia en la cama. Su aspecto tímido y elegante era pura fachada, en realidad era un demonio que calculaba cada paso que daba. Muchas mujeres hablaban de como las seducía para destrozarlas en la cama, que las dejaba tan agotadas que era casi imposible moverse. También muchos hombres comentaban que todo lo que narraba en sus libros de fantasía erótica, como esos de puro romanticismo, era él seduciendo al lector con hechos que una vez sucedieron más allá de su imaginación.

“Ponte esa extraña máscara,
esa que muestra lo que siempre fuiste.
Ponte esa dulce sonrisa,
esa de rata tras el flautista.
Estúpido enamorado, sombra chinesca.
Has caído en el batir de una mariposa,
has renunciado a luz de este mundo.
Ahora sólo quieres fantasía,
y es normal, porque embriaga.
Ahora sólo quieres poesía,
porque ella son versos olvidados.”


-No quiero imaginar qué harán sobre el billar, Kurou no debe saber que...-me di cuenta que él salía de la habitación mientras murmuraba, pero fue tarde.

-¿Qué pasa con mi mesa?-preguntó.-¿La han manchado? Dime que no.

-Están teniendo sexo sobre ella.-respondí notando como él se quedaba paralizado y rojo.

Nos quedamos parados en la escalera, mirándonos con las mejillas rojas y sin saber qué decir. Nosotros no habíamos hecho nada malo, ni nada pervertido, pero estábamos como niños que habían sido atrapados haciendo algo prohibido. Tomé a Kurou por el rostro y sonreí, lo hice como pocas veces lo había hecho a lo largo de los años. Estaba azorado, se podía notar por mis mejillas rojas y mis ganas inmensas de sentir su abrazo.

-Tiemblas.-murmuró antes de abrazarme.-Yoshiki, no pasa nada.-dijo acariciando mis cabellos, rodeándome con cuidado.-Ni yo, ni yo.

-Ya sé que tú no, que no hemos hecho nada. Sin embargo, estoy nervioso y me siento turbado.-apoyé mi cabeza sobre su torso.-No tenemos conocidos ni amigos normales, esto es como una serie de humor y sólo faltan las risas enlatadas.

Decidimos irnos al salón y hacer como si nada sucediera. Debíamos actuar con toda naturalidad. Sabíamos que aquello iba a ser incómodo para todos. Después los invitaría a tomar un almuerzo rápido, si es que podían comer frente a nosotros sin tener presente que habían buscado la oportunidad de desatarse.

-Hace unas noches aquel hombre extraño y ese amigo tuyo...

Recordé a Daichi, tan femenino y sutil como una chica pero con la presencia indiscutible de su lado masculino. Había provocado que un hombre como Chris cayera en sus redes. La soledad provocaba que se desataran los deseos de contacto, las caricias y el deseo.

-No compares.-comenté antes de sentarme al piano.-Helena está cansada de estar con hombres que no la satisfacen, no es un corazón herido.

-Yo creo que sigue amándote a ti.-murmuró antes de sentarse en su sofá.-Toca por favor.

-Cariño, no tienes que pedírmelo.-susurré con una sonrisa antes de comenzar.


“Las lágrimas que una vez derramaste,
esas que no me quieres confesar,
aún bañan tu dulce rostro de mármol.
Puedo sentir el nerviosismo de las dudas,
todo lo que implica un dolor agudo.

Las lágrimas que nunca fueron sonrisas,
esas que se abandonaron al borde de tus ojos,
las puedo encontrar en la calidez de tu voz rota.
Apurado y con las alas rotas, como si no hubiera mañana
te encontré tiritando de frío en plena tormenta.

La lluvia eran tus lágrimas, el sol eran tus deseos.
Deseos que se hacían añicos y que hoy reconstruyo.
Libélulas que son hadas, gatos que son príncipes,
y gigantes que no olvidan el dolor de cuando fueron ángeles.
Carnaval fuera de fecha, sentimientos de amor no confesados,
besos a escondidas, amantes que no tienen fortuna
y el aroma de tus cabellos.

Lágrimas que no derramaste y que hoy derramo por ti.”


Kurou permaneció sentado contemplándome, yo cantaba sobre el amor que se rompía y volvía a la vida. Me sentía como un viejo escritor, de esos que escribían a ritmo de máquinas de escribir palabra por palabra poemas de amor. Mi canción era sobre el recuerdo de las amarillentas cartas de mi esposo, así como sus notas llenas de un sufrimiento perfumado con el más dulce amor, mientras imaginaba como las flores renacían en los corazones de los nuevos amantes.

“En la inmensidad de la nada te hallé,
olvidada como un viejo botón.
En la envidiable cuna de lo amargo,
me tomé un café de miradas ancladas en el ayer.”

Me quedé en silencio unos segundos, sus ojos se volvieron tentadores y mi sonrisa se volvió tímida. Quería abrazarlo, rogarle que me dijera palabras tiernas que no solían ser habituales. Se ruborizaba demasiado cuando sabía que podían vernos, inclusive para decirme algo tierno debía ser en la completa soledad de nuestra habitación. Eso lo hacía tierno y a la vez fascinante. Nunca tuve un amante ni un amor parecido.

“Melancolía esparcida en fragancia de poesía,
vidas anónimas que traspasan los entintadas muros
que son las paredes del alma de un artista.
Melancolía de recuerdos que se mueren,
pero que renacen en viejas fotografías.
Pinturas del ayer y orgasmos del mañana.
Seamos poetas con alma de hedonistas.”

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt