Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 6 de noviembre de 2011

Tears for you - Capítulo 15 - Pétalos rojos de amapolas violetas (Parte II)




Aquella noche había soñado que me arrancaban a mi pequeña, la secuestraban frente a mis narices y que sólo podía recuperar los mechones dorados de su pelo, junto a un oso de peluche ensangrentado. No eran las pesadillas habituales, eran todavía más tétricas y crueles. Kurou me abandonaba, puesto que me culpaba de la muerte de nuestra hija. Me quedaba sin mi familia, solo y hundido. Anne era parte de esa luz que me provocaba caminar sobre las ascuas de los infiernos, esa luciérnaga de fantasía que me endulzaba la vida.

Mi querido gigante bajó aseado, me tocó entonces dejar a la pequeña en sus brazos. Ella estaba fascinada por como se veía su padre con ropa algo más distinta, ya que como debíamos ir con aquellas mujeres él debía dejar de desentonar. Llevaba unos vaqueros ajustados algo rasgados, una camisa negra y una chupa de cuero. Se veía como cuando éramos casi unos niños.

Yo decidí tomar un baño. Necesitaba relajarme y pensar excusas para Yuki. Sin embargo, cuando salía del baño lo encontré en mi habitación. Sho se había ido de la lengua, estaba seguro. Los ojos llenos de rabia de Yuki eran como dos esferas de luminarias en medio del bosque, daban miedo. Me ataba el albornoz intentando no titubear, mostrándome firme de una buena vez.

“Peligroso, eso eres.
Pareces una espada de doble filo.
Eres un animal salvaje que busca su lugar,
tal vez su madriguera en este camino.
Indecente e indestructible ser.
Peligroso y arisco, pero a la vez noble.
Te he visto bailar con luciérnagas
y cazar mariposas en lo profundo del bosque.”

-Sé que irás a por Juka, sé que os ha tocado la misión.-comentó apretando sus manos.-¡Yo quiero a ese tio!-gritó con un tono de voz que me amedrentó.-Estoy harto del laboratorio, cansado de hacer armas químicas para Kamijo y cansado de ser su payaso de feria.-cerró sus ojos y resopló.-Creí que éramos amigos, tú y yo.

-Kamijo pensó que sería mejor que cuidaras a Bou, que te quedaras con él.-comenté antes de tomarlo del rostro, para luego acariciar sus cabellos. Lo hacía con algo de miedo, como si fuera un animal salvaje.-Comprende, amor.-dije antes de abrazarlo.-Yuki, por favor.

Yuki era como una bestia sin control. La primera vez que le vi intentando robar la cartera de Kamijo, cuando éramos completamente desconocidos, me llamó la atención sus ojos de animal salvaje. Tenía una libertad indomable y aún sigue apoderándose de él esa libertad, esa forma de ser tan salvaje y especial. Era un chico casi sin dinero, sin vida y que podía decirse tan carente de futuro como una colilla pisoteada.

Recordé cuando logré dejar de tenerle miedo. Permití que me acariciara la cabeza sin responder con una llave de defensa, simplemente con una sonrisa. Yuki era como un hermano mayor, otro más a la lista, que me enseñó trucos para tocar mejor la batería y también para el daño que hacen las baquetas en las manos. Fue el primero que me dio lecciones de como atraer a las chicas y parecer menos delicado. También le debo la vida, ya que poco antes de conocer a Kurou intenté quitármela. Las pesadillas a veces eran tan fuertes que tenía tentaciones suicidas. Me tentaba la muerte día tras día.

-Zorro.-murmuré apartándome.-Puedo decirle a Kamijo, pero él quiere que te quedes cuidando a Bou.

-Bou se ha convertido para mí en alguien muy importante.-murmuró sosegado, con los ojos prácticamente lleno de lágrimas.-Primero pensé que lo había aceptado en mi vida de esa forma, cuidándolo y protegiéndolo, porque Kanon no me devuelve a mi hijo. No sé donde demonios está.-siseó con cierta rabia e impotencia.-Pero, empezó a ser deseable su compañía de otra forma y tenía miedo que se enamorara de alguien más. Yo quería cuidar su corazón, no sólo su alma.

Ese hombre que era capaz de seducir a cualquier mujer, de tener a quién quisiera en la cama, se había enamorado de un chiquillo de ojos muy parecidos a los de un conejo asustado. Yuki había tenido una pareja hombre, hacía unos años, y no salió bien. Él solía decir que era la excepción que confirmaba la regla. Sin embargo, cuando Bou cayó en su camino estaba hundido.

¿Qué es lo peor que puede pasarle a un padre? La muerte de un hijo. Lo segundo en esa lista es no verlo crecer. Yuki no sabe donde se encuentra su ex-mujer, no sabe siquiera si está viva o muerta. Su hijo se fue con ella, no sabía ni balbucear. Cuando todos quedamos, como la noche de disfraces y terror de Halloween, puedo ver como mira a otros. Es un buen hombre, aunque a veces sea violento y tozudo.

-Por eso, por eso zorro.-susurré antes de besar su mejilla.-Anda ve con él a tomar una buena taza de cacao, hazlo con Spider e invita de paso a Yura.

-Sé que vais a eso porque Sho ya no estaba hoy en casa, sólo ponía una nota de una misión importante.-murmuró.-Y supuse que...

-Y luego hurgaste en el ordenador de Sho.-asintió mientras yo sonreía.

-Ya me voy.-dijo apartándose de mí para ir hacia la ventana.-No quiero que Kurou aparezca con ojos de cabrón, porque eso sería un duelo a muerte.

Aquel gigante al cual le llamábamos zorro, por su astucia y peligrosidad, saltó por la ventana cayendo sin romperse un solo hueso. Pude ver como corría hacia la puerta trasera de la verja, donde se encontraba Sebastian para cerrarla a su paso. No dudé en reír al ver como se marchaba subido en su chopper.

Mientras miraba por la ventana recordé tantas cosas, tantas viejas vivencias, que perdí al menos diez minutos. Cuando me di cuenta mis suegros llegaban en el vehículo que mandé al aeropuerto. Tuve que correr hacia la ropa que me pondría ese día, así como prácticamente volar por las escaleras.

Cuando llegué abajo me abracé a mi suegro, saltando sobre él como si fuera un gamo. Besé su mejilla y después la de mi suegra. Ambos reían por mi energía, siempre estaba lleno de vida cuando sentía que hacía las cosas bien. Había convencido a un buen amigo que no se metiera en líos, que mejor se quedara con esa persona especial. Anne reía aferrada a un oso de peluche, se lo habían regalado sus abuelos. Me quedé mirando el peluche, no era idéntico al de mi sueño pero sentí escalofríos.

Tuve que agacharme hacia ella, acariciar sus cabellos y besar sus mejillas. La contemplaba como si fuera una muñeca única que había cobrado vida, como por arte de magia. Mis manos acariciaban sus cabellos ondulados, mientras mis labios besaban su frente. La estreché entre mis brazos aspirando su colonia, sintiendo a mi pequeña protegida en ellos. No quería dejarla, tenía un miedo terrible. Todos los padres tememos que nuestros hijos sufran y no estemos, incluso que tengan pesadillas y no podamos calmarlos.

-No la llevéis al parque estos días, ha estado algo resfriada y no quiero que termine con gripe.-comenté antes de girarme hacia Uta.-Aquí tiene muchos juguetes, también un jardín enorme y si refresca podrá entrar inmediatamente.

-Yoshiki.-dijo mi suegra con su tono calmado, aunque su rostro mostraba preocupación.-He sido madre, sé como debo cuidar a una niña.-sonrió de forma dulce antes de pedirme un abrazo, el cual se lo di.-Mi niño, eres padre primerizo y eso te hace ser neurótico con la pequeña.-murmuró cerca de mi oído.-Pero así la vas a asustar, harás a una niña asustadiza y todo su encanto se irá.-al apartarme me pellizcó las mejillas y rió.-Cariño, intentad agarrar a ese moroso y que os pague. Nosotros estaremos aquí esperando vuestro regreso.

Supuse que eso era, que estaba lleno de temores por ser un padre primerizo. Kurou también parecía nervioso, aunque lo disimulaba bien, si bien yo estaba que me moría. Cuando partimos hacia el aeropuerto lo hice en silencio, con la cabeza pegada al cristal y dándole mil vueltas a mi sueño. Tenía que contárselo, pero sabía que podía ponerlo más nervioso o tal vez sólo se reía y eso me molestaría muchísimo. No quería discutir, si bien necesitaba desahogarme. Mi dulce gigante era a veces un misterio y su forma de responderme también.

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Lestat de Lioncourt