Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 9 de diciembre de 2011

Tenshi - Capitulo 2 - Sangre, nieve y sentimientos muertos - Parte II


Lamento lo que sucedió ayer, pero he tenido días muy ocupados. Termino mi proyecto final de mis estudios y bueno... no tengo tiempo ni para respirar.




Aldeas que únicamente te recordaban el paso inexorable del tiempo, como todo se agilizaba y pocos aceptaban el hecho que la simpleza es mucho más gratificante. Mis pies acariciaban el fango, gravilla y hojarasca que se hallaba a mi alrededor. Podía sentir la naturaleza viva, en todo su esplendor, bajo mis pies de gigante mecánico y cruel. Mis ojos se volvían profundos, tan oscuros como la noche, y con un toque de locura. Sabía que mi boca estaba entreabierta y manchada por la sangre de mi última víctima. Todo yo estaba frenético buscando alimento.

Pronto llegué a un pequeño asentamiento de unas quince casas, todas alrededor de una plaza rodeada por naranjos y en el centro una fuente de agua congelada. Acaricié uno de los muros de piedra y sonreí al sentir el calor humano cerca, la sangre que brotaba en las venas de una joven tras aquel fortificado palacio en forma de vieja casucha campestre.

Podía escuchar perfectamente el televisor puesto en un canal local, las noticias de la noche retransmitiendo la contaminación y quejas habituales en la ciudad, y el tintineo de la ducha humedeciendo su cuerpo. En el ambiente había aroma a roble quemándose en la chimenea y geles femeninos cubriendo su cuerpo. Era joven, las ropas tendidas a escasos metros me confirmaban mi teoría. Pronto su voz se unión al ruido del ambiente, el cotidiano, ya que cantaba una canción que sonaba últimamente en la radio.

Entré por la puerta trasera, la cual aún estaba abierta, y caminé por la cocina para cruzar el comedor y dirigirme a las escaleras. Arriba estaba su cuarto, así como el de sus padres, y estos tenían la televisión encendida a pesar que dormían desde hacía rato. Mis pisadas hicieron crujir la madera, eran quejidos de peligro, y aunque podía levitar, para ser simplemente una sombra rondando la casa, no lo hice.

En medio de aquella penumbra con aroma a leña, naturaleza y geles de baño sentía el poderoso y atrayente deseo de la sangre. No importaba si el pueblo entero sabía de mi presencia, sólo quería atraparla entre mis brazos y destrozarla con caricias poco sinceras. Quería que se sintiera elegida, amada por mis dedos, antes de matarla convirtiéndola en polvo y recuerdos. Porque los deseos de un vampiro son superiores a cualquier vida humana.

Abrí la puerta del baño contemplándola ataviada únicamente con una toalla. Aquel cuerpo joven y deseable se mostraba ante mí, húmedo y sonrosado. Sus ojos azules, intensos como el cielo despejado del verano, junto a sus cabellos rubios y rizados, igual que el trigo a punto de ser recogido, eran una visión prodigiosa. Una muñeca, iba a jugar con una muñeca antes de darle el beso de buenas noches. Su respiración se congeló, mis palabras llegaron a su mente y comenzó la hipnosis.

-Amada mía.-susurré entrando en aquel pequeño aseo, para de inmediato tomarla en brazos y caminar hacia su lecho.

Aún palpitaba en mi sien los gritos y el corazón de aquel humano, así como el estruendo de su coche al explotar. La lluvia seguía cayendo con fuerza, era peor que una tormenta en alta mar, y aquella casa parecía zozobrar. Su aroma era a lavanda y canela, dulce y atractivo, y podía aspirarlo de sus cabellos empapados. Pesaba poco, a penas nada, y al arrojarla en la cama fue como si viera una sirena varada en la playa.

Con cuidado, como quien desnuda a su amante la noche de bodas, aparté la toalla contemplándola finalmente desnuda. Sus pezones estaban duros por el frío y las extrañas sensaciones que le provocaba, sus mejillas se sonrojaron y abrió sus brazos hacia mí. Me incliné sobre ella para besar sus labios mordiéndolos, bebiendo de su boca con lentitud. Sentía el placer que recorría toda su figura, desde la raíz de sus cabellos hasta la punta de sus uñas. Toda ella se entregaba a su nuevo amante, el último que podría recorrer su aturdida mente.

Me aparté después de sendos tragos, me deshice de mi ropa y abría sus piernas. Estaba lo suficiente excitada para aceptarme entre calurosos y sensuales gemidos. Entré en ella y al mismo tiempo clave mis colmillos en su cuello. Bebía saboreando el instante, destrozando mis sentidos y olvidando cualquier sentimiento de aprecio hacia lo que una vez fui. Sus sueños fueron míos, así como sus recuerdos y sus motivaciones pasadas. Me apoderé de su cuerpo, su alma y su legado.

Con un último y bajo gemido la maté. El final de sus días fue como el principio de todos, con sexo. Empezamos a vivir cuando nos conciben, no cuando el mundo conoce nuestro rostro. Ella murió como nació, cubierta de placer regalando vida. Sus ojos estaban vacíos, pero su rostro tenía la expresión de haber alcanzado los cielos. Me aparté de ella cubriendo su cuerpo con una de las mantas, así como deslizando sus párpados hacia abajo.

Mi mente había vuelto, justo a tiempo para vestirme colocando mis escasas ropas, y marcharme hacia mi hogar donde me esperaban aquellos dos frágiles humanos. Recordé la pequeña y sus ojos llenos de melancolía, las palabras de la noche anterior con Frederick. Aquella conversación se había vuelto un tema recurrente en las últimas horas. Yo era un egoísta que no permitía que se fuera, a pesar que no cubría mi soledad ni ocupaba un puesto relevante. Sólo deseaba tenerlo a mi lado como un súbdito asemejando así el poder de un rey, siendo tan sólo un oscuro secreto que repta por el mundo llevándose la escasa vida que brota salvaje.

Di mi espalda al cadáver de la joven, dejándola reposar por última vez en su cama antes que la encontraran sus padres. Abrí la ventana del balcón de su dormitorio, el cual estaba repleto de fotografías y objetos que ya no necesitaría. Las imágenes que ella me ofreció de prados cubiertos de nieve, niños gritando y sus mejillas ardiendo por el primer beso a escondidas con el chico que siempre amó, a pesar de todo, fue mi último pensamiento antes de lanzarme al vacío y levitar subiendo hasta el tejado.

Desde aquel punto podía ver aún árboles que tapaban mi vista, la lluvia empapaba de nuevo mis ropas y mi rostro. Podía sentirme salvaje, libre por completo, y lleno de vidas robadas. En ocasiones, pensaba que robaba sueños y momentos ajenos porque no podía crear los míos propios. Hacía siglos que no generaba ni un sueño nuevo, sólo repetía mi vida y los pocos momentos que recordaba de ella.

Decidí irme nada más notar los pasos de su padre por la escalera, alcé mis brazos al cielo y comencé a volar como si tuviera alas. La lluvia no era impedimento para mí, tampoco el frío glaciar que había congelado la fuente y sus aguas, sólo era un aliciente para sentirme en contacto conmigo. La sangre se borró al fin de mi rostro, tanto la suya como las pequeñas gotas que aún quedaba de aquel idiota. Pude sentir como aquella tromba de agua me regalaba caricias, y bofetadas por culpa de corrientes de aire que volvían violentas las lágrimas de los ángeles.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt