Capítulo Sexto
Fin de las Mentiras
Era una mañana de sábado como cualquier otra, yo había salido a comprar el desayuno y el periódico mientras él estaba dormido. Habíamos estado practicando el sexo toda la noche, estaba agotado y me hacía sentir joven. Cuando regresé con los dulces, su revista favorita de misterios y mi periódico, estaba en el salón junto con mi hijo mayor. No supe como reaccionar, quedé helado ante la escena.
-Fernando no le voy a decir nada a mamá, pero creo que tienes que dar muchas explicaciones. Es tu vida, me importa una mierda como la vivas.-Dijo caminando hacia mí para dirigirse hasta la puerta.
-¿Por qué me has mentido? ¿Qué más mentiras me has dicho? ¿Te has divertido al menos?-Sus ojos estaban bañados en lágrimas, su voz estaba desgarrada y temblaba por la ira contenida.
-Simplemente tuve que mentirte en esto, no estaba bien con mi mujer y viniste a mi vida. La he dejado para ser todo tuyo.-Dije intentando tranquilizarlo, me aproximé hasta él y lo agarré por los hombros.
-¿Te tengo que creer? ¡Dime!-Respondió empujándome.
-¿Qué te ha dicho?-Reclamé, necesitaba saber que había comentado Joaquín.
-Estaba duchándome; salí del baño y entré en su cuarto, que ahora era mío, para encontrármelo. Me dijo que quién era yo, le dije que era un amigo de su tío y él respondió que quien vivía en esta casa era su padre. Tienes hijos, mujer y me mentiste en la edad. ¿Tengo que creer que me amas? ¿Qué no juegas conmigo? ¿Qué no soy uno más? ¿Qué solo existo yo? ¡Me crees tan estúpido!-Temía que se cayera, casi no se mantenía en pié y yo comencé a llorar.
-No eres estúpido, te lo quería decir pero no podía.-Mi voz era inaudible, balbuceaba y necesitaba sus besos más que nunca.
-Claro, eres una victima de las circunstancias.-Aquella ironía me destrozó.
-Te amo.-Susurré intentando que me creyera.
-Yo ya no sé a quien amo.-Respondió dirigiéndose hacia la puerta del salón.
-Yo te amo.-Dije agarrándolo de una de sus muñecas.
-Voy a recoger mis cosas, no quiero pasar ni un momento más en esta casa.-Se soltó con ira.
-No tienes porque irte, podemos hablar.-Tenía que hacer lo posible para que no cruzara la puerta de la que era nuestra guarida, nuestro lugar oculto del mundo.
-¿Por eso me ocultabas?-Sus labios temblaban, las lágrimas bañaban todo su rostro y sus ojos estaban rojos.
-Sí, entre otras cosas.-Tuve que confesarme ante la evidencia, todo por no ser cauto.
-Te amaba, no sé si puedo amar a un hombre que dice tantas mentiras.-Le entendía, sin embargo deseaba que me comprendiera.
-Respecto a mis sentimientos no he mentido.-Respondí.
-Vuelve con tu mujer, tus hijos y a la vida que llevabas.-Dijo mientras corría por el pasillo hasta su maleta. Para este fin de semana se había traído algo de ropa, un libro y su diario personal. Habíamos decidido pasar todo el día en el departamento, sin salir a ningún lugar. También había alquilado por su parte películas. No podía creer que el fin de semana que al fin teníamos libre ambos se convirtiera en nuestro adiós.
-No.-Corrí tras él y lo abracé con fuerza, respiré el aroma de su pelo por última vez y sentí el calor de su cuerpo.
-¡No me toques!-Gritó a pleno pulmón, pude notar el desgarro de su alma y el dolor interno que le acarreaba.
-Dame una oportunidad.-Mascullé aferrándome a su cintura mientras él me clavaba las uñas.
-¡Te di todo! ¡Jamás te mentí! ¡Creí que no me dañarías!- Estaba frenético y me empujó contra la pared.
-No me dejes.-Le imploraba, pero era ineficaz. Estaba tirado en el suelo y él había entrado al dormitorio.
-No debiste jugar con mis sentimientos, no soy segundo plato ni un idiota que perdona todo.-Respondió tomando su maleta de la habitación.
-Lamento haberte hecho daño, no quería hacerlo.-Pasó delante mía, sentía que mi vida se iba con él.
-Debiste decirlo, lo hubiera entiendo y me hubiera enamorado igual.-Dijo echándose la maleta a la espalda.
-¿Por qué no me perdonas?-Pregunté en tono de susurro, estaba sin fuerzas.
-Porque me has mentido, no puedo confiar en ti.-Respondió sin girarse hacia mí.
-Te amo.-Mascullé.
-No me digas más eso, me hace daño.-Comentó quitándose el anillo que le había regalado, lo arrojó al suelo y se dirigió a la puerta.
-Te necesito.-Susurré.
-Yo necesito irme.-Tras estas palabras escuché como la puerta se cerraba y su figura se perdía de mi vista.
Cuando pude recuperarme de aquel brutal impacto de verme sin él, me alcé del suelo y me recosté en la cama donde aún se hallaba su colonia. Me pregunté como podía reconquistarlo y tomé la decisión de que una carta sincera era lo correcto. Cuando la tuve hecha en una hoja de papel, teclee cada letra en el ordenador y luego la envié. No habían pasado ni un minuto cuando observé un correo electrónico, no había sido posible enviar el mensaje electrónico. Supe entonces que me había eliminado de su lista y bloqueado mis correos. Decidí llamarlo, no cogía el teléfono y terminó por apagarlo. Quería ir a su casa pero no me atrevía, no quería montar una escena con su madre allí.
Durante días tuve el ordenador encendido, miraba si había algún correo y llamé al móvil sin conseguir que me contestara. Me di a la bebida, pedí en el trabajo vacaciones adelantadas alegando depresión y me enclaustré en casa. Quería morirme. No lograba contactar con él y llamé a uno de los programas que solía escuchar a solas, uno de tantos que antaño me endulzaban las noches. Conté mi historia, lloré en directo y me desahogué esperando que él lo escuchara tras la línea telefónica.
Fin de las Mentiras
Era una mañana de sábado como cualquier otra, yo había salido a comprar el desayuno y el periódico mientras él estaba dormido. Habíamos estado practicando el sexo toda la noche, estaba agotado y me hacía sentir joven. Cuando regresé con los dulces, su revista favorita de misterios y mi periódico, estaba en el salón junto con mi hijo mayor. No supe como reaccionar, quedé helado ante la escena.
-Fernando no le voy a decir nada a mamá, pero creo que tienes que dar muchas explicaciones. Es tu vida, me importa una mierda como la vivas.-Dijo caminando hacia mí para dirigirse hasta la puerta.
-¿Por qué me has mentido? ¿Qué más mentiras me has dicho? ¿Te has divertido al menos?-Sus ojos estaban bañados en lágrimas, su voz estaba desgarrada y temblaba por la ira contenida.
-Simplemente tuve que mentirte en esto, no estaba bien con mi mujer y viniste a mi vida. La he dejado para ser todo tuyo.-Dije intentando tranquilizarlo, me aproximé hasta él y lo agarré por los hombros.
-¿Te tengo que creer? ¡Dime!-Respondió empujándome.
-¿Qué te ha dicho?-Reclamé, necesitaba saber que había comentado Joaquín.
-Estaba duchándome; salí del baño y entré en su cuarto, que ahora era mío, para encontrármelo. Me dijo que quién era yo, le dije que era un amigo de su tío y él respondió que quien vivía en esta casa era su padre. Tienes hijos, mujer y me mentiste en la edad. ¿Tengo que creer que me amas? ¿Qué no juegas conmigo? ¿Qué no soy uno más? ¿Qué solo existo yo? ¡Me crees tan estúpido!-Temía que se cayera, casi no se mantenía en pié y yo comencé a llorar.
-No eres estúpido, te lo quería decir pero no podía.-Mi voz era inaudible, balbuceaba y necesitaba sus besos más que nunca.
-Claro, eres una victima de las circunstancias.-Aquella ironía me destrozó.
-Te amo.-Susurré intentando que me creyera.
-Yo ya no sé a quien amo.-Respondió dirigiéndose hacia la puerta del salón.
-Yo te amo.-Dije agarrándolo de una de sus muñecas.
-Voy a recoger mis cosas, no quiero pasar ni un momento más en esta casa.-Se soltó con ira.
-No tienes porque irte, podemos hablar.-Tenía que hacer lo posible para que no cruzara la puerta de la que era nuestra guarida, nuestro lugar oculto del mundo.
-¿Por eso me ocultabas?-Sus labios temblaban, las lágrimas bañaban todo su rostro y sus ojos estaban rojos.
-Sí, entre otras cosas.-Tuve que confesarme ante la evidencia, todo por no ser cauto.
-Te amaba, no sé si puedo amar a un hombre que dice tantas mentiras.-Le entendía, sin embargo deseaba que me comprendiera.
-Respecto a mis sentimientos no he mentido.-Respondí.
-Vuelve con tu mujer, tus hijos y a la vida que llevabas.-Dijo mientras corría por el pasillo hasta su maleta. Para este fin de semana se había traído algo de ropa, un libro y su diario personal. Habíamos decidido pasar todo el día en el departamento, sin salir a ningún lugar. También había alquilado por su parte películas. No podía creer que el fin de semana que al fin teníamos libre ambos se convirtiera en nuestro adiós.
-No.-Corrí tras él y lo abracé con fuerza, respiré el aroma de su pelo por última vez y sentí el calor de su cuerpo.
-¡No me toques!-Gritó a pleno pulmón, pude notar el desgarro de su alma y el dolor interno que le acarreaba.
-Dame una oportunidad.-Mascullé aferrándome a su cintura mientras él me clavaba las uñas.
-¡Te di todo! ¡Jamás te mentí! ¡Creí que no me dañarías!- Estaba frenético y me empujó contra la pared.
-No me dejes.-Le imploraba, pero era ineficaz. Estaba tirado en el suelo y él había entrado al dormitorio.
-No debiste jugar con mis sentimientos, no soy segundo plato ni un idiota que perdona todo.-Respondió tomando su maleta de la habitación.
-Lamento haberte hecho daño, no quería hacerlo.-Pasó delante mía, sentía que mi vida se iba con él.
-Debiste decirlo, lo hubiera entiendo y me hubiera enamorado igual.-Dijo echándose la maleta a la espalda.
-¿Por qué no me perdonas?-Pregunté en tono de susurro, estaba sin fuerzas.
-Porque me has mentido, no puedo confiar en ti.-Respondió sin girarse hacia mí.
-Te amo.-Mascullé.
-No me digas más eso, me hace daño.-Comentó quitándose el anillo que le había regalado, lo arrojó al suelo y se dirigió a la puerta.
-Te necesito.-Susurré.
-Yo necesito irme.-Tras estas palabras escuché como la puerta se cerraba y su figura se perdía de mi vista.
Cuando pude recuperarme de aquel brutal impacto de verme sin él, me alcé del suelo y me recosté en la cama donde aún se hallaba su colonia. Me pregunté como podía reconquistarlo y tomé la decisión de que una carta sincera era lo correcto. Cuando la tuve hecha en una hoja de papel, teclee cada letra en el ordenador y luego la envié. No habían pasado ni un minuto cuando observé un correo electrónico, no había sido posible enviar el mensaje electrónico. Supe entonces que me había eliminado de su lista y bloqueado mis correos. Decidí llamarlo, no cogía el teléfono y terminó por apagarlo. Quería ir a su casa pero no me atrevía, no quería montar una escena con su madre allí.
Durante días tuve el ordenador encendido, miraba si había algún correo y llamé al móvil sin conseguir que me contestara. Me di a la bebida, pedí en el trabajo vacaciones adelantadas alegando depresión y me enclaustré en casa. Quería morirme. No lograba contactar con él y llamé a uno de los programas que solía escuchar a solas, uno de tantos que antaño me endulzaban las noches. Conté mi historia, lloré en directo y me desahogué esperando que él lo escuchara tras la línea telefónica.
3 comentarios:
No le veo continuación a esto... lo pensé desde el principio, y era de esperar. Ya se verá como lo arreglas o que haces tito.. pero.. esta dificil seguir porque no veo solución logica y feliz de ello.
Menuda historia esta es mas dura que las otras almenos a mi parecer, aisss que pena de ''muchachos''.
Me fascina los momentos de tensión, son tan bien logrados que uno comienza a imaginarse cada movimiento de los personajes.
Ya deseo leer la proxima parte, a ver cómo va todo...
saludos
PD: El de la foto es Hamilton de Young Americans?
Sí es así te dejo este video: http://www.youtube.com/watch?v=0ZdnOdKmyLM&mode=related&search=
Buscaba imágenes de Lestat y di con tu blog, debo decir que me encanta tu historia, tan llena de vida, sentimientos, emociones...simplemente me fascina ^^ espero leer la continuación, está muy linda.
Saludos y cariños,
Claudia Muñoz G. -Chile-
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