Remington, de la web de máquinas de escribir.
Había permanecido tanto tiempo abstraído a mí cometido, ser constructor de mis propios sueños, que había olvidado todo lo demás. El pasado me debilitaba, era una puerta cerrada con mil cerrojos tras varios momentos camuflados con sábanas de lágrimas. Me habían lastimado demasiado, me había perdido en mi camino, decidí dejar se sollozar y quedar serio ante la claridad de que luchar siendo un rebelde enamorado de un sueño inalcanzable. Evadirme en mi nueva realidad me hacía sentir único, vivir apoyado tras la puerta de hierro intentando no mirar atrás. Me convertí en un poeta, dramaturgo, escritor y un hombre lejano a cualquier sentimiento de felicidad o desdicha. Era frío mas podía hablar de amor con facilidad, con odio con un brutal placaje al corazón, el bolígrafo era mi espada que trinchaba cada sentimiento y su significado. Mi estampa en el espejo escupía rasgos de un indemne vagabundo, un borracho, un desquiciado fumador…estaba perdiendo la facultad para apreciar mis escritos, amaba más a la nicotina. Mis ojos eran dos luciérnagas negras, mis cabellos arremolinados caídos hasta mis hombros donde se ocultaban las heridas de cuando me arrancaron mis alas imaginarias. Educado para tener la conciencia limpia, imposible en esta época en que nos posee la avaricia y la mentira junto con el deseo de tener lo que no se puede poseer. Solía tumbarme en la cama y reflexionar sobre el recuerdo que revoloteaba como mariposas negras, murciélagos que me nublaban la visión con manantiales amargos embadurnando mis mejillas. Seguía llorando, en soledad, fuera en la calle era un espectro apático y capaz de sobrevivir sin una palabra amable, aquel que sólo lo vence el paso del tiempo dejándolo marchitar hasta caer en un ataúd.
Recuerdo la noche en la que salí de aquel estado, fue una visión que me derrumbó y arrojó mi máscara a las alcantarillas del recuerdo. Me quedé dormido aquel día alrededor de las cinco de la mañana, estaba ebrio como siempre, las colillas rebosaban el cenicero metálico de la mesilla de noche. Morfeo entró en mi piso desordenado, lo recorrió sin agrado y me pegó a mí con un deseo pasional dominándome. Fue bastante profundo, duré una semana en cama soñando mas al despertar todo quedó grabado como parte de mi vida. Me había mezclado en las tinieblas de la noche, hundido en las llamas del infierno, abrazado a un mundo intangible, casado con un bloc de notas y derramado en la nada de un sueño esquizofrénico. Mi esencia había cambiado, mi mente parecía estallar, un dolor de cabeza terrible y ganas de vomitar me hacían rendirme a las sábanas con un mareo terrible. Mis pupilas estaban dilatadas y a penas podía ver.
-Elías.- Fue lo único que logré decir, más bien balbucear. Temblaba en la cama, me di cuenta que me había orinado en ella y desprendía un hedor insoportable. Me alcé del lecho y decidí recoger aquel desastre, tambaleándome de un lado a otro como si el alcohol aún me poseyera las entrañas.- Elías.- Dije tosiendo, mis pulmones parecían revelarse a la prisión del tabaco. Arranqué las sábanas y las arrojé al suelo como si me quemaran. El colchón se había salvado, la peor parte fue el edredón y las sábanas. Corrí como pude hacia el baño y me arrodillé ante el inodoro terminando expulsando lo poco que había en mis entrañas. Tras esto empecé a murmurar algo - Ho ritornato alla vita, sono rinasciuto come il fénix devo raccontare la mia storia, la veritá.- Palabras en un idioma desconocido pero próximo, me desconcertaba en demasía todo aquello.- ¿Qué demonios dices Michel?- Murmuré mientras tambaleaba, tiritaba de frío y caí al piso. Al volver en sí me alcé y decidí refrescarme para olvidar un poco aquella pesadilla; no pude hacerlo, era como un latigazo en mi mente.
Llené la bañera, casi hasta el borde, el agua estaba bastante caliente aunque no demasiado y engalanado con sales de muestra. Me sumergí totalmente en ella, era bastante grande, me alcé y tomé aire para sumergir mi cabeza bajo aquel manantial, podía escuchar como rebosaba el agua y caía por el borde del recipiente. Las imágenes de aquellos ojos impresos en la soledad, el frío, la lluvia, el aroma del fuego, la blancura de los muros del hospital, los murmullos de cristales rotos del psiquiátrico, aquel infante del cementerio, las anotaciones e informes, el cappuccino en mis labios, el canal y sus aguas turbias…todo deambulaban en mi cráneo impactándome. Salí casi sin aire, mi boca se abrió como si el alma saliera de mi cuerpo, mis manos se aferraron a los bordes, mis cabellos empapados se ceñían a mi frente. Me recosté apoyando mi espalda y nuca. Tomé el jabón y empecé el ritual normal de acicalamiento hasta que comencé a tararear una letra que rememoraba sin saber el porqué…
“Sólo en mi habitación donde el tiempo transcurre despacio, las paredes se vuelven trazos de colores de un mundo imaginario, lugar de encuentros en mi humilde diario, socavones en los tablones para guardarlo, momentos de ilusión infantil ante las sonrisas contemplando el gato en la cornisa, la luna brilla, brilla en el cielo oscuro, todo es un mundo desolado por la avaricia mientras yo juego con mi realidad para abrazarme a un ángel sin alas que es la verdad…sólo en mi habitación donde el tiempo transcurre despacio…sólo en mi habitación donde la vida no tiene horario”
Mis labios enmudecieron de nuevo, mi mente se tornó más confusa, aquella canción la sentía mía y a la vez sabía que era de un sueño extremadamente irreal en todos los aspectos. Mi mirada se posó en los azulejos intentando dejar la mente en blanco, pero no había forma de ello, venían a mí en cada instante fotogramas de una película que desconocía por completo. Hacía tan sólo un mes que había decidido emprender nuevos horizontes en mi vida, como un vulgar deseo de año nuevo que me repetía una y otra vez en mis sienes como un tambor o un despertador alertándome de que no lo hacía. Sonreí y creí haber dado con la solución de todos mis males, pensé que aquello era tan sólo un producto de mi deseo de cambiar mi mundo y que lo había hecho adentrándome en la trama de una nueva novela. Normalmente escribía cosas históricas, algunas románticas aunque no sabía que era un beso de amor, pocas obras que se basaran en dios o temas de tratados de magia. Me sentía confuso pero con ánimos de postrarme ante el ordenador y empezar a musitar a las piececillas del teclado como se deberían pulsar. Salí en ese momento de entre aquellas aguas ya tibias, tomé el albornoz y me dirigí al salón encendiendo la televisión para oír las noticias de la jornada. Fui a la cocina mientras crónicas de suceso se repetían, me dispuse a hacerme un café bien cargado y un par de tostadas. El café era mi único amigo, aliado en todo, sobretodo en mis momentos de locura ante una nueva hoja predispuesta para cobrar vida. Entonces la televisión me atrajo hasta su hilillo de voz, una reportera comentaba un suceso bastante extraño. Me dirigí al salón escuchando con atención su noticia.
“Buenos días, Erica. Me encuentro en el cementerio de Jerez de la frontera. La pasada noche fueron exhumadas tres tumbas y robados los cuerpos de su interior. Estos actos vandálicos suelen darse en algunas zonas de España, no son infrecuentes, pero este llama poderosamente la atención porque fueron enterrados el mismo día y además tras un suceso bastante macabro. Hace unos veinticinco años aproximadamente en esta comarca ocurrió un grave crimen en una de las casas tachadas por los expertos como de máximo nivel paranormal. Este suceso conmocionó a toda la ciudad a puertas de un nuevo año, dos mil siete. Como vemos fueron extraídas las lápidas de forma impecable, y dentro tan sólo se hallaron los cofres vacíos. Algunos expertos indican que pueden haberlo hecho por algún ritual satánico o de santería, otros afirman que tan sólo fue obra de la casualidad pues muchos ya habían olvidado este tema. Las tumbas pertenecen a un escritor madrileño, un joven de alto nivel adquisitivo y el que hasta entonces era el guarda del cementerio. Estos jóvenes se movían hechizados por lo oculto y místico, y tras encontrarlos en aquel lugar las paredes estaban escritas con sangre de estos sobre lo acontecido entre aquellos muros. Incluso se publicó más tarde un libro con aquel inhóspito y macabro documento “Ciudad de Presencias” que se convirtió número uno en ventas. Por ahora no se sabe el paradero de los cadáveres…ya que no tenemos ningún dato más, Erica te devuelvo la conexión.”
Sentí que mis piernas temblaban, me sentí mareado y me moví a trompicones hasta la donde dejé el mando, apagué el dichoso aparato y me fui a la cocina. Tomé casi sin leche el primer café, estaba hirviendo y no me importó, deseaba alejarme de la pesadilla que me buscaba incluso despierto. Corrí hacia mi ordenador, lo encendí, y empecé maniaco a escribir todo lo que recordaba. Era algo extraño pues todo estaba fresco en mi mente, coma por coma y punto por punto. Mis dedos tan sólo se deslizaban por las teclas y pocas veces tenía que hacer memoria sobre lo ocurrido. Me levantaba tan sólo por más café o al aseo. Llevaba cinco horas seguidas ante el ordenador cuando decidí tomar un cigarrillo, mis pulmones lo rechazaron de inmediato como si jamás hubiera fumado.
Llevaba unas cuantas páginas de aquellas imaginarias memorias, un cuaderno bitácora bastante extraño reflejado en una pantalla de ordenador tras un sueño que insólitamente me había llenado un hueco que creía vacío. Un toque de misterio, un susurro de un sentimiento tan místico que me destrozaba. En mi mente las palabras de la reportera, cada vocablo y sílaba se marcaban en mi mente como una diminuta pieza de una vieja máquina de imprenta. Un escalofrío recorrió todas mis vértebras, mi columna vertebral se retorció. Una duda vino a mi mente, hasta ese momento creí que era un sueño relacionado con todo lo que había sucedido hace algunos años, que yo inconscientemente había logrado formar mi fantasía pero entonces una duda vino a mí… “y si yo lo había vivido, y si todo no era una llamada del más allá, y si todo en realidad es mi antiguo pasado”. Aquel “y si” me taladraba el cráneo, me perforaban con ideas imposibles de comprender o responder. Me encarcelé en medio de la búsqueda de un razonamiento lógico a todo lo que se cernía en mi alma. Paré de escribir, no sé cuanto tiempo, necesitaba reposar la mente y las manos. El teclado estaba machacado, el café frío, el cigarrillo agotado y yo simplemente encarcelado en un reino de cuestiones recreadas por aquella revelación. Me estiré en la silla y mis manos se alzaron intentando rasguñar el aire hacia el techo. Un bostezo se escapó de mis labios mientras mi espalda se apoyaba en el asiento. Me levante arrastrándome por la habitación, contemplé el corcho lleno de fotografías opacadas por el pasado, las cortinas llenas de aroma a nicotina que ahora no me deseaba, la mesa revuelta llena de cuadernos con anotaciones, las estanterías llenas de libros de todos los tamaños y géneros, algunos dibujos pegados en la pared que había realizado años atrás cuando intenté que mis manos volaran en mundos de carboncillo y bloc con hojas amarillentas. Todo aquello me agobiaba, era extraño, me sentía lejano a todo lo que podía observar. Salí de la habitación que solía llamar “sala de creación” dejando el ordenador encendido y parpadeando. Volví a la cama me tumbé sobre las ropas revueltas y me pregunté que demonios pasaba.
Recuerdo la noche en la que salí de aquel estado, fue una visión que me derrumbó y arrojó mi máscara a las alcantarillas del recuerdo. Me quedé dormido aquel día alrededor de las cinco de la mañana, estaba ebrio como siempre, las colillas rebosaban el cenicero metálico de la mesilla de noche. Morfeo entró en mi piso desordenado, lo recorrió sin agrado y me pegó a mí con un deseo pasional dominándome. Fue bastante profundo, duré una semana en cama soñando mas al despertar todo quedó grabado como parte de mi vida. Me había mezclado en las tinieblas de la noche, hundido en las llamas del infierno, abrazado a un mundo intangible, casado con un bloc de notas y derramado en la nada de un sueño esquizofrénico. Mi esencia había cambiado, mi mente parecía estallar, un dolor de cabeza terrible y ganas de vomitar me hacían rendirme a las sábanas con un mareo terrible. Mis pupilas estaban dilatadas y a penas podía ver.
-Elías.- Fue lo único que logré decir, más bien balbucear. Temblaba en la cama, me di cuenta que me había orinado en ella y desprendía un hedor insoportable. Me alcé del lecho y decidí recoger aquel desastre, tambaleándome de un lado a otro como si el alcohol aún me poseyera las entrañas.- Elías.- Dije tosiendo, mis pulmones parecían revelarse a la prisión del tabaco. Arranqué las sábanas y las arrojé al suelo como si me quemaran. El colchón se había salvado, la peor parte fue el edredón y las sábanas. Corrí como pude hacia el baño y me arrodillé ante el inodoro terminando expulsando lo poco que había en mis entrañas. Tras esto empecé a murmurar algo - Ho ritornato alla vita, sono rinasciuto come il fénix devo raccontare la mia storia, la veritá.- Palabras en un idioma desconocido pero próximo, me desconcertaba en demasía todo aquello.- ¿Qué demonios dices Michel?- Murmuré mientras tambaleaba, tiritaba de frío y caí al piso. Al volver en sí me alcé y decidí refrescarme para olvidar un poco aquella pesadilla; no pude hacerlo, era como un latigazo en mi mente.
Llené la bañera, casi hasta el borde, el agua estaba bastante caliente aunque no demasiado y engalanado con sales de muestra. Me sumergí totalmente en ella, era bastante grande, me alcé y tomé aire para sumergir mi cabeza bajo aquel manantial, podía escuchar como rebosaba el agua y caía por el borde del recipiente. Las imágenes de aquellos ojos impresos en la soledad, el frío, la lluvia, el aroma del fuego, la blancura de los muros del hospital, los murmullos de cristales rotos del psiquiátrico, aquel infante del cementerio, las anotaciones e informes, el cappuccino en mis labios, el canal y sus aguas turbias…todo deambulaban en mi cráneo impactándome. Salí casi sin aire, mi boca se abrió como si el alma saliera de mi cuerpo, mis manos se aferraron a los bordes, mis cabellos empapados se ceñían a mi frente. Me recosté apoyando mi espalda y nuca. Tomé el jabón y empecé el ritual normal de acicalamiento hasta que comencé a tararear una letra que rememoraba sin saber el porqué…
“Sólo en mi habitación donde el tiempo transcurre despacio, las paredes se vuelven trazos de colores de un mundo imaginario, lugar de encuentros en mi humilde diario, socavones en los tablones para guardarlo, momentos de ilusión infantil ante las sonrisas contemplando el gato en la cornisa, la luna brilla, brilla en el cielo oscuro, todo es un mundo desolado por la avaricia mientras yo juego con mi realidad para abrazarme a un ángel sin alas que es la verdad…sólo en mi habitación donde el tiempo transcurre despacio…sólo en mi habitación donde la vida no tiene horario”
Mis labios enmudecieron de nuevo, mi mente se tornó más confusa, aquella canción la sentía mía y a la vez sabía que era de un sueño extremadamente irreal en todos los aspectos. Mi mirada se posó en los azulejos intentando dejar la mente en blanco, pero no había forma de ello, venían a mí en cada instante fotogramas de una película que desconocía por completo. Hacía tan sólo un mes que había decidido emprender nuevos horizontes en mi vida, como un vulgar deseo de año nuevo que me repetía una y otra vez en mis sienes como un tambor o un despertador alertándome de que no lo hacía. Sonreí y creí haber dado con la solución de todos mis males, pensé que aquello era tan sólo un producto de mi deseo de cambiar mi mundo y que lo había hecho adentrándome en la trama de una nueva novela. Normalmente escribía cosas históricas, algunas románticas aunque no sabía que era un beso de amor, pocas obras que se basaran en dios o temas de tratados de magia. Me sentía confuso pero con ánimos de postrarme ante el ordenador y empezar a musitar a las piececillas del teclado como se deberían pulsar. Salí en ese momento de entre aquellas aguas ya tibias, tomé el albornoz y me dirigí al salón encendiendo la televisión para oír las noticias de la jornada. Fui a la cocina mientras crónicas de suceso se repetían, me dispuse a hacerme un café bien cargado y un par de tostadas. El café era mi único amigo, aliado en todo, sobretodo en mis momentos de locura ante una nueva hoja predispuesta para cobrar vida. Entonces la televisión me atrajo hasta su hilillo de voz, una reportera comentaba un suceso bastante extraño. Me dirigí al salón escuchando con atención su noticia.
“Buenos días, Erica. Me encuentro en el cementerio de Jerez de la frontera. La pasada noche fueron exhumadas tres tumbas y robados los cuerpos de su interior. Estos actos vandálicos suelen darse en algunas zonas de España, no son infrecuentes, pero este llama poderosamente la atención porque fueron enterrados el mismo día y además tras un suceso bastante macabro. Hace unos veinticinco años aproximadamente en esta comarca ocurrió un grave crimen en una de las casas tachadas por los expertos como de máximo nivel paranormal. Este suceso conmocionó a toda la ciudad a puertas de un nuevo año, dos mil siete. Como vemos fueron extraídas las lápidas de forma impecable, y dentro tan sólo se hallaron los cofres vacíos. Algunos expertos indican que pueden haberlo hecho por algún ritual satánico o de santería, otros afirman que tan sólo fue obra de la casualidad pues muchos ya habían olvidado este tema. Las tumbas pertenecen a un escritor madrileño, un joven de alto nivel adquisitivo y el que hasta entonces era el guarda del cementerio. Estos jóvenes se movían hechizados por lo oculto y místico, y tras encontrarlos en aquel lugar las paredes estaban escritas con sangre de estos sobre lo acontecido entre aquellos muros. Incluso se publicó más tarde un libro con aquel inhóspito y macabro documento “Ciudad de Presencias” que se convirtió número uno en ventas. Por ahora no se sabe el paradero de los cadáveres…ya que no tenemos ningún dato más, Erica te devuelvo la conexión.”
Sentí que mis piernas temblaban, me sentí mareado y me moví a trompicones hasta la donde dejé el mando, apagué el dichoso aparato y me fui a la cocina. Tomé casi sin leche el primer café, estaba hirviendo y no me importó, deseaba alejarme de la pesadilla que me buscaba incluso despierto. Corrí hacia mi ordenador, lo encendí, y empecé maniaco a escribir todo lo que recordaba. Era algo extraño pues todo estaba fresco en mi mente, coma por coma y punto por punto. Mis dedos tan sólo se deslizaban por las teclas y pocas veces tenía que hacer memoria sobre lo ocurrido. Me levantaba tan sólo por más café o al aseo. Llevaba cinco horas seguidas ante el ordenador cuando decidí tomar un cigarrillo, mis pulmones lo rechazaron de inmediato como si jamás hubiera fumado.
Llevaba unas cuantas páginas de aquellas imaginarias memorias, un cuaderno bitácora bastante extraño reflejado en una pantalla de ordenador tras un sueño que insólitamente me había llenado un hueco que creía vacío. Un toque de misterio, un susurro de un sentimiento tan místico que me destrozaba. En mi mente las palabras de la reportera, cada vocablo y sílaba se marcaban en mi mente como una diminuta pieza de una vieja máquina de imprenta. Un escalofrío recorrió todas mis vértebras, mi columna vertebral se retorció. Una duda vino a mi mente, hasta ese momento creí que era un sueño relacionado con todo lo que había sucedido hace algunos años, que yo inconscientemente había logrado formar mi fantasía pero entonces una duda vino a mí… “y si yo lo había vivido, y si todo no era una llamada del más allá, y si todo en realidad es mi antiguo pasado”. Aquel “y si” me taladraba el cráneo, me perforaban con ideas imposibles de comprender o responder. Me encarcelé en medio de la búsqueda de un razonamiento lógico a todo lo que se cernía en mi alma. Paré de escribir, no sé cuanto tiempo, necesitaba reposar la mente y las manos. El teclado estaba machacado, el café frío, el cigarrillo agotado y yo simplemente encarcelado en un reino de cuestiones recreadas por aquella revelación. Me estiré en la silla y mis manos se alzaron intentando rasguñar el aire hacia el techo. Un bostezo se escapó de mis labios mientras mi espalda se apoyaba en el asiento. Me levante arrastrándome por la habitación, contemplé el corcho lleno de fotografías opacadas por el pasado, las cortinas llenas de aroma a nicotina que ahora no me deseaba, la mesa revuelta llena de cuadernos con anotaciones, las estanterías llenas de libros de todos los tamaños y géneros, algunos dibujos pegados en la pared que había realizado años atrás cuando intenté que mis manos volaran en mundos de carboncillo y bloc con hojas amarillentas. Todo aquello me agobiaba, era extraño, me sentía lejano a todo lo que podía observar. Salí de la habitación que solía llamar “sala de creación” dejando el ordenador encendido y parpadeando. Volví a la cama me tumbé sobre las ropas revueltas y me pregunté que demonios pasaba.
Continuará...
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