Y vivieron infelices por siempre.
Durante meses estuve a su lado, permanecí en silencio y expectante de que cambiara de opinión. Volvimos a repetir aquella noche más de una vez, también días infinitos en silencio contemplando nada en su salón. Parecíamos una pareja normal, personas que se unían por amor y no por satisfacer sus instintos más bajos. Cumplió su promesa, movió hilos consiguiendo que varias editoriales del país se pelearan por mis novelas. Me sentía afortunado, lo tenía todo en cierta manera y él parecía notarlo. Sus labios se convirtieron en una droga para mí, la más dulce y seductora, que jamás había paladeado. Deseaba estar atado a él, cualquier instante era bueno y necesario. Sus manos se convirtieron en mi perdición, su aliento en el hilo que me conducía a mi verdadero ser y su mirada era la daga que se clavaba en mi pecho.
Como he dicho, todo parecía encaminarse a algo formal aunque ninguno de los dos diera un paso definitivo. Yo sentía celos de todas las chicas con las que conversaba, las que miraba en nuestros paseos y sobretodo porque él aún no había confirmado nada. Un día como cualquier otro decidí tomarle de la mano en nuestro paseo, creí que sería un paso insignificante a la vez que cercano, su rostro cambió y me empujó para sentir el duro asfalto. Aquel rechazo me sentó como una ducha de agua helada.
-¿Qué demonios te crees que haces?-Dijo tras cruzar el recibidor de su casa.
-Nada, fue un acto reflejo.-Comenté con el rostro bañado en lágrimas.
-Esto es solo relación de sexo, entendido.-Respondió zarandeándome mientras que me sentía un muñeco de trapo mal cosido.
-Lo sé.-Mascullé titubeando, su mirada era una mezcla de desprecio y odio.
-Pues aparentas no saber nada, te dije que esto era un pacto.-Susurró aplastándome contra la pared.
-El pacto era una noche, decías que no repetías con nadie. Hemos hecho el amor durante meses, he sentido tu piel y como te abrías paso dentro de mí; por ello me hizo pensar que podríamos tener algo más.-Había cerrado los ojos, no podía hablar con su rostro desencajado en mi contra.
-¿Algo más? ¿Con un hombre? Perdona, no soy maricón.-Esa frase rompió por completo mi visión romántica de él, el aura que le protegía.
-Yo tampoco, soy homosexual y ese término no me agrada para nada.-Sentí como mi cuerpo se desvanecía resbalando por la pared.
-Lo que quiero decir, es que yo con un hombre de pareja sería imposible. Sólo te follo porque te dejas, porque eres un maldito prostituto y que te abrirías de piernas con cualquiera que te dijera querer mínimamente.-Abrí los ojos y dejé caer una lágrima, la más amarga de toda mi vida.
-No es cierto, sabes que no es cierto.-Apenas podía articular palabra.
-No lo sé, simplemente sé que aceptaste mi trato como buen niñito de prostíbulo.-Dijo agarrándome del rostro.
-Porque no me dejaste otra elección.-Logré decir después de tragar saliva, la ira y la desolación se hacía fuerte en mí.
-Admite que querías follar.-Sonrió descaradamente.
-No admito nada, es mentira.-Yo realmente quería ser suyo, pero en otras circunstancias.
-Vas a aprender quien manda aquí.-Sentí una dura bofetada, mi mente quedó en blanco para luego sentir como tiraba de mí por las escaleras. Sus ojos parecían los de un enfermo psiquiátrico cuando me arrojó a la cama, con total brutalidad. Notaba como arrancaba mi ropa, machaba mi cuerpo y me penetraba con total brutalidad, pero mi mente no estaba allí sino en mi eterna fantasía. Dentro de mi cabeza todo sucedía distinto; ya que sus insultos eran dulces susurros, sus golpes caricias y sus duras embestidas un movimiento lento que me desquiciaba. Su boca profanaba la mía y mordía mis labios hasta hacerlos sangrar. Cuando acabó su carnicería apenas me podía mover, estaba roto y mi mirada perdida en el techo. Escuché como subía su cremallera y sus pasos deambulando por la habitación.-Espero que hayas aprendido la lección.-Masculló encendiéndose un pitillo. Me incorporé y él se aproximó a mí, quedó en cuquillas junto a la cama sonriendo.-Eres tan jodidamente esclavo de mí que no te importa como te trate, me das pena.-Susurró para besar mi rostro luego.
-No entiendo porqué no quieres admitirlo.-Pude decir mientras me enroscaba en posición fetal.
-¿Admitir qué?-Masculló con una sonrisa burlona en su rostro.
-Que me quieres.- No obtuve respuesta, solo una carcajada y su salida de la habitación.
No sé cuantas horas pasé sobre aquel colchón, tampoco me interesaba el tiempo de mi permanencia, y las lágrimas no pararon de brotar de mis ojos. Parecía que todo mi mundo se quebraba, la felicidad había sido un espejismo y la verdad era demasiado horrenda para aceptarla. No podía moverme y sufría un desgarro por su brusquedad. Me levanté a duras penas, tropecé tras bajar de la cama y me arrastré contemplando la sangre en las sábanas. Me envolví como pude el cuerpo con las ropas de la cama, caminé como pude para bajar por las escaleras; los peldaños parecían no tener fin y la tela de las sábanas se desenvolvía de mi cuerpo. Cuando logré verlo sentado en el sofá deseé destrozarlo y a la vez atarme a su cuello.
-Ya no tienes porque volver aquí, es más, no quiero que vuelvas.-Susurró.
-No iba a venir de todas formas.-Comenté apoyándome en el quicio de la puerta.
-La editorial publicará tu libro dentro de dos días.-Respondió aparentando oídos sordos hacia lo que decía.
-Déjame una camiseta, has roto la mía.-Aunque era primavera no hacía tiempo para ir con el torso al aire, además de parecerme inapropiado.
Durante meses estuve a su lado, permanecí en silencio y expectante de que cambiara de opinión. Volvimos a repetir aquella noche más de una vez, también días infinitos en silencio contemplando nada en su salón. Parecíamos una pareja normal, personas que se unían por amor y no por satisfacer sus instintos más bajos. Cumplió su promesa, movió hilos consiguiendo que varias editoriales del país se pelearan por mis novelas. Me sentía afortunado, lo tenía todo en cierta manera y él parecía notarlo. Sus labios se convirtieron en una droga para mí, la más dulce y seductora, que jamás había paladeado. Deseaba estar atado a él, cualquier instante era bueno y necesario. Sus manos se convirtieron en mi perdición, su aliento en el hilo que me conducía a mi verdadero ser y su mirada era la daga que se clavaba en mi pecho.
Como he dicho, todo parecía encaminarse a algo formal aunque ninguno de los dos diera un paso definitivo. Yo sentía celos de todas las chicas con las que conversaba, las que miraba en nuestros paseos y sobretodo porque él aún no había confirmado nada. Un día como cualquier otro decidí tomarle de la mano en nuestro paseo, creí que sería un paso insignificante a la vez que cercano, su rostro cambió y me empujó para sentir el duro asfalto. Aquel rechazo me sentó como una ducha de agua helada.
-¿Qué demonios te crees que haces?-Dijo tras cruzar el recibidor de su casa.
-Nada, fue un acto reflejo.-Comenté con el rostro bañado en lágrimas.
-Esto es solo relación de sexo, entendido.-Respondió zarandeándome mientras que me sentía un muñeco de trapo mal cosido.
-Lo sé.-Mascullé titubeando, su mirada era una mezcla de desprecio y odio.
-Pues aparentas no saber nada, te dije que esto era un pacto.-Susurró aplastándome contra la pared.
-El pacto era una noche, decías que no repetías con nadie. Hemos hecho el amor durante meses, he sentido tu piel y como te abrías paso dentro de mí; por ello me hizo pensar que podríamos tener algo más.-Había cerrado los ojos, no podía hablar con su rostro desencajado en mi contra.
-¿Algo más? ¿Con un hombre? Perdona, no soy maricón.-Esa frase rompió por completo mi visión romántica de él, el aura que le protegía.
-Yo tampoco, soy homosexual y ese término no me agrada para nada.-Sentí como mi cuerpo se desvanecía resbalando por la pared.
-Lo que quiero decir, es que yo con un hombre de pareja sería imposible. Sólo te follo porque te dejas, porque eres un maldito prostituto y que te abrirías de piernas con cualquiera que te dijera querer mínimamente.-Abrí los ojos y dejé caer una lágrima, la más amarga de toda mi vida.
-No es cierto, sabes que no es cierto.-Apenas podía articular palabra.
-No lo sé, simplemente sé que aceptaste mi trato como buen niñito de prostíbulo.-Dijo agarrándome del rostro.
-Porque no me dejaste otra elección.-Logré decir después de tragar saliva, la ira y la desolación se hacía fuerte en mí.
-Admite que querías follar.-Sonrió descaradamente.
-No admito nada, es mentira.-Yo realmente quería ser suyo, pero en otras circunstancias.
-Vas a aprender quien manda aquí.-Sentí una dura bofetada, mi mente quedó en blanco para luego sentir como tiraba de mí por las escaleras. Sus ojos parecían los de un enfermo psiquiátrico cuando me arrojó a la cama, con total brutalidad. Notaba como arrancaba mi ropa, machaba mi cuerpo y me penetraba con total brutalidad, pero mi mente no estaba allí sino en mi eterna fantasía. Dentro de mi cabeza todo sucedía distinto; ya que sus insultos eran dulces susurros, sus golpes caricias y sus duras embestidas un movimiento lento que me desquiciaba. Su boca profanaba la mía y mordía mis labios hasta hacerlos sangrar. Cuando acabó su carnicería apenas me podía mover, estaba roto y mi mirada perdida en el techo. Escuché como subía su cremallera y sus pasos deambulando por la habitación.-Espero que hayas aprendido la lección.-Masculló encendiéndose un pitillo. Me incorporé y él se aproximó a mí, quedó en cuquillas junto a la cama sonriendo.-Eres tan jodidamente esclavo de mí que no te importa como te trate, me das pena.-Susurró para besar mi rostro luego.
-No entiendo porqué no quieres admitirlo.-Pude decir mientras me enroscaba en posición fetal.
-¿Admitir qué?-Masculló con una sonrisa burlona en su rostro.
-Que me quieres.- No obtuve respuesta, solo una carcajada y su salida de la habitación.
No sé cuantas horas pasé sobre aquel colchón, tampoco me interesaba el tiempo de mi permanencia, y las lágrimas no pararon de brotar de mis ojos. Parecía que todo mi mundo se quebraba, la felicidad había sido un espejismo y la verdad era demasiado horrenda para aceptarla. No podía moverme y sufría un desgarro por su brusquedad. Me levanté a duras penas, tropecé tras bajar de la cama y me arrastré contemplando la sangre en las sábanas. Me envolví como pude el cuerpo con las ropas de la cama, caminé como pude para bajar por las escaleras; los peldaños parecían no tener fin y la tela de las sábanas se desenvolvía de mi cuerpo. Cuando logré verlo sentado en el sofá deseé destrozarlo y a la vez atarme a su cuello.
-Ya no tienes porque volver aquí, es más, no quiero que vuelvas.-Susurró.
-No iba a venir de todas formas.-Comenté apoyándome en el quicio de la puerta.
-La editorial publicará tu libro dentro de dos días.-Respondió aparentando oídos sordos hacia lo que decía.
-Déjame una camiseta, has roto la mía.-Aunque era primavera no hacía tiempo para ir con el torso al aire, además de parecerme inapropiado.
-Deberías ser más cuidadoso con tu ropa.-Sonrió alzándose del asiento hasta quedarse a mi lado.-Me voy a casar, prescindo el contrato sexual contigo.-Aquello fue una nueva humillación, mis piernas temblaron.-Traeré tu ropa y zapatos; vístete y vete.-Masculló corriendo por las escaleras. Al bajar me ayudó a ponerme los pantalones, apenas podía caminar y aún tenía un desgarro que manchaba mis vaqueros. A duras penas conseguí llegar a casa, ducharme y tumbarme pensando en lo estúpido que había sido.
2 comentarios:
(Mi duda ya fue aclarada)
Dominick que agresivo personaje! Te juro que al leerlo me dio una rabia, no puede ser tan hijo de su madre. Pero bue xD
Esta muy bien creada la tensión y el drama ;)
saludos
Eh.. si bueno cada vez esta peor el tema -.- Pobre chico que pupa..
U_U ah y guay maha.. me ganarás tos los días -.- no paro de arrastrarme por la casa de agotamiento del curro y con el insomnio k bien u_u"
Pos ala.. ya veremos como lo sigues..
Saludos
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