Todo por un sueño
Mientras tomaba apuntes y maldecía a la lluvia, porque me había destrozado algunas notas, pensé en él. Jamás nadie se había aproximado tanto a mí, más bien me regían y me señalaban como el bicho raro. Soy algo extraño, admito que bastante huraño, sin embargo él me trataba cercano y lleno de interés. Me pregunté si la cita me abriría una puerta importante, imaginé tapas duras para mis palabras y cientos de lectores expectantes para que les firmara. Nunca me ha importado el dinero, tan sólo que se me leyera y él me brindaba la oportunidad. Estaba algo nervioso y esa sensación de mareo no desapareció en todo el día. Comuniqué a mi madre que no iba a cenar con ellas, que no preparara nada para mí y me dediqué a pasar a limpio lo dañado. Toda la tarde me intenté centrar en mi trabajo, no en un logro aún inalcanzable, pero terminé soñando despierto; creo que incluso me pregunté si estando cerca de él podría pasar algo.
La lluvia no cesaba, el tintineo del agua era una melodía insoportable y deseaba correr bajo ella. La vida no se había hecho para estudiar, sino para tenerla entre nuestros brazos y danzar con ella. Necesitaba disfrutar de los días como aquel, siempre lo necesitaré, porque me hacían sentir libre y me desinhibían de mis pensamientos. A veces me he sentido como en un laberinto, encerrado como el minotauro, sin embargo cuando llovía era Ícaro y podía alcanzar todo lo que me proponía. Cuando dieron las ocho en mi reloj y la alarma sonó decidí tomar una ducha, los apuntes ya estaban arreglados además de repasados. Mientras me duchaba pensé en que sucedería, de que hablaríamos aparte de mi metedura de pata y mis dotes, también sobre que no podía suceder. El agua cálida contrastaba con la que caía sobre la ciudad, era un extraño sentimiento que me embargaba y se mezclaba con mis sueños al alcance de mis manos. Tomé prendas de abrigo sobrias que percibí adecuada para la cena y los nervios me impedían abotonarme la camisa.
Diez minutos antes de que fuera la hora para la cita estaba frente al portal, abrigado tan solo por mi paraguas. Pulsé el timbre y en unos minutos apareció él para abrirme con una sonrisa. Entré en el portal y cerré el paraguas, caminé tras él sin dirigirnos ni una sola palabra.
-Espero que te guste lo que he preparado, vivo solo y normalmente ceno fuera.-Masculló mientras entrábamos en el pequeño jardín, me parecía un trozo del edén en la tierra.
-Es una casa demasiado gigantesca para una persona.-Comenté mientras mi vista recorría las enredaderas hasta la segunda planta.
-Ya, pero era tal y como deseaba que fuera cuando pequeño.-Sonrió girándose hacia mí e indicándome que entrara por ende las columnas de basa jónicas, eran similares a las de un templo romano o griego.
-Entiendo, yo deseo un pequeño apartamento en la capital y caminar entre la multitud como una mota de polvo.-Dije pasando por el marco hasta una sala bastante amplia y de muebles sacados de la época victoriana, aunque de aspecto cómodo.
-Demasiado solitario.-Susurró apartando una silla para que tomara asiento.
-Las personas no suelen hablar conmigo, soy un bicho raro.-Dije sentándome mientras contemplaba la vajilla.
-Eres más que eso.-Comentó caminando hasta un soporte con ruedas, tenía varias bandejas que contenía las ollas con nuestra cena.
-Sí, también soy un mal conversador.-Sonreí levemente, estaba hecho un manojo de nervios.
-No creo, eres alguien interesante Alan.-De nuevo su rostro a pocos centímetros de mí y con aquella información.
-¿Cómo sabes mi nombre?-Interrogué intranquilo.
-Me informé, se cosas sobre ti. Después que estuvieras días apostado frente a mi trabajo me sentí interesado en saber quien eras. Sé que has concursado con novelas en varios lugares en la red, en la ciudad has ganado algunos concursos y poco o nada has tenido a cambio.-Dijo mientras sacaba un cazo de carne de la primera olla.
-Yo apenas sé nada de ti.-Comenté mirando aquel guiso, el aroma le hacía apetecible.
-Mi nombre sí, aparece en la tarjeta.-Respondió con una amplia sonrisa dirigiéndose a su asiento en el otro extremo de la mesa.
-Sí, Dominick-Había mirado la tarjeta nada más apearme del autobús, sin embargo no me había detenido mucho en aquel papel porque estaba demasiado histérico.
-Encantado de conocerte, Alan.-Masculló mientras se servía.
-Lo mismo digo.-Susurré llevándome a la boca el primer trozo de carne.
-Es un guiso que aprendí de mi madre.-Comentó mientras yo paladeaba aquel plato, estaba bastante exquisito.
-Esta bueno.-Dije algo sonrojado.
-Me alegro que te guste.-Masculló.
-¿Qué es lo que tenía que contarme?-Pregunté llevándome la servilleta a la boca.
-Eres directo.-Susurró tomando un trago de su vaso de agua.
-Así es.-Respondí sonriendo escuetamente.
-Me gustaron tus escritos, sí, he leído todo lo que has publicado en la red e incluso me ha llamado la atención tu página en Internet.-Aquello me impactó.
-Vaya, no sabía que era tan famoso.-Dije nervioso mordiéndome el labio inferior.
-¿Bromeas? Tienes más de quinientas visitas al día.- Comentó mientras dejaba el vaso a un lado.
-Eso debe ser un error informático, siempre lo vi así.-Dije pinchando en otro trozo de carne.
-Eres modesto.-Dijo dejando a relucir sus hoyuelos.
-No, soy honesto.-Repliqué.
-¿Quieres trabajar para la primera Editorial del país?-Interrogó apoyando los codos sobre el mantel.
-Claro, quién no.-Dije rememorando mi sueño, el sueño de toda una vida dedicada a la literatura.
-Yo podría lograrlo a cambio de que tú me ayudaras a mí.-Susurró.
-¿Con qué exactamente?-Pregunté tras tragar un poco más del guiso.
-Todo sobre la marcha, antes termina tu plato y prueba la limonada que hice para ti.-Dijo cortésmente.
-Pero Dominick, quiero saber que se trae entre manos.-Respondí curioso.
-Simplemente no quiero que involucres sentimientos con lo que te voy a pedir.-Comentó alzándose de la mesa.
-¿Sentimientos?-Interrogué.
-Me produces morbo, ¿entiendes?-Me dijo caminando hacia donde yo estaba. Era un hombre espectacular y yo le atraía, eso me hizo sentir que flotaba.
-Sí, creo que sí.-Sonreí lleno de expectativas.
-No te ilusiones, simplemente quiero probar con un hombre.-Borró de mí cualquier esperanza.
-Pruebe con otro, yo no estoy en venta para un simple polvo.-Dije algo ofendido, sin embargo deseaba sentirme preso de su cuerpo.
-Lastima, te quedarás sin ir a ninguna editorial porque me encargaré personalmente de que tengas mala fama.-Me tomó del mentón y me miró entrecerrando sus ojos.
-Eso no es justo.-Balbuceé.
-La vida no es justa, nada es justo.-Parecía burlarse de mis sentimientos y de todo lo que yo había anhelado.
-De acuerdo, lo haré.-Respondí bajando la mirada.
-Pasemos del segundo plato, vayamos a por el postre.-Tras estas palabras sus labios sellaron los míos, sentí su lengua como un huracán de sensaciones y mi aliento se detuvo.-En la parte superior esta mi dormitorio, la cama nos espera.-Dijo posando sus labios sobre el lado izquierdo de mi cuello. Me levantó del asiento y me asió de la cintura, para luego clavar sus garras en mis nalgas.
Subimos por unas escaleras de mármol y pasamos por un pequeño corredor que rodeaba el jardín hasta su cama; allí comenzó a desnudarme mientras me aferraba por la espalda; no podía, o no creía, lo que sucedía a mí alrededor. No nos dirigíamos ni una palabra, aquello era un acto frío y no el que esperaba tener algún día con él. Sus labios caminaban por mi cuello me producían escalofríos; sus manos posadas en mi estómago revuelto me hacían temblar y el notar de su pectoral contra mi espalda hacía que mi corazón se volviera loco. Su lengua recorría mi piel, los vellos de mi espalda se erizaban al paso de esta hasta mis nalgas. Mi miembro se puso erecto al notar sus dedos jugar en mi interior, sentía que el mundo se desquebrajaba bajo mi cuerpo y su aliento era mi única escapatoria. Se posó sobre mi espalda y me posicionó correctamente para su entrada, el preservativo parecía no querer cubrir su miembro y terminó entrando mientras un grito mío de dolor surcó el aire. Entró en mí, dificultosamente pero lo hizo. Sus movimientos, jadeos y arañazos por aferrarse a mi cintura me destrozaban. Algo en mí me decía que aquello iba a acarrear malos momentos para mí, sin embargo era lo que más ansiaba en la vida desde hacía meses y era ser suyo. Cuando acabó el rato de sexo me abracé a él y le besé con deseo; olvidé que era un pacto y me fundí en sus labios, tanto como había deseado.
-No ha estado mal, gracias por dejarme probar.-Comentó mientras me apartaba.
-Podrías repetir a diario si desearas.-Mascullé alzándome de ende las sábanas.
-No, me aburre estar siempre con la misma persona.-Respondió dejándome helado.
-Entiendo.-Susurré.
-No te preocupes, te voy a ayudar.-Dijo rebuscando en la mesilla de noche.
-Me voy a casa, ya es tarde.-Respondí a su ofrecimiento para sentir como me agarraba del brazo.
-Llama y di que te quedas a dormir en casa de un amigo.-Comentó
-¿Amigo? No sé que es eso.-Dije riéndome descaradamente.
-Ahora, tienes uno.-Susurró aproximándose a mí, me agarró por la cintura tocando mi pectoral mientras con una mano se prendía un cigarrillo, seguramente lo había cogido de la mesilla auxiliar.
-No suelo ser amigo de la persona con la que me acuesto, o es mi pareja o no lo vuelvo a ver.-Reproché su apuesta.
-No te hagas el interesante, sé perfectamente que eras primerizo.-Dijo echándome el humo de su cigarrillo. Me tumbó y se lanzó sobre mí.-Quiero follarte de nuevo.-Tras esto me besó y dejó en mis labios el sabor a la nicotina.
Mientras tomaba apuntes y maldecía a la lluvia, porque me había destrozado algunas notas, pensé en él. Jamás nadie se había aproximado tanto a mí, más bien me regían y me señalaban como el bicho raro. Soy algo extraño, admito que bastante huraño, sin embargo él me trataba cercano y lleno de interés. Me pregunté si la cita me abriría una puerta importante, imaginé tapas duras para mis palabras y cientos de lectores expectantes para que les firmara. Nunca me ha importado el dinero, tan sólo que se me leyera y él me brindaba la oportunidad. Estaba algo nervioso y esa sensación de mareo no desapareció en todo el día. Comuniqué a mi madre que no iba a cenar con ellas, que no preparara nada para mí y me dediqué a pasar a limpio lo dañado. Toda la tarde me intenté centrar en mi trabajo, no en un logro aún inalcanzable, pero terminé soñando despierto; creo que incluso me pregunté si estando cerca de él podría pasar algo.
La lluvia no cesaba, el tintineo del agua era una melodía insoportable y deseaba correr bajo ella. La vida no se había hecho para estudiar, sino para tenerla entre nuestros brazos y danzar con ella. Necesitaba disfrutar de los días como aquel, siempre lo necesitaré, porque me hacían sentir libre y me desinhibían de mis pensamientos. A veces me he sentido como en un laberinto, encerrado como el minotauro, sin embargo cuando llovía era Ícaro y podía alcanzar todo lo que me proponía. Cuando dieron las ocho en mi reloj y la alarma sonó decidí tomar una ducha, los apuntes ya estaban arreglados además de repasados. Mientras me duchaba pensé en que sucedería, de que hablaríamos aparte de mi metedura de pata y mis dotes, también sobre que no podía suceder. El agua cálida contrastaba con la que caía sobre la ciudad, era un extraño sentimiento que me embargaba y se mezclaba con mis sueños al alcance de mis manos. Tomé prendas de abrigo sobrias que percibí adecuada para la cena y los nervios me impedían abotonarme la camisa.
Diez minutos antes de que fuera la hora para la cita estaba frente al portal, abrigado tan solo por mi paraguas. Pulsé el timbre y en unos minutos apareció él para abrirme con una sonrisa. Entré en el portal y cerré el paraguas, caminé tras él sin dirigirnos ni una sola palabra.
-Espero que te guste lo que he preparado, vivo solo y normalmente ceno fuera.-Masculló mientras entrábamos en el pequeño jardín, me parecía un trozo del edén en la tierra.
-Es una casa demasiado gigantesca para una persona.-Comenté mientras mi vista recorría las enredaderas hasta la segunda planta.
-Ya, pero era tal y como deseaba que fuera cuando pequeño.-Sonrió girándose hacia mí e indicándome que entrara por ende las columnas de basa jónicas, eran similares a las de un templo romano o griego.
-Entiendo, yo deseo un pequeño apartamento en la capital y caminar entre la multitud como una mota de polvo.-Dije pasando por el marco hasta una sala bastante amplia y de muebles sacados de la época victoriana, aunque de aspecto cómodo.
-Demasiado solitario.-Susurró apartando una silla para que tomara asiento.
-Las personas no suelen hablar conmigo, soy un bicho raro.-Dije sentándome mientras contemplaba la vajilla.
-Eres más que eso.-Comentó caminando hasta un soporte con ruedas, tenía varias bandejas que contenía las ollas con nuestra cena.
-Sí, también soy un mal conversador.-Sonreí levemente, estaba hecho un manojo de nervios.
-No creo, eres alguien interesante Alan.-De nuevo su rostro a pocos centímetros de mí y con aquella información.
-¿Cómo sabes mi nombre?-Interrogué intranquilo.
-Me informé, se cosas sobre ti. Después que estuvieras días apostado frente a mi trabajo me sentí interesado en saber quien eras. Sé que has concursado con novelas en varios lugares en la red, en la ciudad has ganado algunos concursos y poco o nada has tenido a cambio.-Dijo mientras sacaba un cazo de carne de la primera olla.
-Yo apenas sé nada de ti.-Comenté mirando aquel guiso, el aroma le hacía apetecible.
-Mi nombre sí, aparece en la tarjeta.-Respondió con una amplia sonrisa dirigiéndose a su asiento en el otro extremo de la mesa.
-Sí, Dominick-Había mirado la tarjeta nada más apearme del autobús, sin embargo no me había detenido mucho en aquel papel porque estaba demasiado histérico.
-Encantado de conocerte, Alan.-Masculló mientras se servía.
-Lo mismo digo.-Susurré llevándome a la boca el primer trozo de carne.
-Es un guiso que aprendí de mi madre.-Comentó mientras yo paladeaba aquel plato, estaba bastante exquisito.
-Esta bueno.-Dije algo sonrojado.
-Me alegro que te guste.-Masculló.
-¿Qué es lo que tenía que contarme?-Pregunté llevándome la servilleta a la boca.
-Eres directo.-Susurró tomando un trago de su vaso de agua.
-Así es.-Respondí sonriendo escuetamente.
-Me gustaron tus escritos, sí, he leído todo lo que has publicado en la red e incluso me ha llamado la atención tu página en Internet.-Aquello me impactó.
-Vaya, no sabía que era tan famoso.-Dije nervioso mordiéndome el labio inferior.
-¿Bromeas? Tienes más de quinientas visitas al día.- Comentó mientras dejaba el vaso a un lado.
-Eso debe ser un error informático, siempre lo vi así.-Dije pinchando en otro trozo de carne.
-Eres modesto.-Dijo dejando a relucir sus hoyuelos.
-No, soy honesto.-Repliqué.
-¿Quieres trabajar para la primera Editorial del país?-Interrogó apoyando los codos sobre el mantel.
-Claro, quién no.-Dije rememorando mi sueño, el sueño de toda una vida dedicada a la literatura.
-Yo podría lograrlo a cambio de que tú me ayudaras a mí.-Susurró.
-¿Con qué exactamente?-Pregunté tras tragar un poco más del guiso.
-Todo sobre la marcha, antes termina tu plato y prueba la limonada que hice para ti.-Dijo cortésmente.
-Pero Dominick, quiero saber que se trae entre manos.-Respondí curioso.
-Simplemente no quiero que involucres sentimientos con lo que te voy a pedir.-Comentó alzándose de la mesa.
-¿Sentimientos?-Interrogué.
-Me produces morbo, ¿entiendes?-Me dijo caminando hacia donde yo estaba. Era un hombre espectacular y yo le atraía, eso me hizo sentir que flotaba.
-Sí, creo que sí.-Sonreí lleno de expectativas.
-No te ilusiones, simplemente quiero probar con un hombre.-Borró de mí cualquier esperanza.
-Pruebe con otro, yo no estoy en venta para un simple polvo.-Dije algo ofendido, sin embargo deseaba sentirme preso de su cuerpo.
-Lastima, te quedarás sin ir a ninguna editorial porque me encargaré personalmente de que tengas mala fama.-Me tomó del mentón y me miró entrecerrando sus ojos.
-Eso no es justo.-Balbuceé.
-La vida no es justa, nada es justo.-Parecía burlarse de mis sentimientos y de todo lo que yo había anhelado.
-De acuerdo, lo haré.-Respondí bajando la mirada.
-Pasemos del segundo plato, vayamos a por el postre.-Tras estas palabras sus labios sellaron los míos, sentí su lengua como un huracán de sensaciones y mi aliento se detuvo.-En la parte superior esta mi dormitorio, la cama nos espera.-Dijo posando sus labios sobre el lado izquierdo de mi cuello. Me levantó del asiento y me asió de la cintura, para luego clavar sus garras en mis nalgas.
Subimos por unas escaleras de mármol y pasamos por un pequeño corredor que rodeaba el jardín hasta su cama; allí comenzó a desnudarme mientras me aferraba por la espalda; no podía, o no creía, lo que sucedía a mí alrededor. No nos dirigíamos ni una palabra, aquello era un acto frío y no el que esperaba tener algún día con él. Sus labios caminaban por mi cuello me producían escalofríos; sus manos posadas en mi estómago revuelto me hacían temblar y el notar de su pectoral contra mi espalda hacía que mi corazón se volviera loco. Su lengua recorría mi piel, los vellos de mi espalda se erizaban al paso de esta hasta mis nalgas. Mi miembro se puso erecto al notar sus dedos jugar en mi interior, sentía que el mundo se desquebrajaba bajo mi cuerpo y su aliento era mi única escapatoria. Se posó sobre mi espalda y me posicionó correctamente para su entrada, el preservativo parecía no querer cubrir su miembro y terminó entrando mientras un grito mío de dolor surcó el aire. Entró en mí, dificultosamente pero lo hizo. Sus movimientos, jadeos y arañazos por aferrarse a mi cintura me destrozaban. Algo en mí me decía que aquello iba a acarrear malos momentos para mí, sin embargo era lo que más ansiaba en la vida desde hacía meses y era ser suyo. Cuando acabó el rato de sexo me abracé a él y le besé con deseo; olvidé que era un pacto y me fundí en sus labios, tanto como había deseado.
-No ha estado mal, gracias por dejarme probar.-Comentó mientras me apartaba.
-Podrías repetir a diario si desearas.-Mascullé alzándome de ende las sábanas.
-No, me aburre estar siempre con la misma persona.-Respondió dejándome helado.
-Entiendo.-Susurré.
-No te preocupes, te voy a ayudar.-Dijo rebuscando en la mesilla de noche.
-Me voy a casa, ya es tarde.-Respondí a su ofrecimiento para sentir como me agarraba del brazo.
-Llama y di que te quedas a dormir en casa de un amigo.-Comentó
-¿Amigo? No sé que es eso.-Dije riéndome descaradamente.
-Ahora, tienes uno.-Susurró aproximándose a mí, me agarró por la cintura tocando mi pectoral mientras con una mano se prendía un cigarrillo, seguramente lo había cogido de la mesilla auxiliar.
-No suelo ser amigo de la persona con la que me acuesto, o es mi pareja o no lo vuelvo a ver.-Reproché su apuesta.
-No te hagas el interesante, sé perfectamente que eras primerizo.-Dijo echándome el humo de su cigarrillo. Me tumbó y se lanzó sobre mí.-Quiero follarte de nuevo.-Tras esto me besó y dejó en mis labios el sabor a la nicotina.
3 comentarios:
Espero no haberle ganado a Ian, sino me mata.
Como te he dicho antes, Dominick parece muy rudo pero al final terminará ablandandose.
Oye me parece raro que no te hayas explayado mucho en la descripción del acto sexual xD
Y te lo vuelvo a decir, sí, me gustó.
Saludos
Que cruel el tal Dominick.. -.- Como puede ser tan frío y calculador.. pero esto lo he visto en monton de casos que suceden del día a día.. en nuestras vidas.. por querer la fama.. lo que se puede llegar a hacer (no quiero decir que tod@s lo hagan) pero tela.. no ma gustao lo que ha hecho ese tipo con el pobre Alan..ya veremos que ocurre u.u
P.D: te vi a morder maharet ù.ú
woooooooooooo que raro ahora lo de los comennnnnnnn
por cierto *_* espectacular
ahora me leo la proxima! si no puedo decirte lo que me parece mañana mismolo hago!
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