Imagen realizada por Heise de DeviantArt (me encanta esta mujer)
Capítulo primero:
Primer contacto.
Me encontraba sentado ante el ordenador, con una taza de café y el periódico de la jornada a un lado. La noche había cubierto cualquier resquicio de vida en la ciudad y yo seguía trabajando en un caso de asesinato. Normalmente no volvía a casa, me quedaba en mi despacho contemplando el vacío de la pared, porque no tenía sentido volver a un lugar donde nadie te espera. Mi cigarrillo desprendía un suave aroma a nicotina que impregnaba todo. Estaba cansado así que me recosté en el asiento y me desaté la corbata. Entonces alguien golpeó la puerta de mi pequeño mundo. Lo siento, no he dicho que era detective privado y que suelo colaborar con la policía en numerosas ocasiones; me llamo Lucius y en esos momentos tenía treinta años.
-Adelante.-Aún no había cerrado mi oficina, eran apenas las nueve y decidí trabajar un rato más. Tenía mi oficina en un pequeño torreón de apartamentos bastante próximo al centro. En ese instante alguien giró el pomo de la puerta y entró dejándose acariciar por la tenue luz que tenía en mi oficina.
-Buenas y eternas noches.-Susurró aquel individuo de más del metro ochenta de estatura, ojos oscuros y piel de claro de luna. Sus cabellos jugueteaban sobre la capa que ocultaba su chaqueta de Emporio Armani. El calzado eran unos impresionantes zapatos diseñados por Dolce & Gabbana. Sin duda era alguien con poderío económico y que me sacaría del pequeño apuro en el que me encontraba.
-¿En qué le puedo ayudar?-Interrogué haciendo un gesto hacia el asiento que estaba tras mi mesa.
-Deseo que me ayude a mí y a mi familia a desentrañar un crimen.-Dijo mientras se sentaba cruzando las piernas y dejando caer sus manos sobre sus rodillas. Tenía un porte elegante y una mirada penetrante que a cualquiera congelaría. Sus labios eran finos con una sonrisa sarcástica dibujada.
-Vaya, tienen conocimiento las autoridades ¿cierto?-Me di cuenta de su corbata oscura, su camisa blanca resaltando entre tanto negro y sus gemelos de plata. Fuera de dudas era alguien que sabía vestir y que el dinero no le importaba.
-No exactamente. Ese crimen tiene un par de años, diríamos más de una década.-Comentó pausadamente.
-Entonces está prescrito.-Zanjé cruzándome de brazos y apoyándome sobre la tabla del escritorio.
-No, porque para nosotros nunca hay un delito prescrito.-Dijo posando sus manos sobre la mesa mientras clavaba sus exaltados ojos en mí. Se diría que si alguna vez había imaginado la sonrisa y mirada del demonio sería semejante a la suya.
-Cuando perdemos a un ser querido tendemos a no olvidarlo.-Susurré intentando calmarlo, haciéndole ver que todos padecemos cuando perdemos a alguien amado.
-No es así. Se nos acusa a mí y a mi familia de que somos culpables de un delito que no hemos acometido. Deseamos que usted pueda intervenir con ayuda de mis más fieles aliados como escoltas.-Respondió con un tono de voz tranquilo y modulado.
-Jamás he necesitado a nadie para que me ayude.-Dije apagando el cigarrillo ya casi consumido.
-Deje que vea una cosa, quizás entienda el porqué de los guardaespaldas.-Sonrió levemente y mostró su dentadura impecable, entonces lentamente sus incisivos se hicieron puntiagudos como los de un animal.-¿Entiende ahora?- Jamás había creído en seres como aquel, todo aquello me había venido de sorpresa, y mi cara seguramente era de espanto junto con un escalofrío que recorría mi espalda.
-Nunca creí en estas cosas.-Logré decir.
-Somos una estirpe de vampiros, llevamos una lucha encarnizada contra otro clan desde hace cosa de una década. Corrían tiempos de crisis en la gran reunión, siempre hemos sido tres clanes divididos en todos los territorios. Durante una de nuestras conversaciones murió el primogénito de Arthur y el crimen se nos achacó a nosotros. El tercer clan en discordia había encontrado una de nuestras dagas en el lugar del crimen. El joven dormía en plena noche, descansaba tras su alimentación y alguien lo desangró para luego prenderle fuego. Sé que nuestro clan no ha hecho tales actos, nadie de mi familia capaz de ser tan ruin. El dolor de pérdida de un hijo es conocido por mí y por muchos de los míos, las guerras contra el hombre en otras décadas o contra brujas, nos hicieron perder a tantos que ya no puedo recordar la cifra con lucidez.-Dijo mientras apoyaba su mano derecha sobre su frente, masajeaba con sus dedos sus sienes.
-Dentro de cinco minutos despertaré y me hallaré solo en la habitación.-Mascullé anonadado ante la inusual situación.
-Deje de hacerse el estúpido humano.-Reprochó.-Mañana en la noche vendrá el resto y lo llevarán a mi guarida, allí le contaré todo con mayor detenimiento pues ahora debo marchar.-Susurró algo molesto mientras se alzaba de un brinco de la silla. En un abrir y cerrar de ojos estaba junto a la puerta atusándose la melena.-Hasta mañana.-Comentó haciendo un gesto de partida.
Quedé a solas con mis pensamientos bastante turbado y me recliné de nuevo en mi asiento. Pensé durante un segundo que todo era cierto, abordé el tema y noté que era bastante difícil de seguir pruebas contradictorias ya que el cadáver únicamente sería cenizas. En ese instante me sacudí la cabeza, me levanté del asiento y caminé hacia el lavabo de mi pequeño chiringuito de detective estilo años veinte. El agua me despejó y mi mirada se clavó en el espejo durante un solo segundo. Sin embargo mis sueños e imaginaciones no habían sido tan reales, tan llenas de información y mucho menos tan extrañas. Entonces decidí apagar el ordenador y marcharme lejos de aquel edificio, buscar refugio en mi minúsculo ático en las afuera comiendo algo precocinado. Me monté en mi automóvil, un SEAT ciento veintisiete de más de veinte años, y como pude con esa chatarra me arrastré hasta mi barrio.
Eran casi las once de la noche cuando giré con la llave la cerradura de mi apartamento de no más de treinta metros. Tiré mi chaqueta a un lado, las llaves a otro, me quité la corbata y me tiré en el sofá mientras escuchaba el golpe seco de la puerta principal. El sueño vino caminando como un viejo orondo y me aplastó por completo. Hacía meses que el insomnio no me dejaba descansar, por ello agradecí que viniera tan rápidamente a mí. Cerré los párpados y me dejé mecer por Morfeo.
Me encontraba sentado ante el ordenador, con una taza de café y el periódico de la jornada a un lado. La noche había cubierto cualquier resquicio de vida en la ciudad y yo seguía trabajando en un caso de asesinato. Normalmente no volvía a casa, me quedaba en mi despacho contemplando el vacío de la pared, porque no tenía sentido volver a un lugar donde nadie te espera. Mi cigarrillo desprendía un suave aroma a nicotina que impregnaba todo. Estaba cansado así que me recosté en el asiento y me desaté la corbata. Entonces alguien golpeó la puerta de mi pequeño mundo. Lo siento, no he dicho que era detective privado y que suelo colaborar con la policía en numerosas ocasiones; me llamo Lucius y en esos momentos tenía treinta años.
-Adelante.-Aún no había cerrado mi oficina, eran apenas las nueve y decidí trabajar un rato más. Tenía mi oficina en un pequeño torreón de apartamentos bastante próximo al centro. En ese instante alguien giró el pomo de la puerta y entró dejándose acariciar por la tenue luz que tenía en mi oficina.
-Buenas y eternas noches.-Susurró aquel individuo de más del metro ochenta de estatura, ojos oscuros y piel de claro de luna. Sus cabellos jugueteaban sobre la capa que ocultaba su chaqueta de Emporio Armani. El calzado eran unos impresionantes zapatos diseñados por Dolce & Gabbana. Sin duda era alguien con poderío económico y que me sacaría del pequeño apuro en el que me encontraba.
-¿En qué le puedo ayudar?-Interrogué haciendo un gesto hacia el asiento que estaba tras mi mesa.
-Deseo que me ayude a mí y a mi familia a desentrañar un crimen.-Dijo mientras se sentaba cruzando las piernas y dejando caer sus manos sobre sus rodillas. Tenía un porte elegante y una mirada penetrante que a cualquiera congelaría. Sus labios eran finos con una sonrisa sarcástica dibujada.
-Vaya, tienen conocimiento las autoridades ¿cierto?-Me di cuenta de su corbata oscura, su camisa blanca resaltando entre tanto negro y sus gemelos de plata. Fuera de dudas era alguien que sabía vestir y que el dinero no le importaba.
-No exactamente. Ese crimen tiene un par de años, diríamos más de una década.-Comentó pausadamente.
-Entonces está prescrito.-Zanjé cruzándome de brazos y apoyándome sobre la tabla del escritorio.
-No, porque para nosotros nunca hay un delito prescrito.-Dijo posando sus manos sobre la mesa mientras clavaba sus exaltados ojos en mí. Se diría que si alguna vez había imaginado la sonrisa y mirada del demonio sería semejante a la suya.
-Cuando perdemos a un ser querido tendemos a no olvidarlo.-Susurré intentando calmarlo, haciéndole ver que todos padecemos cuando perdemos a alguien amado.
-No es así. Se nos acusa a mí y a mi familia de que somos culpables de un delito que no hemos acometido. Deseamos que usted pueda intervenir con ayuda de mis más fieles aliados como escoltas.-Respondió con un tono de voz tranquilo y modulado.
-Jamás he necesitado a nadie para que me ayude.-Dije apagando el cigarrillo ya casi consumido.
-Deje que vea una cosa, quizás entienda el porqué de los guardaespaldas.-Sonrió levemente y mostró su dentadura impecable, entonces lentamente sus incisivos se hicieron puntiagudos como los de un animal.-¿Entiende ahora?- Jamás había creído en seres como aquel, todo aquello me había venido de sorpresa, y mi cara seguramente era de espanto junto con un escalofrío que recorría mi espalda.
-Nunca creí en estas cosas.-Logré decir.
-Somos una estirpe de vampiros, llevamos una lucha encarnizada contra otro clan desde hace cosa de una década. Corrían tiempos de crisis en la gran reunión, siempre hemos sido tres clanes divididos en todos los territorios. Durante una de nuestras conversaciones murió el primogénito de Arthur y el crimen se nos achacó a nosotros. El tercer clan en discordia había encontrado una de nuestras dagas en el lugar del crimen. El joven dormía en plena noche, descansaba tras su alimentación y alguien lo desangró para luego prenderle fuego. Sé que nuestro clan no ha hecho tales actos, nadie de mi familia capaz de ser tan ruin. El dolor de pérdida de un hijo es conocido por mí y por muchos de los míos, las guerras contra el hombre en otras décadas o contra brujas, nos hicieron perder a tantos que ya no puedo recordar la cifra con lucidez.-Dijo mientras apoyaba su mano derecha sobre su frente, masajeaba con sus dedos sus sienes.
-Dentro de cinco minutos despertaré y me hallaré solo en la habitación.-Mascullé anonadado ante la inusual situación.
-Deje de hacerse el estúpido humano.-Reprochó.-Mañana en la noche vendrá el resto y lo llevarán a mi guarida, allí le contaré todo con mayor detenimiento pues ahora debo marchar.-Susurró algo molesto mientras se alzaba de un brinco de la silla. En un abrir y cerrar de ojos estaba junto a la puerta atusándose la melena.-Hasta mañana.-Comentó haciendo un gesto de partida.
Quedé a solas con mis pensamientos bastante turbado y me recliné de nuevo en mi asiento. Pensé durante un segundo que todo era cierto, abordé el tema y noté que era bastante difícil de seguir pruebas contradictorias ya que el cadáver únicamente sería cenizas. En ese instante me sacudí la cabeza, me levanté del asiento y caminé hacia el lavabo de mi pequeño chiringuito de detective estilo años veinte. El agua me despejó y mi mirada se clavó en el espejo durante un solo segundo. Sin embargo mis sueños e imaginaciones no habían sido tan reales, tan llenas de información y mucho menos tan extrañas. Entonces decidí apagar el ordenador y marcharme lejos de aquel edificio, buscar refugio en mi minúsculo ático en las afuera comiendo algo precocinado. Me monté en mi automóvil, un SEAT ciento veintisiete de más de veinte años, y como pude con esa chatarra me arrastré hasta mi barrio.
Eran casi las once de la noche cuando giré con la llave la cerradura de mi apartamento de no más de treinta metros. Tiré mi chaqueta a un lado, las llaves a otro, me quité la corbata y me tiré en el sofá mientras escuchaba el golpe seco de la puerta principal. El sueño vino caminando como un viejo orondo y me aplastó por completo. Hacía meses que el insomnio no me dejaba descansar, por ello agradecí que viniera tan rápidamente a mí. Cerré los párpados y me dejé mecer por Morfeo.
3 comentarios:
De vampiros, yupi!
Una historia bastante llamativa y atrayente por supuesto.
Me gusta, me gusta lalala
Avisame cuando actualices!
saludos
Interesante, interesante... Tero más *__*
Otia k buena pinta *-* molaaaa
A ver como sigue *0*!!
Salutss
P.D: sorry ni me fije k iciste nueva -.- con el curro..me olvido de chafardear las novedades T_T
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