Capítulo primero
Inicios
En estos renglones mal trechos voy a exponer mi supervivencia en las sombras. Soy un ángel caído o un hijo de la noche, aunque no sé donde voy ni cual es mi pasado. Vivo sin memoria y perduro en pie buscando una razón para despertar en cada ocaso. Me encuentro a media luz recostado en un sillón de cuero frente a un escritorio. Mis manos teclean el sufrimiento de mi alma y el desconocimiento de qué soy realmente. Todo ha venido a mi carcomida y milenaria mente al cese de una fiesta que yo mismo daba en mi salón. Hombres y mujeres de alta clase engalanados con sus mejores galas danzando y bebiendo elixires, meras marionetas en mis manos de decadente titiritero, que me hacen sentirme más vacío de lo que estoy. Normalmente me siento junto a ellos, hago como que como junto a ellos y bebo los vinos que les sirven mis sirvientes, pero no soy uno de ellos y jamás volveré a serlo. Hoy estaba demasiado cansado de todo, de una farsa bien montada bajo una nube de humo llamada dinero, así que hice que cesara la música y todos se marcharan a sus casas. Me he quedado a solas escuchando como mis sirvientes retiran los cubiertos y limpian el salón de bailes.
Como he dicho me encuentro en mi despacho, sentado y pensativo con la mirada fija en la pantalla. No sé realmente que demonios estoy escribiendo, pues no sé bien que relatar y que deseo hacer. Permitan mi interrupción en sus vidas como un deseo de encontrar a alguien igual que yo, sea hombre o vampiro. Estoy perdido y sé lo que sucede cuando la noche no es suficiente para un ser como yo, se extinguen inmolándose al sol o prendiéndose fuego dejando las cenizas expandidas al aire. La música de Beethoven hace las delicias de mis oídos en un solo de violín, tan mágico como magnífico, que parece transportarme a los inicios de mi existencia. Un mundo distinto al que hay ahora, sin tecnología y con las comunicaciones imposibles, que me vio nacer bajo la oscuridad. Era mil ochocientos veinticuatro y el magnífico compositor alemán aún vivía, o dejaba que la muerte no se lo llevara, las ciudades eran completamente distintas y más parecidas a un estercolero por la mala higiene que reinaba. Me hallé recostado sobre una lápida algo antigua, tenía un ángel custodiándola con los brazos alzados al cielo y la mirada perdida, y mis ropas estaban empapadas en mi propio sudor. Me levanté aturdido y tambaleante caminé unos escasos metros para volver a caer. Entonces vi unos zapatos inmaculadamente brillantes, un semblante sereno con una tez tan pálida como el papel y ropas elegantes cubriéndolas. Era un ángel, o al menos parecido al que se encontraba sobre la tumba, tenía portes juveniles y también de viejo señor colonial. Me tomó de la mano y me alzó del suelo e intenté a poyarme como pude en él. No sabía quien era y no importaba pues sólo quería salir de allí.
-Me alegra que despertaras Eicca.-Masculló mientras sentía que una extraña fiebre hacía arder mi cuerpo.
-¿Eicca?-Dije aturdido notando como me empujaba hacia un carruaje.
-Ese es tu nombre.-Respondió acomodándose a mi lado.
-¿Por qué no lo recuerdo?-Susurré apoyándome en él sintiendo el traqueteo constante del vehículo. Fuera se escuchaba el silencio de la ciudad machacado por los cascos de los corceles.
-Es habitual, ya entenderás mañana en la noche.-Sus manos jugueteaban con mis cabellos empapados, estaban pegados por el sudor a mi frente y cuello, tenía una cinta recogiéndolos medio caída, por ello mi espesa melena rubia rozaban mis hombros, mientras con su otra mano me desabrochaba el chaleco y la camisa.
-Tengo sed, necesito agua.-Dejé escapar de mis labios semiinconsciente sintiéndome en el borde del infierno.
-Yo te la calmaré hijo mío, te alimentarás de mí.-Susurró y caí en un profundo trance.
No sé cuanto tiempo permanecí en aquel estado de inconsciencia, tan sólo que desperté en plena noche. Estaba recostado en un colchón mullido de una cama con dosel y elegantes cojines de pluma. La habitación al completo tenía un estilo sobrio sin embargo cálido. Las telas usadas junto con el papel de la pared eran color beige con dibujos en tonos marfil, dama una sensación de extraña luminosidad. La ventana estaba abierta y el frescor entraba aliviando mi calor. Aún permanecía con aquel infierno bajo mi piel, mi corazón palpitaba demasiado rápido y mi cuerpo pesaba. Todo empezó a dar vueltas y mi vista se nublaba.
-Sed.-Susurré con la garganta agrietada.-Tengo sed.-Mascullé intentando levantarme del mullido lecho. Entonces noté como se giraba el pomo de la puerta; aquel hombre de cabellos azabaches, mirada azul océano y sonrisa esculpida parecida a la de un demonio entró en la habitación.
-Buenas noches hijo mío.-Sin duda se dirigía a mí, pero era imposible que fuera mi padre por su juventud. Estaba desconcertado y él lo notó. Se sentó a mi lado y acarició mis cabellos con parsimonia como en nuestro último encuentro.
-¿Por qué me llamas hijo?-Dije a duras penas.
-¿Tienes sed mi pequeño?-Masculló incorporándome en la cama.
-Sí.-Respondí con voz quebrada girando mi cabeza hacia él.
-Bebe de mí querido, yo seré el vino más dulce que jamás hayas tomado.-Dicho esto se hizo un corte en el cuello y posó mis labios sobre la herida.-Bebe mi amado pequeño.-Susurró haciendo que lamiera el corte, bebí después aferrándome a él como un condenado a muerte a su celda.-Así mi criatura, así.-Sus brazos me rodearon subiéndome sobre sus rodillas.-Bebe todo hasta saciarte.-Susurró acariciando mi rostro para instantes después apartarme. Sentí una punzada tremenda en mi cuerpo que me hizo aullar como un lobo en medio de la estepa.-Calma mi tesoro, calma, tan sólo mueres para volver a la vida.-Dijo jalando de mis ropas y dejando mi pecho descubierto.-Eicca eres mi hijo, jamás cree a uno de los nuestros y tengo miedo a que no vuelvas a la vida, pero quiero que sepas que has sido minuciosamente elegido. Nunca pensé en crear a nadie si bien soy demasiado mayor, la soledad me abruma y tú eres tan hermoso mi pequeño.-Hablaba mientras mi corazón palpitaba aún más a prisa, mi aliento se contaminaba con el suyo y mis dedos se aferraban a las colchas.-Serás mi ofrenda a la Madre Noche, a la sangre y a la eternidad. Eres encantador, te vestiré con las mejores ropas y lucharemos por la supervivencia como acostumbro. Te guiaré, lo haré con perseverancia y tesón. Te quiero mi bello hijo.-Besó mi frente y luego levemente mis labios. En la vida habría permitido a un hombre acercarse tanto a mí, sin embargo no podía moverme y él tenía una ambigüedad que me atraía.
-¿Quién eres? ¿Quién soy?-Dije aterrado aún por lo que había sucedido y había hecho, algo me impulsó a tomar su cuello y beber su sangre.
-Soy Ezequiel y te guiaré por tu nueva vida.-Sonrió dulcemente como un amante satisfecho.-Tú eres mi bello Eicca, mi hijo y aliado, no tienes que saber nada más.-Dijo recostándome correctamente en la cama para dirigirse a la ventana.-Ahora todo lo que ves te pertenece, todo lo que quieras podrás cogerlo y poseerlo por siempre hasta que te canses.-Susurró apoyándose en el marco de la ventana.
-¿Eternidad?-Mascullé.
-Ahora eres un vampiro, ven a mi lado querido.-Dijo haciendo un gesto cómplice con su mano extendiéndola hacia mi dirección.
-¿Vampiro?-Debía de haber un error, no sabía que sucedía y tampoco quien era yo.
-Sí, como yo.-Susurró acariciando mi rostro cuando pude llegar hasta él.
-Creí que no existían, meros cuentos de terror.-Dije aún tambaleándome mientras me apoyaba en el bordillo de la ventana.
-Sí, existimos, y tú serás mi consorte.-Comentó en mi oído notando un escalofrío por todo mi cuerpo.
-¿Consorte?-Interrogué confuso.
-Te creé para ser mi amante, mi hijo, mi custodio y mi hermoso discípulo.-Dijo coqueteando con mis cabellos dorados, sonrió levemente y me tomó por la cintura en un abrir y cerrar de ojos.-Llevo admirándote desde hace años.-Besó mis labios y yo me aparté.
-No estoy dispuesto a ser amante de ningún hombre.-Dije empujándolo con las pocas fuerzas que tenía, mi cuerpo estaba moribundo y aún no había conseguido la fuerza necesaria.
-¿Dispuesto? ¿A caso no te atraigo?-Comentó aproximando su rostro al mío.
-No, si fueras una mujer quizás podría sentirme halagado por tu insistencia.-Respondí recuperando el aliento, mi pulso parecía estable y dejé de temblar.
-He cometido un error, pensé que quizás podrías amarme.-Dijo dejando caer una gota de sangre de sus ojos.-Debí de darme por vencido en todos estos años.-Comentó alejándose de la ventana caminando hacia la puerta.-Ruego que me perdone, pero ya esta realizado el rito.-Masculló.
-¿Ahora me abandonarás a mi suerte?-Temí por mi vida ya que no le servía.
-No, serás mi pupilo y luego puedes marcharte.-Respondió con una amarga sonrisa.
-Aún no me creo que existan los vampiros y que yo sea uno de ellos.-Dije contemplando su espalda, se había girado ante mí mientras posaba su mano sobre el pomo de la puerta.
-¿Tienes sed?-Dijo sin mirarme, muy frío y distinto al hombre que momentos antes me había arrullado como un niño.
-Sí.-Afirmé notando mi garganta como si fuera un desierto.
-Sólo te saciará la sangre, sea de animales o de personas. Si capturas una presa humana intenta que sea de los bajos fondos, un moribundo o alguien despreciable. Verás, así tus crímenes no tendrán resonancia.-Susurró girando y tirando de la puerta.-Acompáñame te daré nuevas prendas, las hice exclusivamente para ti y de los colores que sueles elegir.-En esos momentos era su voz la quebrada mientras me dirigía por el pasillo hasta un vestidor.
-No hacía falta que me compraras ropa, ni que tomaras molestias.-Respondí intentando no parecer ingrato.
-Ibas a ser mi consorte, era lo mínimo por un poco de compañía.-Ahora le comprendo, comprendo su terrible miedo a verse tan destrozado y solo. El paso del tiempo nos hace una impronta de orfandad que nos ahoga. Él quería tenerme como a un príncipe o un elegante hombre de negocios, como yo quisiera, dándome todos los lujos para que no me apartara de él. Conozco esa sensación de pavor ante un destino imposible de remediar. La eternidad no es completa, si no tienes a alguien se hace dura y pesada.
-Lo lamento.-Susurré.
-Dicen que no amamos, que no tenemos sentimientos y desearía que así fuese.-Dijo girándose y apoyando sobre mí sus manos. Eran unas manos de pianista, sus uñas largas y cuidadas junto con unos dedos finos.
-Las ropas se ven caras.-Dije apartando mi mirada de la suya.
-Lo son, antes de ponértelas tendrás que asearte.-Masculló.
Escogí algunas de las prendas que había atesorado para mí. Eran de corte elegantes, telas caras y engarzadas con joyas. Luego me dirigió al baño, mientras elegía me había preparado el agua y jabones. Se quedó de pie expectante a que me desnudara y yo deseaba hacerlo por mi mismo.
-¿Puedes marcharte?-Estaba incómodo ante él.
-Pensé que querrías ayuda.-Su rostro ya no mostraba ternura, ni felicidad y mucho menos tristeza sino resignación.
-No la necesito.-Susurré quitándome la chaqueta.
-De acuerdo, dejo la puerta abierta por si deseas algo.-Tras esto se marchó y yo me desnudé. Cuando estaba en aquellas exquisitas aguas, seducido por la fragancia de los perfumes, él entro y sin previo aviso introdujo sus manos acariciando mi torso.-Eres varonil, siempre soñé acariciarte así.-Susurró mientras yo le agarré sus muñecas apartándole de mí.
-Me marcharé esta misma noche.-Comenté terriblemente irritado y saliendo de la bañera.
-¿Dónde irás? No puedes irte, te lo prohíbo porque apenas sabes nada de las sombras.-Me miró escrutándome cada milímetro de mi piel.
-¡Deja de mirarme así!-Grité sin inmutarle, aunque tomó una toalla y me la lanzó.
-Te daré anotaciones que hice por si todo salía mal, léetelas y me iré.-Dijo apartándose los cabellos de su rostro. Era afeminado y noté su deseo hacia mí, era un efluvio imposible de apartar de la mente.
-¿Dónde?-Pregunté curioso sin embarga me importaba poco.
-La casa, el carruaje y todo lo que ves te pertenece junto con una plantación en América. Haz lo que quieras con ellas porque yo me marcho, ya entenderás el porqué cuando encuentres mi carta mañana en la mañana.-Si hubiera sabido donde se marchaba le hubiera detenido y tomado como amante. Quería tan sólo que le fuera protector, que le halagara y que le mintiera diciéndole te amo. Necesitaba vivir a mi lado para sobrevivir a la soledad. Se había hecho millones de ilusiones y su carta me conmovió, aún rechina en mi mente cada palabra con un dolor de impotencia aguda. Se inmoló al sol y corrió la suerte de tantos que al llegar al milenio no son capaces de continuar sin alguien a su lado. Los vampiros eran para mí gente sin escrúpulos, asesinos despiadados y guerreros sin sentido de los sentimientos; él me dio otra visión amarga y a la vez tan humana que me desmoronó.
La noche la pasé correteando por las calles, trepando a los árboles y tomando a dos víctimas a punto de morir. Como dijo él esos consejos iban bien para las matanzas. A mi regreso pensé que continuaría allí, aún no era demasiado tarde y podría estar haciendo el equipaje. En las notas me había dicho como dormir, como engañar a mis sirvientes y millones de trucos para aparentar estar vivo. Me acosté en la bodega, donde se hallaba su ataúd oculto entre las tablas porque el mío aún no había sido creado. Su perfume aún estaba en la almohada y encontré un dibujo, era yo recostado sobre una cama. Me sentí mal por haberle tratado mal y pensé que quizás a la noche siguiente habría vuelto. Sin embargo me encontré la carta y me sentí culpable, realmente no lo era y él tuvo también su parte al hacerme su hijo sin explicación ninguna.
Se ha hecho tarde y tengo que descansar, mañana seguiré con mis recuerdos que no ocuparán más de veinte folios o eso espero. Será mi legado o mi purgación por mis pecados.
Inicios
En estos renglones mal trechos voy a exponer mi supervivencia en las sombras. Soy un ángel caído o un hijo de la noche, aunque no sé donde voy ni cual es mi pasado. Vivo sin memoria y perduro en pie buscando una razón para despertar en cada ocaso. Me encuentro a media luz recostado en un sillón de cuero frente a un escritorio. Mis manos teclean el sufrimiento de mi alma y el desconocimiento de qué soy realmente. Todo ha venido a mi carcomida y milenaria mente al cese de una fiesta que yo mismo daba en mi salón. Hombres y mujeres de alta clase engalanados con sus mejores galas danzando y bebiendo elixires, meras marionetas en mis manos de decadente titiritero, que me hacen sentirme más vacío de lo que estoy. Normalmente me siento junto a ellos, hago como que como junto a ellos y bebo los vinos que les sirven mis sirvientes, pero no soy uno de ellos y jamás volveré a serlo. Hoy estaba demasiado cansado de todo, de una farsa bien montada bajo una nube de humo llamada dinero, así que hice que cesara la música y todos se marcharan a sus casas. Me he quedado a solas escuchando como mis sirvientes retiran los cubiertos y limpian el salón de bailes.
Como he dicho me encuentro en mi despacho, sentado y pensativo con la mirada fija en la pantalla. No sé realmente que demonios estoy escribiendo, pues no sé bien que relatar y que deseo hacer. Permitan mi interrupción en sus vidas como un deseo de encontrar a alguien igual que yo, sea hombre o vampiro. Estoy perdido y sé lo que sucede cuando la noche no es suficiente para un ser como yo, se extinguen inmolándose al sol o prendiéndose fuego dejando las cenizas expandidas al aire. La música de Beethoven hace las delicias de mis oídos en un solo de violín, tan mágico como magnífico, que parece transportarme a los inicios de mi existencia. Un mundo distinto al que hay ahora, sin tecnología y con las comunicaciones imposibles, que me vio nacer bajo la oscuridad. Era mil ochocientos veinticuatro y el magnífico compositor alemán aún vivía, o dejaba que la muerte no se lo llevara, las ciudades eran completamente distintas y más parecidas a un estercolero por la mala higiene que reinaba. Me hallé recostado sobre una lápida algo antigua, tenía un ángel custodiándola con los brazos alzados al cielo y la mirada perdida, y mis ropas estaban empapadas en mi propio sudor. Me levanté aturdido y tambaleante caminé unos escasos metros para volver a caer. Entonces vi unos zapatos inmaculadamente brillantes, un semblante sereno con una tez tan pálida como el papel y ropas elegantes cubriéndolas. Era un ángel, o al menos parecido al que se encontraba sobre la tumba, tenía portes juveniles y también de viejo señor colonial. Me tomó de la mano y me alzó del suelo e intenté a poyarme como pude en él. No sabía quien era y no importaba pues sólo quería salir de allí.
-Me alegra que despertaras Eicca.-Masculló mientras sentía que una extraña fiebre hacía arder mi cuerpo.
-¿Eicca?-Dije aturdido notando como me empujaba hacia un carruaje.
-Ese es tu nombre.-Respondió acomodándose a mi lado.
-¿Por qué no lo recuerdo?-Susurré apoyándome en él sintiendo el traqueteo constante del vehículo. Fuera se escuchaba el silencio de la ciudad machacado por los cascos de los corceles.
-Es habitual, ya entenderás mañana en la noche.-Sus manos jugueteaban con mis cabellos empapados, estaban pegados por el sudor a mi frente y cuello, tenía una cinta recogiéndolos medio caída, por ello mi espesa melena rubia rozaban mis hombros, mientras con su otra mano me desabrochaba el chaleco y la camisa.
-Tengo sed, necesito agua.-Dejé escapar de mis labios semiinconsciente sintiéndome en el borde del infierno.
-Yo te la calmaré hijo mío, te alimentarás de mí.-Susurró y caí en un profundo trance.
No sé cuanto tiempo permanecí en aquel estado de inconsciencia, tan sólo que desperté en plena noche. Estaba recostado en un colchón mullido de una cama con dosel y elegantes cojines de pluma. La habitación al completo tenía un estilo sobrio sin embargo cálido. Las telas usadas junto con el papel de la pared eran color beige con dibujos en tonos marfil, dama una sensación de extraña luminosidad. La ventana estaba abierta y el frescor entraba aliviando mi calor. Aún permanecía con aquel infierno bajo mi piel, mi corazón palpitaba demasiado rápido y mi cuerpo pesaba. Todo empezó a dar vueltas y mi vista se nublaba.
-Sed.-Susurré con la garganta agrietada.-Tengo sed.-Mascullé intentando levantarme del mullido lecho. Entonces noté como se giraba el pomo de la puerta; aquel hombre de cabellos azabaches, mirada azul océano y sonrisa esculpida parecida a la de un demonio entró en la habitación.
-Buenas noches hijo mío.-Sin duda se dirigía a mí, pero era imposible que fuera mi padre por su juventud. Estaba desconcertado y él lo notó. Se sentó a mi lado y acarició mis cabellos con parsimonia como en nuestro último encuentro.
-¿Por qué me llamas hijo?-Dije a duras penas.
-¿Tienes sed mi pequeño?-Masculló incorporándome en la cama.
-Sí.-Respondí con voz quebrada girando mi cabeza hacia él.
-Bebe de mí querido, yo seré el vino más dulce que jamás hayas tomado.-Dicho esto se hizo un corte en el cuello y posó mis labios sobre la herida.-Bebe mi amado pequeño.-Susurró haciendo que lamiera el corte, bebí después aferrándome a él como un condenado a muerte a su celda.-Así mi criatura, así.-Sus brazos me rodearon subiéndome sobre sus rodillas.-Bebe todo hasta saciarte.-Susurró acariciando mi rostro para instantes después apartarme. Sentí una punzada tremenda en mi cuerpo que me hizo aullar como un lobo en medio de la estepa.-Calma mi tesoro, calma, tan sólo mueres para volver a la vida.-Dijo jalando de mis ropas y dejando mi pecho descubierto.-Eicca eres mi hijo, jamás cree a uno de los nuestros y tengo miedo a que no vuelvas a la vida, pero quiero que sepas que has sido minuciosamente elegido. Nunca pensé en crear a nadie si bien soy demasiado mayor, la soledad me abruma y tú eres tan hermoso mi pequeño.-Hablaba mientras mi corazón palpitaba aún más a prisa, mi aliento se contaminaba con el suyo y mis dedos se aferraban a las colchas.-Serás mi ofrenda a la Madre Noche, a la sangre y a la eternidad. Eres encantador, te vestiré con las mejores ropas y lucharemos por la supervivencia como acostumbro. Te guiaré, lo haré con perseverancia y tesón. Te quiero mi bello hijo.-Besó mi frente y luego levemente mis labios. En la vida habría permitido a un hombre acercarse tanto a mí, sin embargo no podía moverme y él tenía una ambigüedad que me atraía.
-¿Quién eres? ¿Quién soy?-Dije aterrado aún por lo que había sucedido y había hecho, algo me impulsó a tomar su cuello y beber su sangre.
-Soy Ezequiel y te guiaré por tu nueva vida.-Sonrió dulcemente como un amante satisfecho.-Tú eres mi bello Eicca, mi hijo y aliado, no tienes que saber nada más.-Dijo recostándome correctamente en la cama para dirigirse a la ventana.-Ahora todo lo que ves te pertenece, todo lo que quieras podrás cogerlo y poseerlo por siempre hasta que te canses.-Susurró apoyándose en el marco de la ventana.
-¿Eternidad?-Mascullé.
-Ahora eres un vampiro, ven a mi lado querido.-Dijo haciendo un gesto cómplice con su mano extendiéndola hacia mi dirección.
-¿Vampiro?-Debía de haber un error, no sabía que sucedía y tampoco quien era yo.
-Sí, como yo.-Susurró acariciando mi rostro cuando pude llegar hasta él.
-Creí que no existían, meros cuentos de terror.-Dije aún tambaleándome mientras me apoyaba en el bordillo de la ventana.
-Sí, existimos, y tú serás mi consorte.-Comentó en mi oído notando un escalofrío por todo mi cuerpo.
-¿Consorte?-Interrogué confuso.
-Te creé para ser mi amante, mi hijo, mi custodio y mi hermoso discípulo.-Dijo coqueteando con mis cabellos dorados, sonrió levemente y me tomó por la cintura en un abrir y cerrar de ojos.-Llevo admirándote desde hace años.-Besó mis labios y yo me aparté.
-No estoy dispuesto a ser amante de ningún hombre.-Dije empujándolo con las pocas fuerzas que tenía, mi cuerpo estaba moribundo y aún no había conseguido la fuerza necesaria.
-¿Dispuesto? ¿A caso no te atraigo?-Comentó aproximando su rostro al mío.
-No, si fueras una mujer quizás podría sentirme halagado por tu insistencia.-Respondí recuperando el aliento, mi pulso parecía estable y dejé de temblar.
-He cometido un error, pensé que quizás podrías amarme.-Dijo dejando caer una gota de sangre de sus ojos.-Debí de darme por vencido en todos estos años.-Comentó alejándose de la ventana caminando hacia la puerta.-Ruego que me perdone, pero ya esta realizado el rito.-Masculló.
-¿Ahora me abandonarás a mi suerte?-Temí por mi vida ya que no le servía.
-No, serás mi pupilo y luego puedes marcharte.-Respondió con una amarga sonrisa.
-Aún no me creo que existan los vampiros y que yo sea uno de ellos.-Dije contemplando su espalda, se había girado ante mí mientras posaba su mano sobre el pomo de la puerta.
-¿Tienes sed?-Dijo sin mirarme, muy frío y distinto al hombre que momentos antes me había arrullado como un niño.
-Sí.-Afirmé notando mi garganta como si fuera un desierto.
-Sólo te saciará la sangre, sea de animales o de personas. Si capturas una presa humana intenta que sea de los bajos fondos, un moribundo o alguien despreciable. Verás, así tus crímenes no tendrán resonancia.-Susurró girando y tirando de la puerta.-Acompáñame te daré nuevas prendas, las hice exclusivamente para ti y de los colores que sueles elegir.-En esos momentos era su voz la quebrada mientras me dirigía por el pasillo hasta un vestidor.
-No hacía falta que me compraras ropa, ni que tomaras molestias.-Respondí intentando no parecer ingrato.
-Ibas a ser mi consorte, era lo mínimo por un poco de compañía.-Ahora le comprendo, comprendo su terrible miedo a verse tan destrozado y solo. El paso del tiempo nos hace una impronta de orfandad que nos ahoga. Él quería tenerme como a un príncipe o un elegante hombre de negocios, como yo quisiera, dándome todos los lujos para que no me apartara de él. Conozco esa sensación de pavor ante un destino imposible de remediar. La eternidad no es completa, si no tienes a alguien se hace dura y pesada.
-Lo lamento.-Susurré.
-Dicen que no amamos, que no tenemos sentimientos y desearía que así fuese.-Dijo girándose y apoyando sobre mí sus manos. Eran unas manos de pianista, sus uñas largas y cuidadas junto con unos dedos finos.
-Las ropas se ven caras.-Dije apartando mi mirada de la suya.
-Lo son, antes de ponértelas tendrás que asearte.-Masculló.
Escogí algunas de las prendas que había atesorado para mí. Eran de corte elegantes, telas caras y engarzadas con joyas. Luego me dirigió al baño, mientras elegía me había preparado el agua y jabones. Se quedó de pie expectante a que me desnudara y yo deseaba hacerlo por mi mismo.
-¿Puedes marcharte?-Estaba incómodo ante él.
-Pensé que querrías ayuda.-Su rostro ya no mostraba ternura, ni felicidad y mucho menos tristeza sino resignación.
-No la necesito.-Susurré quitándome la chaqueta.
-De acuerdo, dejo la puerta abierta por si deseas algo.-Tras esto se marchó y yo me desnudé. Cuando estaba en aquellas exquisitas aguas, seducido por la fragancia de los perfumes, él entro y sin previo aviso introdujo sus manos acariciando mi torso.-Eres varonil, siempre soñé acariciarte así.-Susurró mientras yo le agarré sus muñecas apartándole de mí.
-Me marcharé esta misma noche.-Comenté terriblemente irritado y saliendo de la bañera.
-¿Dónde irás? No puedes irte, te lo prohíbo porque apenas sabes nada de las sombras.-Me miró escrutándome cada milímetro de mi piel.
-¡Deja de mirarme así!-Grité sin inmutarle, aunque tomó una toalla y me la lanzó.
-Te daré anotaciones que hice por si todo salía mal, léetelas y me iré.-Dijo apartándose los cabellos de su rostro. Era afeminado y noté su deseo hacia mí, era un efluvio imposible de apartar de la mente.
-¿Dónde?-Pregunté curioso sin embarga me importaba poco.
-La casa, el carruaje y todo lo que ves te pertenece junto con una plantación en América. Haz lo que quieras con ellas porque yo me marcho, ya entenderás el porqué cuando encuentres mi carta mañana en la mañana.-Si hubiera sabido donde se marchaba le hubiera detenido y tomado como amante. Quería tan sólo que le fuera protector, que le halagara y que le mintiera diciéndole te amo. Necesitaba vivir a mi lado para sobrevivir a la soledad. Se había hecho millones de ilusiones y su carta me conmovió, aún rechina en mi mente cada palabra con un dolor de impotencia aguda. Se inmoló al sol y corrió la suerte de tantos que al llegar al milenio no son capaces de continuar sin alguien a su lado. Los vampiros eran para mí gente sin escrúpulos, asesinos despiadados y guerreros sin sentido de los sentimientos; él me dio otra visión amarga y a la vez tan humana que me desmoronó.
La noche la pasé correteando por las calles, trepando a los árboles y tomando a dos víctimas a punto de morir. Como dijo él esos consejos iban bien para las matanzas. A mi regreso pensé que continuaría allí, aún no era demasiado tarde y podría estar haciendo el equipaje. En las notas me había dicho como dormir, como engañar a mis sirvientes y millones de trucos para aparentar estar vivo. Me acosté en la bodega, donde se hallaba su ataúd oculto entre las tablas porque el mío aún no había sido creado. Su perfume aún estaba en la almohada y encontré un dibujo, era yo recostado sobre una cama. Me sentí mal por haberle tratado mal y pensé que quizás a la noche siguiente habría vuelto. Sin embargo me encontré la carta y me sentí culpable, realmente no lo era y él tuvo también su parte al hacerme su hijo sin explicación ninguna.
Se ha hecho tarde y tengo que descansar, mañana seguiré con mis recuerdos que no ocuparán más de veinte folios o eso espero. Será mi legado o mi purgación por mis pecados.
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