Meow by celesse de DeviantArt
Capítulo segundo
Finales.
He vuelto de nuevo a estar sentado ante este aparato, una máquina bastante ingeniosa que permite que nos podamos comunicar a grandes distancias en un segundo. Estoy desfallecido por la pesadilla de la mañana, aunque antes quiero expresar mi dolo por la perdida de mi maestro. Ezequiel me creó, sí, pero no me adiestró salvo por sus apuntes. Tuve un profesor en las sombras años después de haberme convertido en lo que soy, añadí información al cuaderno de anotaciones de mi creador; se llamaba Abel.
Abel era un nórdico de un metro noventa de estatura, me sobresalía en unos veinte centímetros, y que caminaba a un ritmo lento, casi fantasmal. Tenía una espesa cabellera rubia, mucho más que la mía, y unos ojos azul claro como un día de verano despejado. Sin duda era albino y su tez aún más blanca que la de un noctámbulo más. Sus rasgos eran finos aunque varoniles y estaba bastante curtido su cuerpo en batallas. Por lo que sé era un guerrero que convirtieron en vampiro para proteger a su creador. Normalmente nos diseñan para disuadir la soledad o como protección, al cabo de los años nos abandonan con un legado de verdades a medias. Si bien somos más jóvenes y tenemos menos poder, pero somos más temerarios y eso nos hacen ser enemigos duros. Yo no alcanzo ni los doscientos años, Abel tenía unos setecientos cuando vino a mí. Él había conocido a Ezequiel, era un hombre de la vieja Europa del sur y que había sido creado para ser el concubino de su maestro. Por lo que sé Duncan, su creador, era proclive a que cada cien o doscientos años convirtiera en un humano a su servicio. Se hacía llamar Ducan aunque su verdadero nombre nadie lo sabe, apostaría que ni él mismo, y tenía más de cuatro mil años. Probablemente era tan anciano y sabía vivir por la corte que creaba y que hacía que le deleitara tanto sexualmente como con incursiones contra otros vampiros. Abel era un hombre culto y bastante inquietante, me tomó como discípulo porque su hermano siempre estuvo ahí cuando fue herido. Podemos morir aparte del sol por numerosas heridas y quemaduras, conjuntamente, de ahí que cuando hay batallas se de todo por salir ileso. Viví con él unos cincuenta años, aprendí a manejar la espada y cualquier arma que cayera en mis manos además de numerosas historias sobre nuestro pueblo. Tras esto desapareció y poco después de oídas de otro de los nuestros supe que construyó su propia pila funeraria, estaba cansado de ser un guerrero y de vivir como un muerto. El joven que me lo contó fue una sorpresa inesperada en una noche de invierno, tal como vino se fue y no supe más.
Por el periodo de más de veinte años vagué por Europa buscado a Duncan, quería encontrarlo para encontrar lo que llamamos familia. Pero jamás lo hallé y di por echo que este ser también se cansó de ser eterno. Poco a poco vi como los más antiguos desaparecían, o me llegaban a mis oídos que se enterraban vivos en la tierra para consumirse hasta los huesos en un letargo enigmático. Supe entonces que la soledad afecta de manera desigual a los de nuestra especie, algunos la sufren desde el primer instante y otros cuando ya han transcurrido demasiados siglos de matanzas en sus venas. También esta el remordimiento, no dejamos de ser humanos simples a asesinos carismáticos. Cada nueva victima es doloroso para nosotros, aunque sea un villano y se lo mereciera. Solemos pensar que somos como la guadaña de la muerte, sin embargo nuestro utensilio son los dientes. Conquistamos, cautivamos y enamoramos a cientos para ser nuestro manjar nocturno. La supremacía de un vampiro también es su desgracia, su cruz, y la arrastra hasta el fin de sus días. La antipatía de muchos por mostrarse ante otros es muy usual, sufrimos de soledad pero tememos a nuestros iguales o discutimos acaloradamente con ellos. Somos sin duda muy humanos, salvo que nuestras guerras tan sólo nos afectan a nosotros y no a todos los seres vivientes. Sobre guerras sin cuartel he visto cientos, algunas siguen vivas y otras son apenas rescoldos apagándose, sin embargo no son vampíricas sino humanas y mucho más destructivas además de crueles.
Por último conocí a un joven llamado Gilgamesh lo cual me causó una conmoción terrible. Había leído junto a Abel su magnífica leyenda sumeria y la búsqueda imposible de la inmortalidad que quedó reflejado en un poema y tablillas. Era increíble que alguien se hiciera llamar de esa forma. Encontré semejanza en una de las partes del poema a una tal escritora Anne Rice donde habla de dioses de los árboles como seres inmortales o deidades que son vampiros, en el poema Gilgamesh y su amigo continúan una aventura por el bosque donde se encuentran seres parecidos a los citados en su libro. Este ser era bastante joven, mucho más que yo, y sin duda se aplicó el nombre por la leyenda. Era hermoso y usaba su ambigüedad para atraer a los hombres. Estuve en su compañía un par de años, no sé a ciencia cierta si fueron dos o tres, para descansar de mi soledad. Me recordaba dolorosamente a Ezequiel, tanto por sus rasgos físicos como por su sexualidad. Cuando me sonreía notaba una daga en mi pecho, algo que me decía en mis sienes tuviste la culpa y un ansia terrible de llorar abrazado a él. Le dejé porque no podía soportar más el recuerdo de mi padre y me marché.
Llevo más de sesenta años sin saber nada de ninguno de los nuestros, sin tener constancia escrita u oída. Quizás siguen vivos y tan sólo duermen bajo tierra o quizás son tan jóvenes y débiles que ni noto su presencia. Yo doy bailes casi todas las noches, como un viejo Duque o Conde, mostrándome alegre y encantador. En realidad no deseo mostrar felicidad pues no la tengo, si bien soy quien crea esa fantasía. Hoy he pedido que se clausure mi celebración nocturna, deseo estar a solas conmigo mismo y sufrir el dolor que me causa haber perdido a un buen hombre. Las culpas siempre vienen a mí, me martirizo pensando que pude ser más cortés o simplemente hacerle amena su vida. Sé lo doloroso que es estar solo, terriblemente solo, en un mundo lleno de vida y de futuro incierto.
En ocasiones enciendo el televisor y miro fijamente las noticias, el desplome de las bolsas o la subida de las acciones junto con el ritmo frenético que lleva el mundo. La realidad es desastrosa en confines tan cercanos como África o tierras de Mayas y Aztecas que fueron saqueadas durante cientos de años. La iglesia sigue igual, no ha cambiado ni un ápice, y tiene el descaro de decir que se modernizan día tras día. Yo sinceramente los veo igual o peor, cada vez defienden menos su grito de igualdad y amor. Cuando las cruzadas según supe por Abel decían que los musulmanes eran apestosos, que no sabían que era el jabón cuando realmente iban perfumados los más laureados y se lavan cada vez que rezan. Mentiras y más mentiras no solo en la religión cristiana sino en todas. Me da pena el ser humano tan anclado a tradiciones nefastas que destrozan a animales, como en la tauromaquia o en la caza de focas para un simple abrigo de piel, y en filosofías tan vacías como un libro en blanco. Lo único maravilloso que suelo ver son los triunfos, los logros tan maravillosos en distintos campos. La ciencia esta revolucionando al mundo junto a la tecnología o la robotecnia. En la radio emiten canciones de todos los tiempos, sobretodo estridente metal con toques revolucionarios junto a otras melodías de origen Africano o de sus nietos libertos. Las noticias, programas, imágenes, publicidad engañosa o música acompaña a las letras de los periódicos con su humor socarrón en las críticas más amargas a la política. No entiendo porque el hombre no usa todo lo que tiene para el beneficio de todos, sino para el perjuicio y el consumismo más atroz. Me encantaría ser un joven en esta época, vestir como cualquier chico de la tribu social que sea y estudiar en una facultad codeándome con compañeros que quizás no vuelva a ver jamás. A veces he fantaseado con esto, pero no envejezco ni puedo llevar una vida normal. Amaría tener una mujer a mi lado, la única de mi clase que conocí caminaba del brazo de otro camarada. Era tan hermosa que por un instante fantaseé con tenerla. Si quiero una esposa debería crear a una, convertir a una jovencita en mi amante a la fuerza y eso me haría sentirme aún más solo. No quiero que otros sufran el calvario que yo. Se puede decir que soy un joven anciano y que en mi mundo debería estar haciendo locuras; sin embargo tengo el mal moderno de la depresión y mis ojos se nublan cuando pienso en cómo hubiera sido mi camino, si Ezequiel no se hubiera interpuesto.
Por todo esto he nombrado heredero a un joven que normalmente viene a mi casa, es un chico agraciado y honesto. En su mente hay un mundo de ingenios, de deseos por alcanzar el triunfo en las letras o en las artes plásticas. Más de una vez se ha apartado conmigo en una de mis habitaciones y ha hablado animadamente sobre su futuro. Sus miradas son cómplices, lo noto y sé que me desea. Una vez me porté mal con alguien que me amó y esta vez quiero ser afectuoso con alguien que siente el mismo deseo. No soy homosexual por ello no puedo darle mi cuerpo y entregarme a sus caprichos, sin embargo puedo cumplir sus sueños cuando ya no esté.
Estas son mis últimas líneas y quizás no se lean hasta dentro de unos años, quizás mañana mismo en la noche cuando llegue una carta avisando de mi muerte y repatriación de mi cuerpo a tierras holandesas. Una mentira más no hará daño. Así que he dejado todo bien atado para volver a ver hoy de nuevo al sol, hace tanto que no lo veo sin ser en una película o fotografía que deseo experimentar su esplendor antes de morir. Mi conciencia estará en paz por tantos asesinatos y por actos innobles en mi supervivencia. La noche ha sido hermosa sin duda mientras escuchaba a los grillos en mi jardín, la fuente jugueteando con sus aguas o los pasos silenciosos de mis sirvientes. Sin duda ha sido un hermoso final y mi despedida concluye en este punto con una sonrisa.
Hasta siempre,
Eicca
Finales.
He vuelto de nuevo a estar sentado ante este aparato, una máquina bastante ingeniosa que permite que nos podamos comunicar a grandes distancias en un segundo. Estoy desfallecido por la pesadilla de la mañana, aunque antes quiero expresar mi dolo por la perdida de mi maestro. Ezequiel me creó, sí, pero no me adiestró salvo por sus apuntes. Tuve un profesor en las sombras años después de haberme convertido en lo que soy, añadí información al cuaderno de anotaciones de mi creador; se llamaba Abel.
Abel era un nórdico de un metro noventa de estatura, me sobresalía en unos veinte centímetros, y que caminaba a un ritmo lento, casi fantasmal. Tenía una espesa cabellera rubia, mucho más que la mía, y unos ojos azul claro como un día de verano despejado. Sin duda era albino y su tez aún más blanca que la de un noctámbulo más. Sus rasgos eran finos aunque varoniles y estaba bastante curtido su cuerpo en batallas. Por lo que sé era un guerrero que convirtieron en vampiro para proteger a su creador. Normalmente nos diseñan para disuadir la soledad o como protección, al cabo de los años nos abandonan con un legado de verdades a medias. Si bien somos más jóvenes y tenemos menos poder, pero somos más temerarios y eso nos hacen ser enemigos duros. Yo no alcanzo ni los doscientos años, Abel tenía unos setecientos cuando vino a mí. Él había conocido a Ezequiel, era un hombre de la vieja Europa del sur y que había sido creado para ser el concubino de su maestro. Por lo que sé Duncan, su creador, era proclive a que cada cien o doscientos años convirtiera en un humano a su servicio. Se hacía llamar Ducan aunque su verdadero nombre nadie lo sabe, apostaría que ni él mismo, y tenía más de cuatro mil años. Probablemente era tan anciano y sabía vivir por la corte que creaba y que hacía que le deleitara tanto sexualmente como con incursiones contra otros vampiros. Abel era un hombre culto y bastante inquietante, me tomó como discípulo porque su hermano siempre estuvo ahí cuando fue herido. Podemos morir aparte del sol por numerosas heridas y quemaduras, conjuntamente, de ahí que cuando hay batallas se de todo por salir ileso. Viví con él unos cincuenta años, aprendí a manejar la espada y cualquier arma que cayera en mis manos además de numerosas historias sobre nuestro pueblo. Tras esto desapareció y poco después de oídas de otro de los nuestros supe que construyó su propia pila funeraria, estaba cansado de ser un guerrero y de vivir como un muerto. El joven que me lo contó fue una sorpresa inesperada en una noche de invierno, tal como vino se fue y no supe más.
Por el periodo de más de veinte años vagué por Europa buscado a Duncan, quería encontrarlo para encontrar lo que llamamos familia. Pero jamás lo hallé y di por echo que este ser también se cansó de ser eterno. Poco a poco vi como los más antiguos desaparecían, o me llegaban a mis oídos que se enterraban vivos en la tierra para consumirse hasta los huesos en un letargo enigmático. Supe entonces que la soledad afecta de manera desigual a los de nuestra especie, algunos la sufren desde el primer instante y otros cuando ya han transcurrido demasiados siglos de matanzas en sus venas. También esta el remordimiento, no dejamos de ser humanos simples a asesinos carismáticos. Cada nueva victima es doloroso para nosotros, aunque sea un villano y se lo mereciera. Solemos pensar que somos como la guadaña de la muerte, sin embargo nuestro utensilio son los dientes. Conquistamos, cautivamos y enamoramos a cientos para ser nuestro manjar nocturno. La supremacía de un vampiro también es su desgracia, su cruz, y la arrastra hasta el fin de sus días. La antipatía de muchos por mostrarse ante otros es muy usual, sufrimos de soledad pero tememos a nuestros iguales o discutimos acaloradamente con ellos. Somos sin duda muy humanos, salvo que nuestras guerras tan sólo nos afectan a nosotros y no a todos los seres vivientes. Sobre guerras sin cuartel he visto cientos, algunas siguen vivas y otras son apenas rescoldos apagándose, sin embargo no son vampíricas sino humanas y mucho más destructivas además de crueles.
Por último conocí a un joven llamado Gilgamesh lo cual me causó una conmoción terrible. Había leído junto a Abel su magnífica leyenda sumeria y la búsqueda imposible de la inmortalidad que quedó reflejado en un poema y tablillas. Era increíble que alguien se hiciera llamar de esa forma. Encontré semejanza en una de las partes del poema a una tal escritora Anne Rice donde habla de dioses de los árboles como seres inmortales o deidades que son vampiros, en el poema Gilgamesh y su amigo continúan una aventura por el bosque donde se encuentran seres parecidos a los citados en su libro. Este ser era bastante joven, mucho más que yo, y sin duda se aplicó el nombre por la leyenda. Era hermoso y usaba su ambigüedad para atraer a los hombres. Estuve en su compañía un par de años, no sé a ciencia cierta si fueron dos o tres, para descansar de mi soledad. Me recordaba dolorosamente a Ezequiel, tanto por sus rasgos físicos como por su sexualidad. Cuando me sonreía notaba una daga en mi pecho, algo que me decía en mis sienes tuviste la culpa y un ansia terrible de llorar abrazado a él. Le dejé porque no podía soportar más el recuerdo de mi padre y me marché.
Llevo más de sesenta años sin saber nada de ninguno de los nuestros, sin tener constancia escrita u oída. Quizás siguen vivos y tan sólo duermen bajo tierra o quizás son tan jóvenes y débiles que ni noto su presencia. Yo doy bailes casi todas las noches, como un viejo Duque o Conde, mostrándome alegre y encantador. En realidad no deseo mostrar felicidad pues no la tengo, si bien soy quien crea esa fantasía. Hoy he pedido que se clausure mi celebración nocturna, deseo estar a solas conmigo mismo y sufrir el dolor que me causa haber perdido a un buen hombre. Las culpas siempre vienen a mí, me martirizo pensando que pude ser más cortés o simplemente hacerle amena su vida. Sé lo doloroso que es estar solo, terriblemente solo, en un mundo lleno de vida y de futuro incierto.
En ocasiones enciendo el televisor y miro fijamente las noticias, el desplome de las bolsas o la subida de las acciones junto con el ritmo frenético que lleva el mundo. La realidad es desastrosa en confines tan cercanos como África o tierras de Mayas y Aztecas que fueron saqueadas durante cientos de años. La iglesia sigue igual, no ha cambiado ni un ápice, y tiene el descaro de decir que se modernizan día tras día. Yo sinceramente los veo igual o peor, cada vez defienden menos su grito de igualdad y amor. Cuando las cruzadas según supe por Abel decían que los musulmanes eran apestosos, que no sabían que era el jabón cuando realmente iban perfumados los más laureados y se lavan cada vez que rezan. Mentiras y más mentiras no solo en la religión cristiana sino en todas. Me da pena el ser humano tan anclado a tradiciones nefastas que destrozan a animales, como en la tauromaquia o en la caza de focas para un simple abrigo de piel, y en filosofías tan vacías como un libro en blanco. Lo único maravilloso que suelo ver son los triunfos, los logros tan maravillosos en distintos campos. La ciencia esta revolucionando al mundo junto a la tecnología o la robotecnia. En la radio emiten canciones de todos los tiempos, sobretodo estridente metal con toques revolucionarios junto a otras melodías de origen Africano o de sus nietos libertos. Las noticias, programas, imágenes, publicidad engañosa o música acompaña a las letras de los periódicos con su humor socarrón en las críticas más amargas a la política. No entiendo porque el hombre no usa todo lo que tiene para el beneficio de todos, sino para el perjuicio y el consumismo más atroz. Me encantaría ser un joven en esta época, vestir como cualquier chico de la tribu social que sea y estudiar en una facultad codeándome con compañeros que quizás no vuelva a ver jamás. A veces he fantaseado con esto, pero no envejezco ni puedo llevar una vida normal. Amaría tener una mujer a mi lado, la única de mi clase que conocí caminaba del brazo de otro camarada. Era tan hermosa que por un instante fantaseé con tenerla. Si quiero una esposa debería crear a una, convertir a una jovencita en mi amante a la fuerza y eso me haría sentirme aún más solo. No quiero que otros sufran el calvario que yo. Se puede decir que soy un joven anciano y que en mi mundo debería estar haciendo locuras; sin embargo tengo el mal moderno de la depresión y mis ojos se nublan cuando pienso en cómo hubiera sido mi camino, si Ezequiel no se hubiera interpuesto.
Por todo esto he nombrado heredero a un joven que normalmente viene a mi casa, es un chico agraciado y honesto. En su mente hay un mundo de ingenios, de deseos por alcanzar el triunfo en las letras o en las artes plásticas. Más de una vez se ha apartado conmigo en una de mis habitaciones y ha hablado animadamente sobre su futuro. Sus miradas son cómplices, lo noto y sé que me desea. Una vez me porté mal con alguien que me amó y esta vez quiero ser afectuoso con alguien que siente el mismo deseo. No soy homosexual por ello no puedo darle mi cuerpo y entregarme a sus caprichos, sin embargo puedo cumplir sus sueños cuando ya no esté.
Estas son mis últimas líneas y quizás no se lean hasta dentro de unos años, quizás mañana mismo en la noche cuando llegue una carta avisando de mi muerte y repatriación de mi cuerpo a tierras holandesas. Una mentira más no hará daño. Así que he dejado todo bien atado para volver a ver hoy de nuevo al sol, hace tanto que no lo veo sin ser en una película o fotografía que deseo experimentar su esplendor antes de morir. Mi conciencia estará en paz por tantos asesinatos y por actos innobles en mi supervivencia. La noche ha sido hermosa sin duda mientras escuchaba a los grillos en mi jardín, la fuente jugueteando con sus aguas o los pasos silenciosos de mis sirvientes. Sin duda ha sido un hermoso final y mi despedida concluye en este punto con una sonrisa.
Hasta siempre,
Eicca
Fin
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