Capítulo segundo.
I. El grupo.
Me desperté a las cinco de la mañana, noté que alguien me vigilaba en las sombras y me sentí intranquilo. Al girarme allí estaba Saulo recostado a mi lado abrazándome. Me percaté de que estaba dormido, o quizás se hacía el dormido, y no dije nada. Parecía sonreír. Lo único que hice fue apartar sus brazos de mí y caminar hasta la puerta para echar el pestillo. Al regresar a la cama se había dado la vuelta y pude divisar que no llevaba nada en la parte superior. La curiosidad me pudo y jalé de las sábanas, como sospechaba él estaba desnudo. Me acosté y lo volví a tapar cuando se giró hacia mí besándome. Parecía excitado mientras me susurraba que le tocara. Mil preguntas cautivaron mi mente sobre lo que debía hacer. Su piel era suave, sus labios lujuriosos y sus caricias llenas de necesidad haciéndome dudar de mi mismo. No era bueno hacerlo en ese instante bajo el techo de la institución, pero sin embargo ambos queríamos. Cuando noté sus dedos deslizarse por mi ropa interior supe que ya estaba perdido. Devoré su boca con mis fauces, dejándolo sin aliento, mientas notaba como se aferraba y deslizaba su mano en mi entrepierna.
-No deberíamos.-Dije cuando tomó una de mis manos y la posó sobre su miembro.
-Si quieres tan sólo tócame.-Murmuró volviendo a unir su lengua con la mía.
Seguí mi instinto y comencé a masturbarlo con delicadeza, sintiendo como se endurecía por segundos. Pero él no se conformó con esto se arrojó encima mía y pidió dulcemente que lo preparara, para entrar en él, con la pomada que puso bajo la almohada. Entonces supe que todo estaba premeditado y sonreí maravillado con su deseo. Tomé un poco de aquel ungüento y di un masaje con mis dedos en su entrada, luego se sentó sobre mi pecho e introdujo mi daga entre sus nalgas. Su mirada se volvió perdida, podía verla con la tenue luz que entraba por la ventana, mientras sonreía y se mordía los labios. Tomé sus caderas y me fundí por completo en él, aún era estrecho y se llevó las manos a la boca para no dejar escapar el grito de dolor. Cuando sus manos volvieron a posarse sobre mi pecho agarré sus nalgas, para darle pequeñas palmadas, hasta que llevó un ritmo frenético. Mi aliento se entrecortaba, jadeaba, y él jugaba con una de sus manos sobre mis labios, los acariciaba y luego fundía sus dedos en mí. Esta vez dejamos que nuestra esencia emergiera a la vez, me sentí como un volcán en erupción mientras con muecas en silencio mostrábamos el placer que sentíamos. Pude notar el escalofrío de su espalda cuando llegaba al orgasmo, y creo que él también sintió el mío. Después de uno segundos retomando energías, bajo las sábanas y caricias, me besó.
-Me vuelves loco, soy otro cuando estoy en tus brazos.-Susurró abrazándose a mi cuello mientras dejaba libre a mi entrepierna.
-Desde luego que estas loco, podrían vernos.-Le reprendí porque podrían hacernos dios sabe que cosa si nos buscaban y nos encontraran de esta forma.
-No pasa nada, ya me marcho a mi cama.-Dijo tras un dulce beso de buenas noches.-Si me quedo voy a querer más.-Comentó relamiéndose los labios.-y no es bueno.-Susurró en mis oídos excitándome de nuevo.-Aunque tú también necesitas más que un simple polvo.-Murmuró entre risas.-Ya estas cachondo, se nota que necesitabas un sumiso a tus encantos.-Dijo acariciando mi rostro, me echó el flequillo hacia tras y me besó en la frente.-Dulces sueños querido, me voy a mi cuarto.-Dicho esto buscó entre las ropas su bata, no me había percatado de ella hasta ese instante, y se la colocó mientras se movía sobre mi vientre. ¿He dicho que adoro sus nalgas? ¿Qué son perfectas? Sí, lo son sin duda alguna. Harían que cualquier hombre deseara tocarlas porque les daría igual de quien fuera, ya que eran ideales para penetrarlas una y otra vez. Su aspecto de niño enfermo cambia por muecas de demonio cuando desea que le haga mío. Me encanta, tengo que reconocerlo. Luego observé como se iba de la cama, deseé atraparlo y pedir que se quedara a mi lado, pero era demasiado peligroso. Cerró con sigilo la puerta y yo me quedé satisfecho con una sonrisa en mi rostro, una sonrisa pletórica de vencedor de mil batallas. Giré mi vista hasta el despertador, eran las seis de la mañana y aún tenía dos horas y media para descansar. Cuando me dispuse a dormir tuve una erección al recordar sus movimientos, tuve que masturbarme hasta tranquilizar mi cuerpo.
Llegó la mañana, sonó la alarma y estaba cansado. Como pude salí de entre las sábanas y caminé a la ducha, dejé que mi cuerpo sudoroso se empapara bien y perfumara con el jabón. No me peiné, tan sólo me sequé un poco los cabellos con la toalla, luego me puse la ropa y al abrir la puerta allí estaba él. Parecía ronronear como un gato feliz bajo el sol, me miraba maravillado postrado sobre la pared contigua a la puerta.
-Buenos días don Amaru.-Dijo con un tintineo especial.
-Buenos días tenga usted don Saulo.-Murmuré cerrando la puerta.
-Hoy toca charlar con los chicos, de nuevo, para que se sientan acogidos y conocer a los que vayan llegando. En una semana tendremos clases y quieren que conozcamos a los alumnos, esto parece un programa espía en vez de una escuela.-Comentó mientras me devoraba con la mirada.
-Disimula un poco.-Dije a media voz.
-¿Se me nota?-Interrogó.
-Hombre, pareces una fierecilla en celo.-Comenté apoyando mi mano sobre su hombro.
-Lo lamento, ¿puedo comer contigo?-Su mirada se iluminó, parecía la de un adolescente.
-Lo haces con Jasón normalmente.-Respondí.
-Ya, pero él no es tan amigo mío como tú. Hemos hecho buenas migas y quiero conocerte mejor.-Susurró.
-De acuerdo.-Contesté.
-Gracias.-Musitó algo ruborizado.-Hoy no puedo desayunar, tengo que hacer un recado en las afueras del pueblo y no voy a tener tiempo. Tan sólo quería darte los buenos días.-Comentó jugueteando con sus cabellos. Coqueteaba con sus movimientos, su mirada, el movimiento de labios…aunque no era nada afeminado, pero coqueteaba.
-De acuerdo.-Mascullé.
-Nos vemos en la comida.-Dijo tomando impulso para caminar deprisa por el pasillo.
Yo desayuné, conocí a los nuevos alumnos y pregunté al resto cómo habían llevado sus primeras horas. Les hice un cuestionario para ver sus conocimientos y los corregí. No estaban mal, nada mal. Luego fui a hacer algo de ejercicio al gimnasio, allí estaba Jasón y conversamos sobre artes marciales además del deporte rey. Después me di una ducha rápida y me fui al comedor, allí estaba esperándome Saulo guardándome el asiento.
-¿Qué tal el día?-Preguntó mientras me sentaba.
-Bien, sin complicaciones.-Respondí.-¿Y el tuyo?-Cuestioné.
-Papeleo innecesario de una herencia.-Susurró.-Murió mi tia y me legó su casa.-Dijo con la mirada perdida en la carne en salsa.-La pobre siempre me trató como si fuera su hijo.-Murmuró.
-Lo lamento.-Dije.
-Era mejor así, estaba muy mayor y con demasiada discapacidad.-Parecía autoconsolarse.
Después de este amargo inicio conversamos sobre libros y mi idea de hacer uno, entonces Eyén intervino.
-Genial, sigue mis pasos joven padawan.-Comentó Eyén.
-Lo lamento pero yo ya soy un Jedai.-Respondí guiñándole un ojo.
-Esto es lo que sucede cuando un friki conoce a otro friki, el mundo entero tiembla.-Dijo Muriel mientras se sentaba.
-No, temblaría si hubieran demasiadas Patricias, es más, ya tiembla con solo una.-Intervino Jasón sentándose a mi lado.
-Hoy estamos todos.-Murmuré riéndome aún sobre el comentario de los chicos.
-Sí, será habitual.-Dijo Saulo
-Que raro que no te sentaras con Jasón, ¿estáis peleados?-Preguntó Yago, hasta ahora no había reparado en su presencia.
-No, no es eso.-Masculló Jasón.
-No, no lo es.-Respondió Saulo casi al unísono del profesor de educación física.
-Tú eres el nuevo, ¿cierto?-Preguntó Yago.
-Sí.-Contesté sonriendo.
-¿Escribes?-Interrogó. Me habían hablado de que él era novelista, pero prefería la enseñanza o al menos quería probar que se sentía siendo profesor unos años.
-Sí, es una idea que me ha surgido después de tener una charla con nuestro profesor de historia.-Guiñé al golfo de Eyén y este hizo una reverencia, como si estuviera halagado de tal honor.
-Sí mi pequeño saltamontes, sigue los pasos del guerrero del sol naciente.-Contestó Eyén tomando un sorbo de agua.
-Calla Eyén nos haces parecer simples mortales, eres demasiado friki para ser un profesor y demasiado mayor para ser un alumno.-Nos reímos con la intervención de su contrincante y gran amigo Yago.
-Mirad la señorita Roten Meller se ha sentado sola, pobre desgraciada que mal me cae.-Muriel no podía refrenar su odio hacia ella.
-Es lesbiana, fijo, pero se reprime.-Comentó Saulo.
-Tú ves lesbianas por todas partes.-Respondió Jasón riéndose.
La verdad es que fue una comida exquisita tanto por la compañía como por la carne y los postres. Después decidimos salir todos a dar una vuelta. Me di cuenta que ese pequeño grupo sabía que Saulo era homosexual y descubrí algo que me impactó, Eyén era transexual masculino. En el pasado aquel bohemio, alocado y amante del anime como de la historia era una mujer físicamente hablando. Él y Muriel eran pareja, pero Don Santos no sabía toda la verdad del pasado de ambos. Yago era heterosexual aunque de mente abierta y solía decir que envenenaría a Santos en cuanto se despistara. Eran un grupo bastante alocado a pesar de las apariencias de seriedad y sabiduría. Son increíbles. Jasón era el más callado o reservado, por así decirlo.
I. El grupo.
Me desperté a las cinco de la mañana, noté que alguien me vigilaba en las sombras y me sentí intranquilo. Al girarme allí estaba Saulo recostado a mi lado abrazándome. Me percaté de que estaba dormido, o quizás se hacía el dormido, y no dije nada. Parecía sonreír. Lo único que hice fue apartar sus brazos de mí y caminar hasta la puerta para echar el pestillo. Al regresar a la cama se había dado la vuelta y pude divisar que no llevaba nada en la parte superior. La curiosidad me pudo y jalé de las sábanas, como sospechaba él estaba desnudo. Me acosté y lo volví a tapar cuando se giró hacia mí besándome. Parecía excitado mientras me susurraba que le tocara. Mil preguntas cautivaron mi mente sobre lo que debía hacer. Su piel era suave, sus labios lujuriosos y sus caricias llenas de necesidad haciéndome dudar de mi mismo. No era bueno hacerlo en ese instante bajo el techo de la institución, pero sin embargo ambos queríamos. Cuando noté sus dedos deslizarse por mi ropa interior supe que ya estaba perdido. Devoré su boca con mis fauces, dejándolo sin aliento, mientas notaba como se aferraba y deslizaba su mano en mi entrepierna.
-No deberíamos.-Dije cuando tomó una de mis manos y la posó sobre su miembro.
-Si quieres tan sólo tócame.-Murmuró volviendo a unir su lengua con la mía.
Seguí mi instinto y comencé a masturbarlo con delicadeza, sintiendo como se endurecía por segundos. Pero él no se conformó con esto se arrojó encima mía y pidió dulcemente que lo preparara, para entrar en él, con la pomada que puso bajo la almohada. Entonces supe que todo estaba premeditado y sonreí maravillado con su deseo. Tomé un poco de aquel ungüento y di un masaje con mis dedos en su entrada, luego se sentó sobre mi pecho e introdujo mi daga entre sus nalgas. Su mirada se volvió perdida, podía verla con la tenue luz que entraba por la ventana, mientras sonreía y se mordía los labios. Tomé sus caderas y me fundí por completo en él, aún era estrecho y se llevó las manos a la boca para no dejar escapar el grito de dolor. Cuando sus manos volvieron a posarse sobre mi pecho agarré sus nalgas, para darle pequeñas palmadas, hasta que llevó un ritmo frenético. Mi aliento se entrecortaba, jadeaba, y él jugaba con una de sus manos sobre mis labios, los acariciaba y luego fundía sus dedos en mí. Esta vez dejamos que nuestra esencia emergiera a la vez, me sentí como un volcán en erupción mientras con muecas en silencio mostrábamos el placer que sentíamos. Pude notar el escalofrío de su espalda cuando llegaba al orgasmo, y creo que él también sintió el mío. Después de uno segundos retomando energías, bajo las sábanas y caricias, me besó.
-Me vuelves loco, soy otro cuando estoy en tus brazos.-Susurró abrazándose a mi cuello mientras dejaba libre a mi entrepierna.
-Desde luego que estas loco, podrían vernos.-Le reprendí porque podrían hacernos dios sabe que cosa si nos buscaban y nos encontraran de esta forma.
-No pasa nada, ya me marcho a mi cama.-Dijo tras un dulce beso de buenas noches.-Si me quedo voy a querer más.-Comentó relamiéndose los labios.-y no es bueno.-Susurró en mis oídos excitándome de nuevo.-Aunque tú también necesitas más que un simple polvo.-Murmuró entre risas.-Ya estas cachondo, se nota que necesitabas un sumiso a tus encantos.-Dijo acariciando mi rostro, me echó el flequillo hacia tras y me besó en la frente.-Dulces sueños querido, me voy a mi cuarto.-Dicho esto buscó entre las ropas su bata, no me había percatado de ella hasta ese instante, y se la colocó mientras se movía sobre mi vientre. ¿He dicho que adoro sus nalgas? ¿Qué son perfectas? Sí, lo son sin duda alguna. Harían que cualquier hombre deseara tocarlas porque les daría igual de quien fuera, ya que eran ideales para penetrarlas una y otra vez. Su aspecto de niño enfermo cambia por muecas de demonio cuando desea que le haga mío. Me encanta, tengo que reconocerlo. Luego observé como se iba de la cama, deseé atraparlo y pedir que se quedara a mi lado, pero era demasiado peligroso. Cerró con sigilo la puerta y yo me quedé satisfecho con una sonrisa en mi rostro, una sonrisa pletórica de vencedor de mil batallas. Giré mi vista hasta el despertador, eran las seis de la mañana y aún tenía dos horas y media para descansar. Cuando me dispuse a dormir tuve una erección al recordar sus movimientos, tuve que masturbarme hasta tranquilizar mi cuerpo.
Llegó la mañana, sonó la alarma y estaba cansado. Como pude salí de entre las sábanas y caminé a la ducha, dejé que mi cuerpo sudoroso se empapara bien y perfumara con el jabón. No me peiné, tan sólo me sequé un poco los cabellos con la toalla, luego me puse la ropa y al abrir la puerta allí estaba él. Parecía ronronear como un gato feliz bajo el sol, me miraba maravillado postrado sobre la pared contigua a la puerta.
-Buenos días don Amaru.-Dijo con un tintineo especial.
-Buenos días tenga usted don Saulo.-Murmuré cerrando la puerta.
-Hoy toca charlar con los chicos, de nuevo, para que se sientan acogidos y conocer a los que vayan llegando. En una semana tendremos clases y quieren que conozcamos a los alumnos, esto parece un programa espía en vez de una escuela.-Comentó mientras me devoraba con la mirada.
-Disimula un poco.-Dije a media voz.
-¿Se me nota?-Interrogó.
-Hombre, pareces una fierecilla en celo.-Comenté apoyando mi mano sobre su hombro.
-Lo lamento, ¿puedo comer contigo?-Su mirada se iluminó, parecía la de un adolescente.
-Lo haces con Jasón normalmente.-Respondí.
-Ya, pero él no es tan amigo mío como tú. Hemos hecho buenas migas y quiero conocerte mejor.-Susurró.
-De acuerdo.-Contesté.
-Gracias.-Musitó algo ruborizado.-Hoy no puedo desayunar, tengo que hacer un recado en las afueras del pueblo y no voy a tener tiempo. Tan sólo quería darte los buenos días.-Comentó jugueteando con sus cabellos. Coqueteaba con sus movimientos, su mirada, el movimiento de labios…aunque no era nada afeminado, pero coqueteaba.
-De acuerdo.-Mascullé.
-Nos vemos en la comida.-Dijo tomando impulso para caminar deprisa por el pasillo.
Yo desayuné, conocí a los nuevos alumnos y pregunté al resto cómo habían llevado sus primeras horas. Les hice un cuestionario para ver sus conocimientos y los corregí. No estaban mal, nada mal. Luego fui a hacer algo de ejercicio al gimnasio, allí estaba Jasón y conversamos sobre artes marciales además del deporte rey. Después me di una ducha rápida y me fui al comedor, allí estaba esperándome Saulo guardándome el asiento.
-¿Qué tal el día?-Preguntó mientras me sentaba.
-Bien, sin complicaciones.-Respondí.-¿Y el tuyo?-Cuestioné.
-Papeleo innecesario de una herencia.-Susurró.-Murió mi tia y me legó su casa.-Dijo con la mirada perdida en la carne en salsa.-La pobre siempre me trató como si fuera su hijo.-Murmuró.
-Lo lamento.-Dije.
-Era mejor así, estaba muy mayor y con demasiada discapacidad.-Parecía autoconsolarse.
Después de este amargo inicio conversamos sobre libros y mi idea de hacer uno, entonces Eyén intervino.
-Genial, sigue mis pasos joven padawan.-Comentó Eyén.
-Lo lamento pero yo ya soy un Jedai.-Respondí guiñándole un ojo.
-Esto es lo que sucede cuando un friki conoce a otro friki, el mundo entero tiembla.-Dijo Muriel mientras se sentaba.
-No, temblaría si hubieran demasiadas Patricias, es más, ya tiembla con solo una.-Intervino Jasón sentándose a mi lado.
-Hoy estamos todos.-Murmuré riéndome aún sobre el comentario de los chicos.
-Sí, será habitual.-Dijo Saulo
-Que raro que no te sentaras con Jasón, ¿estáis peleados?-Preguntó Yago, hasta ahora no había reparado en su presencia.
-No, no es eso.-Masculló Jasón.
-No, no lo es.-Respondió Saulo casi al unísono del profesor de educación física.
-Tú eres el nuevo, ¿cierto?-Preguntó Yago.
-Sí.-Contesté sonriendo.
-¿Escribes?-Interrogó. Me habían hablado de que él era novelista, pero prefería la enseñanza o al menos quería probar que se sentía siendo profesor unos años.
-Sí, es una idea que me ha surgido después de tener una charla con nuestro profesor de historia.-Guiñé al golfo de Eyén y este hizo una reverencia, como si estuviera halagado de tal honor.
-Sí mi pequeño saltamontes, sigue los pasos del guerrero del sol naciente.-Contestó Eyén tomando un sorbo de agua.
-Calla Eyén nos haces parecer simples mortales, eres demasiado friki para ser un profesor y demasiado mayor para ser un alumno.-Nos reímos con la intervención de su contrincante y gran amigo Yago.
-Mirad la señorita Roten Meller se ha sentado sola, pobre desgraciada que mal me cae.-Muriel no podía refrenar su odio hacia ella.
-Es lesbiana, fijo, pero se reprime.-Comentó Saulo.
-Tú ves lesbianas por todas partes.-Respondió Jasón riéndose.
La verdad es que fue una comida exquisita tanto por la compañía como por la carne y los postres. Después decidimos salir todos a dar una vuelta. Me di cuenta que ese pequeño grupo sabía que Saulo era homosexual y descubrí algo que me impactó, Eyén era transexual masculino. En el pasado aquel bohemio, alocado y amante del anime como de la historia era una mujer físicamente hablando. Él y Muriel eran pareja, pero Don Santos no sabía toda la verdad del pasado de ambos. Yago era heterosexual aunque de mente abierta y solía decir que envenenaría a Santos en cuanto se despistara. Eran un grupo bastante alocado a pesar de las apariencias de seriedad y sabiduría. Son increíbles. Jasón era el más callado o reservado, por así decirlo.
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