Capítulo segundo.
II. Amo y Esclavo.
La noche llegó y decidí acostarme sin ir a la habitación de Saulo, no quería ver la televisión y necesitaba ordenar mi mente. Escribí la primera parte del primer capítulo, más bien un boceto, y me sentí como dijo Eyén, bastante satisfecho. Entonces sentí unas manos sobre mis ojos haciendo que me alarmara.
-¿Quién soy?-Murmuró entre risas.
-Me has dado un susto de muerte.-Dije apartando sus manos de mí, me giré y le miré. Allí estaba él con la corbata desanudada, su camisa desabotonada y esa mirada perdida me enloquecían.
-Lo sé.-Sonrió como un niño pícaro cuando acaba de hacer una diablura.
-No deberías de hacerlo.-Dije intentando mostrar seriedad.
-Venía a darte las buenas noches, son casi las dos de la mañana y sigues despierto.-Murmuró en tono quedo.
-Escribo.-Comenté llevándome dos dedos a mis ojos, les di un leve masaje, porque sentía un cansancio atroz.
-¿Tu novela? ¿Puedo verla?-Preguntó impaciente.
-No, no puedes.-Realmente no deseaba, como ahora, que supiera que tramaba.
-Eyén me deja echarle vistazos.-Parecía enfuruñado, igual que un crío.
-Pero yo no soy él, además lo harás cuando este acabada.-Dije tomando su mano derecha entre las mías, la puerta estaba cerrada y no corríamos peligro de ser vistos.
-Vale.-Susurró serio.
-¿Te has enfadado?-Interrogué al ver esa reacción él.
-Soy idiota.-Capté melancolía en sus ojos.
-No lo eres, siento ser tan brusco.-Me disculpé intentando aliviarlo.
-No llevamos apenas un día como pareja y ya discutimos.-Sonrió acariciándome el rostro. Me sentí mal, presionado y una especie de cólera me dominó.
-¿Pareja?-Interrogué con un tono de reproche que no pude evitar.
-Lo siento, se me escapó. Yo sé que no somos nada pero me siento especial.-Por unos instantes vi a un colegial, a un chico viviendo su primer amor pleno.
-Deberíamos alejarnos un poco.-Murmuré apartando sus manos de mi.
-Perdóname, no quise hacerte enfadar.-Noté que intentaba no llorar, no parecer infantil y aceptar.
-No quiero que pienses lo que no es.-Musité intentando modular mi enfado.
-Fue un acto reflejo, no somos nada.-Dijo dando media vuelta.
-Eso es.-Susurré.
-¿Amigos sí?-Cuestionó.
-Sí.-Contesté sincero, amigos seríamos con sexo esporádico y no amantes.
-Me hiciste olvidar por unas horas el dolor que sentía, que todo era posible y que podía ser deseado. Pero tenían razón, entre hombres sólo hay amistad y no amor.-Se me erizó la piel, sentí pavor ante aquella afirmación.
-¿Quiénes tienen razón?-Pregunté aterrado además de intrigado.
-Mis antiguos profesores.-Susurró secándose las lágrimas; supe que lloraba no solo por el gesto, sino también por la voz sesgada en dolor.
-No, no tienen razón.-Dije tomándole de una de sus manos girándolo hacia mí.
-Si fuera mujer sería tu novia.-Le temblaba el labio inferior, su mirada estaba perdida y en vez de hablar balbuceaba.
-No me gustan las mujeres.-Me levanté y le abracé.
-Entonces estas tan enfermo como yo.- Parecía recordar viejas consignas.
-La homosexualidad no es enfermedad.-Dije apartándome para agarrarme de los brazos, le zarandeé e intenté que me mirara a los ojos.
-Sí lo es y me hace sentir triste. Debería intentarlo con una mujer, quizás así sentiría amor o comprensión.-Parecía convencido de ello y que mi mirada de preocupación no le importaba.-Ningún hombre me ha amado, yo he amado dos veces y una me han usado. Gracias a ti sentí que mis fantasías se harían reales, que lentamente te darías cuenta de lo mucho que valgo y que serías mi pareja al fin.-Sus ojos eran un océano de lágrimas.
-No puedo ser tu pareja por lo que te dije, acabo de salir de una relación y no estoy preparado. Jamás serás feliz con una chica.-Musité secando sus lágrimas con mis manos.
-Puedo intentarlo, ya que no somos nada y soy libre.-Dijo alejándome de él.
-Saldré contigo, pero no será algo firme sino abierto.-Caminé hacia él y le abracé por la espalda.
-Yo ya tomé mi decisión. Espero que Santos sepa ayudarte, voy a contarle todo esto.-Se liberó de mí, pero conseguí arrojarlo a la cama. Besé su boca y acaricié su entre pierna, se resistía sin embargo acabó cediendo.
-Tú no has tomado ninguna decisión, ni lo harás. Yo soy quien te domina, serás mi sumiso y no te apartarás de mi cuerpo por nada en este maldito mundo. Te diré que harás o que no, que me gusta y que no. Eres mío y no te compartiré con ninguna fulana.-Susurré lamiendo su cuello. Me levanté de la cama y caminé hacia la puerta, eché la llave y volví a posarme ante su cuerpo.-Seré tu maestro, tu dios. No quiero que rechistes, no lo toleraré. Se buen niño y hazme un buen francés, sé que lo deseas tanto o más que yo.-Dije bajándome la cremallera y sacando mi miembro. Él me miró y se arrojó a mis pies, lo tomó entre sus manos y lo besó.-No uses tus sucias garras, solo tu boca.-Comenté jugando con mis dedos sobre sus labios, luego se la introdujo y yo le agarré de sus cabellos. Movía mis caderas manteniendo firme su cabeza, sus ojos parecían salir de sus orbitas y mi deseo aumentaba. Jamás había hecho de dueño de nadie, pero sí había sido esclavo de Andrés.-Eso es.-Susurré notando como se endurecía por momentos y toqué el final de su garganta. Le produje arcadas, sin embargo no pasó nada. Cuando me creí dispuesto dejé la punta sobre sus labios mientras los acariciaba con sus labios.-Es tu regalo por haber sido desobediente y haberme llamado enfermo, trágalo entero.-Sentí que debía descargar y lo hice, mi esencia llenó su boca mientras introducía un poco más mi miembro. El placer fue incalculable.-¿A quién amas?-Susurré dejándole libre y estupefacto por lo acontecido.
-A ti.-Dijo recobrando el aliento.
-A ti amo.-Susurré agarrándolo del mentón, le levanté del suelo y le besé.-Dilo.-Cuchicheé en su oído.
-A ti Amo.-Respondió.
-A solas seré tu amo y tu mi lacayo, espero que seas fiel.-Comenté mordiendo uno de sus pezones. Su leve gemido salió de su boca.
-Hazme el amor.-Susurró.
-Yo doy las órdenes y esta vez no te mereces que te haga nada, mastúrbate si lo deseas frente a mí. No quiero volver a escuchar esas mentiras sobre enfermedades.-Dije arrojándolo al colchón. Acto seguido se bajó la bragueta y se masturbó. Es muy hermoso cuando siente placer, su mirada cambia completamente y todo su cuerpo se vuelve carne trémula. Luego le pedí que se marchara y quedé a solas. Algo en mí había cambiado, quizás el deseo de que no arruinara nuestras vidas o el deseo de sexo. Apagué el ordenador, guardé el documento en un archivo secreto y me dormí. Eso sí, volví a echar la llave porque no quería sorpresas en la madrugada.
II. Amo y Esclavo.
La noche llegó y decidí acostarme sin ir a la habitación de Saulo, no quería ver la televisión y necesitaba ordenar mi mente. Escribí la primera parte del primer capítulo, más bien un boceto, y me sentí como dijo Eyén, bastante satisfecho. Entonces sentí unas manos sobre mis ojos haciendo que me alarmara.
-¿Quién soy?-Murmuró entre risas.
-Me has dado un susto de muerte.-Dije apartando sus manos de mí, me giré y le miré. Allí estaba él con la corbata desanudada, su camisa desabotonada y esa mirada perdida me enloquecían.
-Lo sé.-Sonrió como un niño pícaro cuando acaba de hacer una diablura.
-No deberías de hacerlo.-Dije intentando mostrar seriedad.
-Venía a darte las buenas noches, son casi las dos de la mañana y sigues despierto.-Murmuró en tono quedo.
-Escribo.-Comenté llevándome dos dedos a mis ojos, les di un leve masaje, porque sentía un cansancio atroz.
-¿Tu novela? ¿Puedo verla?-Preguntó impaciente.
-No, no puedes.-Realmente no deseaba, como ahora, que supiera que tramaba.
-Eyén me deja echarle vistazos.-Parecía enfuruñado, igual que un crío.
-Pero yo no soy él, además lo harás cuando este acabada.-Dije tomando su mano derecha entre las mías, la puerta estaba cerrada y no corríamos peligro de ser vistos.
-Vale.-Susurró serio.
-¿Te has enfadado?-Interrogué al ver esa reacción él.
-Soy idiota.-Capté melancolía en sus ojos.
-No lo eres, siento ser tan brusco.-Me disculpé intentando aliviarlo.
-No llevamos apenas un día como pareja y ya discutimos.-Sonrió acariciándome el rostro. Me sentí mal, presionado y una especie de cólera me dominó.
-¿Pareja?-Interrogué con un tono de reproche que no pude evitar.
-Lo siento, se me escapó. Yo sé que no somos nada pero me siento especial.-Por unos instantes vi a un colegial, a un chico viviendo su primer amor pleno.
-Deberíamos alejarnos un poco.-Murmuré apartando sus manos de mi.
-Perdóname, no quise hacerte enfadar.-Noté que intentaba no llorar, no parecer infantil y aceptar.
-No quiero que pienses lo que no es.-Musité intentando modular mi enfado.
-Fue un acto reflejo, no somos nada.-Dijo dando media vuelta.
-Eso es.-Susurré.
-¿Amigos sí?-Cuestionó.
-Sí.-Contesté sincero, amigos seríamos con sexo esporádico y no amantes.
-Me hiciste olvidar por unas horas el dolor que sentía, que todo era posible y que podía ser deseado. Pero tenían razón, entre hombres sólo hay amistad y no amor.-Se me erizó la piel, sentí pavor ante aquella afirmación.
-¿Quiénes tienen razón?-Pregunté aterrado además de intrigado.
-Mis antiguos profesores.-Susurró secándose las lágrimas; supe que lloraba no solo por el gesto, sino también por la voz sesgada en dolor.
-No, no tienen razón.-Dije tomándole de una de sus manos girándolo hacia mí.
-Si fuera mujer sería tu novia.-Le temblaba el labio inferior, su mirada estaba perdida y en vez de hablar balbuceaba.
-No me gustan las mujeres.-Me levanté y le abracé.
-Entonces estas tan enfermo como yo.- Parecía recordar viejas consignas.
-La homosexualidad no es enfermedad.-Dije apartándome para agarrarme de los brazos, le zarandeé e intenté que me mirara a los ojos.
-Sí lo es y me hace sentir triste. Debería intentarlo con una mujer, quizás así sentiría amor o comprensión.-Parecía convencido de ello y que mi mirada de preocupación no le importaba.-Ningún hombre me ha amado, yo he amado dos veces y una me han usado. Gracias a ti sentí que mis fantasías se harían reales, que lentamente te darías cuenta de lo mucho que valgo y que serías mi pareja al fin.-Sus ojos eran un océano de lágrimas.
-No puedo ser tu pareja por lo que te dije, acabo de salir de una relación y no estoy preparado. Jamás serás feliz con una chica.-Musité secando sus lágrimas con mis manos.
-Puedo intentarlo, ya que no somos nada y soy libre.-Dijo alejándome de él.
-Saldré contigo, pero no será algo firme sino abierto.-Caminé hacia él y le abracé por la espalda.
-Yo ya tomé mi decisión. Espero que Santos sepa ayudarte, voy a contarle todo esto.-Se liberó de mí, pero conseguí arrojarlo a la cama. Besé su boca y acaricié su entre pierna, se resistía sin embargo acabó cediendo.
-Tú no has tomado ninguna decisión, ni lo harás. Yo soy quien te domina, serás mi sumiso y no te apartarás de mi cuerpo por nada en este maldito mundo. Te diré que harás o que no, que me gusta y que no. Eres mío y no te compartiré con ninguna fulana.-Susurré lamiendo su cuello. Me levanté de la cama y caminé hacia la puerta, eché la llave y volví a posarme ante su cuerpo.-Seré tu maestro, tu dios. No quiero que rechistes, no lo toleraré. Se buen niño y hazme un buen francés, sé que lo deseas tanto o más que yo.-Dije bajándome la cremallera y sacando mi miembro. Él me miró y se arrojó a mis pies, lo tomó entre sus manos y lo besó.-No uses tus sucias garras, solo tu boca.-Comenté jugando con mis dedos sobre sus labios, luego se la introdujo y yo le agarré de sus cabellos. Movía mis caderas manteniendo firme su cabeza, sus ojos parecían salir de sus orbitas y mi deseo aumentaba. Jamás había hecho de dueño de nadie, pero sí había sido esclavo de Andrés.-Eso es.-Susurré notando como se endurecía por momentos y toqué el final de su garganta. Le produje arcadas, sin embargo no pasó nada. Cuando me creí dispuesto dejé la punta sobre sus labios mientras los acariciaba con sus labios.-Es tu regalo por haber sido desobediente y haberme llamado enfermo, trágalo entero.-Sentí que debía descargar y lo hice, mi esencia llenó su boca mientras introducía un poco más mi miembro. El placer fue incalculable.-¿A quién amas?-Susurré dejándole libre y estupefacto por lo acontecido.
-A ti.-Dijo recobrando el aliento.
-A ti amo.-Susurré agarrándolo del mentón, le levanté del suelo y le besé.-Dilo.-Cuchicheé en su oído.
-A ti Amo.-Respondió.
-A solas seré tu amo y tu mi lacayo, espero que seas fiel.-Comenté mordiendo uno de sus pezones. Su leve gemido salió de su boca.
-Hazme el amor.-Susurró.
-Yo doy las órdenes y esta vez no te mereces que te haga nada, mastúrbate si lo deseas frente a mí. No quiero volver a escuchar esas mentiras sobre enfermedades.-Dije arrojándolo al colchón. Acto seguido se bajó la bragueta y se masturbó. Es muy hermoso cuando siente placer, su mirada cambia completamente y todo su cuerpo se vuelve carne trémula. Luego le pedí que se marchara y quedé a solas. Algo en mí había cambiado, quizás el deseo de que no arruinara nuestras vidas o el deseo de sexo. Apagué el ordenador, guardé el documento en un archivo secreto y me dormí. Eso sí, volví a echar la llave porque no quería sorpresas en la madrugada.
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