Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 10 de septiembre de 2007

Amor de Nuestro Señor





Capítulo segundo.



II. Amo y Esclavo.















La noche llegó y decidí acostarme sin ir a la habitación de Saulo, no quería ver la televisión y necesitaba ordenar mi mente. Escribí la primera parte del primer capítulo, más bien un boceto, y me sentí como dijo Eyén, bastante satisfecho. Entonces sentí unas manos sobre mis ojos haciendo que me alarmara.

-¿Quién soy?-Murmuró entre risas.

-Me has dado un susto de muerte.-Dije apartando sus manos de mí, me giré y le miré. Allí estaba él con la corbata desanudada, su camisa desabotonada y esa mirada perdida me enloquecían.

-Lo sé.-Sonrió como un niño pícaro cuando acaba de hacer una diablura.

-No deberías de hacerlo.-Dije intentando mostrar seriedad.

-Venía a darte las buenas noches, son casi las dos de la mañana y sigues despierto.-Murmuró en tono quedo.

-Escribo.-Comenté llevándome dos dedos a mis ojos, les di un leve masaje, porque sentía un cansancio atroz.

-¿Tu novela? ¿Puedo verla?-Preguntó impaciente.

-No, no puedes.-Realmente no deseaba, como ahora, que supiera que tramaba.

-Eyén me deja echarle vistazos.-Parecía enfuruñado, igual que un crío.

-Pero yo no soy él, además lo harás cuando este acabada.-Dije tomando su mano derecha entre las mías, la puerta estaba cerrada y no corríamos peligro de ser vistos.

-Vale.-Susurró serio.

-¿Te has enfadado?-Interrogué al ver esa reacción él.

-Soy idiota.-Capté melancolía en sus ojos.

-No lo eres, siento ser tan brusco.-Me disculpé intentando aliviarlo.

-No llevamos apenas un día como pareja y ya discutimos.-Sonrió acariciándome el rostro. Me sentí mal, presionado y una especie de cólera me dominó.

-¿Pareja?-Interrogué con un tono de reproche que no pude evitar.

-Lo siento, se me escapó. Yo sé que no somos nada pero me siento especial.-Por unos instantes vi a un colegial, a un chico viviendo su primer amor pleno.

-Deberíamos alejarnos un poco.-Murmuré apartando sus manos de mi.

-Perdóname, no quise hacerte enfadar.-Noté que intentaba no llorar, no parecer infantil y aceptar.

-No quiero que pienses lo que no es.-Musité intentando modular mi enfado.

-Fue un acto reflejo, no somos nada.-Dijo dando media vuelta.

-Eso es.-Susurré.

-¿Amigos sí?-Cuestionó.

-Sí.-Contesté sincero, amigos seríamos con sexo esporádico y no amantes.

-Me hiciste olvidar por unas horas el dolor que sentía, que todo era posible y que podía ser deseado. Pero tenían razón, entre hombres sólo hay amistad y no amor.-Se me erizó la piel, sentí pavor ante aquella afirmación.

-¿Quiénes tienen razón?-Pregunté aterrado además de intrigado.

-Mis antiguos profesores.-Susurró secándose las lágrimas; supe que lloraba no solo por el gesto, sino también por la voz sesgada en dolor.

-No, no tienen razón.-Dije tomándole de una de sus manos girándolo hacia mí.

-Si fuera mujer sería tu novia.-Le temblaba el labio inferior, su mirada estaba perdida y en vez de hablar balbuceaba.

-No me gustan las mujeres.-Me levanté y le abracé.

-Entonces estas tan enfermo como yo.- Parecía recordar viejas consignas.

-La homosexualidad no es enfermedad.-Dije apartándome para agarrarme de los brazos, le zarandeé e intenté que me mirara a los ojos.

-Sí lo es y me hace sentir triste. Debería intentarlo con una mujer, quizás así sentiría amor o comprensión.-Parecía convencido de ello y que mi mirada de preocupación no le importaba.-Ningún hombre me ha amado, yo he amado dos veces y una me han usado. Gracias a ti sentí que mis fantasías se harían reales, que lentamente te darías cuenta de lo mucho que valgo y que serías mi pareja al fin.-Sus ojos eran un océano de lágrimas.

-No puedo ser tu pareja por lo que te dije, acabo de salir de una relación y no estoy preparado. Jamás serás feliz con una chica.-Musité secando sus lágrimas con mis manos.

-Puedo intentarlo, ya que no somos nada y soy libre.-Dijo alejándome de él.

-Saldré contigo, pero no será algo firme sino abierto.-Caminé hacia él y le abracé por la espalda.

-Yo ya tomé mi decisión. Espero que Santos sepa ayudarte, voy a contarle todo esto.-Se liberó de mí, pero conseguí arrojarlo a la cama. Besé su boca y acaricié su entre pierna, se resistía sin embargo acabó cediendo.

-Tú no has tomado ninguna decisión, ni lo harás. Yo soy quien te domina, serás mi sumiso y no te apartarás de mi cuerpo por nada en este maldito mundo. Te diré que harás o que no, que me gusta y que no. Eres mío y no te compartiré con ninguna fulana.-Susurré lamiendo su cuello. Me levanté de la cama y caminé hacia la puerta, eché la llave y volví a posarme ante su cuerpo.-Seré tu maestro, tu dios. No quiero que rechistes, no lo toleraré. Se buen niño y hazme un buen francés, sé que lo deseas tanto o más que yo.-Dije bajándome la cremallera y sacando mi miembro. Él me miró y se arrojó a mis pies, lo tomó entre sus manos y lo besó.-No uses tus sucias garras, solo tu boca.-Comenté jugando con mis dedos sobre sus labios, luego se la introdujo y yo le agarré de sus cabellos. Movía mis caderas manteniendo firme su cabeza, sus ojos parecían salir de sus orbitas y mi deseo aumentaba. Jamás había hecho de dueño de nadie, pero sí había sido esclavo de Andrés.-Eso es.-Susurré notando como se endurecía por momentos y toqué el final de su garganta. Le produje arcadas, sin embargo no pasó nada. Cuando me creí dispuesto dejé la punta sobre sus labios mientras los acariciaba con sus labios.-Es tu regalo por haber sido desobediente y haberme llamado enfermo, trágalo entero.-Sentí que debía descargar y lo hice, mi esencia llenó su boca mientras introducía un poco más mi miembro. El placer fue incalculable.-¿A quién amas?-Susurré dejándole libre y estupefacto por lo acontecido.

-A ti.-Dijo recobrando el aliento.

-A ti amo.-Susurré agarrándolo del mentón, le levanté del suelo y le besé.-Dilo.-Cuchicheé en su oído.

-A ti Amo.-Respondió.

-A solas seré tu amo y tu mi lacayo, espero que seas fiel.-Comenté mordiendo uno de sus pezones. Su leve gemido salió de su boca.

-Hazme el amor.-Susurró.

-Yo doy las órdenes y esta vez no te mereces que te haga nada, mastúrbate si lo deseas frente a mí. No quiero volver a escuchar esas mentiras sobre enfermedades.-Dije arrojándolo al colchón. Acto seguido se bajó la bragueta y se masturbó. Es muy hermoso cuando siente placer, su mirada cambia completamente y todo su cuerpo se vuelve carne trémula. Luego le pedí que se marchara y quedé a solas. Algo en mí había cambiado, quizás el deseo de que no arruinara nuestras vidas o el deseo de sexo. Apagué el ordenador, guardé el documento en un archivo secreto y me dormí. Eso sí, volví a echar la llave porque no quería sorpresas en la madrugada.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt