Capítulo tercero.
II. Errores.
Al despertar Saulo me abrazaba fuertemente, su rostro estaba hundido en mi pecho y sus cabellos revueltos acariciaban el mío. Lo desperté y me miró aturdido. Me levanté y giré la llave. Me fui a la ducha y pedí que él se marchara a su cuarto, no dijo nada y permaneció en el colchón. Cuando salí de la ducha seguía allí con la mirada perdida. Me aproximé a él y me di cuenta que ardía. Tenía fiebre así que lo tomé entre mis brazos y lo llevé a su cuarto. Me costó el traslado, no soy demasiado fuerte. Cuando lo dejé en su cama le desnudé dejándole solo la ropa interior, le arropé y busqué al director. Después de ver que estaba atendido di mis clases y tras ellas me senté a cuidarle. Yago llegó minutos más tardes que yo y se sentó al otro lado de la cama. No era la primera vez que enfermaba así, se quedaba ido y la fiebre lo devoraba. Su aspecto enfermizo no lo era por casualidad.
Durante todo el día me pregunté si yo tenía algo que ver con todo aquello, aunque luego pensé que era un tanto absurdo. No pude escribir aunque lo deseé. Saulo me preocupaba y eso me bloqueaba. Era un buen amigo y yo le había tratado como un cerdo. Me fui pronto a dormir, necesitaba descansar.
La semana se volvió confusa y dejé de lado todo, incluso a Fermín y a mi desahogo momentáneo en la novela. Él parecía agripado y confuso. Cuando llegó el viernes cerré con llave su habitación, encendí la televisión un momento y me abracé a él. Sus labios humedecidos se pegaron a mi cuello como si fuera una segunda piel, su cuerpo parecía más tibio y me sentí aliviado por unos momentos. Lentamente vino a mí el sueño, apagué el aparato y recosté a Saulo sobre mí. Entonces observé una carpeta sobre la mesilla, la cogí y comencé a leer. Lo que tenía no era gripe, ni una bajada de defensas, sino bulimia. Había recaído de nuevo y don Santos tenía aquellos informes como algo privado.
Durante esos días mi amigo no dijo nada, no me dirigía la palabra y tan sólo se aferraba a mí pensativo. Yo le hablaba como si no sucediera nada hasta que en ese mismo instante comenzamos una conversación.
-Tienes bulimia.-Murmuré.-No me dijiste nada.-Le reproché.
-No es algo de lo que deba de sentirme satisfecho.-Masculló.
-¿Por qué no me has hablado? ¿Es una forma de castigo?-Dije algo molesto.
-No me amas, no tienes porqué hacerte el preocupado. Sé que te has estado viendo con Fermín y él me dijo claramente lo que soy para ti.-Murmuró entre lágrimas.
-Estoy preocupado porque soy tu amigo.-Comenté alzando su mentón.
-Eres una mierda de persona, te he estado aguantando porque te amo pero ya no puedo más. No quería hablar porque no deseaba oír de mis palabras esto. Aléjate de mí, no te acerques.-Dijo apartándome con las pocas fuerzas que tenía.
-No me puedes apartar de ti, somos amigos.-Me levanté tirando los informes al suelo.
-Ahora ni conocidos.-Susurró aliviado tras ver que me había marchado de la cama.
-Te dije desde el primer momento lo que había.-Comenté clavando mis ojos en él.
-Sí, sin embargo no debiste.-Tenía razón porque debí contener mis necesidades y saber que aquel juego le dañaría.
Salí de la habitación y me marché a la mía. Escribí los cuatro primeros apartados del capítulo dos y me di cuenta del daño que le había producido. Mi frialdad se desvaneció y comencé a llorar sin remedio. Había sido peor que Andrés con alguien que ya estaba bastante hundido como para ayudar a sus problemas. Entonces noté que había alguien más en la habitación, era mi alumno, estaba poyado sobre la puerta y me miraba sorprendido. Caminó hacia mí y se sentó sobre mis piernas, me besó alocadamente y yo no supe reaccionar.
-No pensé que supieras la nueva noticia.-Murmuró rodeándome con sus brazos sobre mis hombros.
-¿Cuál?-Interrogué.
-Mi madre se ha divorciado de mi padre, no estaba de acuerdo con ciertas cuestiones y como nos trataba. Me voy mañana por la mañana. Como te noté apenado creí que sabías que me marchaba.-Susurró acariciando mis cabellos.
-Es por problemas familiares, no es nada.-Comenté secándome las lágrimas.-Yo me alegro por que te marches, no tendrás que ser torturado por las personas que dicen ser buenos para ustedes.-Dije acariciando su rostro.
-No te he visto mucho estos días.-Murmuró jugando con mis cabellos.
-He intentado estar alejado del mundo.-Contesté sonriendo falsamente.
-Lo comprendo, a veces es bueno.-Dijo devolviéndome la sonrisa.
-Sí, me ha ido bien para darme cuenta que he tenido grandes errores.-Murmuré rememorando mentalmente todos los fallos uno por uno.
-Me gustaría quedarme aquí contigo.-Dijo apoyando su cabeza sobre mi pecho.
-¿Por qué?-Mientras preguntaba él confirmó lo que pensaba, me deseaba. Bajó su mano por mi entrepierna y se apoderó de mi boca.
-Por esto mi hermoso profesor.-Dijo dándome aire para respirar.
-Deberías irte a descansar, mañana vendrán a por ti.-Murmuré.
-Sé que me deseas, no me iré de tu habitación hasta que te vengas en mi boca.-Susurró bajándome la cremallera y tomando mi entrepierna entre sus manos.
-Hazlo rápido.-Dije indicándole que usara sus labios. Su boca se aferró a mí. La humedad de su lengua se deslizaba enroscada a mi miembro, su mirada estaba demasiado excitada y sus manos se aferraban a mis piernas. Su premio apareció tras más de diez minutos de juego. Tomó mi esencia hasta la última gota y sonrió.
-¿Es una buena despedida?-Preguntó relamiéndose los labios con su lengua de víbora.
-No, no lo es.-En ese instante era un depredador, había olvidado mis problemas, y él era mi presa.
Lo acorralé hasta la puerta y su espalda quedó completamente pegada a la madera. Bajé sus pantalones y saqué su miembro, lo tomé con deseo y necesidad. Jadeó unos segundos y luego evacuó sus fluidos. Fue bastante rápido e insatisfactorio, sin embargo antes de que siguiera con aquella locura la imagen de Saulo nubló mi mente. Dejé que se fuera mi alumno, necesitaba meditar.
Pensé sobre el cariño que tenía hacia el joven enfermizo, de mirada perdida y dulces palabras. Ese que había despreciado, usado y tomado como si fuera un juguete. Me odié por haberle dañado y llevado a aquel extremo. Tenía problemas de los que no hablaba conmigo, parecían herirle y yo fui lo único que le daba felicidad. Le arrebaté todo con el dichoso trío, algo que sólo hice para vanagloriarme y sentirme superior. Me sentí sanguijuela, estúpido y un monstruo. Entonces sentí que debía seguir escribiendo, la hora de la verdad había llegado. Seguí con los siguientes apartados y medité detenidamente aquel final para el capítulo dos.
Realmente me sentía como un verdugo. Había tratado peor que un perro callejero a alguien que sentía algo por mí, un afecto que estaba en sus inicios. Por unos instantes pensé que la relación con mi última pareja me había dañado demasiado, que debía recapacitar y pedir disculpas. Primeramente pensé que una carta abriría mi corazón por completo, que le explicaría lo imposible de razonar y que al fin lo aclararíamos. Más tarde pensé que hablar cara a cara sería lo más valiente, honrado y necesario. Temblé un instante y deseé ir a su cuarto, sin embargo era la una de la mañana. Me contuve y deseé decirle que me atraía, que sentía un inmenso cariño y que probablemente jamás me perdonaría a mi mismo lo que le hice. Decidí que era hora de descansar y me tumbé, pero concilié el sueño un buen rato después y las pesadillas llamaban a mi almohada a cada instante.
Eran las seis de la madrugada cuando me duché para despejarme, me vestí y decidí dar vueltas por el internado. Una lluvia intensa se apoderaba de cada rincón del lugar, los cristales estaban empañados y repicaban los golpecitos de los granizos. El viento aullaba y el frío se apoderaba de todo. Parecía que la calefacción no funcionaba, luego me percaté que había un corte de luz. En medio de la espesa oscuridad me sentía un alma errante, lo que era realmente, y me fustigue por mis delitos. Lloré al llegar al gran salón, allí donde se interpretaba piezas de piano y teatro entre festividades. La luz no volvió hasta casi las nueve de la mañana y la lluvia no cesaba. Volvió a irse minutos después y decidieron sus pender las clases de ese día. Yo no tenía valor para ir a ver a Saulo, sin embargo lo hice.
Cuando llegué a su habitación giré el pomo y allí estaba Jasón junto a él como si fuera un fiero guardián. Me miró con la mirada inyectada en odio, pero no dijo nada. Él le hizo un gesto de que se marchara, quizás sabía a lo que venía o probablemente no. Me senté en un rincón de la cama y comencé a llorar. Le pedí disculpas una y otra vez, él las aceptó con media sonrisa y dijo que no importaba. Entonces una daga se clavó en mi corazón, sesgó mi alma y sin saberlo.
-Jasón va a dejar a su mujer, se ha dado cuenta de que me ama. Seguramente soy un chico afortunado. Dice que es bisexual, pero que yo soy todo para él. En unas semanas nos vamos de este centro. Renunciaremos a nuestros puestos y nos marcharemos. Hoy mismo ha llevado mi carta y la suya de renuncia.-Dijo sonriendo levemente.-Me has demostrado que nadie me va a tratar mejor que él y Jasón se ha dado cuenta del amor que tiene por mí. Al menos has servido para algo.-Susurró humillándome como si no valiera para nada.
-Pero tú me amabas.-Repliqué con el rostro bañado en lágrimas.
-Quizás te intentaba dar el amor que le correspondía a él, un amor que jamás dejó de pertenecerle.-Contestó.-Creí que te alegrarías, porque yo ahora no te voy a atosigar.-Masculló acariciándome el rostro.-Te daré mi número de móvil cuando me marche, no quiero perder tu amistad y creo que tú tampoco la mía.-Susurró sonriendo.-Soy muy feliz, no me importa los errores que has cometido conmigo y yo contigo. Necesito que estés bien y estar en contacto.-Murmuró besándome suavemente en los labios. Mi lengua deseó introducirse en su boca y apoderarse de su pasión, si bien no pude porque me apartó.
Me levanté de donde me encontraba y me marché sin decir una sola palabra, durante el día no salí de mi cuarto. La tormenta no amainaba y yo no paraba de sentirme usado, aunque más usado fueron ellos tanto Fermín como Saulo. No entendía bien porqué me lamentaba tanto, quizás ahora tras tres semanas de haber enfriado todo me doy cuenta de que lo amaba. Lo sigo amando, es cierto, y sigo dando clases, sin embargo no quiero adelantar acontecimientos.
II. Errores.
Al despertar Saulo me abrazaba fuertemente, su rostro estaba hundido en mi pecho y sus cabellos revueltos acariciaban el mío. Lo desperté y me miró aturdido. Me levanté y giré la llave. Me fui a la ducha y pedí que él se marchara a su cuarto, no dijo nada y permaneció en el colchón. Cuando salí de la ducha seguía allí con la mirada perdida. Me aproximé a él y me di cuenta que ardía. Tenía fiebre así que lo tomé entre mis brazos y lo llevé a su cuarto. Me costó el traslado, no soy demasiado fuerte. Cuando lo dejé en su cama le desnudé dejándole solo la ropa interior, le arropé y busqué al director. Después de ver que estaba atendido di mis clases y tras ellas me senté a cuidarle. Yago llegó minutos más tardes que yo y se sentó al otro lado de la cama. No era la primera vez que enfermaba así, se quedaba ido y la fiebre lo devoraba. Su aspecto enfermizo no lo era por casualidad.
Durante todo el día me pregunté si yo tenía algo que ver con todo aquello, aunque luego pensé que era un tanto absurdo. No pude escribir aunque lo deseé. Saulo me preocupaba y eso me bloqueaba. Era un buen amigo y yo le había tratado como un cerdo. Me fui pronto a dormir, necesitaba descansar.
La semana se volvió confusa y dejé de lado todo, incluso a Fermín y a mi desahogo momentáneo en la novela. Él parecía agripado y confuso. Cuando llegó el viernes cerré con llave su habitación, encendí la televisión un momento y me abracé a él. Sus labios humedecidos se pegaron a mi cuello como si fuera una segunda piel, su cuerpo parecía más tibio y me sentí aliviado por unos momentos. Lentamente vino a mí el sueño, apagué el aparato y recosté a Saulo sobre mí. Entonces observé una carpeta sobre la mesilla, la cogí y comencé a leer. Lo que tenía no era gripe, ni una bajada de defensas, sino bulimia. Había recaído de nuevo y don Santos tenía aquellos informes como algo privado.
Durante esos días mi amigo no dijo nada, no me dirigía la palabra y tan sólo se aferraba a mí pensativo. Yo le hablaba como si no sucediera nada hasta que en ese mismo instante comenzamos una conversación.
-Tienes bulimia.-Murmuré.-No me dijiste nada.-Le reproché.
-No es algo de lo que deba de sentirme satisfecho.-Masculló.
-¿Por qué no me has hablado? ¿Es una forma de castigo?-Dije algo molesto.
-No me amas, no tienes porqué hacerte el preocupado. Sé que te has estado viendo con Fermín y él me dijo claramente lo que soy para ti.-Murmuró entre lágrimas.
-Estoy preocupado porque soy tu amigo.-Comenté alzando su mentón.
-Eres una mierda de persona, te he estado aguantando porque te amo pero ya no puedo más. No quería hablar porque no deseaba oír de mis palabras esto. Aléjate de mí, no te acerques.-Dijo apartándome con las pocas fuerzas que tenía.
-No me puedes apartar de ti, somos amigos.-Me levanté tirando los informes al suelo.
-Ahora ni conocidos.-Susurró aliviado tras ver que me había marchado de la cama.
-Te dije desde el primer momento lo que había.-Comenté clavando mis ojos en él.
-Sí, sin embargo no debiste.-Tenía razón porque debí contener mis necesidades y saber que aquel juego le dañaría.
Salí de la habitación y me marché a la mía. Escribí los cuatro primeros apartados del capítulo dos y me di cuenta del daño que le había producido. Mi frialdad se desvaneció y comencé a llorar sin remedio. Había sido peor que Andrés con alguien que ya estaba bastante hundido como para ayudar a sus problemas. Entonces noté que había alguien más en la habitación, era mi alumno, estaba poyado sobre la puerta y me miraba sorprendido. Caminó hacia mí y se sentó sobre mis piernas, me besó alocadamente y yo no supe reaccionar.
-No pensé que supieras la nueva noticia.-Murmuró rodeándome con sus brazos sobre mis hombros.
-¿Cuál?-Interrogué.
-Mi madre se ha divorciado de mi padre, no estaba de acuerdo con ciertas cuestiones y como nos trataba. Me voy mañana por la mañana. Como te noté apenado creí que sabías que me marchaba.-Susurró acariciando mis cabellos.
-Es por problemas familiares, no es nada.-Comenté secándome las lágrimas.-Yo me alegro por que te marches, no tendrás que ser torturado por las personas que dicen ser buenos para ustedes.-Dije acariciando su rostro.
-No te he visto mucho estos días.-Murmuró jugando con mis cabellos.
-He intentado estar alejado del mundo.-Contesté sonriendo falsamente.
-Lo comprendo, a veces es bueno.-Dijo devolviéndome la sonrisa.
-Sí, me ha ido bien para darme cuenta que he tenido grandes errores.-Murmuré rememorando mentalmente todos los fallos uno por uno.
-Me gustaría quedarme aquí contigo.-Dijo apoyando su cabeza sobre mi pecho.
-¿Por qué?-Mientras preguntaba él confirmó lo que pensaba, me deseaba. Bajó su mano por mi entrepierna y se apoderó de mi boca.
-Por esto mi hermoso profesor.-Dijo dándome aire para respirar.
-Deberías irte a descansar, mañana vendrán a por ti.-Murmuré.
-Sé que me deseas, no me iré de tu habitación hasta que te vengas en mi boca.-Susurró bajándome la cremallera y tomando mi entrepierna entre sus manos.
-Hazlo rápido.-Dije indicándole que usara sus labios. Su boca se aferró a mí. La humedad de su lengua se deslizaba enroscada a mi miembro, su mirada estaba demasiado excitada y sus manos se aferraban a mis piernas. Su premio apareció tras más de diez minutos de juego. Tomó mi esencia hasta la última gota y sonrió.
-¿Es una buena despedida?-Preguntó relamiéndose los labios con su lengua de víbora.
-No, no lo es.-En ese instante era un depredador, había olvidado mis problemas, y él era mi presa.
Lo acorralé hasta la puerta y su espalda quedó completamente pegada a la madera. Bajé sus pantalones y saqué su miembro, lo tomé con deseo y necesidad. Jadeó unos segundos y luego evacuó sus fluidos. Fue bastante rápido e insatisfactorio, sin embargo antes de que siguiera con aquella locura la imagen de Saulo nubló mi mente. Dejé que se fuera mi alumno, necesitaba meditar.
Pensé sobre el cariño que tenía hacia el joven enfermizo, de mirada perdida y dulces palabras. Ese que había despreciado, usado y tomado como si fuera un juguete. Me odié por haberle dañado y llevado a aquel extremo. Tenía problemas de los que no hablaba conmigo, parecían herirle y yo fui lo único que le daba felicidad. Le arrebaté todo con el dichoso trío, algo que sólo hice para vanagloriarme y sentirme superior. Me sentí sanguijuela, estúpido y un monstruo. Entonces sentí que debía seguir escribiendo, la hora de la verdad había llegado. Seguí con los siguientes apartados y medité detenidamente aquel final para el capítulo dos.
Realmente me sentía como un verdugo. Había tratado peor que un perro callejero a alguien que sentía algo por mí, un afecto que estaba en sus inicios. Por unos instantes pensé que la relación con mi última pareja me había dañado demasiado, que debía recapacitar y pedir disculpas. Primeramente pensé que una carta abriría mi corazón por completo, que le explicaría lo imposible de razonar y que al fin lo aclararíamos. Más tarde pensé que hablar cara a cara sería lo más valiente, honrado y necesario. Temblé un instante y deseé ir a su cuarto, sin embargo era la una de la mañana. Me contuve y deseé decirle que me atraía, que sentía un inmenso cariño y que probablemente jamás me perdonaría a mi mismo lo que le hice. Decidí que era hora de descansar y me tumbé, pero concilié el sueño un buen rato después y las pesadillas llamaban a mi almohada a cada instante.
Eran las seis de la madrugada cuando me duché para despejarme, me vestí y decidí dar vueltas por el internado. Una lluvia intensa se apoderaba de cada rincón del lugar, los cristales estaban empañados y repicaban los golpecitos de los granizos. El viento aullaba y el frío se apoderaba de todo. Parecía que la calefacción no funcionaba, luego me percaté que había un corte de luz. En medio de la espesa oscuridad me sentía un alma errante, lo que era realmente, y me fustigue por mis delitos. Lloré al llegar al gran salón, allí donde se interpretaba piezas de piano y teatro entre festividades. La luz no volvió hasta casi las nueve de la mañana y la lluvia no cesaba. Volvió a irse minutos después y decidieron sus pender las clases de ese día. Yo no tenía valor para ir a ver a Saulo, sin embargo lo hice.
Cuando llegué a su habitación giré el pomo y allí estaba Jasón junto a él como si fuera un fiero guardián. Me miró con la mirada inyectada en odio, pero no dijo nada. Él le hizo un gesto de que se marchara, quizás sabía a lo que venía o probablemente no. Me senté en un rincón de la cama y comencé a llorar. Le pedí disculpas una y otra vez, él las aceptó con media sonrisa y dijo que no importaba. Entonces una daga se clavó en mi corazón, sesgó mi alma y sin saberlo.
-Jasón va a dejar a su mujer, se ha dado cuenta de que me ama. Seguramente soy un chico afortunado. Dice que es bisexual, pero que yo soy todo para él. En unas semanas nos vamos de este centro. Renunciaremos a nuestros puestos y nos marcharemos. Hoy mismo ha llevado mi carta y la suya de renuncia.-Dijo sonriendo levemente.-Me has demostrado que nadie me va a tratar mejor que él y Jasón se ha dado cuenta del amor que tiene por mí. Al menos has servido para algo.-Susurró humillándome como si no valiera para nada.
-Pero tú me amabas.-Repliqué con el rostro bañado en lágrimas.
-Quizás te intentaba dar el amor que le correspondía a él, un amor que jamás dejó de pertenecerle.-Contestó.-Creí que te alegrarías, porque yo ahora no te voy a atosigar.-Masculló acariciándome el rostro.-Te daré mi número de móvil cuando me marche, no quiero perder tu amistad y creo que tú tampoco la mía.-Susurró sonriendo.-Soy muy feliz, no me importa los errores que has cometido conmigo y yo contigo. Necesito que estés bien y estar en contacto.-Murmuró besándome suavemente en los labios. Mi lengua deseó introducirse en su boca y apoderarse de su pasión, si bien no pude porque me apartó.
Me levanté de donde me encontraba y me marché sin decir una sola palabra, durante el día no salí de mi cuarto. La tormenta no amainaba y yo no paraba de sentirme usado, aunque más usado fueron ellos tanto Fermín como Saulo. No entendía bien porqué me lamentaba tanto, quizás ahora tras tres semanas de haber enfriado todo me doy cuenta de que lo amaba. Lo sigo amando, es cierto, y sigo dando clases, sin embargo no quiero adelantar acontecimientos.
1 comentario:
OLA.
EXCELENTE CAPITULO...MUCHAS VECES TENEMOS LAS COSAS ENFRENTE Y LAS DEJAMOS A UN LADO,POR QE INCONCIENTEMENTE CREEMOS QE VAN A ESTAR AHI POR SIEMRPE....PERO BUENO.
ASI ES LA VIDA....PURAS DESICIONES....PERO NO CON DEMASIADO TIEMPO...SINO OTRA PERSONA MAS INTELIGENTE, LA TOMARA
CIAO
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