Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 20 de septiembre de 2007

Amor de Nuestro Señor





Capítulo cuarto.



II. Noche de sexo.














Me desperté a eso de las diez de la mañana, Saulo ya había desayunado y se había adecentado. Estaba sentado en el sofá mirando fijamente como las manecillas del reloj pasaban minuciosamente por la esfera. Mi madre bebía un poco de café y mi padre simplemente dormía aún. Yo me aproximé a la mesa y tomé una tostada después de dar los buenos días, me serví un poco de leche y mientras movía la cucharilla en la taza pensé detenidamente que hacer. Me giré hacia él, sonrió levemente como angustiado o apesadumbrado porque todo terminara de aquel modo. Seguí con mi desayuno sin apenas dirigirle a ninguno la palabra, luego me levanté de mi asiento y fui a la ducha. Dejé que el agua me diera ideas, tibia cayendo por mi piel hasta mis pies. Decidí que debía llevarlo a dar una vuelta, hacerle sentir bien en mi compañía y quizás reconquistarlo. Salí empapado y busqué por mi armario algo que me sentara bien. Cuando salí al salón él seguía allí mirando a la nada.

-Levántate, nos vamos a dar una vuelta.-Dije sonriendo.

-No estoy de ánimos.-Murmuró sin mirarme.

-No es una petición, es un imperativo.-Di unos cuantos pasos hacia él, me miró y le agarré del brazo mientras se levantaba.-Vas a conocer esta maldita ciudad, te vas a divertir y vas a dejar de tener cara de muerto viviente.-Comenté y él sonrió levemente.

-De acuerdo, iré.-Dijo aceptando que no tenía salida.-Pero no tengo mucha ropa de invierno, creo que no tengo chaqueta y el día amaneció frío.-Una excusa o al menos me sonó a eso.-¿Me prestas una?-Susurró ampliando aquella encantadora sonrisa.

-Sí.-Asentí apoyando mis manos sobre él.

Le dejé una que le quedaba como un guante a pesar de que era más bajo, hacía juego con la ropa que llevaba. Después de eso le lleve a recorrer medio Madrid. La Gran Vía, el subterráneo, calles olvidadas por propios y extraños, la periferia, algunos bares donde tomamos algo para descansar y entrar en calor, monumentos artísticos y el barrio homosexual. Él parecía un niño contemplando una tienda llena de objetos que jamás había conocido. Era todo demasiado grande, bullicioso, novedoso y sorprendente para él. Parecía divertirse y olvidar los malos momentos. Cuando tomamos el metro para volver a casa, tras un día completo paseando, nos sentamos al fondo de uno de los vagones y apoyó su cabeza sobre mi hombro. Deseaba besarlo, no me atrevía sin embargo no me podía resistir más. Mis labios rozaron los suyos por un instante y él se apartó ruborizado, también creo que enfadado pues no estaba acostumbrado a ello. No dijo nada quizás por no dar espectáculo, pero se cambió de asiento.

Al llegar a casa mis padres ya dormían. Él se marchó a la cama y yo también. Cada cual a su habitación como si fuéramos hermanos o simplemente amigos, parecía que no había sucedido nada entre nosotros. Preparé la ropa para el día siguiente, tenía una entrevista y era a hora temprana. Puse el despertador y me tumbé sobre el colchón. Comencé a pensar en Saulo, en lo que habíamos vivido y me excité. Intenté no pensar en nada, dormir, y entonces entró en mi habitación. Tan sólo llevaba su ropa interior. Me quedé sorprendido de que viniera a verme, pensaba que me odiaba por aquel pequeño beso y que me lo recriminaría durante días. Se tumbó a mi lado y comenzó a acariciar mi pecho, a morder mis labios hasta hacerme delirar. Adoraba el tacto de su piel y también que viniera como si nada hasta mí.

-Tómame.-Susurró bajando su mano más allá de mi abdomen.-Hazme tuyo.-Murmuró acariciándome el cuello con sus húmedos labios, su mano masturbaba mi miembro y su mirada pedía a gritos que me aferrara a él.-Quiero sentirme deseado.-Con la mano izquierda, la única que tenía libre, me agarró de una de mis manos y la puso sobre su entre pierna.-Soy tu esclavo.-Masculló en tono quedo.

-Sé que lo eres, sé que lo eres.-Respondí apartando mi mano de su abultada entrepierna para acariciar sus cabellos, luego la pasé hasta su cuello y lo agarré haciendo que bajara hasta su premio. Estaba erecto, duro y vibrando, para él y por él.

-Te haré sentir bien.-Dijo relamiéndose los labios.

-Lo sé, lo harás muy bien.-Susurré notando la calidez de su boca, la humedad y su lengua de serpiente. Apreté con mis manos para que entrara por completo, toqué su garganta y sentí que lo asfixiaba.-Aprende bien esto, soy tu amo, y si tu amo quiere sodomizarte en cualquier lugar lo harás.-Me acomodé sintiendo un placer inmenso; deseaba gemir o mejor dicho gruñir, pero mis padres dormían en la habitación contigua.-Basta, usa tu trasero.-Dije liberándolo de mis garras. Me miró con la mirada henchida de lujuria. Bajé su ropa interior y deslice uno de mis dedos entre sus nalgas, el calor de su cuerpo me enloquecía.-No hagas ruido.-Susurré.

-Quiero gritar de placer.-Temblaba de deseo y sabía que no se contendría, entonces me levanté y busqué una de mis corbatas para amordazarlo.

-Ahora no podrás.-Susurré sonriendo mientras me masturbaba.-Siéntate y cabalga.-Indiqué. Se bajó por completo los boxer y se subió sobre mi cuerpo acariciándolo, para luego hacer que deslizara mi miembro en él. Costó porque no había demasiada preparación, pero no importó. Sus movimientos eran lentos y yo quería rapidez así que le golpeé.-Sé un buen sirviente, galopa.-Murmuré. Al instante el ritmo era frenético y liberó su esencia, mientras yo aún podía seguir durante minutos. Le agarré fuertemente del trasero y le hice sentarse por completo, noté en su expresión el dolor y me vine en él calentando aún más su interior. Lo bajé y aparté, le quité la mordaza y lo acosté sobre mí.

-¿Me amas?-Balbuceó cansado y jadeante.

-Deberías saberlo.-Susurré besándolo.-Ahora vete a tu cuarto.-Dije volteándome mientras venía a mí el sueño. No sentí siquiera que se había ido, estaba agotado por el día y el sexo. Al fin lo tenía en mi poder, como yo quería.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt