Capítulo cuarto.
I. Empezar de cero nuevamente.
Llegó la mañana y en el desayuno comenté lo que sucedía. Yo ya no tenía dinero para ir a Cádiz y buscarlo, me había gastado el poco dinero que me quedaba, ellos dijeron que no haría falta y que le diera bien la dirección de casa. Mi padre fue comprensivo, aunque mi madre pensó que quizás se sentiría incómodo. Hacia el medio día me llamaron de la agencia de estudios, me comentaron que me harían una entrevista el lunes por la mañana y que conversarían conmigo para conseguir el puesto. Todo parecía arreglarse salvo las veinte llamadas perdidas que tenía de Andrés.
Durante todo el día estuve preocupado por Saulo no cogía el móvil y pensé que podría haberse acobardado. Sin embargo mientras almorzaba con mis padres llamaron al teléfono y era él. Me comentaba que estaba en la estación de Atocha, que andaba perdido y que quería saber donde vivía. Le di mi dirección, dijo que tomaría un taxi y mi nerviosismo aumentó. No sabía como comportarme ante una persona a la que había rebajado, que deseaba hacerle el amor y a la vez pensaba que no debía tenerlo a mi lado. Era demasiado bueno para mí, muy amable y atento como para dañarle. Me senté unos segundos en el sofá por consejo de mi padre. Era sábado y él estaba ahí, normalmente se iba al despacho a mirar informes. Se sentó a mi lado y prendió el televisor, mi madre hizo lo mismo.
-Es tu novio, verdad.-Murmuró ella.
-Déjale, mientras no follen cuando estemos presentes a mi me da igual.-Respondió mi padre cambiando de canal.
-No es mi pareja, es un buen amigo y estoy preocupado.-Dije mirando la pantalla de aquel aparato estúpido.
-De acuerdo.-Comentó él y el timbre sonó.
-Voy yo.-Dijo mi madre caminando hacia la puerta.
Seguramente se chocó con un muchacho de apariencia frágil, mirada perdida aunque llena de vida y ropa mal colocada. Le dejó pasar con dos maletas bastante pesadas y me miró preocupado. Yo tan sólo me acerqué a él y las cogí, mi padre lo miró como si fuera un criminal mientras le sonreía desde el sofá. Pedí que me siguiera, le dije que dormiría en la habitación de invitados y que no les importaba en absoluto su llegada. Pero él no estaba de acuerdo.
-No debería quedarme aquí.-Balbuceó al fin.
-Estas muerto de miedo, tranquilízate.-Susurré abrazándolo.-Ellos me dieron permiso.-Comenté.
-Antes o después de decírmelo.-Murmuró con una sonrisa tímida en sus labios.
-¿Estas bien?-Pregunté.
-Jasón quería que saliera de ahí, que me alejara de todo y sobretodo de ti.-Comentó sentándose en la cama, cerré la puerta para tener mayor intimidad y me senté a su lado pasando uno de mis brazos por sus hombros.
-Es idiota.-Murmuré.
-No más que tú. Me trataste como una mierda y después me llamas diciéndome que me necesitas.-Dijo rompiendo a llorar. Alcé su mentón con mi mano, busqué sus labios y lo besé. Su boca parecía aceptar la unión de la mía, sin embargo él parecía estar en otro mundo. Estaba absorto en sus pensamientos, quizás no entendía porque me portaba así y antes cruelmente.
-Te quiero.-Susurré clavando su mirada en él.
-Necesito darme una ducha y descansar.-Tembló y se levantó nervioso hacia sus maletas.
-De acuerdo.-Dije caminando hacia la puerta.-Si me necesitas estaré en el salón o en mi cuarto.-Comenté cerrando.
Después hablé con mis padres en tono quedo, les expliqué su enfermad y que deberíamos vigilarlo. Más tarde apareció en el salón, se sentó en un lado y observe que los nervios junto a la timidez le podían. Sonreí levemente y le miré, pareció tranquilizarle y después respiró hondo.
-Yo me llamo Alberto.-Comentó mi padre.-Ella es Helena mi mujer.-Dijo indicando a mi madre.-Espero que te sientas cómodo, nosotros intentaremos al menos que no te veas como un intruso. Tenías problemas, eres amigo de mi hijo y te admitimos en casa por ello.-Susurró.
-Son muy amables, pero no quiero molestar. Intentaré pagar mis gastos y buscar un apartamento pronto.-Murmuró.
-Esta bien, esta bien. Sin embargo nadie te esta echando de casa, puedes quedarte hasta que encuentres un trabajo y un lugar digno.-Intervino mi madre levantándose del sofá, caminó hacia la cocina. Cruzó el salón como un rayo. Se posó en el marco de la puerta y miró fijamente a Saulo.-¿Quieres un poco de café? No has almorzado y creo que deberías tomar algo hasta la cena.-Preguntó.
-Sí, gracias.-Balbuceó.
Tomamos todos un poco de café y pastas, hablamos sobre el centro y nos reímos de las ideas estúpidas de más de un profesor. Mi padre enloqueció cuando Saulo sacó a relucir lo que le sucedió de joven. Tuvo golpes, electroshock, un lavado de cerebro a conciencia y castigos imposibles de describir. Comentó que los denunciaría, que les destrozaría y yo pedí que no se hiciera tal cosa. Muchos de los profesores que estamos contra el sistema, pero que hemos aceptado el puesto, estamos siendo cómplices de esos malos tratos. Entonces Saulo cambió de tema y pidió que fuéramos con él a un restaurante, nos invitaba a cenar. En definitiva, pasamos un buen día y mis padres lo acogieron como el hijo que siempre quisieron. Lo peor fue que no pudimos estar a solas. Llegamos algo cansados y mis padres se fueron a dormir, nosotros también.
Pensé más de una vez en ir a buscarlo, pero no lo hice. Empecé a escribir algo aparte del escrito, era una carta donde exponía mis sentimientos e intentaba no parecer un idiota. Sin embargo seguía sintiéndome como tal; un subnormal que no sabía tratar bien al resto del mundo, por culpa de un necio que me despreció por dos senos. Lo único que tomé en claro en el asunto es que intentaría empezar de cero. Tenía un objetivo y era estar con él. Después me acosté y deseé que él viniera como en la institución, que se acurrucara a mi lado y percibir su aliento sobre mi cuello.
I. Empezar de cero nuevamente.
Llegó la mañana y en el desayuno comenté lo que sucedía. Yo ya no tenía dinero para ir a Cádiz y buscarlo, me había gastado el poco dinero que me quedaba, ellos dijeron que no haría falta y que le diera bien la dirección de casa. Mi padre fue comprensivo, aunque mi madre pensó que quizás se sentiría incómodo. Hacia el medio día me llamaron de la agencia de estudios, me comentaron que me harían una entrevista el lunes por la mañana y que conversarían conmigo para conseguir el puesto. Todo parecía arreglarse salvo las veinte llamadas perdidas que tenía de Andrés.
Durante todo el día estuve preocupado por Saulo no cogía el móvil y pensé que podría haberse acobardado. Sin embargo mientras almorzaba con mis padres llamaron al teléfono y era él. Me comentaba que estaba en la estación de Atocha, que andaba perdido y que quería saber donde vivía. Le di mi dirección, dijo que tomaría un taxi y mi nerviosismo aumentó. No sabía como comportarme ante una persona a la que había rebajado, que deseaba hacerle el amor y a la vez pensaba que no debía tenerlo a mi lado. Era demasiado bueno para mí, muy amable y atento como para dañarle. Me senté unos segundos en el sofá por consejo de mi padre. Era sábado y él estaba ahí, normalmente se iba al despacho a mirar informes. Se sentó a mi lado y prendió el televisor, mi madre hizo lo mismo.
-Es tu novio, verdad.-Murmuró ella.
-Déjale, mientras no follen cuando estemos presentes a mi me da igual.-Respondió mi padre cambiando de canal.
-No es mi pareja, es un buen amigo y estoy preocupado.-Dije mirando la pantalla de aquel aparato estúpido.
-De acuerdo.-Comentó él y el timbre sonó.
-Voy yo.-Dijo mi madre caminando hacia la puerta.
Seguramente se chocó con un muchacho de apariencia frágil, mirada perdida aunque llena de vida y ropa mal colocada. Le dejó pasar con dos maletas bastante pesadas y me miró preocupado. Yo tan sólo me acerqué a él y las cogí, mi padre lo miró como si fuera un criminal mientras le sonreía desde el sofá. Pedí que me siguiera, le dije que dormiría en la habitación de invitados y que no les importaba en absoluto su llegada. Pero él no estaba de acuerdo.
-No debería quedarme aquí.-Balbuceó al fin.
-Estas muerto de miedo, tranquilízate.-Susurré abrazándolo.-Ellos me dieron permiso.-Comenté.
-Antes o después de decírmelo.-Murmuró con una sonrisa tímida en sus labios.
-¿Estas bien?-Pregunté.
-Jasón quería que saliera de ahí, que me alejara de todo y sobretodo de ti.-Comentó sentándose en la cama, cerré la puerta para tener mayor intimidad y me senté a su lado pasando uno de mis brazos por sus hombros.
-Es idiota.-Murmuré.
-No más que tú. Me trataste como una mierda y después me llamas diciéndome que me necesitas.-Dijo rompiendo a llorar. Alcé su mentón con mi mano, busqué sus labios y lo besé. Su boca parecía aceptar la unión de la mía, sin embargo él parecía estar en otro mundo. Estaba absorto en sus pensamientos, quizás no entendía porque me portaba así y antes cruelmente.
-Te quiero.-Susurré clavando su mirada en él.
-Necesito darme una ducha y descansar.-Tembló y se levantó nervioso hacia sus maletas.
-De acuerdo.-Dije caminando hacia la puerta.-Si me necesitas estaré en el salón o en mi cuarto.-Comenté cerrando.
Después hablé con mis padres en tono quedo, les expliqué su enfermad y que deberíamos vigilarlo. Más tarde apareció en el salón, se sentó en un lado y observe que los nervios junto a la timidez le podían. Sonreí levemente y le miré, pareció tranquilizarle y después respiró hondo.
-Yo me llamo Alberto.-Comentó mi padre.-Ella es Helena mi mujer.-Dijo indicando a mi madre.-Espero que te sientas cómodo, nosotros intentaremos al menos que no te veas como un intruso. Tenías problemas, eres amigo de mi hijo y te admitimos en casa por ello.-Susurró.
-Son muy amables, pero no quiero molestar. Intentaré pagar mis gastos y buscar un apartamento pronto.-Murmuró.
-Esta bien, esta bien. Sin embargo nadie te esta echando de casa, puedes quedarte hasta que encuentres un trabajo y un lugar digno.-Intervino mi madre levantándose del sofá, caminó hacia la cocina. Cruzó el salón como un rayo. Se posó en el marco de la puerta y miró fijamente a Saulo.-¿Quieres un poco de café? No has almorzado y creo que deberías tomar algo hasta la cena.-Preguntó.
-Sí, gracias.-Balbuceó.
Tomamos todos un poco de café y pastas, hablamos sobre el centro y nos reímos de las ideas estúpidas de más de un profesor. Mi padre enloqueció cuando Saulo sacó a relucir lo que le sucedió de joven. Tuvo golpes, electroshock, un lavado de cerebro a conciencia y castigos imposibles de describir. Comentó que los denunciaría, que les destrozaría y yo pedí que no se hiciera tal cosa. Muchos de los profesores que estamos contra el sistema, pero que hemos aceptado el puesto, estamos siendo cómplices de esos malos tratos. Entonces Saulo cambió de tema y pidió que fuéramos con él a un restaurante, nos invitaba a cenar. En definitiva, pasamos un buen día y mis padres lo acogieron como el hijo que siempre quisieron. Lo peor fue que no pudimos estar a solas. Llegamos algo cansados y mis padres se fueron a dormir, nosotros también.
Pensé más de una vez en ir a buscarlo, pero no lo hice. Empecé a escribir algo aparte del escrito, era una carta donde exponía mis sentimientos e intentaba no parecer un idiota. Sin embargo seguía sintiéndome como tal; un subnormal que no sabía tratar bien al resto del mundo, por culpa de un necio que me despreció por dos senos. Lo único que tomé en claro en el asunto es que intentaría empezar de cero. Tenía un objetivo y era estar con él. Después me acosté y deseé que él viniera como en la institución, que se acurrucara a mi lado y percibir su aliento sobre mi cuello.
1 comentario:
kyyyaaaa...lindisimo capitulo....ah qe los padres, como siempre celosos, verdad?...piensan qe le van a qitar a su tesoro.
Me encanto
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