Capítulo cuarto.
VI. Te amo, te quiero…será mi rezo por siempre.
La mañana siguiente fue algo positiva, él volvió en sí y parecía estar bien dentro de lo que cabía. Sus muñecas no habían sufrido demasiado, tan sólo tendría cortes, al igual que en las otras zonas. En cuanto a su estómago no sufrió demasiado daño por el lavado que le hicieron. Sólo tenía que descansar y no darle disgustos. Le hicieron varias pruebas y le diagnosticaron anemia. Investigaron por los informes médicos que tenía junto con lo que yo le contaba, dieron con la causa y era bulimia de nuevo. Había recaído y todo por su baja autoestima, o mejor dicho nula. Me pidieron que lo dejara ingresado, que necesitaban vigilarlo durante unos días más y luego lo ingresarían en un centro si así deseaba. Firmé la autorización dos días más tarde y él me juró que jamás lo volvería a hacer, que no quería que lo apartaran de mi lado.
Durante un mes estuvo en aquel centro, le dieron directrices de cómo debía comer y le mostraron a quererse. Supuestamente le habían cambiado el chip y únicamente quedaba el esfuerzo cotidiano. En el trabajo era fijo y no perdió el empleo, milagrosamente. Yo conseguí uno de fin de semana dando clases a un chico universitario. Conseguí doscientos cincuenta euros más, no estaba nada mal para dos horas de clases de apoyo. Saulo tendría que ir algunos días para vigilancia de peso, también para que no recayera. Yo por mi parte intenté comprenderme más a mi mismo y ser más compasivo, sin embargo no podía. Soy y era incapaz de mostrar mis sentimientos. Él sin duda tragaba con mis silencios, mis miradas llenas de palabras que no sabía decir y el miedo infinito a ser abandonado por completo.
Vivir juntos se convirtió en un reto bastante liviano frente a vigilarlo. Intentaba que comprendiera que no era basura, que era alguien en la vida y que tenía un brillante futuro. Saulo parecía no comprenderlo, no recapacitar y cada día se hundía más. Me frustraba, no sabía tratarlo y mucho menos animarlo. Odiaba que se viera derrotado antes de tiempo, de plantar cara por un momento afrontando la situación. Ser homosexual se convirtió en un lastre más, amarme en otro aún mayor y ya su fracaso como profesor en un gran saco de yeso compacto. Intentara como lo intentara no lograba sacar un te amo de mis labios. Le escribía miles de cartas, poesías, relatos breves y algunas frases con las que le endulzaba el desayuno; sin embargo pienso que él deseaba oírlas, no leerlas.
-¿De verdad me amas?-Murmuró una mañana mientras sorbía un poco de cacao.
-Sí.-Susurré acariciando su rostro levemente.
-¿Por qué no me lo dices cuando estamos en la cama? ¿Por qué todo de este modo tan impersonal?-Comentó clavando sus ojos en mí.
-No puedo de otra forma, soy inexpresivo.-Respondí besando su mejilla derecha.
-Lo odio, odio eso. Detesto que no me digas lo que sientes, que me mientas con escritos que dudo incluso que sean tuyos.-Dijo dejando a un lado la taza y volviendo a la cama. Era sábado, lo recuerdo, y yo tenía que marcharme.
-Son mías, ahora me marcho a dar mi hora de clases y luego iremos al cine.-Comenté entrando en la habitación. Lo miré fijamente, observé cada rasgo de su rostro, y lo besé apasionadamente deseando poder decírselo.
-No quiero ir al cine.-Musitó dándome la espalda.
-Pues a dar un paseo, lo que te apetezca, pero ahora no puedo quedarme.-Dije marchándome.
Di mis clases y le compré unos cuantos bombones, los adoraba aunque luego intentara limpiar su cuerpo. Cuando llamé no abrió y yo tuve que buscar las llaves entre las bolsas, los bolsillos y al final la encontré. Giré el pomo y cerré suavemente. Dejé las llaves en el cenicero, miré hacia la cocina y allí no estaba. Cuando entré al cuarto lo encontré en medio de un charco de sangre. El mundo se me cayó encima. No pude reaccionar y caí de rodillas frente a la escena. Tenía un cuchillo de cocina clavado en su pecho, como pude fui hacia él y busqué su pulso. Comencé a llorar, mi garganta se desgarró y busqué entre mi chaqueta el móvil. Llamé a la ambulancia, en unos minutos estaban allí pero no pudieron hacer nada. Saulo se había ido de mi vida por completo. Entre las sábanas había una nota manchada pero legible, tan sólo ponía que jamás creería nada de mí y que no podía seguir de aquel modo.
No recuerdo mucho más, horas más tarde me desperté en un hospital y me comentaron que entré en shock post traumático. Me negué a mi mismo que todo hubiera sucedido así. Cuando lo pude reaccionar estaba en medio de su funeral. Las palabras se producían en mi boca con un leve balbuceo, leves te quiero surgieron sin cesar como un extraño rezo y caí de nuevo inconsciente. Ha pasado un año, un eterno año, y aún no soy capaz de olvidarlo. Le busco en las noches, le escribo cartas y se las leo en voz alta pensando que quizá su espíritu sigue conmigo, a veces cocino para dos y me doy cuenta que me estoy volviendo loco. Soy un desecho de lo que una vez fui, de lo que fui a su lado. Hoy mismo he acabado la novela, no sé si la publicaré o no, es tan sólo un trozo de mí y de él que quiero conservar. A veces rememoro todo y cambio situaciones, doy un giro completo y me veo a su lado feliz deseando su piel cada día un poco más.
VI. Te amo, te quiero…será mi rezo por siempre.
La mañana siguiente fue algo positiva, él volvió en sí y parecía estar bien dentro de lo que cabía. Sus muñecas no habían sufrido demasiado, tan sólo tendría cortes, al igual que en las otras zonas. En cuanto a su estómago no sufrió demasiado daño por el lavado que le hicieron. Sólo tenía que descansar y no darle disgustos. Le hicieron varias pruebas y le diagnosticaron anemia. Investigaron por los informes médicos que tenía junto con lo que yo le contaba, dieron con la causa y era bulimia de nuevo. Había recaído y todo por su baja autoestima, o mejor dicho nula. Me pidieron que lo dejara ingresado, que necesitaban vigilarlo durante unos días más y luego lo ingresarían en un centro si así deseaba. Firmé la autorización dos días más tarde y él me juró que jamás lo volvería a hacer, que no quería que lo apartaran de mi lado.
Durante un mes estuvo en aquel centro, le dieron directrices de cómo debía comer y le mostraron a quererse. Supuestamente le habían cambiado el chip y únicamente quedaba el esfuerzo cotidiano. En el trabajo era fijo y no perdió el empleo, milagrosamente. Yo conseguí uno de fin de semana dando clases a un chico universitario. Conseguí doscientos cincuenta euros más, no estaba nada mal para dos horas de clases de apoyo. Saulo tendría que ir algunos días para vigilancia de peso, también para que no recayera. Yo por mi parte intenté comprenderme más a mi mismo y ser más compasivo, sin embargo no podía. Soy y era incapaz de mostrar mis sentimientos. Él sin duda tragaba con mis silencios, mis miradas llenas de palabras que no sabía decir y el miedo infinito a ser abandonado por completo.
Vivir juntos se convirtió en un reto bastante liviano frente a vigilarlo. Intentaba que comprendiera que no era basura, que era alguien en la vida y que tenía un brillante futuro. Saulo parecía no comprenderlo, no recapacitar y cada día se hundía más. Me frustraba, no sabía tratarlo y mucho menos animarlo. Odiaba que se viera derrotado antes de tiempo, de plantar cara por un momento afrontando la situación. Ser homosexual se convirtió en un lastre más, amarme en otro aún mayor y ya su fracaso como profesor en un gran saco de yeso compacto. Intentara como lo intentara no lograba sacar un te amo de mis labios. Le escribía miles de cartas, poesías, relatos breves y algunas frases con las que le endulzaba el desayuno; sin embargo pienso que él deseaba oírlas, no leerlas.
-¿De verdad me amas?-Murmuró una mañana mientras sorbía un poco de cacao.
-Sí.-Susurré acariciando su rostro levemente.
-¿Por qué no me lo dices cuando estamos en la cama? ¿Por qué todo de este modo tan impersonal?-Comentó clavando sus ojos en mí.
-No puedo de otra forma, soy inexpresivo.-Respondí besando su mejilla derecha.
-Lo odio, odio eso. Detesto que no me digas lo que sientes, que me mientas con escritos que dudo incluso que sean tuyos.-Dijo dejando a un lado la taza y volviendo a la cama. Era sábado, lo recuerdo, y yo tenía que marcharme.
-Son mías, ahora me marcho a dar mi hora de clases y luego iremos al cine.-Comenté entrando en la habitación. Lo miré fijamente, observé cada rasgo de su rostro, y lo besé apasionadamente deseando poder decírselo.
-No quiero ir al cine.-Musitó dándome la espalda.
-Pues a dar un paseo, lo que te apetezca, pero ahora no puedo quedarme.-Dije marchándome.
Di mis clases y le compré unos cuantos bombones, los adoraba aunque luego intentara limpiar su cuerpo. Cuando llamé no abrió y yo tuve que buscar las llaves entre las bolsas, los bolsillos y al final la encontré. Giré el pomo y cerré suavemente. Dejé las llaves en el cenicero, miré hacia la cocina y allí no estaba. Cuando entré al cuarto lo encontré en medio de un charco de sangre. El mundo se me cayó encima. No pude reaccionar y caí de rodillas frente a la escena. Tenía un cuchillo de cocina clavado en su pecho, como pude fui hacia él y busqué su pulso. Comencé a llorar, mi garganta se desgarró y busqué entre mi chaqueta el móvil. Llamé a la ambulancia, en unos minutos estaban allí pero no pudieron hacer nada. Saulo se había ido de mi vida por completo. Entre las sábanas había una nota manchada pero legible, tan sólo ponía que jamás creería nada de mí y que no podía seguir de aquel modo.
No recuerdo mucho más, horas más tarde me desperté en un hospital y me comentaron que entré en shock post traumático. Me negué a mi mismo que todo hubiera sucedido así. Cuando lo pude reaccionar estaba en medio de su funeral. Las palabras se producían en mi boca con un leve balbuceo, leves te quiero surgieron sin cesar como un extraño rezo y caí de nuevo inconsciente. Ha pasado un año, un eterno año, y aún no soy capaz de olvidarlo. Le busco en las noches, le escribo cartas y se las leo en voz alta pensando que quizá su espíritu sigue conmigo, a veces cocino para dos y me doy cuenta que me estoy volviendo loco. Soy un desecho de lo que una vez fui, de lo que fui a su lado. Hoy mismo he acabado la novela, no sé si la publicaré o no, es tan sólo un trozo de mí y de él que quiero conservar. A veces rememoro todo y cambio situaciones, doy un giro completo y me veo a su lado feliz deseando su piel cada día un poco más.
Fin
2 comentarios:
*snif snif*
Un final trágico pero indudablemente predecible. Amaru me recuerda un poco a Yannick, más bien su inexpresividad aunque verdaderamente sienta.
Espero la entrega de otra novela *w*
Final predestinado :
Antes qe nada dejame felicitarte,excelente novela, y por otra parte era de esperarse este final.....Lo siento por el muy estimado Amaru, porqe apesar de qe es una persona qe sabe amar, por desgracia tuvo miedo de volver a salir lastimado.
Y la verdad si uno no acepta qe el amor es tambien dolor,pz jamas podremos encontrar dicha felicidad.
Yo lo siento por Saulo,porqe era una persona qe sabia amar,pero siempre con miedo....solamente el sabe por qe kiso suicidarse.
Me llego,me llego....divino
Kuidate
Beijos
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