Don Santos
Don Santos era el director de una cárcel religiosa llena de fervor e imágenes de santos en cada pasillo. Era como si entraras por las puertas de una iglesia o del peor de tus pesadillas si eras ateo. Su imagen severa e implacable te daba la bienvenida dibujada a la perfección en un retrato al fondo del pasillo principal. El suelo de mármol recién fregado, el aroma a vieja penitenciaría y las rejas en cada ventana daban la impresión de entrar en una jaula. Asfixia la sensación de estar en un callejón sin salida que será tu hogar durante más de diez meses; sí, porque no había vacaciones de Navidad y mucho menos en Semana santa. Tan sólo podías pisar la calle bajo la supervisión de un profesor, de tus padres o del señor director.
Nuestro amado director, o alcaide de la prisión de nuestro internado, era un hombre frío y severo. Había sido sacerdote y había ejercido como tal hasta sus treinta y cinco años, cuando tomó tan importante cargo en la institución. Su figura gruesa, sus cejas pobladas y ojos profundos junto a una tez clara le daban la apariencia de un maniaco. Todos les teníamos miedo, profesores y alumnos, por sus métodos contra la rebeldía. Los padres estaban informados y creían que era la mejor solución para los jóvenes insufribles por las repetitivas llamadas de atención. Niños ricos que jamás supieron que era un abrazo de sus padres, tan sólo su dinero en vez de su amor. No saber educar o dar cariño a sus hijos había traído al mundo a delincuentes que arremetían contra todo.
Por lo que tengo entendido este hombre no tenía familia y cree que tan sólo tiene a Dios. Sé que suena patético pero para él es un orgullo. Tan sólo le veo clase vistiendo, sabe gastar bien el dinero que recauda de sus alumnos. No creo que la educación y la bazofia que nos dan por comida sean costes tan elevados. En definitiva este hombre es un déspota y el villano de cualquier cuento.
Antón
Si alguna vez habéis visto a los clásicos curas de pueblo, bonachones con sus sotanas cubriendo sus cuerpos pero tan anticuados que dan pavor, seguro que podéis imaginar a Antón. Es un hombre bastante mayor, algo arqueado, de pasos cortos y mirada abstraída en sus pensamientos. Siempre le encontrarás con un rosario negro en sus manos níveas. Tiene el cabello plateado y numerosas entradas, sus cejas son finas y su nariz retorcida de aguilucho le da una imagen de caricatura. Su carácter no es afable, es apático, y siempre anda regañando entre dientes. No tiene más de sesenta años aunque aparenta más.
Este personajillo es quien nos da misa los domingos y lleva la catequesis, aunque rezamos dos veces al día mientras le escuchamos hablar por megafonía. Sin duda alguien chapado a la antigua y lleno de temores. Suele decir que este siglo tiene mentes podridas, demasiados enfermos mentales y mucha libertad. Tenía fobia social, fobia también a las ideas modernas y sobretodo a la homosexualidad. Sus mítines eran de auténtico fervor religioso, más bien de guerra abierta contra la realidad. Sus temas favoritos eran la degeneración homosexual, el pecado de la carne, los milagros de Jesús y la decadencia de las almas.
Quizás te parece un anciano adorable y a los cinco segundos desearás prender una hoguera bajo sus pies. Es mentiroso, falso, y demasiado envidioso de la juventud que ha perdido. Habla siempre en susurros menos cuando toca la hora de demostrar cuando ama a Dios, puede dejarte sordo y provocarte un terrible dolor de cabeza.
Nadia
Una monja amiga de la congregación oronda y de mirada angelical, aunque sus berrinches pueden sacar de su hieratismo a Don Santos. Ella es nuestra cocinera y vive en un convento cercano. No es una monja de clausura y parece una madre ansiosa de tener a sus retoños en sus brazos. Sus mejillas rosadas, sus labios pequeños, sus ojos expectantes a un milagro y su medalla de la santísima Virgen del Rocío en su pecho son sus rasgos principales.
Su nombre es Sor María Nadia, pero le encanta que la llamen Nadia a secas porque dice no ser tan importante. Su risa jovial, sus cánticos y la luz que trasmite te hacen ver el mundo de forma distinta en las celdas. Cuando la ves pasear por el jardín piensas irremediablemente en una mujer convencida para ser madre, ser la madre de todos. Es hermosa aunque lozana y dice que dejó a su novio del pueblo para entregarse a su hermoso Cristo. Conversa con todos incluso con ella misma cuando algo le preocupa, jamás la verás en silencio. Creo que es de los pocos rostros que te alegran de vértelas encerrado.
Patricia.
La profesora de canto, de no más de treinta años y de vestimenta de vieja. La alegría de Nadia contrasta con la apatía y mal humor de esta señorita sin sentido de la belleza. Habla de armonía, felicidad, y jamás hemos visto tales cosas junto a ella. Sientes un pavor comparable prácticamente al que sentirías en el despacho del director. Tiene sus largos cabellos caobas recogidos en un moño alto. Sus faldas son largas, más allá de las rodillas y casi por los tobillos, además de jerséis de cuello alto y gafas desfasadas.
Lo peor de ella no es su genio, sus castigos o su indiferencia cuando te sientes desconsolado; no, lo peor es su timbre de voz. Cuando habla, canta o grita tus tímpanos creen estallar. Ella nos entrena para cantar en fechas señaladas como es la Pascua. Se puede decir que esta de prestado o porque es la sobrina de don Antón, de casta le viene al galgo o eso dicen.
¿Se nota mi aprecio hacia ella? Sé que no tiene a nadie vivo, sus padres murieron, y únicamente le queda su tío, pero no por ello me da pena. Me parece patética intentando aparentar honestidad cuando se ve a la legua que desea el pecado de la carne, y si no es así debería para desahogar su abotonado cinturón de castidad. Probablemente ningún hombre en su sano juicio saldría con semejante mujer, más que mujer es una tabla y con un gesto en su rostro de desprecio al resto. Odia el romanticismo, el erotismo para ella es más que pecado y quemaría cualquier cosa que diga que atraería la promiscuidad.
Su mayor orgullo es saber tocar el piano, la verdad es que tiene grandes dotes y lo único hermoso de todo su cuerpo son sus manos. Tan sólo me atrae hacia ella la curiosidad por las notas que interpreta o compone.
Don Santos era el director de una cárcel religiosa llena de fervor e imágenes de santos en cada pasillo. Era como si entraras por las puertas de una iglesia o del peor de tus pesadillas si eras ateo. Su imagen severa e implacable te daba la bienvenida dibujada a la perfección en un retrato al fondo del pasillo principal. El suelo de mármol recién fregado, el aroma a vieja penitenciaría y las rejas en cada ventana daban la impresión de entrar en una jaula. Asfixia la sensación de estar en un callejón sin salida que será tu hogar durante más de diez meses; sí, porque no había vacaciones de Navidad y mucho menos en Semana santa. Tan sólo podías pisar la calle bajo la supervisión de un profesor, de tus padres o del señor director.
Nuestro amado director, o alcaide de la prisión de nuestro internado, era un hombre frío y severo. Había sido sacerdote y había ejercido como tal hasta sus treinta y cinco años, cuando tomó tan importante cargo en la institución. Su figura gruesa, sus cejas pobladas y ojos profundos junto a una tez clara le daban la apariencia de un maniaco. Todos les teníamos miedo, profesores y alumnos, por sus métodos contra la rebeldía. Los padres estaban informados y creían que era la mejor solución para los jóvenes insufribles por las repetitivas llamadas de atención. Niños ricos que jamás supieron que era un abrazo de sus padres, tan sólo su dinero en vez de su amor. No saber educar o dar cariño a sus hijos había traído al mundo a delincuentes que arremetían contra todo.
Por lo que tengo entendido este hombre no tenía familia y cree que tan sólo tiene a Dios. Sé que suena patético pero para él es un orgullo. Tan sólo le veo clase vistiendo, sabe gastar bien el dinero que recauda de sus alumnos. No creo que la educación y la bazofia que nos dan por comida sean costes tan elevados. En definitiva este hombre es un déspota y el villano de cualquier cuento.
Antón
Si alguna vez habéis visto a los clásicos curas de pueblo, bonachones con sus sotanas cubriendo sus cuerpos pero tan anticuados que dan pavor, seguro que podéis imaginar a Antón. Es un hombre bastante mayor, algo arqueado, de pasos cortos y mirada abstraída en sus pensamientos. Siempre le encontrarás con un rosario negro en sus manos níveas. Tiene el cabello plateado y numerosas entradas, sus cejas son finas y su nariz retorcida de aguilucho le da una imagen de caricatura. Su carácter no es afable, es apático, y siempre anda regañando entre dientes. No tiene más de sesenta años aunque aparenta más.
Este personajillo es quien nos da misa los domingos y lleva la catequesis, aunque rezamos dos veces al día mientras le escuchamos hablar por megafonía. Sin duda alguien chapado a la antigua y lleno de temores. Suele decir que este siglo tiene mentes podridas, demasiados enfermos mentales y mucha libertad. Tenía fobia social, fobia también a las ideas modernas y sobretodo a la homosexualidad. Sus mítines eran de auténtico fervor religioso, más bien de guerra abierta contra la realidad. Sus temas favoritos eran la degeneración homosexual, el pecado de la carne, los milagros de Jesús y la decadencia de las almas.
Quizás te parece un anciano adorable y a los cinco segundos desearás prender una hoguera bajo sus pies. Es mentiroso, falso, y demasiado envidioso de la juventud que ha perdido. Habla siempre en susurros menos cuando toca la hora de demostrar cuando ama a Dios, puede dejarte sordo y provocarte un terrible dolor de cabeza.
Nadia
Una monja amiga de la congregación oronda y de mirada angelical, aunque sus berrinches pueden sacar de su hieratismo a Don Santos. Ella es nuestra cocinera y vive en un convento cercano. No es una monja de clausura y parece una madre ansiosa de tener a sus retoños en sus brazos. Sus mejillas rosadas, sus labios pequeños, sus ojos expectantes a un milagro y su medalla de la santísima Virgen del Rocío en su pecho son sus rasgos principales.
Su nombre es Sor María Nadia, pero le encanta que la llamen Nadia a secas porque dice no ser tan importante. Su risa jovial, sus cánticos y la luz que trasmite te hacen ver el mundo de forma distinta en las celdas. Cuando la ves pasear por el jardín piensas irremediablemente en una mujer convencida para ser madre, ser la madre de todos. Es hermosa aunque lozana y dice que dejó a su novio del pueblo para entregarse a su hermoso Cristo. Conversa con todos incluso con ella misma cuando algo le preocupa, jamás la verás en silencio. Creo que es de los pocos rostros que te alegran de vértelas encerrado.
Patricia.
La profesora de canto, de no más de treinta años y de vestimenta de vieja. La alegría de Nadia contrasta con la apatía y mal humor de esta señorita sin sentido de la belleza. Habla de armonía, felicidad, y jamás hemos visto tales cosas junto a ella. Sientes un pavor comparable prácticamente al que sentirías en el despacho del director. Tiene sus largos cabellos caobas recogidos en un moño alto. Sus faldas son largas, más allá de las rodillas y casi por los tobillos, además de jerséis de cuello alto y gafas desfasadas.
Lo peor de ella no es su genio, sus castigos o su indiferencia cuando te sientes desconsolado; no, lo peor es su timbre de voz. Cuando habla, canta o grita tus tímpanos creen estallar. Ella nos entrena para cantar en fechas señaladas como es la Pascua. Se puede decir que esta de prestado o porque es la sobrina de don Antón, de casta le viene al galgo o eso dicen.
¿Se nota mi aprecio hacia ella? Sé que no tiene a nadie vivo, sus padres murieron, y únicamente le queda su tío, pero no por ello me da pena. Me parece patética intentando aparentar honestidad cuando se ve a la legua que desea el pecado de la carne, y si no es así debería para desahogar su abotonado cinturón de castidad. Probablemente ningún hombre en su sano juicio saldría con semejante mujer, más que mujer es una tabla y con un gesto en su rostro de desprecio al resto. Odia el romanticismo, el erotismo para ella es más que pecado y quemaría cualquier cosa que diga que atraería la promiscuidad.
Su mayor orgullo es saber tocar el piano, la verdad es que tiene grandes dotes y lo único hermoso de todo su cuerpo son sus manos. Tan sólo me atrae hacia ella la curiosidad por las notas que interpreta o compone.
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