Estaba próximo octubre. Habíamos viajado a Japón, le mostré mis raíces y él parecía adaptarse a todo como si hubiera nacido en aquel lugar. Recorría las calles observándolo todo, parecía un niño que descubría el mundo por primera vez, sonreía agarrado a mí y esperaba alguna indicación mía. También estuvimos en el norte de España, Galicia, donde caminamos por los bosques más frondosos y pueblos perdidos, allí nos adaptamos al ambiente y éramos menos liberales. Sin embargo, encontramos calma y el frescor de aquellas tierras. Cuando volvimos había madurado como persona, él también y me constaba.
Pero una noche, una noche cambiaría todo. Absolutamente todo.
-Tengo sueño.-susurró antes de entrar en el coche, iba agarrado a mi brazo y su mirada estaba llena de melancolía. Habíamos visto una película que le había hecho sentirse muy similar al protagonista.
-Ahora en el coche descansa hasta llegar a casa.-respondí abriendo el coche. A lo lejos, aunque no tanto, mi deportivo se iluminó un instante. Nuestros pasos se aproximaron a él con sigilo y me quedé un instante respirando hondamente.
-Mañana quiero ir a la playa, por la noche.-dijo con una media sonrisa.-esta terminando el verano y quiero despedirme de la arena.-abrió la puerta y se sentó en el del copiloto.
-De acuerdo, tus deseos son órdenes mi dulce príncipe.-comenté subiéndome, encendiendo la radio en un canal de ópera y arrancando el coche.
-Ponte el cinturón.-susurró colocándoselo él.
-Estamos cerca de casa, no hay nadie en la carretera y no he bebido.-odiaba ponérmelo cuando iba con camisetas sin mangas. La correa del cinturón me rozaba los brazos y me había quemado.
-De acuerdo.-dijo bajando los párpados.
Quedamos en silencio, la ópera hacía coros a la ciudad y de repente, como de la nada, a pocos metros de donde circulaba mi automóvil, un suicida venía haciendo eses. A contra mano, a gran velocidad y empotrándose con mi deportivo.
No recuerdo mucho, tan sólo sonido de sirenas y el llanto de Víctor. Pedía que le dejaran venir junto a mí, todo se volvió muy confuso. Meses más tarde desperté en la cama de un hospital. Concretamente me había llevado ocho meses en coma. Estaba en los huesos, pero no importaba porque estaba a mi lado. Su rostro parecía desesperanzado.
-¿Dónde estoy?-pregunté dolorido.
-Te dije que te pusieras el cinturón.-sus ojos se llenaron de lágrimas y hubo un silencio intenso.
Tras varias semanas estoy aquí, es veintidós de agosto y puedo decir que estoy vivo. Si embargo parte de mí murió. Víctor está pendiente a mí, nuestra relación se ha vuelto más intensa y yo dudo que vuelva a ir al trabajo. No me siento con fuerzas y como la empresa es en parte mía viviré de los beneficios o quizás trabajaré en casa. Para mi ya no habrá más momentos de locura sobre el asfalto, sentirlo bajo mis pies mientras troto hasta la lejanía. No podré ir al gimnasio, no podré hacer muchas cosas…ahora una silla me impide todo, me ata a ser un despojo de lo que fui.
Veintidós de Agosto del 2008
Dijiste que me protegerías, no lo has hecho, pero al menos sigues a mi lado…sigues sobrecogiéndome con tu mirada, haciéndome soñar con tus caricias y fundiéndome en la desesperación si te quedas en silencio…no me proteges, no importa, si bien esto es mejor que tus brazos rodeando mi torso.
Tan sólo te pido que me ames…
Y eso ya lo haces.
Fin
1 comentario:
Llevo varios capítulos sin comentar, perdona. Me ha encantado todo, menos mal que el tío espabiló >_<. Pero jo, que triste lo del accidente >_<, pero al menos siguen juntos. En fin, genial la historia ^^
Namarie.
Publicar un comentario