No sé si hablar, no sé si me escucha o está en otro mundo donde yo no existo, o simplemente soy un personaje extraño emborronado de sus recuerdos. Sus cabellos canos caen sobre la almohada, su rostro suave y pálido lleno de arrugas que antes se replegaban en sonrisas. Y esos ojos, esos horripilantes ojos que parecen perdidos, olvidados de la realidad. Son tan grises, grandes y brillantes que parecen los de un niño. Sus labios son finos, como siempre, y de un color rosado bastante llamativos. Está recostada en la cama, hecha un ovillo, y yo a su lado tomándola de sus manos.
Yo estoy vestido de luto. Ella siempre me regañaba por ir de oscuro, pero luego aclaraba que siempre me quedaba bien ese color. Echo de menos que me pregunte si deseo un cacao caliente en medio de la madrugada, como echo de menos mis riñas con ella referente a las películas de los domingos por la tarde o su insistencia en que comiera más verduras. Y ahí está. Una mujer tan fuerte que tuvo el coraje de luchar en tiempos de posguerra, alguien que liberó batallas contra el qué dirán y que crió a mi madre como hija propia. Mi abuela.
Me desespero porque no me entiende, cualquier cosa que diga queda en el aire. Únicamente toma mi mano y me la besa, no sé que quiere decir con eso y yo no puedo dejar de llorar. En silencio, siempre en silencio y con la luz apagada mientras escucho los aparatos de otros enfermos. La enfermera se pasea por esta sala de urgencias, toma la temperatura y se marcha, como si nada.
Yo quiero sus gritos, quiero los gritos ante mis desastres de eterno chiquillo. Pero los que oigo en esta noche espectral, esta cercana a mi cumpleaños y lejana a la felicidad que me suele otorgar esa fecha, son lamentos de dolor. Quiero atraparla entre mis brazos, besar su frente y susurrarle que todo va a pasar. Pero, si lo hiciera la lastimaría y los cables me impiden todo.
-El destino hizo que me criaras, pero que no haga que te vayas ahora. Todavía soy un niño.-
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Seguramente muchos de los que me conocen piensan que odio a toda mi familia, odio a casi un noventa por ciento de esta, pero hay varias personas que son esenciales en ella. Sigo siendo un niño, supongo.

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