Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 20 de agosto de 2008

Déjame ser un niño





No sé si hablar, no sé si me escucha o está en otro mundo donde yo no existo, o simplemente soy un personaje extraño emborronado de sus recuerdos. Sus cabellos canos caen sobre la almohada, su rostro suave y pálido lleno de arrugas que antes se replegaban en sonrisas. Y esos ojos, esos horripilantes ojos que parecen perdidos, olvidados de la realidad. Son tan grises, grandes y brillantes que parecen los de un niño. Sus labios son finos, como siempre, y de un color rosado bastante llamativos. Está recostada en la cama, hecha un ovillo, y yo a su lado tomándola de sus manos.

Yo estoy vestido de luto. Ella siempre me regañaba por ir de oscuro, pero luego aclaraba que siempre me quedaba bien ese color. Echo de menos que me pregunte si deseo un cacao caliente en medio de la madrugada, como echo de menos mis riñas con ella referente a las películas de los domingos por la tarde o su insistencia en que comiera más verduras. Y ahí está. Una mujer tan fuerte que tuvo el coraje de luchar en tiempos de posguerra, alguien que liberó batallas contra el qué dirán y que crió a mi madre como hija propia. Mi abuela.

Me desespero porque no me entiende, cualquier cosa que diga queda en el aire. Únicamente toma mi mano y me la besa, no sé que quiere decir con eso y yo no puedo dejar de llorar. En silencio, siempre en silencio y con la luz apagada mientras escucho los aparatos de otros enfermos. La enfermera se pasea por esta sala de urgencias, toma la temperatura y se marcha, como si nada.

Yo quiero sus gritos, quiero los gritos ante mis desastres de eterno chiquillo. Pero los que oigo en esta noche espectral, esta cercana a mi cumpleaños y lejana a la felicidad que me suele otorgar esa fecha, son lamentos de dolor. Quiero atraparla entre mis brazos, besar su frente y susurrarle que todo va a pasar. Pero, si lo hiciera la lastimaría y los cables me impiden todo.

-El destino hizo que me criaras, pero que no haga que te vayas ahora. Todavía soy un niño.-





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Quedan dos días para mi 22 cumpleaños y no deseo ninguna fiesta. Íbamos a comprar un pastel, celebrarlo en familia en una pequeña reunión y después quizás saldría con algunos amigos. Los invitaría a tomar algo a un bar y luego a casa. Pero todo esto ha cambiado. Sólo espero que tenga la mejor solución posible.

Seguramente muchos de los que me conocen piensan que odio a toda mi familia, odio a casi un noventa por ciento de esta, pero hay varias personas que son esenciales en ella. Sigo siendo un niño, supongo.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt