(en este video Él muere y canta esta canción a su gran amor dándole las gracias...yo no he muerto, pero te doy las gracias por resucitarme)
Era entorno a las doce de la noche, cuando la luna se alzaba en el cenit del firmamento deslumbrando a los amantes, abrí la puerta de su habitación. No me esperaba, estaba incrédula ante mi aparición y tembló con nerviosismo. Mis colmillos falsos asomaron ante una dulce sonrisa, intentaba calmarla y no sabía si eso la intranquilizaba aún más. Se levantó torpemente de la silla, dejando la pantalla del ordenador y el teclado a un lado. Sus piernas flaqueaban y eso me divirtió un segundo, para luego atraparla por sus caderas observándola, como cualquier depredador ante su presa.
-Bonsouir Money.-murmuré en sus oídos, aproximando mis labios a su cuello, mientras mis manos se deslizaban por su espalda.
-Buenas noches.-dijo trémula apoyando su cabeza sobre mi pecho.
Mi boca callaron sus labios con un beso. Estos ardían pegándose sutilmente a los míos. Mi lengua acariciaba cada recodo de la suya y se dejaba sin aliento. Mis dedos acariciaban su espalda suavemente. Sus ojos estaban cerrados, pero yo no podía hacerlo puesto que la contemplaba como si fuera mi última visión en esta vida. Sutilmente la llevé hasta la cama, sentándola en ella y recostándola lentamente. La observé con una sonrisa y pasé mi lengua por sus labios, para proseguir con besos y mordidas en su cuello. Tomé sus manos y las puse sobre mis hombros, se agarraba con firmeza y se sentía intimidada. No hacía falta hablar, las palabras sobraban frente a los gestos.
Me quité la camiseta y aparté también, de su piel, la suya. Mis manos acariciaron sus brazos, su rostro y su vientre. No me pude controlar y besé su ombligo. Comencé a desabrochar sus pantalones, dejando que cayeran sobre el suelo. Sus pies descalzos aún tocaban las baldosas, alcé sus piernas y besé sus tobillos para acariciar sus piernas. Mis manos se deslizaban desde las rodillas hasta sus muslos y de estos a sus ingles. Sus vellos se erizaron y sonreí para morder sus labios. Hice resbalar una de las tirantas de su sujetador y la abracé. Mis dedos se volvieron, por unos segundos, torpes, no sabía como quitar ese broche y al final dejé sus pechos libres de su atadura. Besé cada uno de ellos, para luego lamer su pezón derecho y succionarlo sin ejercer demasiada presión. Agarré bien sus caderas y ella desabrochó mi pantalón, para terminar cayendo junto al suyo. Quedé en boxer frente a su cuerpo prácticamente desnudo. Sus piernas fueron a mis costados mientras me movía suavemente sobre su figura de sirena.
Mis ojos se quedaron fijos en los suyos cuando me aparté, bajé lo que quedaba de su ropa interior y también me deshice de la mía. Quedamos desnudos, al fin, y cara a cara. Sus uñas se hundieron en mi espalda cuando mis dedos acariciaron el monte de Venus, y sin pedir permiso se fundieron con el calor de su sexo. Uno de mis dedos masajeaba su clítoris y el otro intentaba profundizar en su vagina. Mi lengua acariciaba y humedecía su cuello. Unos leves gemidos emergían de su garganta, un dulce canto de sirenas. Yo simplemente disfrutaba contemplando su placer. Me excitaba saber que yo la hacía desvanecerse en el placer. Un segundo dedo siguió al que se encontraba en su interior, mientras mi boca iba lentamente bajando hacia sus ingles. Abrí bien sus piernas y comencé a lamer su clítoris, ahora era mi lengua la que masturbaba y complacía a sus sentidos. Terminé por llevar una de mis manos hacia mi sexo para darme placer, después me recosté sobre ella mordiendo sus hombros.
Antes de lo que esperaba me fundí con ella. Sus brazos rodearon mi espalda y sus piernas mis caderas. Los movimientos eran lentos, no quería dañarla. Las sábanas comenzaban a empaparse por el sudor de nuestros cuerpos, se pegaban a nuestra piel al igual que sus cabellos sobre su frente. Los jadeos y gemidos de ambos eran una conversación propia, igual que las caricias y miradas. Fui aumentando el ritmo hasta que noté que ambos íbamos a llegar a la cima de la lujuria, al propio orgasmo. Ella lo hizo segundos antes que yo y me quedé recostado tras un ronco gemido. Mi frente cayó sobre uno de los lados de su cuello, mi boca se abrió buscando poder tomar aire y aparté mi sexo del suyo.
-Te quiero.-murmuré besando su mejilla y me quedé dormido abrazado a ella.
Al despertarme no estaba, había sido un sueño, pero sin embargo aún notaba sus labios sobre los míos. Un sueño no puede ser tan real, ¿o sí?
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