
Atsu Buck Tick... alrededor de 1992
No sé que tendrá este hombre que a más de un@ nos hace elaborar cosas como esta.

Fic ~Pintura de las sombras~
Capítulo I
Conociendo al maestro
-Desnúdate y toma asiento.-
Esa voz penetró en mi mente y me hizo caer en un trance profundo. El miedo desapareció por un instante y dejé de aferrarme al albornoz rojo que me había cedido. Estaba tras un fondo negro que contrastaba con mis cabellos rubios, al igual que con mi tez blanca junto a mis ojos claros.
-No tengo todo el día.-
Lo poco que se veía de él eran sus manos marmóreas que parecían tener una piel casi traslúcida. Sus venas azuladas se marcaban al igual que sus nudillos. Era un tipo bastante huesudo además de interesante. Todo demasiado extraño pero bien remunerado ya que por una sesión de dibujo conseguía el dinero para subsistir una semana.
-¿Me oyes?-
Di un respingo y me despojé de mi único abrigo. Su cuaderno de dibujo cayó levemente sobre el caballete y al incorporarse sus cabellos azabaches surgieron de aquella penumbra. El olor a tabaco comenzó a surgir desde su dirección, se había encendido un cigarrillo quizás mientras me daba nuevas órdenes.
-Colócate de la forma más erótica y cómoda posible, serán dos largas horas.-
Era media noche y no entendía bien porqué habíamos quedado tan tarde, aunque leí que los bohemios trasnochaban creando arte o lo que ellos llamaban arte. Me sentía ridículo pues jamás me vi atractivo, sin embargo terminé arrojándome al suelo quedándome recostado con la cabeza girada hacia él. Mis ojos se entrecerraron y la mano que daba a la pared quedó sobre mi vientre mientras la otra rozaba mis labios.
-¿Así?-chisté cohibido mientras ocultaba con una pierna mi sexo. Sabía que podía acabar en una galería artística o en la casa de un pervertido.
-Baja la pierna y flexiona la otra.-
En ese instante me pareció observar el centelleo de su mirada, daba gracias que se mantuviera a distancia o me ruborizaría.
-De acuerdo.-hice lo que pidió con cierto nerviosismo quedándome bastante hierático.
-Relaja los músculos.-
Eché hacia atrás los hombros intentando pensar en algo distinto. Una pequeña melodía surgió en mi mente comenzando a tararearla haciéndome sonrerir. Era una de las canciones que más me gustaban “Candy” y que había escuchado minutos atrás en mi coche mientras aparcaba frente al enorme edificio de más de treinta plantas. Estaba en el ático, sabía que tendría una vista de águila y eso me suscitaba algo de ilusión a la vez que pavor. Tenía vértigo y miedo a las alturas, si bien a veces deseaba tener alas para surcar los cielos hasta ver la inmensidad del mar como un ave. No tenía frío puesto que parecía tener encendida la calefacción, cosa que agradecí.
-Ya he terminado.-
Al término de las dos horas prácticamente pronunció aquellas palabras y se levantó del taburete permitiéndome poder observarlo por completo. Me quedé estupefacto. Sus ojos eran enormes y negros, su piel clara le daba un aspecto de ser inmortal o de otros mundos, su melena caía sobre sus hombros acariciando su torso que estaba cubierto por un fino jersey de cuello de cisne. Me sentí tan poca cosa, una colilla, frente a aquel portento. Me ruboricé, quedé completamente rojo cuando toda la sangre de mi cuerpo fue a mi cara. Era atractivo sin duda alguna y cualquiera caería enamorado de él.
-Gracias y tienes el sobre con el dinero en la entrada.-
Giró el bloc permitiéndome ver una réplica exacta de mi cuerpo, cada detalle estaba bien elaborado…diría que cada mechón estaba marcado lentamente en cada hebra de cabello.
-¿Soy yo? Quedé demasiado bien.-mis ojos recorrían el hueso de mi cadera algo que sobresalía levemente, mis costillas y mis pestañas. Al fondo había un hermoso cielo azul y bajo mi cuerpo nubes esponjosas como el algodón de azúcar.
-¿Ves otro modelo?-
Su voz era seria pero en su rostro se desdibujó la sobriedad alzándose una sonrisa amable.
-Un placer…si necesita que vuelva…yo…-tartamudeé sin saber bien sí debía decir aquello o quedaría como un descarado.-Yo estaría dispuesto a desnudarme de nuevo ante usted.
-Trátame de tú…ambos somos de la misma edad.
Me incliné levemente y me giré para ir a vestirme.
-Estaré encantado que vuelvas por aquí, te estaré esperando.-
Volví a sonrojarme y el nerviosismo me delataba incluso caminando. No conseguía ponerme los botones de la camisa, mis pantalones se resistían a poder subirse con total normalidad y ya desconocía como se ataban los cordones. Me marché dando por seguro que lo vería pronto.
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