Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 15 de diciembre de 2009

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XVIII)


Sea cual fuera la vida, ya fuera un brote que a penas comenzaba a florecer como una rosa casi deshojada, merecía ser recordada dulcemente. Yo así recuerdo a mi madre. Cada momento en el que la imagino ya sea bailando descalza en el césped e invitándome a un vals, como sonriendo antes de regalarme uno de sus abrazos o de sus oportunas regañinas, es un momento dulce. Porque los momentos dulces, aunque no nos hacen ser quienes somos, son los que nos regalan paz y una sonrisa en nuestros labios.

Mientras mecía a mi pequeño en mis brazos me preguntaba cómo explicarle cómo era su abuela, como fue mi hermano y como era la magia que los envolvía. Sin embargo, terminé riendo a carcajadas al imaginarlos como estúpidos a su alrededor intentando identificar cada rasgo de su rostro en los suyos. Jamás podré darles las gracias, gracias por haber sido parte de mi vida y de mis sueños. Aunque siempre he pensado que los espíritus de nuestros seres queridos nos cubren las espaldas y vuelven a renacer.

-Arigato.-susurré acariciando las mejillas del pequeño regalo que dejó mi hermano en este mundo tóxico y sin sentido. Se había quedado dormido con el murmullo de mi voz y el movimiento lento de mi cuerpo.

Escuché de lejos los ladridos de la perra y el movimiento de la cancela, Phoenix había llegado a casa al fin. Cuando entró al salón simplemente cambió su rostro serio por una sonrisa. Vino hacia donde estábamos quedándose sentado a mi lado, acariciando las mejillas de Jun y mirándolo con su habitual dulzura.

-Mi examen médico está perfecto, pero mi hermano seguirá allí encerrado hasta Navidad.-murmuró encogiéndose en el sofá.-Ya no es adicto a nada, pero su conducta sigue siendo demasiado rebelde.

-Define demasiado.-respondí sin inmutarme, no quería molestar en el sueño del pequeño.

-No come lo que le plantan, dice que sabe a estercolero y se la pasa robando cosas de la despensa. Claro que al principio no intuían que pudiera ser él, pero pusieron cámaras y lo acabaron pillando.-parecía decepcionado, aunque no sé si por la actitud de su hermano o por la nuestra.-Atsushi.-me miró con ojos de cordero.-Ya no se mete nada, nada en absoluto, y necesita volver a estar conmigo.

-Phoenix seguirá desobedeciendo, seguirá montando lío en la casa, y no deseo eso. Si no aprende a comportarse pronto volverá a las andadas. Debe aprender disciplina, aunque sea mínima.-aquel lugar daba miedo, parecía la boca del infierno y lo sabía. Ese lugar era parecido a uno donde estuve internado de joven.

Tenía quince años y mi padre decía que empezaba a ver en mí comportamientos desviados. Me llevó a un lugar en Osaka donde había una pequeña penitenciaría para jóvenes rebeldes, daba igual su clase o condición social. Todos teníamos algo, unos ficha policial y otros simplemente padres que creían que éramos enfermos mentales. Allí acabábamos hacinados en pequeñas habitaciones con sólo lo indispensable. No teníamos nada de fuera, ni siquiera una foto de nuestras madres. Cuando salí del centro muchos de mis compañeros parecían robot, yo seguía las instrucciones del buen chico para poder huir bien lejos. Al llegar a casa seguí igual que siempre, pero esta vez golpeé bien duro a mi padre haciéndole entender que no volvería a un lugar como aquel.

Seth no estaba en tan penosas condiciones, pero sabía lo horrible que podía sentirse en un lugar tan grande y sin consuelo de ningún tipo. Phoenix lo consentía demasiado, le daba todas las libertades, y él terminó pasándoselo por el pito del sereno. Hacía lo que quería, iba donde deseaba y se gastaba parte de su fortuna personal en drogas y alcohol. No quería que acabara con su vida, algo tan preciado y que debería ser aprovechada. Nada más saliera de ese antro se dedicaría a estudiar, aunque fuera en la academia de arte local o alguna carrera que le apeteciera. Vagos en mi familia ni uno, y él no iba a ser menos. Al casarse Phoenix conmigo él era parte de mi familia, por lo tanto me ocuparía de él como si fuera uno de mis hijos.

-Atsushi me rompe el corazón dejarlo allí, sé que le quitan todo lo que llevo de dulces y no le dejan tener nada que le guste. Le rompieron sus cds frente a su cara, sus libros, sus escritos para pasar el tiempo y todo lo que haga que no sean los deberes que les imponen.-sus ojos se aguaron, pero no me miró demasiado tiempo ya que apartó la mirada y agachó la cabeza.-Atsushi.-murmuró aferrándose a sus rodillas.-Quiero a Seth, no a un robot.

-Para Navidad vendrá a casa, esté o no curado de su falta de disciplina.-dije en un murmullo.-Pero deberá aprender las normas de esta casa, como a cuidar de todo lo que hay en ella.-me levanté con el bebé para dejarlo tumbado en el pequeño parque, luego le eché la manta de estrellas y lunas que había sido de mis dos anteriores hijos.

-¿Lo dices para que deje de llorar?-interrogó con la voz rota.

-No, lo digo de verdad.-respondí.-Cuando sea mayor podrá vivir en la casa que aún posees, será bueno para su libertad personal, pero durante unos años tendrá que vivir y convivir con nosotros.-él se giró hacia mí al escuchar aquello, se quedó en silencio observándome mientras caminaba hacia el sofá nuevamente. Me senté a su lado y tomé sus manos entre las mías.-Es una promesa que te hago y que no voy a romper.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt