Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 29 de marzo de 2009

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte VII)


-Oh, tostada.-susurró.-Quiero que me respondan-dijo tomando una de las tostadas que había traído él.

-Doble moral...maldita cría.-dije mirándola fijamente.-Digamos que hace veinticuatro años desaparecí de casa por los mismos motivos que tú. Mi padre era un energúmeno, juró matar a Uta, destrozar a mi hermano a golpes junto a mi madre si no me iba... y dejaba de ser bisexual.-comenté y Uta se aproximó a mí agarrándome del hombro.

-Si quieres se lo cuento yo.-susurró y yo negué con la cabeza.

-Me casé, tuve hijos y al margen quedó todo. Dejé a tu madre una gran amiga a la que quería, a mi pareja al cual le había sido infiel pero que amaba, a mis amigos y a mi madre junto a mi hermano menor de casi diez años.-tomé aire y una lágrima bordeó mis ojos.-Y no digas nada... ni tú, ni ellas.-aclaré porque lo vi con la intención.-Viví veinticuatro años prácticamente aislado con una arpía que amaba mi dinero, mi poder, mi físico y a penas me conocía... decía también amar mi alma pero yo era un Yakuza, un Yakuza que provenía de una familia de bien, que me inmiscuí en el mundo de las bandas armadas solo para poder aporrear algo.-

-Ya, no quiero oír más.-dijo Uta.-No quiero que te lastimes con tu pasado.

-Cállate Uta, esto lo arreglo a mi manera.-le lancé una mirada que hizo que se agachara.

-Está...está bien.-

-No te esfuerces en ayudar.-el asintió a mis palabras y siguió tomándome del hombro como apoyo.-Tu madre estaba en estado y fue causa del desliz...Uta sufrió por ello, estoy seguro, pero jamás me lo reprochó ni me lo dijo. Hice mi vida, me moldearon a la forma que creían correcta y hace unos años que he vuelto a ser yo. Mi partido político para tu información ya no es como antes, lo remodelé, y si no te ha quedado claro... eres mi hija, hija de un joven asesino que no tuvo pelotas de matar a su padre. Antes de juzgar escucha toda la historia...eso me lo enseñó tu bisabuelo...

-¡Atsushi basta!.-gritó Megumi cayendo al suelo, sus piernas no resistieron los nervios, la presión

- Tú...-susurró.-¡No jodas! Se nota que eres político, a mi no podrás engañarme como a la gente que votará por ti.-aquello fue lo que dijo rompiendo en sus delicadas manos aquella tostada, destrozándola como si fuera el corazón de ellos dos cuando mi juego, mi partida y todo mi mundo se vino a pique…marchándome bien lejos de mis raíces para quedar en manos de una mujer que cuyo único deseo en el mundo era tener mayor control sobre la vida de los demás.-¡Por favor! Tú no puedes serlo.-rogaba mirando a su madre mientras intentaba levantarla.-No.-aquellas palabras eran agónicas.-¡No puedes!- me gritó.- No. Tú no.- ya no le quedaban palabras.

- Miho...- Dijo Uta.- Es verdad, Acchan es tu padre.

-¡No es cierto!.-gritó haciendo gala del carácter de los Sakurai, mi carácter.-Tú no puedes serlo.-dijo antes de tomar aliento.-¡No puedes! ¡No! Esto es una broma.-cerró los ojos intentando temblar sus nervios, sacudió su cabeza y me miró.-¡Eso es! ¡Es una broma! ¿Verdad que lo es? ¿Verdad Megumi?.-conseguí levantar a su madre y abrazarla, tenerla entre mis brazos y ella agachó la mirada ocultando su rostro en mi pecho.

-¡Deja de juzgarla con la mirada y de gritar! ¡Ya lo hice yo hace tres días cuando lo supe!-estaba furioso.-Ni me conoces y te atreves a juzgarme.-Uta comenzó a llorar.

-Es mi culpa...yo...yo no debí de callarme y decirte cuando preguntabas por ella.-senté a Megumi en el sofá y lo tomé a él, estaba por caer al igual que ella.

-Ya, para de llorar por favor.-me miró y me abrazó al escuchar lo que le dije.

-Pero... es cierto... te odia... te odia y es igual que tú.-la miró desconcertado por tanto rechazo.

-Yo para ella no soy su padre... es una lástima que cuando no lo sabía al oír su nombre pensé en mi madre, luego la vi parecida a mí pero le resté importancia... y por cierto soy político pero no corrupto. Mi fortuna es la mayor de Japón pero por herencia.-besé la sien de Uta y lo senté en la silla donde estaba antes.

-Chicos lo lamento, mañana no pienso celebrar mi cumpleaños... no me encuentro de humor.-las lágrimas al fin surgieron de mi rostro y me giré intentando salir.

-¡Yo juzgo a quien quiera!.-me restregó con su total desfachatez, no iba a escuchar.-¿Desliz? ¿Dices que soy producto de un desliz? Explica eso.-quería abrazar a mi hija, quería acariciar sus cabellos y calmarla.

-Tu madre y tu padre se acostaron hace más de veinte años.-empezó a contar Uta, si bien paró porque yo ya lo había contado.- Pero él se fue, como ya te lo ha dicho.-rogó intranquilo, estaba histérico.-Miho, por favor, trata de entenderlo...

- ¿Entenderlo? ¡Entenderlo!.-se puso de pie y fue la viva imagen de mi madre, furiosa tras una de tantas palizas. Furiosa con ella, furiosa con el destino para venir hacia mí y cargarme en brazos. Esa fue una de las imágenes más frescas de mi infancia, más recordadas.-¿Qué acaso él no sabía que yo había nacido?

-Miho...-dijo Megumi a duras penas.- No debes de juzgarlo.-recalcó intentando exculparme de la condena de su rechazo.-La única culpable aquí soy yo.-la observó con cierto desprecio.- Sí, él se acostó conmigo, fue un error de nuestra parte si bien…

-¿Error? ¿Entonces por qué carajo me tuviste?-seguía increpándola.

-¡Por qué fuiste el producto de algo que yo hice con amor!-aquello lo sabía, lo noté aquella noche por como se entregó a mí. Miho parecía espantada ante los gritos de Megumi, parecía que jamás había visto a su madre así.

-Entonces.-intentó respirar, parecía histérica.-¿Por qué no fuiste tú a verla?-me señaló con la mirada acusadora, con la que tiene un fiscal duro que está a punto de conseguir la mayor pena para un asesino. Yo no había hecho nada.- Es muy fácil juzgarla, pero tú también tienes la culpa. ¡La tienes por no hacerte responsable de tus actos!.- volvió a gritarme para encaminarse hacia la puerta.

-¡Yo no lo sabía! ¡Crees que hubiera permitido que un hijo de puta criara a mi hija! ¡Crees que hubiera permitido eso! No me conoces, no me conoces y no me juzgues porque no me conoces.-estaba enfadado, colérico y golpeé el armario haciendo un gran agujero en la madera, seguía igual que siempre...ya que jamás dejé mis artes marciales y el boxeo.-¡Iba a comerme el mundo! ¡Tener un grupo de rock! ¡Ser grandes! ¡Tenía al chico que amaba! ¡Y a una amiga que me atraía! ¡Amiga que estaba enamorada de mí!-me dolía la cabeza de forma terrible, la migraña me hacía desvanecerme casi en el suelo pero no se notó.-De la única que pude despedirme y lo hice dándole algo que yo por mis hormonas y porque la quería.-mi tono de voz era neutro.-Pero no amaba.-añadí.-Ella me amaba y yo jamás quise hacer daño. ¡No quería dañarla! ¡Quería darle aquella noche! ¡Qué me recordara de esa forma y no llorando porque perdía todo!-mis ojos eran dos llamaradas, técnicamente daba miedo.

-Atsushi...-susurró temblando mi antiguo amante, era la mirada que usé el día que maté a uno por mirarlo e intentar abusar de él.

-Si lo hubiera sabido me hubiera hecho cargo de ti.-al oír eso uta me abrazó y yo simplemente le agarré por la cintura.-pero te juro por mis muertos que ese sí va a saber quien es Atsushi Sakurai.-siseé como una serpiente.-Se va a acordar de mi toda su vida.-agregué desquiciado.-si es que no lo mato antes.-

-¡Atsu! Atsu!.-rogaba intentando calmarme.

-¡¿Qué?! ¡Nadie toca lo que es de mi sangre!.-lo aparté.

-Atsushi...-

Sonó mi teléfono móvil y era Phoenix. Intenté que no se notara mi enfado, me eché hacia atrás los cabellos...pero no pude y colgué. Entonces llegó un mensaje y eran fotografías de Jun.

-Si fuera un irresponsable no me hubiera hecho cargo de mi sobrino...haciéndome cargo de él como si fuera mi propio hijo.-intentaba respirar.-Pensé estúpidamente que podrías llegar a quererme... primero tuve miedo porque algo así sucediera... después me ilusioné al saber que eras tú... luego me entró el pánico por saber si sería un buen padre para ti.-mis lágrimas fluían sin cesar como el día que murió Hero.-pero luego me ilusioné tanto, pensé que al menos podría servirte de ayuda...

-Acchan.-susurró Uta abrazándome nuevamente, rodeándome con sus brazos finos e intentando que el momento pasara.

- No.-su labio inferior temblaba.-Tú no puedes ser como él.-dijo tiritando.- ¡Como tampoco eres quién para venir a juzgarme!-se giró para a vernos. Su madre lloraba en silencio, Uta estaba abrazado a mí con el rostro oculto en mi pecho y yo simplemente lloraba. Seguramente pensó que era una escena para conmoverla, para darle pena con aquellas lágrimas que vería como falsas.-Si no la amabas no debiste de acostarte con ella. ¡Jugaste con sus sentimientos!-no entendió nada, no comprendió las locuras que pueden ocurrir cuando eres joven.-Aún sabiendo que ella te amaba y tú no.-murmuró.-Así yo no hubiera nacido ni tampoco esto estaría pasando.-su razonamiento era lógico, pero el milagro de su nacimiento, la felicidad que le otorgó a Megumi y también la experiencia, junto a mi ilusión por tener una hija, no lo cambiaría ni desecharía por cambiar el pasado.-¡Eres un hijo de puta!-me gritó mientras abría la puerta. Si bien, no fue lo más duro que pude oír de sus labios, instantes después dijo lo que todo padre espera no oír jamás de sus hijos.-Os odio.-murmuró con los ojos bañados en lágrimas.-¡Os Odio a ambos!.-gritó para salir de la habitación e irse dejándonos a todos hundidos en la miseria.

Me quedé lamentándome sin saber qué hacer, por primera vez lo desconocía.-Por vuestra culpa la perdí...mucho antes de tenerla.-dije apartando a Uta para correr hacia la puerta y di un portazo. Cuando llegué abajo di cuenta del desastre con mi tarjeta de crédito y fui a por mi coche al estacionamiento. Quería ver a Phoenix y sobretodo ocultar mis sentimientos. No deseaba que él me viera tan dañado por una pataleta irracional de una cría.

Conduje durante una hora. Comenzó a llover en el trayecto sintiéndome acompañado por el clima. Me bajé del coche encerrándolo en el garaje y me senté en el pequeño corredor que daba hacia el jardín. La lluvia se precipitaba con fuerza y el sonido en la pequeña fuente de carpas ahondaba en mis recuerdos. Era como si cada gota fuera una palabra no escrita en mi lejano y pesado pasado. Una gota no escrita en papel, pero sí la experiencia. Podía ver a mi hermano correr descalzo bajo la lluvia y yo vigilándolo muy de cerca, como también a Uta llorando en medio de una de las innumerables calles de nuestra ciudad porque lo dejaba atrás o a Imai golpeando duro a uno de los chicos que le hacían la vida imposible. Sí, volvía a mi juventud y sobretodo a ese instante. El momento en el que entré en Megumi y ella llenó mi cuello de escuetos besos tan tímidos como su mirada. Fue mía, yo fui el primero y quién marcó su vida truncándola por completo.

El sonido de la voz de Phoenix me sacó de mis pensamientos, me giré y lo vi débil con una sonrisa en sus labios. Una sonrisa propia de un ángel y que borró al ver mi rostro sumergido en la miseria. No dijo nada, había aprendido a que yo a veces nunca decía lo que me ocurría. Simplemente tenía que esperar, esperar a que diera pie a su interrogatorio después de la calma.

Terminé recostado sobre sus piernas, llevaba una camisa amplia y blanca junto a unos vaqueros también bastante anchos. Sus cabellos caían sobre sus hombros y mis manos jugueteaban entre ellos como un gato con un ovillo. Se preocupaba demasiado, aunque en esta ocasión tenía motivos para estarlo.

-Atsushi.-susurró acariciando mi rostro.-¿Qué ha sucedido?-interrogó.

-Hoy perdí una hija, la perdí para siempre.-sonreí con amargura.

-¿Por qué dices eso?-no entendía lo que quería explicarle, quizás porque había ido al final antes de comenzar a narrar mi odisea.

-Quería comprarte algo, un pequeño capricho, por haber soportado estos días tan difíciles.-sonrió leve y se inclinó para besar mis labios.

-No te preocupes, no quiero regalos.-me reconfortaba su tacto, su piel suave y cálida sobre mi rostro.

-Vi a Megumi y la acompañé al hotel, casualmente Miho apareció en él quizás buscándola al saber que podía encontrarse en la ciudad o buscando a Uta.-murmuré y él frunció el ceño. Sabía de sus celos con él, pero por ahora no le había dicho toda la verdad y tampoco lo haría.

-Prosigue.-murmuró.

-Uta estaba allí.-eso le hizo alzar una ceja.

-¿Y?-interrogó con desconfianza.

-Hablamos los tres con Miho y ella me odia, me odia a mí y odia a su madre por haberle ocultado la verdad. Sin embargo, sus palabras han sido duras pero entendibles.-aclaré y él me interrumpió.

-No tiene derecho a juzgarte cuando tú no lo sabías.-tapé sus labios y sonreí con amargura.

-Su padrastro golpeó a Megumi miles de veces, he visto las señales y he reconocido cada muesca como si fuera la piel de mi madre.-eso lo conmocionó, se quedó en silencio mirándome fijamente como si conociera que aún había más.-Miho también ha sido torturada por ese destructivo Alien que se hace llamar hombre.-sus pupilas se contrajeron al igual que sus párpados que bajaron levemente, una caída de párpados que solía hacer cuando intentaba meditar.-Además de que ha abusado de ella… la comprendo, demasiado terror y dolor en su corazón.

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte VI)


Se escuchó el sonido de la puerta, se abría y también el del carrito entrando hasta el salón. Un joven botones dejaba todo dispuesto en una escueta mesa auxiliar.

- Oh, el té ha llegado.-comentó ella de forma feliz, no quería verla llorar a pesar de ser la culpable de parte de mi amargura.

-En ocasiones lo soy, porque me dan esperanzas, pero cuando los resultados no van bien, cuando tiene mareos o vómitos y sobretodo ahora que está perdiendo el cabello.-cerré los ojos aún recargado en la barandilla, para luego voltearme y tomar una de las tazas sentándome en uno de los sillones...

- ¿Y por qué los resultados deberían de ir mal?.-dijo sirviéndose un poco de té.- Por dios Atsushi, es normal que el chico se ponga así.-intentaba quitarle hierro al asunto, pero el que tenía un amante enfermo era yo.-Por lo que sé las quimioterapias no son cosa fácil.-argumentó mirándome fijamente a los ojos antes de tomar su taza y llevársela a los labios.-Por eso, el paciente debe de tener el apoyo de sus familiares.-mojó de nuevo sus labios y lo paladeó.-Bueno, en tu caso seria tu apoyo y cariño.-sonrió y se sentó en el sofá.-Este té está delicioso, Atsushi.

-No hablo de la quimio, sino de la enfermedad.-respondí a sus palabras vertiendo un poco de té en mi taza.-No se reduce, sólo se estanca y él ya no quiere seguir.-murmuré.-Le quiero...-tomé un trago del té y sonreí.-Siempre lo hacen como a mi me gusta y supuse que te agradaría.-intentaba yo también alejar la preocupación, sin embargo no pude.-Algún día supongo que todo acabará... no sé si para bien o para mal, pero acabará.

- Te gusta el té porque al igual que el cigarrillo es un vicio.-argumentó.-Míralo de esta forma, dejas el cigarrillo por un vicio más sano y muchísimo menos caro.-intentaba abordar otro tema, se notaba.- Me gusta porque tiene un sabor dulce, aunque no como para que me endulce el paladar.-dejó entonces la taza a un lado.- Sigo preguntándome de donde rayos saco Miho ese trauma por lo dulce. Sé que te amas el chocolate, pero esa obsesión malsana no sé de donde puede venir.

En ese instante llamaron a la puerta y se incorporó para abrirla. Pensé que sería el personal del hotel o una visita suya inesperada. Lo último fue lo que aconteció, una entrada brusca en escena de mi antiguo amante. Uta entró dirigente hasta tropezar con mí mirada acusadora, le temblaron las piernas y estuvo a punto de tirar su plato de tostadas con extra de mermelada.

-¡Tú aquí!-gritó temblando con el plato en la mano y entregándoselo a Megumi.-Traigo tostadas en forma de corazón, espero que no...-comenzó a balbucear y su aspecto de felicidad a ganas de llorar cambió en un chasquido de dedos.

Iba vestido de negro con un listón blanco que engalanaba su cuello, sus cabellos largos estaban sueltos y sus ojos bordeaban su rabillo del ojo. Intentaba no hacer contacto directo con los míos.

-Debí de saberlo, te hospedas en el mismo hotel.-murmuré levantándome y sintiéndome algo incómodo.-Y tú te preguntas de donde le viene el gusto por el azúcar.-comenté mirando a Uta de refilón mientras engullía dos de los bombones. Yo también era un amante de ese "pecado", si bien lo mío no era un caso serio como el de él.

-Únete a nosotros, Atsushi no te va a morder.-susurró besando su mejilla e intentaba sentarlo en el sofá.

-¿Ya sabe?-seguramente querría saber si sabía que ese maldito hijo de puta había hecho daño a mi hija.

- Sí, no tienes que preocuparte, de hecho, estamos hablando de ella. ¿Gustas acompañarnos?-no quería forzarlo a que se quedara, pero parecía convencida para conseguirlo.

-No... no es por eso.-susurró.-Yo...el otro día... verás.-se sonrojó y agachó la cabeza para dejar el plato en la mesa.

-¿Puedo quedarme tranquilo o debo de estar a expensas de que me asaltes con una pataleta?-cuestioné observándolo minuciosamente y negó con la cabeza sentándose algo retirado.-Eso espero.

- Ah, ¡Atsushi por favor! Déjalo tranquilo.-me reprendió como si fuera un niño, como si ambos fuéramos sus hijos.- No le hagas caso, ya sabes que es un cabezota.-comentó acariciando sus cabellos, quería hacerle sentir cómodo.

- Sí.-tragó saliva.-Pero…yo.-balbuceó y tomó aire con un leve rubor en sus mejillas.

-Ya me contó lo que hiciste.-sus ojos se clavaron en los de ella con deseos de llorar, no podía evitarlo él desprendía ternura a pesar de que tenía la culpa.-Pero ya lo pasado, pasado, ¿de acuerdo?.-puso una mano en su mentón e hizo que la mirara, para sonreírle.-¿Las tostadas tienen mermelada?-preguntó y él sólo asintió con una leve sonrisa.-¡Dios, muero por probar una!-Tomó una de las tostadas y le dio un pequeño mordisco.

-Está buena.-dije tomando el té para dar un sorbo y quitarme el sabor de la mermelada de fresa. Me gustaba, pero el té para mí era un sabor superior al de aquellas tostadas que había preparado.

- Están más que buenas.-claro que lo estaban porque la masa del pan la hacía él artesanalmente, después lo horneaba y huntaba mermelada hecha también en casa. Esa mermelada era aún más dulce que la común.- Dios mío Uta.-masculló.-Siguen teniendo el mismo sabor. Oh, dios, debes de darme la receta.-esa era otra, nunca daba sus recetas, por más que rogaras y a mi me dio la del sushi tras rogar horas en la cama.-Recuerda que a Miho también le fascinan.

-Bueno, yo puedo hacer más.-murmuró sirviéndose té en un vaso común que había en la mesa.- Puedo dárselas de regalo de cumpleaños y de graduación.-sonrió observándola y luego me miró a mí con cierta timidez.

- Por supuesto.-respondió ella mientras yo intentaba descubrir alguna excusa factible para huir.-Además Atsu planea regalarle algo a Miho.

-¿De verdad?.-dijo algo sorprendido y me miró fijamente a los ojos, aunque pronto bajó la mirada tiritando-¿No sería mejor que comenzara a tratarla? Al menos que vaya tomando confianza, que lo conozca y acostumbrarla a él antes de la gran bomba.-

-Estoy presente.-reclamé y Uta tembló con mi mirada dictatorial. -Ya la conozco de vista, quiero tratarla pero por algo se empieza. Lo primero que haré es explicarle que yo no tuve la culpa, precisamente yo soy el más afectado porque he vivido engañado junto con ella.-mis ojos eran dos llamaradas hacia mi antiguo amor de juventud, Uta parecía intentar esquivarlas.

-¡No me culpes!-dijo intentando no llorar.

-¡Que no te culpe! durante mucho tiempo te pregunté como estaba Megumi y tú no fuiste capaz de decir nada...maldito celoso posesivo de...-comenzó a llorar y eso me hizo dejar de regañarlo. Me levanté y lo estreché entre mis brazos.-Siempre te libras de la misma forma.

- Eres necio, igual que ella.-al escuchar eso de sus labios alcé una ceja y Uta intentó tranquilizarse, tomar aire y responder al comentario de Megumi.-Pero no le digas esas cosas a Uta. Él intenta explicarte que no puede ser como deseas.

-Ya sabéis que yo no rompo mis promesas.-interrumpió.-Lo hice para seguir mi palabra, mi honor.

-¡Pero por mi culpa pasa lo que esta pasando!.-estalló, ya que el ambiente se había enrarecido y ella no pudo con la presión. Se puso las manos en el rostro, tapándolo, para que no la viéramos llorar, quizás ya estaba cansada de ser la imagen de la desesperación y el llanto.

-Uta.-dije mirándolo de forma desafiante.-¿Quién más del grupo lo sabe y no ha dicho nada?-pregunté y él se puso nervioso

-Mi hermano...Imai... Im...Imai no sabe nada, si… si te refieres a nuestro amigo.-suspiró tomando aire.-Hidehiko está demasiado metido en su mundo, a veces me pregunto si sabe más de lo que calla... pero ... pero nada más.-se levantó de su asiento y vino hacia el mío para abrazarme.

-No empieces.-sabía que me ablandaba de esa forma con facilidad.

-Yo te quiero.-era algo palpable y no tenía porqué decírmelo.-Sólo que quería hacer lo que me pidieron, que lo sabrías en su día... aunque me costó... callar.-tartamudeaba levemente, aunque al irse calmando en mis brazos pudo tomar aire y hablar más tranquilo.

-Chicos.-susurró con la voz tomada.-Realmente lamento que todo esto esté sucediendo y yo misma encontraré la forma de solucionarlo.-murmuró alzando su rostro tras limpiarselo con disimulo, aunque yo sabía que lloraba y que deseaba que la tierra se la tragara sin dejar huella de su existencia. Muchas veces me había sentido así, un fracasado, pero era en realidad por los problemas que me sumergía mi doble vida, moral y también por la enfermedad del que era mi amante y ahora pareja. Se levantó del sillón caminando de forma pausada.-Aunque creo saberla bastante bien.-añadió

- ¿Qué planeas hacer Megumi?.-susurró acariciando mis cabellos, siempre urgaba en ellos, era una costumbre que parecía no haber perdido tras tantos años. Sus ojos se quedaron fijos en los de ella y pronto tembló por puro pánico.-¿¡Planeas decírselo el día de su cumpleaños!?

-Ya hombre, no empieces con el estrés.-dije sentándolo a mi lado y se quedó pensativo.-Dios, a veces pienso que eres la reencarnación de mi madre. Deja de maltratarte.-su cabeza se apoyó en mí y entrelazó mis manos.

-Deberías de haberte quedado conmigo.-replicó.-todo hubiera, no sé como explicarlo.-susurró besando mi mejilla para luego mirar levemente a Megumi.-hubiera sido sencillo.-sonrió levemente y dejó un beso próximo a mis labios.-Ahora es complicado y ya no te puedo tener... ni Megumi... arrastrados al olvido... y con ellos la amargura de tu hija.-me quedé callado mientras acariciaba mis cabellos y le miré sin entender porqué seguía igual, como si tan sólo hubiera ido a dar un largo paseo por las calles de nuestra vieja ciudad y haber vuelto días después, o escasas horas, junto a él. Hacía que el tiempo se parara y retrocediera.

-Fue como tuvo que ser Uta.-agachó la cabeza y luego miró a Megumi.

-Mañana... ¿podrías venir a caminar junto a mí? como cuando éramos amantes.-cuando salíamos terminábamos en un callejón besándonos de forma apasionada y él con los pantalones hasta los tobillos y el rostro contra el muro. Era puro sexo, puro placer y no importaba donde porque en esa pureza de la desesperación había llamaradas de amor y complicidad.-Pero sin acabar como lo hacíamos, sólo conversar.-añadió para que comprendiera que quería algo como antes, que no intentaría nada quizás. Por ello asentí y suspiré.-Es tu cumpleaños.-murmuró sonriendo levemente aunque en sus ojos aún habían ganas de llorar.-Te arrebataré unas horas de estar con tu pareja, cumple ese deseo del mío por atrasado que esté ya en fecha-

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte V)


-No soy un extraño, soy su padre.-dije mirándola desafiante.-Es mi hija.-gruñí como si me quisieran quitar algo que me pertenecía, que realmente era mío pero sabía internamente que para ella yo no era nadie o quizás un bastardo con coche de lujo y doble moral. Comencé a llorar pensando en cuantas ocasiones se sintió sola, en cuantas no pude curar de sus heridas o salvar sus dudas. Era su padre, pero me habían arrebatado ese derecho hacía mucho.

-Sí, es tu hija, pero gracias a mi para ella eres un competo extraño.-empezó a buscar entre sus bolsillos un pañuelo.-Pero a pesar de lo ocurrido con Harry, Miho es una buena chica, me dedique a criarla como tú y yo hubiéramos hecho. Es más...-intentaba animarme, pero no lo conseguiría. Secaba mis lágrimas mientras la miraba impotente.- Acaba de graduarse de la Universidad de Cambridge, ahora es una historiadora.-se creó un silencio y creo que ella también quería llorar, creo que simplemente seguía en pie firme porque deseaba que yo dejara de hacerlo.-¿Su nombre no te recuerda al de alguien?.-preguntó mientras sus dedos acariciaban mi rostro.

-A mi madre.-respondí.-Cuando la conocí intenté no pensar en eso, más bien parte de mí... quizás mi parte de padre me decía que era ella.-susurré secándome las lágrimas con la rapidez que pude.-Ya compondré algo yo, sólo quiero que sepa que la quiero a pesar de que no me conozca. No es alguien que no me importe, sólo espero que esté bien, sólo quiero apoyarla.

- Ella sabe que la quieres.-aquello no lo entendí, me resultó confuso y estuve por interrumpir lo que me quería contar, pero por respeto esperé.-Cuando estaba embarazada siempre le contaba de ti. Decían que era bueno hablarle al bebé y no tuve nada mejor que contarle cómo era su padre.-observé como se tocaba tiernamente su vientre plano, la imaginé algo más joven con aquella mirada ilusa y gestando a nuestra pequeña. Supuse que seguramente fue duro que me apartara de ella, que la dejara embarazada por un encuentro que no estaba premeditado pero que fue mi despedida.-Después Uta y yo le enseñábamos fotografías tuyas a diario, pero cuando nos mudamos a Londres con Harry, él terminó quemando todas las fotografías que tenia de Japón.-aquello me llenó aún más de ira, no sólo se quedó con mi familia, no sólo las hizo recorrer un calvario casi interminable, no sólo se hizo dueño de los primeros años de mi hija sino que borró cualquier rastro de quién era ella. Cerró sus ojos y noté como intentaba no recordar ese día, esos sucesos tan crueles y parecidos a los métodos del exterminio nazi.-Si bien esas donde estamos con Toll y Uta sobreviven es gracias a que las había escondido bien entre la ropa de bebé de Miho.

-No me hables más de ese que me dan ganas de vomitar.-dije mirándola de forma desafiante.-Ya te he dicho que me encargaré de ese tipo, lo juro.-me fui hacia el balcón, me faltaba aire y las ganas de destrozar media habitación no se iban.-Quiero ir a verla, pero esta vez no como un simple desconocido.-comenté acariciando la barandilla.

Percibí como me siguió hasta el balcón y cómo colocaba una de sus manos finas sobre uno de mis hombros.

-¿Verla? ¿No crees que sea muy pronto? ¿No crees que es más conveniente que la empezases a tratar? Lo digo porque Imai me ha dicho que está cómo enamorada de un chico.-me giré para observarla, su imagen era el de aquella mujer fuerte y apasionada. Sus cabellos se movían con la brisa y su miraba denotaba cierta preocupación, quizás una corazonada de madre al sentir que podía caer en un amor no correspondido nuestra Miho.

-De su jefe, supongo que es él. Compraba comida para ambos en el supermercado y la comida cayó sobre mi camisa... aquella que me compraste hace tanto tiempo por mi cumpleaños. Aún la conservaba y bueno aquel día decidí ponérmela, las líneas siguen siendo actuales pero la pobre ya fue a la basura... el tomate no salía.-apoyé bien mis manos en la barandilla, seguía aferrado a ella.-Quiero verla.-hice un inciso manteniendo una mirada directa a sus ojos.-eso es todo y tengo derecho a hacerlo.

- Nadie te lo esta negando es sólo que se me hace algo pronto ¿Y qué le dirás? ¿Le dirás "Soy tu padre" estilo "Guerra de las Galaxias"?.-puso sus manos sobre mi rostro haciéndome girar.- Yo se que quieres verla, yo también quiero. ¿Te parece buena idea ir a verla juntos?.-preguntó sonriendo, intentando quizás que dejara de sentirme tan humillado como padre.

-Clarissa me ha denegado ver a mis hijos, para Miho tengo que ser alguien horrible y Jun no lo merezco.-mis ojos estaban fijos en los suyos.-Sólo quiero tener a mis hijos, darle algo que merezca la pena, aunque sea mi apoyo y ella ni eso tiene... no puedes entenderlo.

- La Revolucionaria, el bar la Revolucionaria. Es donde trabaja, un bar remodelado de los pies a la cabeza por ese joven. Tan emprendedor como otros con su edad.-eso fue una indirecta que me hizo sonreír.

-Ese bar se está haciendo muy conocido por los jóvenes, doy gracias que mi hijo no ha ido allí. No es que haya mal ambiente, es que no duraría ni cinco minutos sin un puñetazo en la cara... por ser el hijo de quien es.-comenté encendiendo un cigarrillo y lo apagué de inmediato, quería reducir el consumo, quería dejarlo más bien.-¿Sabes? Deseo dejar de fumar, no sólo ya por mí sino por Phoenix. Detesta verme enganchado al cigarrillo cuando estoy nervioso, como si no hubiera otra escapatoria.

-Mejor dame la cajetilla.-extendió la mano para que la depositara, como así hice.- Pero, ¿estará segura ahí? Me da pavor sólo de pensar en que alguien le puede hacer lo mismo que...-comprendía su temor.

-Por lo que sé es buena amiga de ese joven, supongo que no le harán nada... además he cambiado.

- Es lo menos que puedo hacer.-tomó la cajetilla y rompió todos los cigarrillos para arrojarlos bien lejos cayendo en la fuente del hotel.

-Buen tiro.-murmuré.

- Me alegra oír que se lleva bien con ese joven y con el resto de los hombres.-sonrió colocándome mejor la solapa de mi chaqueta.-Se lleva bien con ellos porque quizás viste y a veces habla como uno- Rió en voz baja besando mi mejilla.-Y dime ¿por qué dices que has cambiado? Según tú antes muerto que ser como tu padre.

-Digamos que cambié cuando vine de Japón, ahora he vuelto a ser el de antes y a ser amado por los Yakuzas para darme golpes, aunque eso siempre ha sido así.-dije girándome hacia ella.-Pero no me importa si me matan... sé que Phoenix no va a durarme todos los años que deseo, no quiero quedarme frente a él en una cama viendo como muere.

-No digas eso, tu pareja si se va a curar, además no deberías de ser tan negativo.- decía mientras se recargaba en la pared.- Si tu eres negativo, él también lo será. Lo mejor es ser positivos ante cualquier situación ¿oíste?-me dio su típico golpe en la frente, siempre intentaba sacarme de mis pensamientos de esa forma. No había cambiado y a mi parecer estaba más hermosa que años atrás.

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte V)


-Si lo llego a saber compro bicarbonato para el ardor de estómago que me levantas.-musité quedándome al lado de Megumi.-encendí un cigarrillo y le di una calada, estaba tranquilo más allá de lo que él pudiera creer.

- Ja, claro, entonces yo tendré que pedir un buen calmante para no agarrarte a golpes.-sabía que me quería golpear, pero yo también quería saber lo bien que se escuchaba mi puño impactar en su mentón. Ese maldito idiota estaba ahí parado observándonos con rabia por el simple hecho de que la amaba y yo la había acercado a donde se hospedaba. Parecía no comprender que yo no la amaba a ella, que éramos viejos amigos que volvían a encontrarse intentando tener de nuevo una relación de amistad y cooperación por algo mutuo, algo tan mutuo y hermoso como es un hijo.

-Imai.-balbuceó.-¿Qué haces aquí?.-se notaba su confusión y preocupación en su voz. Ella no esperaba que ese estuviera en los aparcamientos del hotel.

- Venia a decirte que venia de hablar con este tío.-me señaló con una mirada y giró sus ojos hacia ella.- Y para decirte que al parecer no iba a venir pero, creo que te lo has encontrado, eso es bueno.-comentó secamente y con evidentes celos en su voz, mientras tomaba una mano de Megumi para besarla de forma caballerosa. No sé como una sanguijuela como él se atrevía a hacer cierto tratamiento protocolario, animales con la rabia no deberían jugar a ser hombres.- Eso era todo, tú me has pedido que no le mate como a un perro, así que por hoy, eso esta pendiente.-aclaró como si no estuviera presente.

-No sé de que vas, quizás de caballero de la tabla redonda y no eres más que Alonso Quijano.-tras mi afirmación la aclaré con sorna, era mi estilo.-Loco por una mujer que jamás te hará caso.-murmuré con los nervios de hielo y luego reí.-Piensas que es mi culpa, yo opino que es culpa de ella y es un círculo vicioso. Aunque no te lo creas yo puedo llegar a respetar más a una mujer que tú.-dije clavando mis ojos en los suyos algo más rasgados, más pequeños.-Megumi gracias por decirle que no me mate, pero me da igual si lo hace... ya estoy muriendo en vida por cosas que ninguno conoce.

Aquel insecto intentó golpearme y Megumi se puso entre ambos oponiéndose a una pelea infantil y salvaje frente a ella. Ambos teníamos ganas de ver escupir sangre al contrario.

- Imai, gracias por buscar a Atsushi de verdad te lo agradezco.-hizo un inciso mirándolo a los ojos, quizás aclarándole más con una mirada que con cualquier frase sensata. En esos momentos quién realmente parecía tener la edad de cuarenta años era ella, nosotros nos habíamos quedado estancados quizás en los diecisiete. Lo reconozco, actuábamos como niños peleando por un dulce en la puerta de un colegio, pero era inevitable y algo que se daría siempre cuando nos enfrentáramos cara a cara.-Pero yo solucionare las cosas con él.-me tomó de la mano y entrecerré los ojos al notar su calidez, seguía teniendo las manos pequeñas y suaves que tanto me gustaron en su día y que seguían teniendo ese maldito magnetismo que tanto me hacía observarla.- Ahora, si no te molesta, él y yo tenemos asuntos que atender.-pidió paso en silencio, sin palabras y a Imai sólo pudo reaccionar dejándola pasar conmigo de la mano.

-De acuerdo. Y no tienes que agradecerme, sabes que por ti hago lo que sea.-lo que sea, menos matar al desgraciado de Harry echándome a mí la culpa de que fuera una desgraciada. Ya tenía razón mi madre no hay más ciego que el que no quiere ver. No se pudo morder la lengua y tuvo que tener las últimas palabras hacia mí.-Hazla llorar y te mato.

-A mi no tienes que matarme, sino a otro y lo sabes. Pero como no tienes huevos para eso ya lo haré yo.-apreté la mano de Megumi y seguí junto a ella.-Lamento mi comportamiento.-susurré próximo a su cuello, no quería que el bastardo escuchara nada de lo que le dijera.

- No tienes que pedirme perdón...-no soltaba su mano, ni ella tampoco, creo que eso nos daba a ambos seguridad y complicidad. Sin duda volvíamos a ser aquel par de críos insolentes que querían tener un futuro muy distinto al que se presentó en realidad.- Se muy bien que así eres cuando te tocan algo muy preciado para ti.

Tras eso el tipejo se esfumó calando un cigarro con insistencia. Parecía no poder calmar sus nervios y seguro que iría a algún bar a terminar golpeándose con algún borracho.

-Señorita Megumi.- Dijo el jefe de la recepción.- Bienvenida otra vez, ¿Le ha gustado la cuidad?-siempre tan extremadamente amable.

- Sí, mucho.-sonrió apartando su mano de la mía para acomodarse el flequillo.- ¿Podría darme la llave de habitación?

- En seguida.-me miró cuando dijo aquello, parecía dudar- ¿Señor Atsushi? ¡Vaya! Ya tenía bastante sin verlo...

- ¿Le conoce?.-Cuestionó algo confusa.

- ¡Claro! Él solía venir aquí con....-ya no termino lo que iba a decir, por su bien porque sabía que podían echarlo por airear mis trapos sucios.- Lo siento señor, pero su habitación esta siendo ocupada.
-No, no vengo para lo habitual. Megumi es una vieja amiga y vino de Japón expresamente para conversar, ver la ciudad en la que me muevo y poco más.-comenté con una sonrisa.-Podría llevar un poco de ese delicioso té y unas chocolatinas Belgas... a mi cuenta por supuesto.-sonreí amable y el hombre me miró.

-¿Qué tal su mujer?-preguntó confuso.

-Oh, ella... no es mi mujer, ya no.-suspiró aliviado y me guiñó.

-Ahora entiendo.-en su rostro se veía alivio por no haber metido la pata hasta el fondo.

-No, no entiende. Me halaga que piense que es mi nueva pareja... pero sigo con quien usted y yo sabemos.-el hombre rió junto a mí.

-¿Y como es que no les veo?-interrogó.

-Bueno ahora no necesitamos hotel.

Era un viejo amigo, pero siempre nos tratábamos de usted si había cerca su superior.

-¿Y conoce usted a la señora Megumi?-interrogó alzando una de sus cejas.

-Sí, es una vieja amiga a la que estoy gustoso de volverla a ver.-respondí con cierto orgullo pues después de todo seguíamos siendo amigos, al menos así lo sentía.

- Ahhhh, señores... Siento mucho interrumpir vuestra conversación pero....-comentó mirando a mi amigo.

- Oh, si, si... Aquí tiene la llave de la suite presidencial...- Dijo sin más.- En seguida le mando a alguien para que le lleve el té y las chocolatinas belgas.-era lo que siempre pedía, así que ya conocía el pedido al dedillo.-Como siempre un gusto saber de usted y me alegra que se haya separado de esa dama.-lo de dama lo dijo a regañadientes pues aún era la madre de mis hijos.

- Gracias.-tomó la llave y nos dirigimos hacia el ascensor, para pinchar el último botón y durante el trayecto comenzó a reír mirándome de reojo.- Al parecer tienes buena reputación aquí ¿eh?.-dijo mientras se recargaba en la pared del elevador y me codeaba intentando quizás hacerme sonrojar.

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte IV)


- Si te parece bien, podemos ir mi habitación del hotel, ahí podemos hablar más a gusto, claro, si es que no tienes cosas que hacer.-

-De acuerdo.-dije encendiendo el motor.-¿Cuál era el hotel?-pregunté saliendo del aparcamiento mientras intentaba esquivar a un idiota que no sabía cual carril tomar.-Sé donde están todos, mientras estuve con doble vida por culpa de empezar con Phoenix usamos unos cuantos.-admití sin más, ella me conocía de hacía tiempo y sabía que ser fiel veinte años era ya excesivo y extraño en mí. Pero con Phoenix no sería veinte, sería todos los que nos quedaran por vivir.-También cuando él ha estado enfermo y he tenido que descansar unos minutos en un hotel mientras se reponía.

-Estoy en el Hotel Duque.-dijo mirándome un segundo, lo noté.-¿Enfermo? ¿Tiene algo grave?.-preguntó algo confundida- ¿Que le has hecho?.-su habitual tono de broma esta vez me hirió.

-Leucemia.-dije bastante serio.-Claro que eso no me lo confesó hasta poco antes de estas pasadas navidades, simplemente creía que se desvanecía por anemia... hasta que me encaró y me pegué con Taylor, no sé si recuerdas a ese mocoso y a su hermano.-giré hacia la avenida y empecé a recordar esa maldita pelea.-Terminamos agarrándonos a golpes en medio de un hospital, ahora no sé que fue de él... por mí que siga de ese modo.

-No, no los recuerdo.-respondió meditando un momento.-Tengo muy pocos recuerdos de Japón, y los que tengo, la mayoría son malos. Sin embargo, tato de recodar los buenos.-comentó mirándose las manos para después acariciar una de mis mejillas.

-Era de una banda contraria, una vez Uta me tuvo que curar una herida de navaja porque al señorito no le gustaba ver mi culo por una zona neutra.-giré en una calle y a lo lejos se veía el hotel.-Me ha costado mucho olvidar los malos tragos, aún así decidí volver a ver a viejos amigos que para mí son importantes. Es una lástima que las semanas que van a pasar aquí se vean truncadas por los impulsos de Uta.-

-Sí, es una lastima.-respondió sin más.- Pero debes de entenderlo, tantos años esperando a que te separaras de Clarissa y verte con otro… Ha de haber sido demasiado frustrante y decepcionarte para él.-lo sabía, no tenía que decírmelo ella y nada más ver sus ojos cuando se cruzaron por primera vez con mi pareja fueron un poema.

Se mantuvo un silencio y aparqué con maestría próximo al Hotel, en los aparcamientos.

-Atsushi.-dijo llamando mi atención antes de bajar mientras desabrochaba el cinturón.-Tal vez mi pregunta sea estúpida, pero quiero hacerla.-tomó aire e impulso quizás para hacerla.-¿Yo soy alguien importante para ti?

-Eras alguien que deseaba proteger, una gran amiga que no olvidé a pesar de tener bajo cero mis sentimientos y recuerdos durante años.-respondí sereno.-Ahora eres la madre de mi hija, supongo que eso te hace importante.-seguramente no le valdría mi respuesta pero era lo único que podía decir, no quería dañarla como a Uta y tampoco hacerle creer que podía quedar algún sentimiento más allá de los recuerdos y lazos de amistad. Sí, deseaba recuperarlos.

-Me alegra oír eso.-dijo antes de tomar uno de mis cabellos con una sonrisa fija en sus labios.-Me gustaba más cuando lo traías hasta la cintura.-entonces se bajó del vehículo y yo también.

Estaba cómodo hasta que sentí la presencia de una rata, una rata bien gorda y con modales aún peores que una de alcantarilla.

-Tú.-su voz a veces daba escalofríos y su mirada era un volcán que estallaba en deseo de insertarme una bala en el cerebro.

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte III)


-Sí.-dijo a penas sin habla agarrándose con una mano las solapas de su abrigo, quizás necesitaba aferrarse a algo para no tener la sensación de desvanecimiento.-Tienes razón, sin embargo…-susurró encarando mi mirada con un último arrojo de valentía.-¡Sigues sin entender mis motivos!-en ese instante veía un corro de curiosos a nuestro alrededor, algo que jamás me había agradado ni cuando era joven.- Y sé que si te pido perdón no bastará pero heme aquí, dándote la cara.-estábamos a pocos centímetros, podía oler su perfume y noté que era el mismo que había usado años atrás. Ella parecía anclada en un refugio de dolor, de terribles consecuencias y a la vez envuelta en los recuerdos que a todos nos hacía sentir que la vida merecía la pena.-Tarde, lo sé, pero te la estoy dando.-en ese instante la recordé desnuda tiritando y dándome su primera vez, carne trémula sedosa entre mis dedos y en mi cabeza el golpeteo de que no era correcto. Pude incluso sentir por fracciones de segundo mis cabellos largos y su piel bajo las yemas de mis garras, porque para ella quizás fueron garras.

-Expusiste a mi hija a un hijo de puta.-gruñí.-Aún no sé que le hizo, pero te juro que me lo vas a pagar por no saber protegerla. Me da igual tu amigo del alma que me quiere muerto, Uta que vaya bien con el cuento a donde quiera. Respecto a ese bastardo me lo cargo en cuanto sepa qué le hizo y en cuanto a ti ya veré si te perdono algún día.-sentencié con una voz atronadora que congelaría a cualquiera por el pánico.

-No metas a Imai en esto.-respondió enérgica.-Sí, sé que te quiere muerto, pero si sigues vivo es porque yo no le he permitido que te haga algo.-hizo un inciso dramático y me miró fijamente a los ojos con rabia.-Me da igual si me lo crees o no.-dijo mientras secaba una lágrima que salía de sus ojos.- Y no es que la haya expuesto... ¡Yo no pude hacer nada!-gritó montando mayor espectáculo público.-Y no tienes ni idea de lo mortificante que fue eso para mi.-se agarró de la ropa intentando controlarse.-¡Yo hubiera dado mi vida por estar en el lugar donde ella estuvo! ¡Tú no sabes lo que es ser violada y maltratada hasta el cansancio!.-me gritó golpeando fuertemente con un pié sobre las losas, seguramente canalizando la rabia.

-¡Hijo de puta!-fue algo audible y que hizo que los curiosos huyeran casi espantados en su mayoría, mientras en mi cabeza sólo estaba en mente que mi honor y el de mi hija roto por un cretino.-Dime dónde vive.-la cogí por una muñeca pegándola a mí para que me mirara bien a la cara.-Dime...dónde...vive.-ella, no como Phoenix, sabía hasta que límites podía llegar a tener.-Dime donde esta...ese...¡dímelo ya joder!-exclamé colérico.

-Suéltame.-susurró rogante para luego gritar a viva voz repitiéndolo junto a mi nombre.-¡Suéltame Atsushi!-mis manos eran garras que la atrapaban de forma violenta, aunque simplemente era porque estaba crispado y no porque lo deseara.-¡Atsushi me lastimas!.- Su cabeza término recargada en mi pecho.- Londres... allí vive...-murmuró al fin.

-Dirección, nombre y trabajo...-siseé lleno de rabia.-ese cretino va a vivir muy poco... créeme.-mis ojos llameaban ante lo que me había dicho. Pensé en un golpe o en insultos, jamás en eso.-Lo voy a matar, lo voy a descuartizar a golpes. ¡Maldito hijo de puta!-la solté llorando sintiéndome impotente porque todo me pasara a mí.-¡Tú tienes la culpa! ¡Tienes la culpa! ¡Debiste decírmelo antes!

-¡Sí! ¡Cúlpame!-Dijo mientras recogía la bolsa que se había caído minutos antes.- Y si, sé que ahora sientes impotencia.-añadió.-Estás sintiendo la misma impotencia que yo tuve ese día y ¡ahora entiendes como se sintió tu madre cuando tu padre te golpeaba!-eso me golpeó duro, fue un golpe bajo que me hizo mirarla como un animal herido.

-¡Calla!-grité llorando.-¡Cállate! ¡A mí me golpeaba aún más fuerte y desde los cinco! ¡Cómo has permitido que mis hijos sufra lo que yo sufrí! ¡Cómo!-grité encarándola y ya todo el mundo nos miraba

- Eso mismo me ha dicho Miho desde hace tiempo...-dijo mientras buscaba un pañuelo en su bolsa.-Y sigo preguntándomelo ¿Por que me quede con él? ¿Por qué aún sabiendo que era un hijo de puta? Ni yo misma sé la respuesta...-me ofreció entonces un pañuelo, pañuelo que rechacé.- Y es por eso que Miho huyo de casa, al parecer, ella saco tu coraje, tu orgullo y no el mío. Yo no tenía donde ir y me dejé avasallar.

-¡No digas que no tenías donde ir! ¡No digas que no podías separarte de ese ser! ¡Por qué no te creo!-respondí colérico.

En ese preciso instante se quitó la blusa y me mostró todas y cada una de las cicatrices, moretones y arañazos, que tenía repartidas por toda su piel. Recordé a mi madre tirada en el suelo cuando a penas tenía siete años, yo lloraba aferrado a ella y mi padre me miraba despótico desde el otro lado del salón. Fue la primera vez que sentí golpes tan fuertes de su parte, en otros momentos únicamente fueron desprecios.

-¿¡Ves esta de aquí!?-señalaba una enorme cicatriz abajo su sujetador.-Ésta la tengo por defenderla de él cuando intentó atacarla con un cuchillo de cocina.-mis ojos se deslizaban por su piel.-Y éste moretón...-dijo señalándome uno grande que se veía en uno de sus hombros.-Éste lo tengo por venir a buscarla y escapar al fin de Harry, así que no me vengas con "Como he permitido que mi hija sufra lo mismo que yo" ¡Porque tú no sabes nada! ¡Simplemente no lo sabes!-me miraba de forma desafiante y no supe reaccionar ante su aspecto, muchos curiosos la miraban como si fuera una loca.

-¡Has sido tan estúpida como mi madre!-le grité.-¡Qué se quedaba con él porque sólo era capaz de matarse o de pudrirse!-la ira me consumía.-Sólo me estas dando más motivos para que su muerte sea lenta y dolorosa.-dije quedándome a pocos metros de ella.-¿Dónde está tu orgullo?¿¡Donde Megumi!?-todos nos miraban.-¡Circulen no tienen nada que ver aquí!-rugí para luego observarla pegándola a mí, abrazándola y besando su frente.-Tan estúpida como ella...

-No.-susurró.-No tienes ni idea de lo que yo he sufrido.- hipaba.- Pero, sé que eso no se compara con lo que Miho ha sufrido.-se aferraba a mí de una forma que me hizo verla aún más vulnerable que aquel día que sollozaba porque me marchaba, el día que le concedí el deseo de estar conmigo y de unirme a ella el rito del sexo. La quería, era innegable, aún sentía cariño por esa mujer débil y golpeada por la vida, por un cretino que no tenía nada de hombre y mucho de alimaña.- Por favor, por favor, perdóname.-aquellas palabras me hicieron recordar a mi madre el día en el que me destrozó mi proyecto, era un globo terráqueo construido con yeso…tenía doce años.-¡Por favor!-gritó aún doliente, su voz se quebraba.

-Debiste decírmelo cuando lo supiste, te hubiera traído a mi lado aunque no termináramos como pareja.-susurré quitándome la gabardina para cubrir bien su cuerpo.

Ya no me tortures con eso, sé muy bien que debía de habértelo dicho. Pero me había enterado de que te habías casado con ella y cuando reuní el valor necesario la habías embrazado. Yo no quería causarte problemas con tu nueva vida.

-Phoenix sabe lo de Miho.-dije sin más, quería que supiera que ya lo conocía mi nueva pareja.-A penas se llevan dos años y no sé como reaccionará cuando la tenga frente a frente, pero me pienso ocupar de ella además de que ese cabrón sufra.

- ¿Phoenix?.- me miró de forma confusa y supuse que desconocía mi nueva vida.

-Phoenix es mi pareja.-dije mirándola fijamente.-¿A caso ese matón no te lo dijo?-le odiaba porque pretendía culparme de todo.-Ese que se le llena la boca de decir que todo es por mi culpa.-comenté alzando una ceja y la abroché bien para que me siguiera.-¿Dónde te hospedas?

- En el hotel Duque, le pedí que te lo dijera...-pidió, pero no sucedió.

-Vamos a mi vehículo.-agarré la bolsa para trasportarla yo.-Estuve un año aproximadamente con pareja sin casarme, en ese tiempo pudiste decirlo.

-Ahora entiendo porque aquellos celos de Uta.-comentó de forma baja.-¿Un año? Yo estuve demasiado ocupada ese año que dices.-

-Quizás fue más de un año.-argumenté.-a veces olvido cuanto tiempo estuve solo y cuanto con Clarissa, nos llevamos un tiempo sin salir aunque sabíamos los sentimientos del uno por el otro.-Cumplí veinte años con Clarissa y la abandoné al cabo de las semanas.-comenté algo más sereno pero con la misma furia en mis ojos.-Sobre los celos de Uta... sé que se ha ido de la lengua y todo porque no le hago caso. No puedo estar con él, no puedo hacer lo que él quiere.-me dolía no hacerlo, sabía que él me amaba por encima de él inclusive y que haría cualquier cosa por mí.-Yo no lo amo.

-Veinte años con Clarissa.-el tiempo no pasaba en vano y ella se dio cuenta de ello en ese preciso momento.-Entiendo como se siente Uta.-comentó.- Yo sentía lo mismo cuando los veía juntos.

-Phoenix armó una escena cuando Uta apareció en casa, luego los ánimos se calmaron y al final Uta intentó algo que si no llego a tenerle cariño le hubiera roto la cara.-llegamos al parking y abrí el vehículo.-A Miho le gustó este coche, espero que a ti también.-comenté con una sonrisa leve.

-Hasta que pudiste comprártelo ¿verdad?.-comentó sonriendo, dejando que la felicidad de inundará.-No me sorprende que le gustara a nuestra hija. Algunas veces llego a pensar que es más un chico que una chica.-rió acariciando un segundo la puerta del coche- No me mates si te digo que ya se ha subido a una motocicleta.

-No te mato ni la mataré si no usa las mías sin mi consentimiento.-dije cerrando la puerta para irme hacia el lado del conductor.-¿Quieres que te lleve a mi casa y conozcas a mi pareja o a donde vives actualmente?-pregunté sin saber bien qué desearía, yo ahora necesitaba una taza de café como mínimo y un buen sofá.

Abrí la puerta ayudándola a subirse y rodeé el coche para montarme en el asiento del piloto colocándome el cinturón, ella hacía lo mismo meditando tal vez lo que dije.

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte II)


Digamos que Anna Tsuchiya es fisicamente Megumi, para que todos puedan hacerse una idea.




- No compares tu vida con la de Imai…-empezó a decir el acompañante de este, parecía su pareja más que un amigo. Quizás una amistad demasiado apegada o algo más allá de la complicidad, un pacto de mutuo socorro en asuntos como este.- Tal vez el padre de Imai no era una basura como el tuyo, pero aquí no venimos a hablar de ese tipo de cosas. Si venimos fue porque ella quiere hablar contigo y aclarar las dudas o cosas que te hayan surgido y...-hizo un inciso para dar una calada a un cigarrillo.-entiendo tu posición, pero deberías de entender la de ella.

-Él tiene razón.-añadió aquello a los labios de su amigo.- Si no quieres hablar con ella, la que dices es tu amiga, esta bien, pero una cosa te dejo en claro.-subió sus lentes.- Jamás compares tu vida con la mía. Tú tampoco sabes lo que yo he vivido y tampoco eres quien para saberlo.-abrió la puerta de la camioneta y se detuvo.- Por si te interesa... Megumi te estará esperando... mañana al medio día...

-¿Y qué he dicho?... no la comparo, no me interesa hacerlo, pero te crees seguro que mi vida es de rosas.-y me giré.-No la veré, no voy a ir donde esté ella. Ella debió venir mucho antes.-tenía que comprar el regalo, no pensaría en esos dos ni tampoco me intimidarían.

Entonces vi al delgaducho de uno de mis secretarios correr hacia mí.

-¡Mr. Sakurai!-gritó quedándose sin aliento frente a mí.-Lo logró!-extendió un papel, una carta del partido emitida a los medios y sonreí.

-Me encantan que los planes salgan bien.-nos miramos y reímos a carcajadas casi.-Te invito a desayunar si me ayudas a escoger regalo.

-¿Para su mujer?-cuestionó sin entender.-Creí que...

-Para mi futuro esposo.-se quedó en shock pero reaccionó.

-¿Un anillo?-empezó a ayudarme con aquel pequeño regalo.

-Ya tiene.-más bien tenía demasiados.

Nos íbamos alejando de esos dos y aproximándonos al final de la avenida.

-¿Bombones?-cuestionó.

-No, creo que chocolate tiene de sobra y seguramente se los tomaría su hermano pequeño.-sonreí animado con la conversación.

-Ropa, a mi me anima mi chica cuando me compra algo que me agrade, algo que me guste pero no haya visto... no sé, siempre es agradable sentirse atractivo y que tu pareja te regale algo... ¿qué tal un abrigo?

-Sí, eso estaría bien...pero necesito algo más especial.

- ¡Oye! ¡Sakurai!.-gritó el acompañante de aquel maldito Yakuza.- Espera....

-¿Pelea?-preguntó cuando ese tipejo llegó a nuestra altura.

-No, celos.-sonreí y miré de reojo al tipejo.-¿Ahora qué?

-Ten.-respondió entregándome un papel que aquel desgraciado le había dado.-No suelo ser amable con los enemigos de Imai pero... ¿Podrías tratar de ir? ¿No crees que sea de mala educación dejar a una dama esperando? Y si, tal vez esto es culpa de ella pero... ¿No seria mejor solucionar las cosas?-

Una mujer que no dudó en quitarme la visión de los primeros pasos de mi hija, una mujer que no me dejó sentirme orgulloso ante dibujos mal pintados de mi pequeña y una mujer que me arrebató más de veinte años para llenarlos de ausencia. Al final tomé el papel y ni lo miré, lo guardé en la solapa de la gabardina.

-No soy enemigo de Imai, él me tiene por enemigo por sus estúpidos celos. Al igual que crees que debo de aceptar los ruegos de una mujer, él debería de aceptar las cosas tal como son. Yo fui un amante de ella, no me tiene que golpear por algo tan antiguo y consentido. Se ve a leguas que lo hace todo por celos.-mi acompañante no lo entendía.

-Los celos son lo peor, yo los tuve por un antiguo amor de mi chica.-miré a Héctor y se cayó.-Lo siento, no sé de que va todo.

-Imai no me interesa, tampoco sus patriotismos baratos... compréndeme no sé lo que ha vivido pero él se atreve a juzgarme por hechos que ni sabe, yo a él no lo juzgo.

-No creo que sean ruegos...-se guardó sus manos en los bolsillos de su levita.- Y si usted no ve a Imai como enemigo, entonces debería de ir a verla. Porque tengo entendido que ella es como un ángel, pero hasta los ángeles cometen errores y si son buenos ángeles…tratan de componerlos.-seguramente eso deseaba, arreglar sus fallos.-En fin, usted sabrá si va a verla o no.-dio media vuelta y empezó a caminar hacia la camioneta.

Iría pero no como decía en la nota, a Jun no lo iba a llevar para que sucediera algo y él estuviera entre nosotros. No me daba buena espina ese tipo, Imai, y Jun era ahora mi hijo, lo único que tenía de mi hermano y no iba a dejarlo.

Seguí caminando con mi secretario esperando encontrar algo apropiado para Phoenix. Durante varias horas dimos vueltas ambos en el centro comercial, al final tuvo que marcharse para ver a su futura mujer. Era uno de los pocos que en mi partido se había alegrado mínimamente de que dejara de ser un ogro, alguien sin corazón y déspota. Volvía a ser el hombre que una vez fui y me replanteé seriamente dejar la política, las elecciones se aplazaron por el cambio profundo de uno de los partidos más representativos. En las encuestas ahora era favorito por el populacho aunque algunos no me perdonarían jamás las ofensas, por muchas veces que yo pidiera disculpas había siempre el rencor y el odio.

Seguí solo y terminé comprando varias prendas. Uno fue un cinturón como los que solía usar, un pañuelo para el cabello ya que se estaba convirtiendo en algo habitual y un colgante de plata. Sería sólo un regalo, un regalo sin previo aviso. Cuando ya me disponía a marcharme tropecé con una mujer.

-Lo siento.-dije agarrándola para que no se cayera.-Lo siento de verdad.-sus ojos, su rostro y en si ella me resultaba familiar. Si bien, no di importancia.

-No…importa.-sus ojos se habían abierto en forma de sorpresa, pero cuando dijo aquello descendió la mirada con aire de tristeza.

Continué mi camino hacia la salida cuando escuché como una dependienta de la tienda infantil la llamaba.

-¡Señora Megumi! ¡Su ticket!-me giré con los ojos como los de un guepardo y ella tembló al ser reconocida. Mis ojos de amable caballero se convirtieron en los de un animal furioso.

-¡Tú!-dije sin señalarla dando unos cuantos pasos firmes, pasos escasos que nos separaban.-Dios mío.-murmuré.

-Tengo…un asunto pendiente contigo.-estaba nerviosa, se notaba a leguas.

-¿Ahora llamas a nuestra hija asunto?-tembló.-¿Me has seguido porque le dije a tu matón de turno que no iría a verte?-la bolsa de aquel paquete cayó al suelo porque sus dedos no pudieron sujetarlo más.-Ahora también usamos los mismo modales que tu amigo?.-se quedó muda tragando saliva.-¿No tenías tantas ganas de hablar? ¿Ahora no tienes lengua?-pregunté fijando mis ojos en ella caminando lentamente hasta quedar a su lado.-Te agradezco de corazón que no me permitieras ver a mi hija crecer...ha sido un detalle muy digno de tu parte.-mi tono de voz era el que podía usar un asesino contra su víctima antes de degollarla.

- No.-comenzó a balbucear.-No.-repitió una vez más.-¡Eso no es así!-exclamó aún más nerviosa, para luego golpear mi rostro y sentir como toda la furia que sentía se duplicaba.-¡Esa no era mi intención!-me contuve de no gritar en su cara que era una puta, una desgraciada, una vil rastrera que me había quitado mis derechos como padre.-¡No me juzgues así! Y repito, esa no era mi intención.-lo último lo hizo en un murmullo y su aspecto de flan no se iba.-No lo era...-no lloraba, pero estaba a punto de hacerlo.

-¡No era tu intención!-grité mirándola con los ojos acusadores.-¡Es mi hija! ¡Mi hija! ¡No he estado ahí cuando comenzó a hablar! ¡Tampoco cuando tenía problemas! ¡Mucho menos cuando se sintió alguna vez sola! ¡Me has arrebatado más de veinte años de mi hija! ¡Es tanto mía como tuya! ¡Eres una maldita egoísta!-ese bofetón no me importó, me importó el hecho que dijera que no era su intención.

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte I)




Capítulo 5:

Memento Carpe Diem… ¡Hominem te esse memento!

Sexo. El sexo es lo que mueve a los seres humanos. El amor existe, claro que existe, pero sin el sexo y las hormonas que nuestro cerebro genera no sería tan placentero. Tener bajo mi atenta mirada a un joven de apenas veinticinco años tiritando por mis caricias, es más que un acto sexual sino un rito de placer y motivación. Me hace sentir joven a pesar de que todo está perdido. Quizás es la tan denominada y aclamada crisis de los cuarenta, pero quién sabe si yo alguna vez maduraré mentalmente hasta llegar a esa edad.

Cuarenta y tres años. Justamente esa era mi edad tras dos días después de aquella terrorífica discusión con Uta. En la madrugada me encargué de tomar medidas al respecto sobre la drogadicción de Seth. Me enteré de boca de Phoenix que su hermana se había encargado de desheredarlos prácticamente, una desgraciada amante a los abrigos de piel y la pedrería de diseño. Por eso a penas tenía dinero Phoenix, por eso Seth a veces parecía mendigar un poco de dinero para meterse algo o simplemente para engullir algo que no reventara en su estómago. Mi enfado fue hacia un nivel inexplorado. Hice unas llamadas a unos amigos abogados, a uno de los Jueces más importantes de la ciudad para que diera la emancipación a Seth y cuando consiguiéramos quitarle a la desgraciada la herencia del chico, además de intereses por derrocharla sin argumento a favor de él, pudiera acceder al dinero. Claro que antes de que pudiera tomar posesión de su herencia se desintoxicaría en una de las prestigiosas residencias contra la drogadicción de la ciudad. Allí lo ayudarían y nos haría a los tres la vida más fácil. Pero como decía, era la mañana próxima a mi cumpleaños y salí de casa intentando que el perro no se lanzara con sus patas manchadas por el barro.

Si bien todo lo que tenía de buen humor tras mi planning de vida se fue por la borda, porque tras la cancela de mi residencia estaba Imai, aquel matón que me abordó en el centro comercial, junto a un compañero de la profesión que dormitaba sobre el volante.

-Ya empezamos.-chisté cerrando la puerta y colocando bien el flequillo que caía sobre mis ojos café, ojos de un demonio que se recreaba con la imagen de la muerte rondando a aquel par de sujetos.

Salí por la cancela y lo miré fijamente sin importar que me metiera un par de balas de plomo. Sabía que no tenía los testículos suficientes para hacerlo y ver como Megumi lo reprendía, lo odiaba y lo desterraba bien lejos de ella.

-Que divertido, tan de mañana y ya hay culebras sueltas.-dije sin más.-Anda... incluso os reproducís.

El que estaba dentro roncando y soñando con los angelitos despertó observándome. Sus cabellos eran azabaches, su piel algo bronceada pero no en exceso y se veía que era su piel natural. Era de procedencia Japonesa, lo pude notar por sus rasgos.

- Anda, que elegante.-el sarcasmo que usaba conmigo me crispaba los nervios, me hacían llenarme de ganas de patearle durante horas.- Y digo lo mismo, tan temprano y ya empiezas con las malas palabras.-susurró como si fuera una regañina tirando la colilla de su cigarrillo a sus pies, pisoteándola con rabia.

- No, no, no. ¡Que mal educado es!-comentó el otro encogiéndose de hombros y moviendo su cabeza- Imai.-siseó como una serpiente de cascabel, porque ambos se me asemejaban a eso, a dos culebras como les había dicho.-Creo que hicimos bien en no traer el desayuno, tanta mala educación me provocan nauseas.

Comenzaron a reírse y yo simplemente los desprecié bostezando. Pasé por su lado y me quedé apoyado en el muro que daba a mi jardín.

-Si vienes a por lo de mi hija ya sé donde está, donde vive y demás asuntos. Dale las gracias a Uta.-murmuré echando a andar de forma apacible.-Sayonara y os recomiendo una cafetería donde hacen unas porras excelentes.-todo eso de espaldas, no tenía miedo, si moría no ganaría nada y eso lo sabía.

- Insolente...-escuché decir a su compañero.

- Y yo también debo de darle las gracias a Uta.-dijo sacando un cigarrillo.- ¿Acaso pensaste qué yo no sabia nada de su reunión?-me sorprendió aquello, pero teniendo en cuenta la desesperación de mi antiguo amante podía esperarme cualquier cosa.-Pero no, no vengo a eso. Vengo por un asunto que Megumi me ha encargado.-como no, mercenarios para ponerse en contacto conmigo.

Me giré y sonreí, eso simplemente fue un gesto de tranquilidad.

-¿Te dijo que tuve que correrlo de mi casa?-comenté alzando una ceja.-Sé que son amigos, no habla excesivamente bien de ti.-dije acomodando mi bufanda, aunque sabía y bien que era falso.-Sobre Megumi no hace falta que mande a dos víboras a por mí, además no tengo nada que hablar con ella y mucho menos tras lo que me has dicho. Me prohibió ver a mi hija porque ella quiso, no me dijo que estaba embarazada e hizo que Uta mintiera por ella. ¿Crees que eso me hace estar feliz con su actitud? No tienes ni idea lo que sufrí esos años, ni idea. Seguramente piensas que todo fue cosa de mi ex mujer, como ella también lo pensará, me da igual. Pero fueron cosas importantes y dile de mi parte que si quiere decirme algo ahora no es el momento, lo fue hace más de veinte años.

-Somos... Más que amigos, pero si no habla bien de mi, es porque yo no le he metido en mi vida laboral.-aquello fue un vano intento de lastimarme, si bien no me importaba Uta en absoluto. Él era un hombre adulto, con quien se encamara no me interesaba y supuse que era mentira pues no le veía tan profundo mal gusto.- Sí, ella piensa lo mismo, siempre ha sido una mujer responsable de sus actos y al parecer quiere solucionar las cosas contigo.-sus ojos eran dos lanzallamas.-¿Dices tú que sufriste? Tal vez tengas razón en que no te comprendo, pero... no compares el sufrimiento de una madre con el tuyo. Si ella no te lo dijo fue por algo y eso ni yo lo se. ¡Tú no sabes lo que ella ha sufrido al lado de Harry!

-Tú no sabes lo que yo he sufrido.-dije encendiéndome un cigarrillo.-¿Te pegó papá desde los cinco años?-pregunté mirándole fijamente.-¿Dijo que mataría a tu hermano de nueve años si no te ibas de casa? todo por ser pareja de un hombre aunque tuve un desliz con una gran amiga por ese entonces. ¿Pegaba tu papá a tu madre delante tuya? ¿E incluso la llegó a violar?-di un paso al frente.-Yo también fui como tú, descargaba mi ira contra otros y podía llegar a matar.-di una larga calada al cigarrillo y suspiré.-No, en definitiva no puedo comparar tu vida con la mía, supongo que también sufrirías. Pero ¿a que tu dinero no es tachado de no ser tuyo? soy el heredero de una de las familias más antiguas, más ricas y más poderosas de Japón y sin embargo me abren investigaciones por si el dinero es público. Ah, y no olvidemos a una antigua amiga venirme ahora y no antes de que tenía una hija. Quizás no me hubiera casado con ella, pero te aseguro que la hubiera protegido y el bebé llevaría mi apellido y no el de una basura. Sé que algo les ha hecho, te aseguro que antes que tú yo lo atraparé... y disfrutaré viendo sus últimos momentos de agonía.-me giré apagando el cigarrillo.-Que tengáis un buen día.

Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt