SOBREVUELAN MARIPOSAS
Libros apilados, una televisión emitiendo un programa basura, viejos panfletos de poetas muertos, papeles arrugados por el suelo, la pantalla del televisor emitiendo su luz mortecina y unas letras impresas en un documento de texto parpadeaban junto al cursor. Los periódicos viejos apilados junto con sus titulares ordenados por fecha, una taza llena de cafeína y dos cubitos de hielo junto con un calendario con todos los días del mes tachados. Los dedos se movían hiperactivos, la mirada inquieta, el corazón palpitaba a mil revoluciones por minutos y la silla era de una incomodidad asombrosa. Llevaba horas frente a la pantalla, más de lo que él pensaba, y se sentía pequeño frente a la soledad del mundo. Silencio mezclado con el tecleo constante y el aparato conectado emitiendo un relato policíaco sobre un criminal certero. La luna se asomaba tras las cortinas de la ventana, no era día de contemplaciones ni de evadir su alma. Quería empezar una critica social y la verdad no sabía por donde empezar. Ya había hecho miles de escritos, demasiados según muchos que lo conocían ya fuera físicamente o tras la pantalla de sus monitores. Era una rata de biblioteca, un pequeño animalillo creado por los trazos de un escultor convertido en poeta. Su aspecto desaliñado, su mirada café oscura, sus labios gruesos con el sabor del refresco paladeado por su lengua y todo lo que le envolvía sin duda decía claramente que era de la eterna bohéme.
La cama le llamaba con cantos de sirena, los cds de música junto con sus libros de estudios estaban regados sobre la colcha y la ropa de cama doblada minuciosamente en los pies. El gato parecía merodear su figura, era un espía secreto quizás de otros mundos callejeros. Su agenda le dictaba que debía que hacer pero no que pensar, el horario no tenía acuerdo seguro y estaba lleno de tachones junto a frases de índole filosófica. Se rascó suavemente un lado de su cabeza, tocó su barbilla y quedó pensativo. Si alguien lo observara minuciosamente comprendería que su juventud tan sólo era aparente. Sonrió levemente ante el recuerdo de un momento pasado, no solía hacerlo a menudo. La seriedad contrastaba con sus ansias por la vida, pero él no era así y tan sólo mostraba la gratitud hacia las miradas fugitivas que intuían su cuerpo destrozado. Tictac el sonido del reloj de bolsillo colgado de una cadenita.
Hacía días había hablado de la libertad llegando a la conclusión de que somos libres pero llenos de grilletes por las consecuencias de los actos. También conversó con la soledad y que al fin y al cabo las necesitamos en algún momento de la vida. la ignorancia del ser humano nos conduce a la miseria y es patético decir que somos seres racionales cuando no lo somos. La homofobia y su enfermedad ante la negación de si mismo, la intransigencia y la moralidad patética que no sirve para nada. La verdad esa palabra que nadie conoce, pues todos tenemos una y es sólo un fragmento despreciable. El amor ese acto de locura, de deseo, de lujuria de entrega que falta en el mundo y en el corazón del hombre. El consumismo junto con el culto al dinero le aprisionaba, le frustraba y veía como todos nadaban por sus cauces. La trasexualidad aquel dolor inhumano ante el espejo que cercenaba su cráneo, no era una enfermedad sino un capricho del destino que negaba lo evidente. La literatura aquella que le daba alas. la codicia de las alimañas sociales. El odio injustificado y las almas. Sus ideas descabelladas sobre aquellos que le rodeaban le valían el desprecio de los reflejados y el aplauso de unos pocos. Todas aquellas historias que terminaban en desgracia o en una esperanza vana le pertenecía.
Una idea le rondaba la cabeza como una mosca ante un pastel, zumbaba y zumbaba, haciendo que no pudiera pensar en nada más. ¿Qué era más desconocido que el propio hombre? Su colmena. La ciudad era un mundo de calles, de entresijos, de miseria y Apocalipsis con historias que nunca serán contadas. Una jungla llena de alimañas al borde de la extinción. Por ello decidió a partir de entonces comenzar cartas llenas de sinceridad, realismo, melancolía y deseos.
Bienvenidos a mi mente…
Bienvenidos a la realidad…
La cama le llamaba con cantos de sirena, los cds de música junto con sus libros de estudios estaban regados sobre la colcha y la ropa de cama doblada minuciosamente en los pies. El gato parecía merodear su figura, era un espía secreto quizás de otros mundos callejeros. Su agenda le dictaba que debía que hacer pero no que pensar, el horario no tenía acuerdo seguro y estaba lleno de tachones junto a frases de índole filosófica. Se rascó suavemente un lado de su cabeza, tocó su barbilla y quedó pensativo. Si alguien lo observara minuciosamente comprendería que su juventud tan sólo era aparente. Sonrió levemente ante el recuerdo de un momento pasado, no solía hacerlo a menudo. La seriedad contrastaba con sus ansias por la vida, pero él no era así y tan sólo mostraba la gratitud hacia las miradas fugitivas que intuían su cuerpo destrozado. Tictac el sonido del reloj de bolsillo colgado de una cadenita.
Hacía días había hablado de la libertad llegando a la conclusión de que somos libres pero llenos de grilletes por las consecuencias de los actos. También conversó con la soledad y que al fin y al cabo las necesitamos en algún momento de la vida. la ignorancia del ser humano nos conduce a la miseria y es patético decir que somos seres racionales cuando no lo somos. La homofobia y su enfermedad ante la negación de si mismo, la intransigencia y la moralidad patética que no sirve para nada. La verdad esa palabra que nadie conoce, pues todos tenemos una y es sólo un fragmento despreciable. El amor ese acto de locura, de deseo, de lujuria de entrega que falta en el mundo y en el corazón del hombre. El consumismo junto con el culto al dinero le aprisionaba, le frustraba y veía como todos nadaban por sus cauces. La trasexualidad aquel dolor inhumano ante el espejo que cercenaba su cráneo, no era una enfermedad sino un capricho del destino que negaba lo evidente. La literatura aquella que le daba alas. la codicia de las alimañas sociales. El odio injustificado y las almas. Sus ideas descabelladas sobre aquellos que le rodeaban le valían el desprecio de los reflejados y el aplauso de unos pocos. Todas aquellas historias que terminaban en desgracia o en una esperanza vana le pertenecía.
Una idea le rondaba la cabeza como una mosca ante un pastel, zumbaba y zumbaba, haciendo que no pudiera pensar en nada más. ¿Qué era más desconocido que el propio hombre? Su colmena. La ciudad era un mundo de calles, de entresijos, de miseria y Apocalipsis con historias que nunca serán contadas. Una jungla llena de alimañas al borde de la extinción. Por ello decidió a partir de entonces comenzar cartas llenas de sinceridad, realismo, melancolía y deseos.
Bienvenidos a mi mente…
Bienvenidos a la realidad…
...próximamente añadiré cartas de crítica social en primera persona...
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