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Realmente no sé quien leerá estas líneas, si alguien entenderá las consecuencias que me han hecho hacer un manuscrito enviado a la nada. Soy un reo de un objetivo que se destruyó como se destruyen tantos sueños. Mi vida es demasiado compleja, creo que todos tenemos complejidad en ella por nuestros problemas. Estoy castigado por mi propio valor, por mis propias ilusiones y terminar deseando ambiciones que realmente jamás se cumplirán. Me centré en algo importante, en algo que creí poder conseguir, la libertad y una tierra a la que llamar hogar. Soy el eterno errante, el príncipe de los bancos, el hombre de color honesto que aprendió a ser pillo. Tengo en mis labios una sonrisa amarga, en mi mirada la melancolía por el color de arcilla del suelo de mi tierra, mis manos magulladas y un frío que cala mis huesos. No soy alguien analfabeto, sé bien lo que digo y lo que creo. Puedo pensar por mi mismo pero los sueños hicieron que confundieran la realidad con una fantasía demasiado diferente a lo que ahora observo.
Todos alguna vez hemos necesitado creer en nuestras palabras, querido ser alguien importante en la vida y arañar el cielo de la felicidad. Para mi la felicidad ya no existe, la importancia ahora esta recurrida a en que banco del parque dejaré que mi cuerpo yazca una nueva noche y en arañar un momento de paz. Un viejo blues sería el acompañante ideal para mis palabras, un canto de tierras lejanas y una pena que aprieta la garganta. La ciudad es una jungla, un paraíso alejado de la mano de la humanidad. Siento que mis alas han sido cortadas, que en mis espaldas hay un peso tremendo por los recuerdos. Divago con tan sólo unas monedas en los bolsillos, lo justo para un bocadillo, que he conseguido mendigando. Desde las ventanas encuentro las miradas de los ciudadanos, la soledad me aplasta como un insecto, me enveneno con los secretos de mi vida destrozada. La inseguridad, la falsedad, los ojos cargados de odios, un trabajo que no llega, las huellas mis deportivas desgastadas por los callejones mientras me persiguen un coche patrulla. El tráfico y el vacío de las almas llenas de cicatrices ahondadas por el culto al tiempo. La libertad no la encuentro aferrándome a las palabras de un periódico viejo con el que me cobijo. Las iglesias con sus gárgolas de miradas aviesas son como la sociedad que tan sólo se fija en lo que le interesa.
Para el resto del mundo no existo y si lo hago soy el paria al que hay que abatir. Nadie me ha dado una oportunidad, jamás se han detenido a conversar conmigo, las únicas palabras que me han regalado ha sido insultos y malos modos. Me siento defraudado. Yo creía que iba a un mundo distinto. Pensaba que iba a llegar a un vergel, que la igualdad existía y que podría crecer desde abajo para dar un futuro a mi familia. Ahora contemplo todo con impotencia, corriendo con el aliento ajetreado mientras ruego a no ser encontrado por la policía. Los sueños, sueños son y a veces nos sentimos estúpidos pensando que alguna vez pueden lograrse.
Si alguien logra leer estas palabras quiero que sepa que no le acuso de nada, que no tienen la culpa de que los líderes Africanos se queden con el dinero de las pocas organizaciones no gubernamentales fieles a su palabra, mucho menos a que nos observen con odio por ser musulmanes tras el once de marzo, no quiero que se sientan molestos por cumplir las leyes o darnos puestos que nadie desearía con un sueldo infrahumano. Lo lógico en estos casos, en este mundo ya despiadado, es esto. Todos piensan que son mejores por un carné de identidad o por un color de piel distinta. También es habitual ver que nosotros desconfiemos de los que nos tienden la mano, porque estamos acostumbrados a que nos traten como escoria. Cuando no tenemos otros medios terminamos robando y gastándolo en alcohol para olvidar, pero los recuerdos vuelven como la peor de las pesadillas. Acusados de ser unos indeseables nos cuestionamos si es verdad que la crueldad existe, si somos victimas de las grandes ciudades y de este viejo mundo que creímos que sería nuestro hogar. De nada vale las noches eternas en el estrecho, el frío en la piel, la sed y el hambre. De mucho menos los días agónicos trabajando para conseguir el dinero para el viaje. Vender nuestro cuerpo o hacer pequeños hurtos son obra de los que nos buscan con la deuda, una deuda que no se salda nunca. Papeles en regla es una ironía o un pequeño universo que jamás se alcanza.
Escribo estas líneas en una hoja suelta de una libreta abandonada, el bolígrafo es de un compañero que tirita a mi lado con una vieja manta que logró robar de un tendedero. Mi mejor amigo bebe sin cesar un alcohol de baja calidad mientras un cigarro se va pasando de labios en labios. Estamos alojados en el parque mirando a un cielo sin estrellas en medio del silencio. Las luces parpadean en los locales de alterne, las farolas parecen engalanar un pequeño infierno. La historia dormida de países como España parece que jamás despertará. He podido conocer de labios de un camarada que estos también fuero alguna vez mendigos, desgraciados en tierras lejanas y trabajadores en fábricas mal sanas de Alemania además de haber sido paliados en el hambre por países ahora en crisis. Es un amigo argentino, según él este país debe mucho al suyo pero no lo recuerdan. Me pregunto si los españoles recuerdan las épocas de esclavos, ellos también deben al mío el trabajo y las masacres que hacían sus antepasados. Todo por culpa de las fronteras en un mundo que dice ser libre, que cruel ironía.
Aquí acabo mi carta que abandonaré en cualquier lugar de esta jungla de animales que se devoran unos a otros. Ya es tarde y quiero dormir. Mañana será otro día y quizás brille el sol en mi vida. La esperanza es lo único que se pierde aunque ya perdí fe en ella, tan sólo acudo a su nombre en un intento desesperado. Aunque recuerden, mientras ustedes tienen un lugar donde resguardarse yo tirito en un incómodo banco.
Realmente no sé quien leerá estas líneas, si alguien entenderá las consecuencias que me han hecho hacer un manuscrito enviado a la nada. Soy un reo de un objetivo que se destruyó como se destruyen tantos sueños. Mi vida es demasiado compleja, creo que todos tenemos complejidad en ella por nuestros problemas. Estoy castigado por mi propio valor, por mis propias ilusiones y terminar deseando ambiciones que realmente jamás se cumplirán. Me centré en algo importante, en algo que creí poder conseguir, la libertad y una tierra a la que llamar hogar. Soy el eterno errante, el príncipe de los bancos, el hombre de color honesto que aprendió a ser pillo. Tengo en mis labios una sonrisa amarga, en mi mirada la melancolía por el color de arcilla del suelo de mi tierra, mis manos magulladas y un frío que cala mis huesos. No soy alguien analfabeto, sé bien lo que digo y lo que creo. Puedo pensar por mi mismo pero los sueños hicieron que confundieran la realidad con una fantasía demasiado diferente a lo que ahora observo.
Todos alguna vez hemos necesitado creer en nuestras palabras, querido ser alguien importante en la vida y arañar el cielo de la felicidad. Para mi la felicidad ya no existe, la importancia ahora esta recurrida a en que banco del parque dejaré que mi cuerpo yazca una nueva noche y en arañar un momento de paz. Un viejo blues sería el acompañante ideal para mis palabras, un canto de tierras lejanas y una pena que aprieta la garganta. La ciudad es una jungla, un paraíso alejado de la mano de la humanidad. Siento que mis alas han sido cortadas, que en mis espaldas hay un peso tremendo por los recuerdos. Divago con tan sólo unas monedas en los bolsillos, lo justo para un bocadillo, que he conseguido mendigando. Desde las ventanas encuentro las miradas de los ciudadanos, la soledad me aplasta como un insecto, me enveneno con los secretos de mi vida destrozada. La inseguridad, la falsedad, los ojos cargados de odios, un trabajo que no llega, las huellas mis deportivas desgastadas por los callejones mientras me persiguen un coche patrulla. El tráfico y el vacío de las almas llenas de cicatrices ahondadas por el culto al tiempo. La libertad no la encuentro aferrándome a las palabras de un periódico viejo con el que me cobijo. Las iglesias con sus gárgolas de miradas aviesas son como la sociedad que tan sólo se fija en lo que le interesa.
Para el resto del mundo no existo y si lo hago soy el paria al que hay que abatir. Nadie me ha dado una oportunidad, jamás se han detenido a conversar conmigo, las únicas palabras que me han regalado ha sido insultos y malos modos. Me siento defraudado. Yo creía que iba a un mundo distinto. Pensaba que iba a llegar a un vergel, que la igualdad existía y que podría crecer desde abajo para dar un futuro a mi familia. Ahora contemplo todo con impotencia, corriendo con el aliento ajetreado mientras ruego a no ser encontrado por la policía. Los sueños, sueños son y a veces nos sentimos estúpidos pensando que alguna vez pueden lograrse.
Si alguien logra leer estas palabras quiero que sepa que no le acuso de nada, que no tienen la culpa de que los líderes Africanos se queden con el dinero de las pocas organizaciones no gubernamentales fieles a su palabra, mucho menos a que nos observen con odio por ser musulmanes tras el once de marzo, no quiero que se sientan molestos por cumplir las leyes o darnos puestos que nadie desearía con un sueldo infrahumano. Lo lógico en estos casos, en este mundo ya despiadado, es esto. Todos piensan que son mejores por un carné de identidad o por un color de piel distinta. También es habitual ver que nosotros desconfiemos de los que nos tienden la mano, porque estamos acostumbrados a que nos traten como escoria. Cuando no tenemos otros medios terminamos robando y gastándolo en alcohol para olvidar, pero los recuerdos vuelven como la peor de las pesadillas. Acusados de ser unos indeseables nos cuestionamos si es verdad que la crueldad existe, si somos victimas de las grandes ciudades y de este viejo mundo que creímos que sería nuestro hogar. De nada vale las noches eternas en el estrecho, el frío en la piel, la sed y el hambre. De mucho menos los días agónicos trabajando para conseguir el dinero para el viaje. Vender nuestro cuerpo o hacer pequeños hurtos son obra de los que nos buscan con la deuda, una deuda que no se salda nunca. Papeles en regla es una ironía o un pequeño universo que jamás se alcanza.
Escribo estas líneas en una hoja suelta de una libreta abandonada, el bolígrafo es de un compañero que tirita a mi lado con una vieja manta que logró robar de un tendedero. Mi mejor amigo bebe sin cesar un alcohol de baja calidad mientras un cigarro se va pasando de labios en labios. Estamos alojados en el parque mirando a un cielo sin estrellas en medio del silencio. Las luces parpadean en los locales de alterne, las farolas parecen engalanar un pequeño infierno. La historia dormida de países como España parece que jamás despertará. He podido conocer de labios de un camarada que estos también fuero alguna vez mendigos, desgraciados en tierras lejanas y trabajadores en fábricas mal sanas de Alemania además de haber sido paliados en el hambre por países ahora en crisis. Es un amigo argentino, según él este país debe mucho al suyo pero no lo recuerdan. Me pregunto si los españoles recuerdan las épocas de esclavos, ellos también deben al mío el trabajo y las masacres que hacían sus antepasados. Todo por culpa de las fronteras en un mundo que dice ser libre, que cruel ironía.
Aquí acabo mi carta que abandonaré en cualquier lugar de esta jungla de animales que se devoran unos a otros. Ya es tarde y quiero dormir. Mañana será otro día y quizás brille el sol en mi vida. La esperanza es lo único que se pierde aunque ya perdí fe en ella, tan sólo acudo a su nombre en un intento desesperado. Aunque recuerden, mientras ustedes tienen un lugar donde resguardarse yo tirito en un incómodo banco.
Dedicado a todos los inmigrantes.
3 comentarios:
Mmm ¿dónde lo leo?¿en el esflog o aquí? ... Aquí se ve más lindo (=
Firmo y luego leo xD soy contra.
saludos
(si otra vez yo)
Bien tratado el tema. Te ajustas al personaje con una naturalidad sensata.
Me encantó ^^
saludos(:
Muy bello tu blog.
dices cosas con mucho sentido
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