Atrapado
Meciéndome de un lado a otro en aquella habitación, observando la luz de la luna colarse por mi ventana y escuchando de fondo la melodía de las maderas crujir bajo mi cuerpo. Me torturo, yo mismo lo hago y no necesito de nadie que colabore. Mi mente está enferma, al igual que mi cuerpo. Estoy putrefacto ante un mundo vivo, lleno de colores y yo soy el dibujo inanimado que espera la proximidad de su fin. Grito desgarrándome la garganta, mis ojos se clavan en un punto inexistente y mi voz retumba las paredes. Quiero escapar, huir, y cada vez tengo un nuevo grillete impidiéndome volar.
Mi rostro está desencajado, lleno de lágrimas y mis labios empapados con una mezcla de salvia y sangre. Mis manos están golpeando el parquet con una fuerza inverosímil. Mis carnes tiemblan y me vuelvo a mecer constantemente, como si fuera lo único que pudiera hacer para afrontar este dolor. No lejos de aquí estás tú, escuchando todo con tu rostro inmóvil y manchado de sangre. Tu piel cada vez está más blanquecina y tu mirada parece serena. Esos labios, que una vez me susurraban para consolarme, están sellados y tus manos, las que una vez se enredaron en mis cabellos, están clavadas en los brazos de la silla.
En la planta inferior están nuestros hijos, sentados ante el televisor mirando a la nada. Sus rostros están serenos ahora, pero hace unos minutos estuvieron cubiertos de lágrimas y aún se nota en sus mejillas. Nuestro perro no se mueve, no viene a buscarme para observarme mientras idea algo para calmarme.
Todo parece calmado, sin embargo es un paisaje de destrucción. Las habitaciones están revueltas, la ropa está tirada al suelo y los cristales rotos siembran con un brillo extraño la madera del piso. En las escaleras está aquel jarrón que tanto adorabas, hecho añicos y con sus rosas desperdigadas por ambos lados de la barandilla. El cuarto del bebé huele a muerte, pero él patalea mientras escucha esa melodía. La música es una canción de cuna de su pequeño carrusel y su risa es lo único que queda de nuestro hogar. Bajo los pies de su cuna se encuentra tu hermana, parece dormir y mientras sus cabellos rubios ahora son pelirrojos.
Habíamos logrado todo en esta vida, ser aceptados en la sociedad, tener una familia tras años de papeleo e intentos pocos fructíferos, te iban a ascender y a mi me tenían como un prestigioso novelista, tu hermana había logrado vencer al cáncer y todo se resumía a vivir los días en paz. Sin embargo, la desesperación vino a llenar mi cuerpo y vaciar mi felicidad. No logro recordar lo que ha sucedido, oigo pasos y un disparo en seco. Nuestro pequeño y sé que vuestro asesino aún se encuentra en la casa. Otro disparo y mi cuerpo queda en relajación, mis ojos se clavan en el techo y mis lágrimas dejan de brotar.
Atrapado, estamos todos atrapados…y yo el primero en un mundo desquiciado, demasiado siniestro, sin saber cómo volver a un pasado cercano y poder sonreír de nuevo.
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