Me encontraba en mi habitación, reflexionando y admirando este mundo tan imperfecto. Hacía pocos días que me había propuesto traerlo de nuevo conmigo, a Midas, y alejarlo de su mundo en Ceres. La libertad que le había otorgado me asfixiaba en una soledad imposible de soportar. En ese instante Raoul entró sin mi permiso y se posicionó tras mi asiento.
-Iason.-susurró apoyando sus frágiles manos en el respaldo de aquel sillón de piel.
-Raoul, vete.-dije clavando mis ojos en un mundo fijo en medio de los rascacielos.
-Júpiter te lo ha advertido.-su voz era frágil y llena de preocupación por mi destino.
-He dicho que te vayas.-respondí seco y tajante, intentando que se apartara de mi presencia.
-No deberías de comportarte como un estúpido adolescente, para estúpido está esa basura.-en ese mismo instante me levanté girándome hacia él, una sonora bofetada cortó el aire hasta su rostro.
-Vete.-repetí sin mover un ápice los músculos de mi rostro.
-Iason.-se acarició el rostro y tembló.-Yo…-balbuceó y marqué de nuevo su cara.
-Raoul no vengas a darme explicaciones, motivos y sospechas. No quiero tu estúpida interpretación del mundo, tampoco la de Júpiter.-dije sentándome nuevamente.-Así que márchate.-mascullé volviendo mi mirada hacia Midas.
Escuché sus pasos hasta la puerta y la cerró dejándome en mis pensamientos. Ese fue el comienzo del fin para mí.
Semanas más tarde me encontraría de nuevo con Rikki, había vuelto a mis brazos tras una estratagema. Acababa de salir de la cárcel y le permití una ducha. Tras ello se sentó en la cama aún con los cabellos, junto a su piel, húmedos dejando que las gotas surcaran su figura. Su mirada de animal salvaje contrastó con la mía de frialdad absoluta, sin embargo realmente la felicidad me hacía delirar.
-Hubiera preferido que me dejaras morir aquel día.-dijo clavando sus ojos en mí, la ira que contenía parecía a punto de estallar.
-Imbécil.-mascullé con una sonrisa irónica en mis labios.-No me gusta ver morir a los animales.-dije aproximándome a él, quedando tan sólo a centímetros de donde se encontraba sentado.
-Te odio.-respondió apretando sus dientes.
-Sabes que no es cierto.-susurré tomándole del rostro.-Me deseas.-dije recostándolo para aplastarlo con el peso de mi cuerpo.
-Prometiste dejarme libre, sin embargo no haces más que perseguirme.-dijo entrecerrando sus ojos.-¿Qué quieres de mí?-preguntó algo furioso.
-Tu corazón.-posé entonces mis labios sobre los suyos y le atrapé una de sus manos que intentaban apartarme de él.-Rikki, no olvides lo que te enseñé.-dicho esto no impidió que mis manos se colaran bajo su albornoz.
-Iason.-susurró abrazándome mientras enredaba sus dedos entre mis cabellos.
Me aparté de él y me despojé de mis ropas, las cuales me impedían pegar mi piel a la suya. Comencé a morder sin piedad sus pezones, él temblaba bajo mi presencia y mis ojos se fundían en los suyos. Los gemidos empezaron y eso me hizo jugar con más malicia. Mi mano derecha bajo hasta su miembro, sin antes dejar de recorrer cada músculo de su torso hasta el vientre. Mis dedos aprisionaron su virilidad y comencé a deslizarla por toda su extensión. Mi boca se adueñaba de cada milímetro de la suya, de sus pezones, su cuello y sus hombros. Aquel roce de mis labios, húmedos y necesitados de su contacto, le hacían estremecerse y perder el aliento. La mano que tenía libre acariciaba sus nalgas y clavaba mis uñas en ellas.
-Te deseo.-susurré a pocos milímetros de su boca. Su aliento impregnó mi rostro, tan cálido y húmedo que me desquició un poco más.
Los dedos que agarraban con firmeza su trasero se fundieron con su lengua, ya que los introduje en su boca para que los lamiera como él únicamente sabía. Al sacarlos no dudé en dirigirlos a su entrada, la cual me esperaba ansiosa. Sus piernas instintivamente se abrieron un poco más y dieron acceso a su interior. Sus manos que me acariciaban la espalda pasaron a sus nalgas, abriéndolas un poco más. Dos de mis dedos se encontraban sumergidos en sus entrañas y su respiración se agitó un poco más. Su pecho subía y bajaba, al igual que la mía. Su miembro se había endurecido y noté que era el momento oportuno. Saqué mis dedos de su entrada, apoyé sus piernas en mis hombros y acerqué sus nalgas a mí, dejándolas en una posición más ventajosa para mi intromisión.
-Hazlo ya.-rogó mordiéndose el labio.
-No tan rápido.-dije con una sonrisa tomando mi miembro para acariciar su trasero con él.
Estaba bastante dilatado y su cuerpo lo decía todo, estaba perlado en sudor y mis cabellos rubios se pegaban a su piel.
-Voy a entrar.-susurré recostándome un poco sobre él, haciendo palanca y me adueñé de sus entrañas.
Comencé un ritmo rápido desde la primera embestida, el gemía sin remordimiento alguno. Sabía bien que aquello me hacía encadenarme a la lujuria. Los muelles de la cama del hotel gemían, creando un alboroto en cada movimiento. Él terminó por liberar su esencia sobre mi pecho, sin embargo ni yo ni mi miembro estábamos satisfechos. Salí de él y le hice aproximar su boca a mi entrepierna.
-Hazme feliz.-dije tirando de sus cabellos hacia mí.
Su lengua empezó a rodar por mi virilidad, lentamente hasta apoderarse su boca de toda su longitud. Era bastante diestro en este tipo de placeres, ya que yo mismo le había enseñado. Duró varios minutos aquel delicioso juego hasta que sin advertirle eyaculé. Clavé en ese preciso instante su cabeza entre mis piernas, mi miembro tocó su garganta y casi le asfixio, pero valió la pena dejándome completamente satisfecho.
Después, sin dirigirnos ni una sola palabra limpié su boca con mi propia lengua y lo recosté a mi lado. Esa noche fui estúpidamente feliz, le había recuperado y pensaba que para siempre. Sin embargo debí saber que ese sentimiento no dura demasiado tiempo.
--------------------------------------------
Dedicado a mi pareja, para que babee un rato
No hay comentarios:
Publicar un comentario