Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 27 de mayo de 2008

Una historia de amor


One year without you by darena13 (Un año sin ti)

El siguiente texto es un resumen de la historia de amor de Iason Mink y Riki The Dark
Lo he hecho para deleite de mi pareja.

Only You Can Save Me - The 69 Eyes

Júpiter había dado órdenes precisas, tan sólo serían razas supremas aquellas que hubiera modificado su ADN. Todos los habitantes que cumplieran sus dictámenes y tuvieran hijos de la forma segura, mediante tubos de ensayos en laboratorios, serían de su máxima confianza. Los más evolucionados, los más hermosos entre toda su corte, eran y serán los Blondies.

Los blondies son como dioses, perfectos al milímetro y de cabellos dorados. Su cuerpo está marcado por músculos de tamaño perfecto, debido al entrenamiento y genes. Su mirada suele ser de hielo y no muestran pudor alguno, el odio está enterrado en sus venas al igual que la templanza y la inteligencia. Son seres de otro mundo, de otro lugar y que todos temen. El arte, la ciencia, la guerra o simplemente batallas dialécticas son sus oficios junto a cumplir los dictámenes de Júpiter.

Sin embargo, no todos son iguales que ellos. Los de cabellos rojos, verdes, azul y plateado siguen el orden jerárquico a estas maravillas vivientes. También existen en este orden los dorados, son el último rango en los aptos para Júpiter.

Tras ellos, los perros callejeros que son castaños y los morenos como último escalafón. Estos se reproducen por el método antiguo, la inseminación por sexo. Al ser el despojo tan sólo sirven como peones, esclavos y ladrones.

Entre todos ellos, entre todos estos seres, destacaba por su belleza y frialdad Iason Mink. Este ser medía más dos metros, su piel era clara, sus ojos eran de un color azul pálido y sus cabellos eran largos de rubio platino. Su coeficiente intelectual era el mayor entre todos los de su especie y una fuerza sobrehumana. Se suponía que no debía tener sentimientos, pero esto cambió irremediablemente cuando conoció a uno de los perros que deambulaban por la ciudad de Ceres.

Este ser del cual se enamoró fue en su día el lider de los Bison, una banda de rebeldes que se dedicaban a recorrer Ceres. Tenía dieciséis años y una belleza imperfecta para Júpiter, de piel algo tostada y ojos oscuros junto con sus cabellos algo cortos. Su cuerpo era estilizado, rápido y de espíritu desafiante. Su nombre era Riki the Dark.

Estos son algunas confesiones que se encontraron en el haber de Raoul Am, el cual se suicidó hace unas horas. Yo tan sólo leeré los impresos y ustedes juzgaran, verán si Júpiter puede seguir jugando a ser Dios con los hombres.

Antes, dejen que me presente. Me llamo Katze, soy el antiguo furniture de Iason. Aunque este me marcó para toda la vida el rostro, cosa que sucedió debido a mi curiosidad por Tanagura, sentía cierto sentimiento por ambos amantes ya que era una rebeldía en toda regla. Siempre me gustaron las historias como estas, a pesar de tener que ser un esclavista sin corazón.

La élite de la sociedad vive en Tanagura, en la zona residencial llamada Eos. La élite tiene derecho a tener mascotas humanas, llamadas pets y estas suelen ser las razas inferiores. Iason tenía una mascota, Riki, al cual había tomado como suyo tras ayudarlo a escaparse de una paliza.

Bien ahora me toca mostrarles la verdad, esa que Júpiter quiere callar.

Esta era de altos y deslumbrantes edificios, de artilugios y ciencia desarrollada, de hombres que ya no sienten nada y de miles que son tachados de animales, en esta era he nacido y debo de seguir los principios de quien obró mi vida. Yo soy Iason, todos me conocen al ser uno de los miembros más destacados de la élite de Tanagura. Sin embargo desde hace unos años, yo soy otro. Veo iguales a quienes despreciaba y deseo amar a un hombre, al igual que podrían los antiguos. Podrían haberme lavado la mente hacía semanas, si bien mi amigo Raoul ha decidido que él me hará cambiar de opinión por si mismo. Es un desdichado con demasiado poder y seguridad en sus actos.

-Iason, te toca.-era mi amigo, jugábamos en unos billares de la zona norte de mi ciudad.

-Sí.-respondí seco embistiendo a las desgraciadas bolas, dejando que cayeran una a una en cada agujero de la mesa.

-¿Sucede algo?-preguntó como si nada.-Te veo como fuera de este mundo.-su tiro no fue tan bueno como el mío, pero se encontraba preocupado por mi culpa.

-Hoy hace un año.-dije borrando de la mesa las bolas que quedaban.

-¿Aún piensas en eso? ¡Por Júpiter!-acabó alzando la voz para cogerme de las solapas.-¡Olvida eso!-lo aparté empujándolo y le miré como si nada, frío, aunque dentro de mí había un volcán a punto de erupcionar.

-No lo entiendes.-pasé la tiza por la punta del taco y luego preparé una nueva jugada.

-¡Él no vale nada!.-dijo eso justamente cuando abrí la nueva partida, una bola fue disparada al flexo que nos iluminaba y tan sólo en la oscuridad se podía vislumbrar mi cigarrillo.

-¡Imbécil!-murmuré tirando la colilla al suelo, pisándola luego con mi pie izquierdo.

-Señores, vamos a cerrar.-dijo el dueño del local y yo asentí dejando a un lado el taco.

-¡Iason!-parecía enfadado, más de lo normal, y su amabilidad se disipaba.

-Olvídalo, Raoul.-me giré para salir del local, mis pasos resonaron y tras ellos los suyos.

-Ya sabes lo que dijo Júpiter, lo sabes. No hagas que tenga que actuar contra ti, por favor.-su tono de voz era el de siempre, aunque con mayor melancolía, mientras me agarraba del brazo para que me girara. Quería que le mirara, me conmoviera y asintiera.

-No.-respondí a toda su palabrería inútil, yo seguiría en mis trece. Amaba a Riki y sería mío, volvería a mi lado, y él ni nadie podrían hacer que sucediera lo contrario. Riki me estaba predestinado.

-¡Hazlo por nuestra amistad!-gritó como si fuera una orden y sonreí prendiendo otro pitillo, le miré y exhalé el humo del tabaco hacia el techo.

-No, Riki volverá a mi lado.-dije cruzándome de brazos, negándome a perder lo único que me importaba en un mundo demasiado moderno, demasiado incluso para nosotros.

Tras aquella noche nuestra amistad se volvió más complicada, él intentaba por todos los medios a que volviera a ser lo que era y yo estaba empeñado en que Riki volviera a mí. Lo peor de todo es que tuve que recurrir a estrategias poco habituales, rastreras sería la palabra clave, para que regresara, como así terminó por hacer. Pero lo mejor de todo fue su adiestramiento. Ese “No te desnudas” me inyectó en la sangre un deseo incontenible. Por primera vez en mi vida necesitaba los labios de alguien, y no lo supe hasta pasadas algunas semanas. Nuestro encuentro no fue fortuito, yo mismo le había seguido días atrás y me interesaba por su físico e ímpetu. Tenía dieciséis años y yo rondaba la treintena, un plato delicioso para cualquiera. ¿Quién le iba a decir a Júpiter que su hijo favorito iba a quedar hechizado de un desecho social como él? ¿Yo el líder del mercado negro de Tanagura amar? Me hubiera reído años atrás, puesto que lo mío era catar a los animales hasta que encontrara un dueño decente para estos. Solía ser pronto pues a los muchachos que tomaba prisioneros eran hermosos, a pesar de sus orígenes.

-Déjame en paz Iason.-gritó una de las veces en las que fui a visitarlo. Le había dado un lugar junto a mí, una habitación con las mejores comodidades y la mejor ropa para que la luciera ante mis ojos. Sin embargo, no parecía encantado con todo aquello.

-No.-era mi respuesta de siempre, si él era terco más lo era yo.

-¡Te odio!-me escupió en la cara propinándome una sonora bofetada.

Eso me enfureció, hizo que mi ceño se frunciera y que mis manos le liberaran de las pocas ropas que llevaba. Lo desnudé y recosté en la cama, de espaldas a mí, acaricié su torso y también sus caderas. Sabía que no podía escapar, que era su obligación dejar que le hicera mío tantas veces como yo quisiera.

Palpé su entrada un segundo, después introduje uno de mis dedos y aquel calor me excitó de sobremanera. Él lloraba, sin embargo para mí no hacía eso sino sonreír. Inconscientemente deseaba verlo feliz a mi lado, satisfecho con mis actos y lo que tenía era una presa aterrada frente a mis garras. Abrí bien sus piernas y entré desesperado por oírle gemir, pero ni un sonido salió de su garganta. Jadeaba necesitado de aquel glorioso canto, y no hubo nada. Ni siquiera se excitó ante la intromisión de mi sexo en él. Acabé por apartarme y dejarlo tirado en la cama. Aquello no me complacía, nada en absoluto. Debía cambiar la técnica con él, buscar algo que me hiciera aproximarme con encanto y no con pavor. No sabía qué podía ser hasta días más tarde.

-Te traje esto.-dije dejando un paquete con bombones en la mesa.-Espero que te gusten, son un regalo.-él lloraba de nuevo, jamás había entendido el significado de las lágrimas y cómo se podía sentir alguien tan desolado para dejarse ver en ese estado. Me senté a su lado y pasé mi brazo izquierdo sobre sus hombros.

-No te entiendo.-mi tono de voz era lineal, parecía un robot al lado de una persona normal. Quizás ese era el encanto que descubría Júpiter en mí.

-Déjame marcharme.-paró el llanto, pero creo que fue más por orgullo que porque aquello le reconfortara.

-Yo no te dejaré.-besé su rostro y después sus labios.-Eres un buen pet.-mascullé levantándome para marcharme.

-Gracias por los bombones.-respondió como si nada.

-De nada.-susurré.

-Y por intentar reconfortarme, pero eres demasiado frío como para entender nada.-susurró clavando en mí una daga, la más dolorosa de todas.

Durante días estuve sentado en mi biblioteca privada, almacenando información de poetas románticos y de mil libros sobre amor. Todos lo definían, mostraban sus consecuencias y algunos eran trágicos como los pasajes sobre Romeo y Julieta, Calisto y Melibea o el propio don Juan Tenorio. Tenían un punto en común, amargura. La psicología humana era apasionante, mostraba los estragos emocionales que podía suceder en una ruptura. Algunos llegaban al suicidio y eso me conmocionó. Quizás Júpiter nos hizo así para que eso no sucediese, pero liberarnos de emociones nos hacían máquinas y no lo que realmente éramos. Yo estaba dispuesto a aceptar cualquier consecuencia, cualquiera, antes de ser frío y que la única cosa en el mundo que me importaba, Riki, me diera la espalda.

Tras dos meses desde aquel día conseguí comprender sus necesidades, ser menos brusco aunque siguiendo la estela de la sumisión y el dominio. Él había parado de preguntar si se podía marchar, pero tenerlo a mi lado me estaba costando críticas por parte de muchos.

Lo tuve junto a mí durante años, tres concretamente, hasta que ya no pude más y debido a mi responsabilidad lo dejé marcharse con la condición de volvernos a ver. Su vuelta me fue casi imposible. Su ex estuvo tras él durante ese tiempo y escuché rumores de que habían vuelto. No sabía si era cierto o no, pero estaba rabioso y urdí una trampa para que se alejaran. Conseguí que él volviera, esta vez se entregó a mí sin pudor alguno. Él creía que le debía un favor por liberar a su entrometido Guy de prisión. Me valí de los deseos de poder de Kirie, el único nuevo integrante de la banda de Riki, y luego me deshice de él regalándolo como esclavo.

Pero aunque en los cuentos de hadas hay un hermoso título “y comieron perdices y vivieron felices” eso no es lo que me deparaba con él. Guy se ha interpuesto hoy, no sé donde está y hago esta reflexión magullando mi alma, intentando calmarme y pensar en frío. Sin embargo, el hielo se ha deshecho y ahora ruge un volcán.

Bien hasta aquí las anotaciones, todos sabemos como acabaron estos desgraciados. Yo la verdad es que hecho de menos sus órdenes, su mal humor y sus palabras escuetas con una sonrisa cuando hablaba de su amante. Iason cambió, otros siguen igual que siempre.



FIN

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt