Reaccionó al fin y posó su mirada hacia mi dirección. Yo me encontraba deslizando mis dedos por el teclado del piano mientras le observaba con ira. No había seguido mis reglas, aunque tampoco era de seguirlas. Mis labios estaban sellados y mi alma quebrada. Jamás pensé que alguien me pudiera desafiar como él, jamás. Ahora comprendía en parte a mis viejos amantes, esos que usaba de una noche cautivándolos y arrastrándolos a la miseria del amor. Él no lo sabía, no podía saberlo aún, cuando de mis labios surgieron dos hilos de sangre por culpa de la rabia. Mis incisivos se estaban hundiendo en mis labios, sumergiéndose como una daga. La melodía era de Joseph Haydn y me hacía recordar momentos en los que fui feliz.
-Lestat-susurró aturdido en el sofá mientras mi perro lo custodiaba. Mojo parecía comprender la situación, lo observaba desesperado y a la vez dolido. Sabía que moría y a la vez que me había dañado, los sentimientos encontrados se mezclaban con los míos. ¿Lo dejaba morir? ¿Lo ataba a mí? ¿Qué haría?-Mi amor-alzó su mano para poder alcanzarme, seguramente vería borroso y quizás pensaba que era una aparición en medio de aquel callejón.
-Dime.-flexioné los codos y me eché hacia delante.-Dime mi amor.-murmuré siguiendo la partitura que conocía de memoria.-¿Por qué?-susurré.-¿¡Por qué!?-me levanté enérgico hacia donde estaba tomando su mano entre las mías. Si bien, me aparté y me giré hacia el piano. Las llamas de la chimenea hacía chisporrotear la leña y dar un aroma a madera quemada en el salón. Las ascuas parecían crecer al igual que mi rabia.-¡Te dije que no lo hicieras! ¡Te dije que no fueras! ¡Te dije que eras lo único que me importaba! ¡Santo Dios!-mis manos se volvieron puños y una lágrima se deslizó por mi rostro de escultura marmórea.-¿Por qué?-susurré girándome hacia él notando como su cuerpo iba muriendo, como su corazón se iba parando y al igual que sus pensamientos quedando tan sólo un cerebro muerto lleno de recuerdos.-¡No!-me arrojé sobre él y le otorgué mi sangre rasguñándome la muñeca. Pero ya era tarde… demasiado tarde…yo que soy un ser de impulsos me quedé agarrotado en una decisión tan importante. Si bien no podía otorgarle mi sangre porque jamás la deseó, aunque tampoco le dije nunca cuando le necesitaba.
Y ese fue mi primer amor en estos tiempos revueltos…después conocí a mi otro hijo y lo convertí sin saber que era descendiente directo de mi linaje.
1 comentario:
Me he enamorado de tu forma de escribir. Le añadez bellezas a las palabras pero sin cargarlas de metáforas, colocas a Lestat en el altar de elegancia que tiene a la perfección (: Enhorabuena.
"p.d la homosexualidad no es delito, delito es insultar a las personas por ello." -> Muy cierto.
Publicar un comentario