Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 30 de agosto de 2011

Nieve en París

Continuación del fic anterior
Último beso en París
Gracias por las amenazas de Louise, Rokio y Kiseki



Nieve en París

Un nuevo año comenzaba con nuevas nevadas en toda Francia. El invierno se había iniciado con una fuerza inesperada, me recordó aquel invierno y el calor de la sangre de los lobos en mis manos. Cerré los ojos mientras mis pies helados pisaban con fuerza sobre la calzada. Había más de diez centímetros de nieve, y eso que según el alcalde de París acababan de pasar las máquinas. No paraba de nevar, el paisaje era increíblemente parecido a un cuento de Dickens.

Hacía varios días que no me alimentaba de forma tan atroz, aquella noche bebí la sangre de tres vagabundos que estaban a punto de fallecer en el portal de una iglesia. Necesitaba calentarme y ellos estaban condenados, fue un acto desesperado y piadoso. Aún así, mis mejillas sonrojadas se volvían frías como mis labios. La ropa de abrigo que llevaba era inútil, podía sentir como el aire calaba mis huesos. Si hubiera sido un humano común habría muerto con aquellas temperaturas y esa nieve que no cesaba.

Recordé aquel verano tórrido y asfixiante, ese que me hizo separarme de Louis. Iba en su búsqueda, por eso recorría las calles aledañas al edificio donde compartimos la esperanza de un nuevo encuentro. Dudaba que aún permaneciera allí, sin embargo las notas musicales arrancadas de aquel piano me hicieron temblar.

Si alguna vez maldije mi cobardía fue en ese momento. Puedo enfrentarme a la aventura más extraña y estúpida, esa que puede que pierda la vida definitivamente, pero fui incapaz de admitir que él tenía razón y no yo. Causaba en él perturbación, lágrimas e impotencia. Era ese monstruo cruel y despiadado que no dudaba en aplastar sus esperanzas, comos i el espectáculo de su alma torturada me diera vida.

Sonaba Tchaikovsky, sonaba calmando mi corazón y sabía que agitaba en de Louis. Su presencia era innegable, aunque las luces estuvieran apagadas. La ventana estaba abierta, como si esperara que yo llegara de la nada y le susurrara que le amaba. Todo esto provocó que me apresurara levitando hasta el balcón, para entrar precipitadamente en una estancia prácticamente vacía.

Una vieja alfombra, el piano y él junto a cientos de cajas. Parecía haber llegado justo a tiempo, en el último segundo, y que mi suerte no me abandonaba aunque creí que lo había hecho. Él no despegó sus dedos de las teclas, así como sus lágrimas no dejaron de correr por sus mejillas. Me había podido sentir, sin embargo no se había marchado sino esperado.

-¿Qué buscas Lestat?-preguntó aún deslizando sus finos, y fríos dedos, provocándome escalofríos con aquella melodía.

-A ti.-respondí dando varios pasos que él cortó con la mirada, sus ojos estaban embarrados en lágrimas y amargura.-Louis, lamento que...

-Tú no lamentas nada, no mientas Lestat. Estoy cansado de mentiras, de tus medias verdades y tus juegos caprichosos. No quiero saber nada de ti, salvo que estás muerto y que no me vas a buscar más. Mejor te hubieras quedado en el prostíbulo con todas esas furcias que tanto te aman ¿dónde están? Dime, dime en dónde está tu corte. Vete con tus zorras que se abren rápidamente de pierna, acepta el calor que te regalan y la sangre que te ofrecen. Vete y no vuelvas, porque si regresar no tendré piedad contigo y seguiré los impulsos de nuestra pequeña hija.-dijo todo aquello con un tono de voz quebrado, quería ser firme pero se le atragantaban las palabras.

Louis no era capaz de desearme la muerte, por mucho daño que le ofreciera y él tomara como si fueran golosinas. No, no era capaz. Por más que habíamos vivido, por más que hubiera sufrido en esas vivencias, sólo deseaba mi compañía y temblaba cual hoja al viento esperando ser recogida.

-Dices, pero no haces.-dije con firmeza, la que él siempre perdía nada más abrir su boca.-Si tanto me odias, si tan cruel soy ¿por qué no me has matado ya? Podrías haberlo hecho Louis, has tenido oportunidad para ser la viuda negra que no eres. ¿A qué esperas? ¿Un milagro? Los milagros no existen si nosotros no los provocamos. Deja de llorar, de quejarte y de soltar tanta tontería cercana a la pubertad, y acepta que estás condenado.-apretaba los puños muriéndome por dentro, quería abrazarlo para finalmente besar sus labios.

-¡Cállate! ¡Si no lo hago es porque aún tengo algo de humanidad!-exclamó levantándose para quedar frente a mí.

-¿¡Qué humanidad!? Según tú la perdiste hace muchos años, esa pose de mártir ya no te pega Louis. ¡Deja ya de llorar! ¡Por el amor de Dios! ¡Louis! ¡Frena esa pose de estúpido que no sabe más que llorar! ¿Te has dado cuenta que es lo único que haces?-siseé la última frase como si fuera una serpiente, ignoro porqué lo hice pero tal vez el tentarlo era demasiado deseable.

Su rostro se ensombreció y su mano fue directa a mi rostro, no me aparté aunque pude hacerlo. Golpeó mi mejilla, sin embargo cayó de rodillas nada más abofetearme. Lloraba aferrándose a sí mismo, como si únicamente sus brazos le consolaran. Me arrodillé frente a él acariciando sus cabellos, sintiendo la suavidad que poseían.

-Márchate.-rogó.-He sido feliz sin ti estos meses.-murmuró sin apenas voz.

-Por supuesto, en plena soledad habrás encontrado muchos libros con los cuales distraer tu torturada mente.-me burlaba de su felicidad, sabía que sin mí él no era nada.

-Compañía, he encontrado compañía mucho más adecuada que tú.-murmuró alzando su rostro.-He encontrado el sabor de otros labios y me han parecido más tentadores.

-¿Has encontrado a otra bruja de feria? ¿Qué te dijo esta vez?-dije con cierto tono burlón, aunque los celos me envenenaban.

-Un vampiro, uno tan viejo como Marius. Un hombre que me ha hecho ver que el amor no debe doler, que debe disfrutarse.-tenía el rostro agachado, aún se abrazaba y temblaba levemente.-Creí que no volverías y me lancé a sus brazos, lo que he hallado en ellos vale más que tus reproches.

-¡Mientes! ¡Louis! ¡No me mientas!-grité furioso tomándolo por los hombros elevándolos del suelo.-¡Louis no me mientas más!

-No miento.-dijo derrotado, como si realmente se hubiera cansado de esa discusión.-Marcho mañana con él, sólo vine aquí para vender los pocos recuerdos que nos vinculaban.-murmuró apartándome de él.-Vete Lestat, no hagas esto más difícil.

-Llámalo, que venga ahora mismo. Quiero ver su rostro mientras te lo hago frente a él; porque Louis, sabes bien que únicamente yo te puedo llevar a los cielos provocándote el calor de los infiernos.-sonrió de forma amarga cuando dijo eso.

-Mucha palabrería y después nada.-susurró recordándome a mí minutos atrás, se burlaba de mí y de mi cinismo.

Me arrojé contra él, empujándolo a la pared desnuda para destrozar su camisa. Él pareció permitirme aquel impulso, como si lo esperara. Besó con gula mis labios rodeándome de forma necesitada. Mi boca se fundía a la suya, mi lengua se ahogaba luchando con la de él. Parecíamos dos adolescentes buscando hallar consuelo a nuestras hormonas.

Hice que cayera al suelo junto a mí, para cubrirlo con mi cuerpo y mis celos. Mis manos se paseaban por su torso acariciando cada milímetro de su fría piel, el invierno se volvió fuego y el fuego nos empezó a quemar a ambos. Podía escuchar su respiración agitada, notar sus piernas abrirse esperando que le tomara y sus manos se aferraban a mi rostro deseando que no separara mi boca de la la suya.

-Júrame que mientes, Louis.-dije mirándolo a los ojos.-Júrame que mientes.

-Nunca te he mentido Lestat, no soy como tú.-susurró sonriendo de forma erótica, una pequeña sonrisa cargada de maldad que me hizo desear entrar en él de una vez.

Arranqué sus pantalones, aparté cualquier pedazo de tela que pudiera evitar el contemplarlo en todo su esplendor. Mis manos acariciaban su rostro mientras me acomodaba entre sus piernas. Él se veía más tentador que nunca. Parecía que me provocaba para hacerlo en ese mismo momento.

-No puedes ser de otro Louis, no puedes ser de otro.-no tardó en reírse de mi frase y eso me hizo inclinarme para callar sus risas con un beso.

Mis labios se desgastaban mientras sus manos desabrochaban mis botones, pero finalmente rompió mis ropas dejándolas junto a las suyas. Ambos quedamos desnudos contemplándonos entre jadeos, podía notar el deseo que nos profesábamos. Me turbaba tanto la mente que no dudé en entrar en él sin contemplaciones y sin juegos.

Gritó mezclando placer y dolor, mostrándome que él también deseaba que empezara aquello. Y el infierno se hizo entre nuestros cuerpos, el calor de nuestros movimientos acelerados desde el primer contacto, provocaba que el paraíso fueran llamas creadas por sus gemidos y el roce de nuestra piel. Louis me hacía sentirme en el paraíso, cosa que nadie más lograba. Él gemía descontrolado, movía sus caderas mientras arañaba mi espalda y mi pecho.

Cuando logré contemplarlo, apartando un segundo mi flequillo, pude admirar la escena más erótica jamás vista. Sus cabellos estaban alborotados, sus mejillas rojas por el esfuerzo y el calor, sus labios estaban deseables y sonrojados por los besos y mordidas que nos habíamos regalado... sin duda la visión más pecaminosa de un ángel. Porque Louis parecía un ángel, un perfecto ángel que me hacía pecar entre sus piernas mientras él no dejaba de incitarme cual diablo.

-¡Plus! ¡Plus mon cour!-gritó moviendo su pelvis de forma acelerada, haciendo notar su angustia por su próximo orgasmo.-¡Plus mon cher! ¡Plus mon amour! ¡Plus!

-¡Je t'aime! ¡Je t'aime mon amour!-susurré siguiendo su ritmo mientras lo abrazaba, nos elevamos del suelo sin permitirme el soltarlo.

Y allí, en medio de aquella habitación mientras levitaba junto a él, lo hice mío. Llegamos a la cima del placer entre gritos y gruñidos. Louis se había entregado a mí de nuevo, yo me había arrastrado con él cayendo en la desesperación. No podía estar lejos, aunque sintiera miedo el amarlo como lo hacía.

-Ahora admite que soy mejor que él.-dije jadeante mientras lo tomaba en brazos, para recostarnos de nuevo en el suelo.

-No existe ningún él, así que puedo admitir que eres mejor.-aquello me confundió.-Lestat, no me mires así.-susurró riendo bajo.-Como ves sí he aprendido de ti, a mentir y parecer sincero en mis mentiras. No podré controlar mi deseo de ti, pero sí puedo inventarme amantes para demostrarte que únicamente eres feliz a mi lado, que no puedes permitir que otro me toque.

-Pero...

-¿Pero qué? ¿A caso creíste que iba a aceptar tus disculpas sin más? Torturarte ha sido placentero, Lestat.-susurró antes de besar mi mejilla y reír bajo.-Eres todo un adolescente Lestat, todo un adolescente egoísta. Sin embargo, así te quiero con todos tus defectos. Nadie te amará como yo, ni te tendrá tanta paciencia. Ahora admite que me amas y me necesitas, todo estará olvidado.

-Lo admito.-susurré cerrando los ojos mientras lo abrazaba, acariciaba sus caderas jugueteando con su piel.

Realmente jamás pensé que Louis se convirtiera en un actor tan impresionante, por eso lo amo. Louis siempre me sorprende, sea con sus dramas o con sus actuaciones. Hemos vuelto a vivir juntos, intento que esta vez funcione al menos algo más de unos meses. Me equivocaba, París no era de amantes y putas, sino de viejos amores reconciliándose en pleno invierno.

2 comentarios:

Lin Sekiei dijo...

Como decirlo… esta segunda parte es… es…(≧∇≦) dios, que me he emocionado y todo! XD Que bonitoooo~! No te castigaré, te has portado, sí, señor!
Que buena reconciliación! Pasión desenfrenada!
Owo Y Louis se ha vuelto más pervert aquí! Como le ha manipulado! Le ha engañado como ha querido, hasta que admita que no puede vivir sin él.♥
Le doy un 10!

Athenea dijo...

¡¡Me ha encantado!! Sobre todo la forma en que Louis ha puesto celoso a Lestat, demostrándole que el rubio no puede vivir sin él ha sido BRU-TAL. Yo intuía que Louis no sería capaz de estar con otro que no fuera Lestat y que seguramente se lo estaba inventando para ponerlo celoso, sobre todo cuando Lestat se ha lanzado a por él y Louis no lo ha rechazado. Aunque si que es cierto que sorprende el hecho de que Louis utilice el recurso de mentir para salirse con la suya. Eso es más propio de Lestat.

En cualquier caso, ha sido una reconciliación preciosa. Me ha encantado la actitud de Lestat de ningún otro te hace sentir lo que yo, tú eres mío. Y la actitud de Louis de: reconoce que me amas.

En resumen: perfecto, me ha encantado y me alegro de que finalmente decidieras continuar con el relato.

P.D. En cuanto al relato de mi blog, tienes razón cuando dices que aunque a veces la humanidad nos da asco, nosotros formamos parte de ella, y que hacemos daño a los demás, aunque sólo vemos el daño que otros nos causan a nosotros, es cierto. Tienes razón. Pero anoche, estaba un poco de bajón porque me he dado cuenta de que una amiga (o al menos yo así la consideraba) es en realidad una hija de p***, y me lié a escribir todo eso, plasmando mi tristeza y mi impotencia. De algún modo, supongo que soy un poco como Louis, me hago ilusiones con gente embustera, caprichosa y que me toman el pelo. Sólo que en mi caso, estas personas no me quieren de verdad, a diferencia de Lestat hacia Louis.

En fin, no te doy más la tabarra con mis desvaríos. Voy a leer ahora los otros relatos que subiste anoche y no leí. ¡Un saludo!

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt