Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 8 de septiembre de 2011

Tears for you - Capítulo 1 - Primer encuentro, primeras impresiones (Parte IV)






Mi hogar era una enorme mansión donde convivía con las personas del servicio, tanto de hogar como seguridad, junto a mi esposo Kurou y nuestros hijos. Digamos que era padre de tres hermosas criaturas con enormes bigotes, gatos hermosos y esponjosos. Podría decir que era una vida cómoda, pero sólo en apariencia. La verdad era distinta, muy distinta, y podía decirse que me mareaba a veces con los cambios que debía realizar para mantener la máscara.

Nada más salir de aquel vehículo me esperaba Sebastian. Sebastian era uno de mis hombres de confianza, aquel que me cuidó cuando era un niño, y que volví a encontrar gracias a los contactos de mi hermano. Un hombre recio, canoso y de origen inglés. La elegancia que trasmitía siempre me impresionó. Su mujer, Natalia, siempre fue como una madre para mí. Ellos se ocupaban de mi felicidad, al igual que Kurou.

-Santo cielos, señor.-dijo bajando los pocos escalones que había de la puerta de mi hogar hasta el coche.-Está empapado.

-Sí, como cuando era un niño y terminaba enfermo.-murmuré antes de sentir que el suelo se movía bajo mis pies.

-Yoshiki.-susurró abrazándome como lo haría un amoroso padre.

Sentí que todo mi cuerpo se desplomaba y que mi alma quedaba aún más aturdida. Pronto la colonia agradable de Sebastian cambió por la profunda de Kurou. Podía notar sus brazos alzándome como una pluma. Podía notar mi cuerpo arder, mis ropas aún mojadas y su suave camisa.

Mi estado comenzó a ser febril y me costaba horrores levantar los párpados. Por mucho que quisiera me quedaba aturdido sin poder decir algo coherente, mientras temblaba y rogaba que la fiebre bajara. Escuchaba las voces a mi alrededor como si estuviera en un tanque de agua, muy lejanas y opacas.

Kurou se ocupó de mí, cambió mis ropas y me abrigó. No recuerdo mucho más, sólo el sentimiento de impotencia. Si embargo, nada más abrir los ojos lo vi a mi lado tomándome la mano. Sus ojos café estaban angustiados, sus cabellos negros algo revueltos y sus labios estaban fruncidos. Parecía preocupado y algo airado.

-¿Se puede saber en qué demonios piensas?-su voz varonil rompió el silencio, mientras su cuerpo parecía seguir como un témpano de hielo.-

-¿Estás molesto?-dije con una sonrisa algo irónica. Siempre se molestaba conmigo por mi comportamiento, pero a la vez decía amar que tuviera impulsos demasiado extraños.

-¿Tú qué crees?-respondió entrecerrando sus ojos.-¡Yosh!-exclamó.-No sé que será de ti si te pones en riesgos inútiles y absurdos. En unos días tenemos una misión importante, por no decir prácticamente suicida, y te dedicas a enfermarte para que tus reflejos estén opacados por la droga del medicamento.-dijo todo aquello con un tono algo subido, pero terminó suspirando pesado palpándose la frente y echando hacia atrás sus cabellos.-Eres un idiota.-murmuró.

-Cuando era únicamente tu superior no tenías tanto coraje para decirme lo que pensabas, desde que somos pareja tu lengua está más suelta.-murmuré riendo bajo, pero terminé tosiendo y temblando por el frío que aún tenía metido en mi cuerpo.

-Te amo Yosh, te amo.-dijo inclinándose en la cama para rozar sus labios sobre mi frente y mis mejillas.-Te amo y me preocupas.

-Eres mi gigante favorito.-murmuré antes de sentir que nuevamente el mareo me podía, como si la fiebre me condenara al infierno.

Kurou era un hombre alto, esbelto y de aspecto sombrío. Sin embargo, en las pocas ocasiones que puede muestra su sonrisa es como si un ángel lo hiciera. Un hombre dulce con un aspecto frío, duro y tétrico. Él es el ángel que ha curado mis heridas, un ángel de más de dos metros con las manos grandes y algo ásperas. Ha luchado por mí, ha conquistado parte de mi alma y me ha hecho esclavo de sus sonrisas.

-Descansa mi ángel.-escuché cerca de mi oído sintiendo su aroma impregnándose en mi rostro y cuello, calmándome finalmente.-Sólo descansa.

Los sueños no fueron los mejores, el encuentro con Paulo Wilde había revuelto mi memoria y alzado como un corcho todos los malos recuerdos. Parecía un lago lleno de peces muertos, peces con un aroma hediondo imposible de soportar.

El aroma de sangre, pólvora y sexo. El dolor de mis alas siendo arrancadas pluma por pluma. Mis ojos rojos, mi voz ronca por los gritos y el frío. Sí, un infierno entre seda y vino caro. Mis manos temblorosas aceptando aquella droga, estaba tan enganchado a ella como ahora al cigarrillo. No podía escapar, por ello quería liberarme cayendo en aquella pocilga insufrible de drogas y corrupción.

Me desperté aún más aturdido y con las mejillas húmedas por las lágrimas. Los gatos estaban a mi alrededor y Kurou descansaba en una silla. El maldito imbécil se había quedado allí dormido dejándome nuestra cama para mí, seguro que para no molestar mis pesadillas. Intenté incorporarme pero el cuerpo me pesaba, tenía agujetas en mis músculos y me costaba abrir los ojos. Seguía con fiebre y todo por mi estupidez, aunque había merecido la pena.

-Kurou.-balbuceé notando mi boca pastosa y mis labios resecos.-Kurou.

Abrió los ojos con aquel leve susurro que lograba soltar, parecían leves gemidos desesperados y quizás eso eran. No estaba del todo consciente y únicamente quería que él me abrazara. Se levantó precipitándose hacia la cama, cayendo torpemente sobre el colchón y creo que reí. Era enorme y torpe, salvo cuando tenía que defenderme o defender su propia vida.

-La fiebre no baja, parece que no quiere bajar.-susurró pegándome junto a él.

-No te despegues de mí.

Volví a dormirme aferrado a su camisa, las pocas fuerzas que tenía las envié a mis manos aferrándose en un puño. Sentía que se mecía leve y su voz era un murmullo, no entendía bien las palabras pero creo que entonaba una de mis canciones favoritas. Siempre me hacía sentir en casa, siempre sabía porqué le necesitaba.

1 comentario:

Athenea dijo...

Bueno, como siempre, me equivoqué. Kurou es un cielo, un gigante dulce, varonil y preocupado por su impulsivo marido. Voy a leer la siguiente parte ^^

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt