Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 10 de septiembre de 2011

Tears for you - Capítulo 2 - Ese viernes (Parte II)






Escuché sus pasos por la habitación hasta el crujir de la puerta. Yo me quedé con los ojos cerrados, disfrutando de ese momento. Él era lo más parecido a un familiar, aunque sólo fuera un viejo y buen amigo. El tiempo que había pasado a su cuidado me había hecho amarlo y respetarlo como si de mí mismo se tratara. Le envidiaba, pero mi envidia era inferior al deseo de ser como él y seguir sus pasos. Un hombre extraño, caminando entre dos mundos muy complejos y radicalmente distintos.

-Siempre me haces sentir pequeño.-balbuceé permitiendo que el sopor me venciera.

Entonces esos sueños regresaron como fantasmas. Sentía como sus manos me acariciaban, como se hundían en mi piel traspasándome. Podía escuchar sus murmullos golpeando mi cuello, su aliento jadeante que me erizaba el vello de la nuca, y el latido de su bárbaro corazón. Me dolía el cuerpo como si me acabara de dar una de sus palizas, de esas que servían de ejemplo a los demás como yo y que sólo ayudaba a mi alma a ser más salvaje. Tenía miedo, pero a la vez más poder y fuerzas que sacaba del rencor y del odio. Apreté los dientes como si lo viviera de nuevo y desperté gritando su nombre.

-¡Kazuma!-grité abriendo mis ojos y permitiendo a mi mente descansar.-¡Cuánto te odio!-dije aferrándome a las mantas, arrugando las sábanas empapadas en mi sudor.-Maldito fantasma, maldito seas.-me eché a llorar haciéndome un ovillo, como si fuera un gato asustado de la tormenta.

Estuve llorando en silencio casi una hora, desahogándome. Había olvidado ese vacío en mi pecho, tan doloroso como una daga, y esa angustia que recorría como un ciempiés mi cerebro. No podía moverme de lo entumido que me dejó el sueño y los días de fiebre, pero conseguí arrastrarme hasta el aseo.

Mis piernas temblaban, como también mi cuerpo entero lo hacía, e intentaba moverme lográndolo con serias dificultades. Mis pies parecían de piedra y aún así estaban calientes sobre aquel helado suelo de mármol. Estaba prácticamente desnudo, sudoroso y con el rostro lleno de lágrimas cuando alcancé la puerta y me aferré al lavabo. Cuando alcé mi rostro y lo vi no dudé en llorar con más ahínco.

-¿Por qué sigo viviendo estas pesadillas tan reales?-murmuré acariciando mi rostro en el espejo.-Es como si aún sintiera esa humillación, coraje y resignación a la vez. Un dolor tan intenso que me traspasa y me asfixia.-balbuceé antes de razonar que sería mejor ducharme.

Siempre tomé duchas para despejar mi mente, incluso en aquellos días de dolor y angustia que me persiguen aún hoy, así que recordé esa vieja rutina y me saqué la poca ropa que me quedaba. Era como un deseo superior a mí, como si de ello dependiera parte de mi raciocinio y paz.

Nada más girar la llave del agua sentí alivio. Empezaron gotas tibias, pero acabaron siendo muy calientes. El agua casi quemaba y yo gemía por las sensaciones placenteras que me provocaba. Y el agua caía como caían mis lágrimas, aquella ducha se convirtió en una lluvia que arrastró mis más íntimos sentimientos. Desentumecía mis músculos, los relajaba, así como pasaba con mis pensamientos difuminándolos. Mis lágrimas desaparecieron y una leve sonrisa se pintó en mis labios sin necesidad de labiales, sólo una sonrisa sincera alejando la angustia de momentos antes.

Al salir de la ducha me sentía un hombre nuevo, aunque seguía convaleciente. Mis pies descalzos dejaron pequeños charcos hasta llegar a mi cama. Me puse un nuevo pijama y llamé al servicio para que cambiaran las sábanas. Después fui a secarme mis largos cabellos, los cuales parecían una maraña de fideos mal colocados.

Estuve encerrado en el aseo por más de una hora. Cepillaba y secaba mechón a mechón, me dedicaba al cuidado de mi imagen por muy enfermo que estuviera. Detestaba dar pena, tal vez por eso siempre parecía ser más fuerte. Quería parecer imperturbable, pero después corría como un chiquillo entre la maraña social aborregada y una tromba de agua poco misericordiosa.

Cuando salí vi a Sebastian de pié frente a la puerta de mi habitación, tocándola levemente con sus nudillos. Yo sonreí ante ese gesto tan íntimo, respetaba mis momentos de tranquilidad y aunque pudiera interrumpirlos, por la confianza que le depositaba, no lo hacía. Sus cabellos canos bien peinados hacia atrás, como un viejo bailarín de tango, y su ropa pulcra me recordaba mi estatus social y a la vez deseaba tener su clase sin tanto dinero.

-Señor.-dijo con una leve sonrisa.-Fuera, en la sala principal, está un hombre que pregunta por usted.-comentó.-Dice que tenía una reunión, le he dicho que está enfermo pero insiste. Es un hombre muy persuasivo.

-No hace falta que me digas el nombre.-respondí.-Sólo con definir a ese sujeto como persuasivo sé que es, el inconfundible demonio, Paulo Wilde.

-¿Qué debo hacer?-preguntó en un tono divertido.-¿Debo usar su misma técnica o le digo que espere?

-Dile que suba.-dije aún sintiendo mis piernas cansadas.-Prácticamente no puedo caminar, puedo pensar con lucidez pero mi cuerpo no.

-¿Desea que traiga algún aperitivo? Es casi la hora del almuerzo.-comentó antes de marcharse.

-Tienes vía libre de preparar algo, lo que sea, mientras que sea ligero.-respondí con una sonrisa.-Sebastian.-dije antes que se fuera.-Gracias.

-No tiene que darlas, es mi trabajo.-respondió con una cálida sonrisa.

Era de esa clase de hombres que a uno le hace sentirse pequeño. Me sentía insignificante ante alguien con clase desde la cuna, yo por mucho que lo intentara siempre terminaba destrozando las etiquetas y estereotipos que debía seguir fielmente.

Me tumbé en la cama, el aroma a limpio del jabón con toques silvestres me trasportó. Sentí sopor de nuevo, pero esta vez no dejé que me venciera. Permanecí recostado, arropándome bien con aquellas mantas recién lavadas, mientras esperaba a Paulo y su atrayente presencia. Un hombre imponente y a la vez con aspecto frágil, me preguntaba si yo me veía así también en esos momentos o simplemente parecía aún más estúpido e infantil.

-Buenos días.-dijo con una sonrisa gentil al llegar al marco de la puerta.-Había oído de tu enfermedad, pero como no cancelaste tu ofrecimiento a narrarme parte de tu vida supuse...

-Supusiste que podrías venir, ya que la curiosidad te picaba y tú te has rascado con gusto.-dije cortando su diatriba.

Quería convencerme que pensó en mi bien, pero en realidad sólo pensaba en su deseo. A veces los deseos nos hacen ser muy egoístas, él lo estaba siendo y yo también tenía deseos de conocer más sobre la suya. No iba a regalar mis memorias a cambio de nada, quería un pacto e iba a llegar a un acuerdo en cuanto dejáramos de saludos cordiales y estúpidas reglas sociales.

-Dicen que sarna con gusto no pica.-murmuró antes de reír bajo colocándose sus gafas.

-Quiero un acuerdo mejor que el de la cafetería.-le miré directamente a los ojos como buen líder en los negocios, lo que era realmente.-Mi historia puede, o no, ser interesante pero es mía. Y mi señor alcalde, yo deseo saber qué es lo que hay tras el político y novelista de éxito que tengo ante mí.

-Una historia por otra.-respondió.-Es un buen trato.

-Es el mejor de todos.-estiré mi mano hacia él.

Dio sendos pasos por la habitación hasta rozar mi mano con la suya, la apretó como lo haría un hombre enérgico y capaz, y después tomó asiento en un estrecho sofá. Teníamos aquel hermoso sofá, aunque incómodo y estrecho, porque a veces me gustaba leer en las noches y no quería molestar a mi esposo.


-Si me lo permite me sentaré aquí.-dijo acomodándose como pudo.

Era alto, de piernas largas, manos grandes, rasgos delicados pero duros. Un hombre elegante, un ser de otro tiempo, que tenía ese aire diplomático y a la vez salvaje. Teniéndolo tan cerca, sin ajetreos ni conversaciones insustanciales, parecía aún más atrayente. Podía notar su magnetismo animal, un animal social o más bien el rey de todos ellos, tentarme con sus ojos claros y su sonrisa cautivadora. Amaba el fenómeno que tenía en mí el acento inglés, por el cual me había enamorado de Kurou, y la elegancia que solían tener todos los londinenses sin anclarse demasiado en lo clásico de otras zonas del reino británico.

-¿Por dónde quieres que empiece? ¿Por lo que fui, lo que me hizo ser como soy o lo que soy en realidad?-dije con una leve sonrisa, como si simplemente jugáramos a las cartas y no tuviera la mayor repercusión lo que sucedería a lo largo de la charla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mis más sinceras felicitaciones por tu novela, hoy puedo leer hasta aquí solamente, porque el mundo real existe y en ocasiones debo volver a él para terminar los quehaceres cotidianos que se volverán monótonos con el tiempo. De momento, por lo que he leído no puedo hacerme ni una ligera idea de por dónde va a salir esta historia, pero podría incluso asegurar que será interesante.

Últimamente me he dado cuenta de que e nuestros tiempos, el respeto está infravalorado, las personas creen que lo pueden despreciar todo y que no tendrá consecuencias, pero supongo que es un daño colateral de nuestra descuidada sociedad. Por eso quiero que sepas que respeto absolutamente todas las formas de expresión y tengo en cuenta a las personas capaces de transmitir las sensaciones que ellos mismos experimentan a gente con menos experiencia, como yo.

No me quiero extender mucho, sólo que espero que puedas algún día publicar las novelas en formato papel para que el mundo tenga el placer de disfrutarlas. Tu manera de expresarte es un don escaso, consérvalo y no dudes en perseguir tus sueños. Besos ♥ Rubia Errante

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt