Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 18 de septiembre de 2011

Tears for you - Capítulo 4 - Un día cualquiera (Parte III)



Aunque esta canción me recuerda a Amaury, en versión vampiro, y a su amante Killian... he decidido ponerla con este trozo de la historia. Quizás porque es una de mis canciones favoritas de este cd, tal vez porque la historia habla de amores rotos y sentimientos que no terminan. Espero que la disfruten.


Me enamoré perdidamente de él y lo hice porque lo sentí mío, sentí que era para mí y no para otro. Él era mío y nada más. Era mi trofeo a tanto dolor , a tanta desilusión. Viví enamorado de él varios años, casi ni investigué su pasado porque no me interesaba. Y todo eso lo hice en silencio. No quería romper el hechizo, temía que se burlara de mí y se fuera. Él era mi hermoso gigante, mi Kurou.

Cuando quise darme cuenta Wilde me miraba fijamente como si fuera un animal exótico. Contemplaba mi rostro calmado y mis ojos con los leves brillos de unas lágrimas, las cuales por orgullo no quería mostrar. Mis manos estaban aferradas a la colcha de la cama y mi aspecto de ángel era aún más cercano al que solían darme. Un ángel perdido en medio de la nada, angustiado y calmado por el pasado. Esa mezcla de sentimientos me agotaban.

-¿Cómo conociste a tu esposa?-pregunté sacándolo del trance así como mi alma de la angustia que sentía.

-Jamás cruzamos el altar, nunca quiso aceptar mi petición de matrimonio.-sus ojos dejaron de ser de cazador para convertirse en presa.

-Bueno, es la mujer que amas y a la cual tienes ligada tu alma. El matrimonio es un papel y si yo lo hice con Kurou fue por capricho, por un deseo insaciable de saber qué se siente declarando tu amor ante un extraño.-sonreí de forma infantil, había metido los dedos en la yaga y no sé porque extraña razón me dolió verlo de esa forma tan frágil.

-Conocí a Claudia después de vivir en la ciudad unos seis meses, ya habían pasado las elecciones.-susurró.-No sé porque me votaron a mí y no a otro, quizás por mis ideas de energías renovables y de buscar salida a ciertos sectores. No lo sé. Tal vez porque iba de mano de un buen equipo de gobierno y ya era conocido por mi literatura. Pero ni siquiera me conocían lo suficiente como para decir que yo era el mejor candidato. Y sin embargo, llevo ya más de dos años en el cargo.

Me sorprendí que hablara de su entrada en política, pero supuse que tenía algo que ver con la piedra que le aplastaba. Un político está en el ojo del huracán continuamente, todos buscan sus fallos y debilidades para atacar como buitres.

-Al llegar conocí a un chico, tuvimos sexo y poco más. No soy de compromisos.-me quedé clavado observando el movimiento lento de sus labios, su acento era atractivo y dulce.-Estuve con varias personas en realidad. Siempre he tenido a unos y a otros en mi cama, pero nadie en mi corazón.

-A veces nos ponemos una coraza para que no nos claven dagas.-respondí encendiéndome otro cigarrillo.

-Conocí a Claudia en el mismo café que nos vimos el otro día, siempre iba allí para inspirarme y ahora lo hago para recordar ese momento.-su voz tambaleó y su tono se volvió algo ahogado.-Prometo que jamás me sentí tan hechizado, como si sus ojos aguamarina me ahogaran en una playa cercana al borde de su piel.

Sentí escalofríos cuando habló de esa forma. Era cierto eso de los poetas, al menos lo que solía escuchar sobre ellos de parte de Kamijo. Los poetas hacen poesía incluso cuando hablan y él lo acababa de hacer en medio de aquella tragedia que intentaba superar, sin embargo parecía dejarse arrastrar por la marea.

Empecé a escuchar su historia sin intervenir. Me pareció dulce y de quinceañeros, a pesar que él ya rondaba los treinta años aquellos días. Ella era más joven, casi siete años más joven, y pintora. Una hermosa ninfa rubia, de ojos aguamarina y de piel de escarcha, que se dedicaba por completo a sus cuadros y sueños de poseer una tienda de muñecas de porcelana. Para nada el cliché de rubia tonta y despistada, sino de mujer entregada a su pasión y a sus sueños. Si bien, era prácticamente una niña.

Según me contó tiene una horrible costumbre de escribir en servilletas, trozos pequeños de papel, frases sueltas y las va uniendo para sus personajes, dándoles vida de esa forma, sobretodo cuando está en medio de un café como aquel. Cuando están ya sobre el papel convierte esos trozos en proyectiles prácticamente, crea con ellos una pequeña bola y a veces sin darse cuenta los arroja.

Se conocieron porque uno de esos proyectiles cayó en la taza de té que ella había pedido. Comenzaron a discutir, después a conversar sosegadamente y por último la ayudó a encontrar un piso en alquiler. Por supuesto, que él intentó que fuera cerca de su casa para poder tropezarse con ella e invitarla nuevamente a un café, al teatro o simplemente hablar del tiempo.

Confesó que siempre se había burlado de todo aquel que decía amar, porque él amó una vez y le pareció una debilidad. Así que apartó esos sentimientos, a pesar que es escritor de literatura erótica y romántica, para adentrarse en un mundo complejo y frío. No tener sentimientos te vuelve más complejo porque siempre debes estar huyendo, buscando vías que no te digan “ama” o “siente”.

Si bien, se enamoró como un chiquillo. Durante seis meses estuvo observándola desde lejos, no se atrevió a pedirle una cita siquiera. Si bien, un día se besaron y confesaron su atracción. Días después ella tuvo un accidente, se marchó a Francia y él la siguió. Había quedado postrada en una silla de ruedas temporalmente. Él no iba a permitir eso, no iba a permitir que otros cuidaran a la persona que amaba. Comprendí bien ese sentimiento, así que en ese momento asentí levemente mi cabeza mientras se desahogaba.

Habló de una fuga a París con ella, de rogarle que vivieran juntos y nada más vivir juntos ella se quedó en embarazada. Ya podía caminar, aunque con bastón, cuando eso sucedió. Para ella fue una nueva tragedia. Una mujer de 22 años embarazada y relegada a ser madre. Ella sentía que rompería su espíritu libre, su arte y sus sueños. Si bien Wilde quiso el pequeño, rogó por tener ese fruto prohibido.

La pequeña nació a los siete meses, justo hace dos meses, y ella hace un mes que está ingresada en un centro para dementes. Perdió el juicio. Empezó a tener celos de la niña, incluso intentó matarla pocos días después en la sala de incubadoras. Su estado ha empeorado a medida que la niña va creciendo y sintiendo lo que es vivir.

-¿Te arrepientes de ser padre?-pregunté dando una calada a mi cigarrillo, interviniendo por culpa de mi curiosidad.

-No, no puedo hacerlo. Marie es hermosa, muy hermosa, y ahora estoy haciendo algunos cuentos para susurrarselos. Parece que mi voz le calma y que ha derretido por completo el hielo del cual estaba hecho, como si despertara de un largo sueño.-murmuró.-Amo a mí hija y tengo esperanzas que Claudia vuelva en sí, aunque poco a poco las voy perdiendo.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt