Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 1 de septiembre de 2011

Y nos encontramos en plena soledad



¿Recuerdan a mi Atsushi? ¿Recuerdan a mi político venido a menos? ¿Recuerdan su resurreción? Hace pocas entradas terminó su vida en la novela que he estado publicando casi tres años seguidos. Ha finalizado, pero su vida no acaba ahí. Un nuevo encuentro... en estas líneas.

Atención, contiene cierto spoiler.


Y nos encontramos en plena soledad


Había pasado casi un mes desde que ella dejó de recorrer mi jardín. El frío y la humedad del otoño ya martirizaba mi jardín. Las hojas de los árboles tornaban amarillentas y algunas ya caían vencidas en su lucha por la supervivencia. Parecía como si todo muriera, todo se fuera como ella. La lluvia siempre me gustó, pero ahora se unía a mis lágrimas. La primavera y el verano se fueron llevándosela de mi lado, debí pensar que las flores se marchitan por muy hermosas que florezcan.

Beauty ya no estaba, ni siquiera bajo la losa de su tumba siempre cargada de ramos de flores. Mi hermoso ángel se fue, tal vez lo que vivimos juntos sólo fue una visita extraña. Me hizo feliz, aunque jamás pronunció las mismas palabras de amor que yo le regalaba.

Aquel día decidí dejar de llorar, apartar las lágrimas y comenzar a fortalecerme con algo más que recuerdos. Tenía que desalojar su armario, regalar su ropa, y dejar de el mal trago pasase. No iba a esperar a un fantasma, los fantasmas no tienen cuerpo y no pueden rodearte en las noches. Debía olvidar el dolor, pero no a ella. Tenía que empezar de cero, ya sabía como hacerlo.

María había llegado temprano aquella mañana, siempre dispuesta a colaborar conmigo con la limpieza del hogar. Era una mujer increíble, una de esas hechas a sí mismas y sin miedo a nada. Desde que la conocí hace más de cinco años siempre pensé que aquella joven de aspecto tímido era un huracán. Ella limpiaba en el piso inferior, tarareaba bajo bailando como si no existiera nadie más.

-¡María! ¡Ven!-dije apoyado en la barandilla que daba al piso inferior.

-¿Qué deseas? Estoy terminando la limpieza de la estantería.-respondió con una dulce sonrisa.-¿Quieres que te ayude con la ropa que estás guardando en cajas?

-He pensado que algunos trajes y pantalones te estarían bien.-comenté.-Mejor te los quedas tú que una extraña, eres mi amiga y no sólo mi empleada. Ven arriba y miras qué deseas de todo. Hay algunos que ni siquiera usó.

-¿Lo dices de verdad?-sus ojos se iluminaron.-Creí que tendría que comprarme vestidos nuevos, los que tengo están algo viejos. Si me están buenos me ahorraré bastante.-dejó el trapo del polvo sobre la estantería y subió por las escaleras.-¿Realmente quieres dármelos a mí?

-Toma los que quieras y los que creas, también si quieres puedes dárselo a alguien que conozcas. Es ropa sin más, no es ella. No me interesa guardar prendas que nadie usará.-me dolía desprenderme de ellas, habían sido regalos que compré con la ilusión de ver su sonrisa. En esos momentos veía esa misma ilusión en la cara de María, creo que fue una recompensa a tanto dolor aquella mañana.

Al entrar quedó atónita. Empezó a mirar los trajes con miedo de tocarlos, pero después comenzó a tomarlos entre sus brazos, muchos eran de su talla y otros les estaría buenos a una amiga. Había trajes normales y trajes premamá, ya que Beauty no se fue sola sino acompañada.

-¿Puedo probarme este?-preguntó mostrándome uno rojo de fiesta, uno que Beauty jamás usó.

-Claro, te dejaré aquí probándote todos los que quieras. Iré abajo a tomar café.-respondí.

Bajé intentando despejar mi mente, a veces lo lograba con un poco de café. El aroma que se expandía por la cocina hacia el salón y cualquier sala, ese aroma delicioso y el calor que desprendía calentando mis frías manos. El café se había vuelto mi necesidad, mi musa, mi amante y sobretodo mi elocuente amiga. Bebía café para despejarme, para inspirarme

Saboreaba el café cuando entré al salón buscando el periódico, entonces la vi bajando las escaleras con aquel hermoso vestido de tan llamativo color. Parecía una ninfa jugando a destacar en medio de un mundo gris. Sus cabellos negros caían sobre sus hombros acariciándolos de forma deliciosa, rizo a rizo. Tenía una hermosa sonrisa pintada sin carmín. Se sentía sexy, se sentía mujer, sólo por un trozo de tela. Sus curvas se veían tentadoras, sus piernas largas y torneadas se veían al mostrarlas sin preocupación, a pesar que sus pies estaban descalzos bajaba y caminaba con tacones inexistentes.

-¿Me queda bien?-preguntó antes de girarse a pocos metros.-Atsushi, más que mi jefe eres mi amigo. Dime, dime cómo me queda.

-Cuando recobre el aliento responderé.-susurré con una de mis típicas sonrisas que la hicieron sonrojarse.

-¿Realmente me sienta bien?-susurró con timidez.

-Jamás pensé que ese traje luciera de esa forma.-dije dejando la taza en una mesa auxiliar para llevar mis manos a sus cabellos. Los acomodé algo más revueltos, pero a la vez de forma estratégica. Tomé una de las rosas rojas del jarrón que presidía la mesa del salón, y se la ofrecí dejándola entre sus manos.-Ahora puedo susurrarte que estás preciosa, digna de un cuento de hadas.

-Si sigues piropeándome harás que mis piernas tiemblen.-dijo tras morderse el labio inferior.

-No, tus piernas temblarían mejor de otra forma.-susurré muy cerca de su rostro, tomándola por la cintura.

-No juegues.-la sentí nerviosa, no sólo por su respiración algo agitada sino también por sus ojos que no sabían donde mirar.

Atrapé sus labios pegándola a mí, deslizando mis manos por su cintura hasta el borde de su vestido. Ella seguía ese beso aferrándose a mis hombros, mientras se dejaba hacer. Mis dedos acariciaban sus muslos hasta el borde de su ropa interior.

Tenía casi los treinta años, pero aún parecía una chiquilla. Una mujer que pese a su duro trabajo seguía fresca, joven, y excitante. Su aroma era delicioso, así como el sabor de sus labios. No tenía rastro de femme fatal, sino una cierta inocencia que la recubría como el velo a una virgen. Madre de un hijo, pero diosa de los hombres. Siempre la vi hermosa, pero nunca tan deseable.

Hice que la tela de su vestido se levantara y descubrí que su ropa interior era una lencería muy erótica, una de esos finos tanga que dejaban poco, más bien nada, a la imaginación del mismo color que el vestido. Sonreí arrodillándome frente a ella, mientras sus manos se agarraban el borde del vestido por petición mía. Besé su sexo aún con aquella prenda tan minúscula y la deslicé para lamer su depilado pubis.

Sus piernas se abrieron aceptando la libertad que me estaba regalando, eso hizo que sus labios inferiores se despegaran brevemente y mi lengua se colara entre ellos. Un jadeo se escapó de su boca y sus manos retorcieron la tela del vestido.

Jugaba con su clítoris mientras ella tiritaba. Una de sus manos fueron a mis cabellos, cuando intensifiqué de forma excitante el movimiento de mi lengua. Pero yo aparté su mano y me incorporé, para así deslizar aquella prenda que se interponía en mi camino. No sólo le quité el vestido, también el sujetador dejando descubiertos sus senos de tamaño perfecto.

Me apoderé de ella rodeándola entre mis brazos, para subir por las mismas escaleras que había bajado minutos atrás. Puse dirección a mi habitación, donde la recosté en la cama y me quité la ropa contemplándola. Se veía sexy, atrayente, y con las piernas arqueadas esperándome.

-No juegues conmigo, no quiero jugar.-susurró abriéndose aún más.

Acepté su trato, no jugaríamos e iríamos directos a calmarnos. Estaba desesperado por sentirla, creo que tantos meses sin un abrazo o una caricia me habían convertido en un monstruo al asecho. Me rodeó con sus largas piernas, yo entré en ella y comencé a moverme lentamente. Estaba tan estrecha, se veía hermosa y se escuchaba deseable.

Sus gemidos no tardaron en mezclarse con mis jadeos. Mi boca calmaba la suya, pero terminaba marchándose a su cuello y a sus pechos. Besaba su cuerpo con deseo y cierta desesperación. Ella temblaba alzando su pelvis y contoneándose como si estuviera bailando.

-¡Atsushi!-gritó enterrando sus uñas en mis hombros, arañando toda mi espalda y finalmente aferrándose a mis brazos.

Mis manos se quedaron ancladas al cabezal de la cama, me aferraba a este mientras me movía. No era una cama convencional europea, sino japonesa. Tiraba del escueto cabezal forrado de tela negra, me permitía moverme de forma más rápida y profunda en ella. Porque aunque el ritmo empezó lento, acabó siendo tan fogoso como placentero.

Era un polvo rápido, nos haría olvidar y sentirnos libres por unos minutos. Por eso no me importó terminara rápidamente con los dos asfixiados por la lujuria. Me mordía el cuello y el lóbulo de mi oreja derecha. Sus manos acariciaban mi espalda, rasguñada por sus uñas.

-Arigato.-murmuré antes de besar sus mejillas.-Eres mejor que el café.

Después de aquello hemos seguido como si nada. Nos tratamos como si esos segundos no hubieran ocurrido. Tan sólo fue terapia para nuestra mutua soledad, nada más allá y sin pretensiones de continuar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Athenea dijo...

So sorry por haber tardado tanto en leer el relato este, pero me he entretenido hablando con un amigo. No he leído todavía la novela de la que forman parte estos personajes, pero eso no me ha impedido disfrutar del texto. Ambos se entregan el uno al otro, en un momento de soledad, de necesidad, ayudándose el uno al otro. Sin ataduras, sin promesas: sólo un momento de libertad y pasión desenfrenada.

Me ha gustado, como todo lo que he leído tuyo. Espero pronto nuevo relato, reflexión, fanfic, whatever. Me estoy enganchando a tu blog, jajaja. ¡Un beso!

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt