Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 25 de octubre de 2011

Tears for you - Capítulo 12 - Viejas vivencias, viejos recuerdos y demasiadas golfas. (Parte V)



Imagen y video dedicado a todos aquellos que son ángeles en mi vida... esos que se dedican a estar unidos a mí más allá de la sangre. No sólo a los que va dedicado este capítulo, sino a gente como Nerissa, Yume o Alex. Os quiero a todos, soís mi verdadera familia. Sé que soy hombre de cortas y secas frases, que a veces sólo sonrío mientras escucho... que quizás puede parecer que estoy en mis nubes... pero os aseguro que no hay nada mejor que sentirme junto a vosotros.

Gracias por todo.






Reía con ella a carcajadas mientras la colocaba bien sobre mis brazos. Sus dedos comenzaron a jugar con mis mechones rubios, los comparaba con los suyos y luego sonreía. Era como un hermoso ángel, un dulce ángel. Mientras caminaba por el pasillo hacia los despachos vi a Kurou bajar.

-Ya llamaré yo a Kamijo, la pequeña seguro que querrá conversar con él.-dije antes de tomarlo de la cintura, porque no respondía.-¿Sigues avergonzado?

-Sí.-murmuró aún algo rojo.-Iré a tomar té.

-La pequeña hizo galletas, están en el salón.-ella asentía a mis palabras.-Luego iremos allá, tocaré el piano.

No respondió, sólo se marchó apurado hacia la cocina donde él mismo se preparaba concienzudamente su té todos los días. En ocasiones, no muchas realmente, tomaba café en vez de té y lo hacía para mantenerse despierto y terminar los informes que no había podido entregar en la tarde. Ahora teníamos trabajo acumulado durante semanas, pero no importaba. Podría contemplarlo trabajar todas las noches, e incluso acompañarlo jugando con sus cabellos como Anne hacía con los míos.

Entré en su despacho, el mío era un desastre y pensé que el suyo estaría en mejor estado. Realmente no había mucho allí, sólo la agenda de teléfonos y aquel cajón con el candado que siempre me llamó la atención. Nunca pude ver qué demonios tenía ahí Kurou. Mi curiosidad era cada vez mayor.

-Cariño, dame un ganchillo.-susurré antes de tomar uno de los apliques que tenía en sus cabellos.-Papá te peinará de nuevo bien.

-¿Vamos a llamar al tito?-preguntó.

-Esto es un secreto, vamos a ver que guarda papá Kurou aquí.-dije sentándome en su enorme silla con ella en mis piernas.

Con cierto disimulo, por si entraba para preguntarnos algo, abrí el candado. Ciertamente era un fracaso abriendo ese tipo de cosas, pero Yuki me había dado alguna lección tiempo atrás cuando le hablé de aquel cajón y de la curiosidad que me provocaba.

-Yuki, eres un genio.-susurré con el candado en la mano.-Y yo soy un buen alumno.

-¿Quién es Yuki?-murmuró en un leve cuchicheo tomándome del rostro.

-Otro tito tuyo.-respondí abriendo el cajón para encontrarme folios.

Saqué aquellos folios, algunos amarillentos, y todos escritos a máquina o a mano. Parecían anotaciones en un principio, pero nada más leer el más apolillado de todos lo noté. Eran textos, eran más bien cartas a nadie. Escribía sus impresiones, su dolor, las emociones que le causaba estar conmigo o alejado de mí. Realmente escribía de una forma impecable.

-¿Qué es?-preguntó señalándolo.

-Cariño, hablaremos con el tito Kamijo y luego papá esconderá esto en un lugar seguro.-susurré acariciando sus cabellos.-No debe saber papá Kurou nada de esto, nada.

Marqué el teléfono de mi hermano en aquel trasto con aspecto a los años 20, era un teléfono que le encantaba y yo comprendía bien porqué. Era uno de esos viejos aparatos de rueda que hacía un encantador “ring” en cada movimiento de mis dedos.

-Allô?-escuché a Kamijo desde el otro lado de la línea.-Monsieur Kurou.

-Más bien soy tu hermano.-respondí acomodando mejor a la pequeña.-¿Darás esa fiesta de Halloween adelantada?-pregunté haciéndole reír.

-¡Oui! Daremos esa fiesta para la pequeña, dices que es una amante de los sustos y del truco o trato. Además, he logrado que vengan muchos de nuestros conocidos con sus hijos. No sé si será mucho rato o poco, pero habrá niños de su edad y si no se quedan siempre podemos contar con Spider.-rió como hacía años que no lo hacía.-¡Oh! ¿Te he dicho que soy inmensamente feliz?

-¡Quiero hablar con el tito!-tiraba del cable del auricular como si se fuera la vida en ello, por eso se lo pasé antes de besar su cabeza sobre sus cabellos.-¿Eres quien dará la fiesta?-preguntó arrugando la nariz.-Si la das no te olvides de invitar al verdadero Drácula, nada de al tonto con purpurina ese.

Pude escuchar las carcajadas de mi hermano cuando dijo aquello. Creo que sonaban igual que las mías. No sabía quién le había comentado aquello o si lo había visto en televisión. La pequeña hablaba perfectamente inglés y español, así como algo de japonés, pero dudaba que hubiera leído alguno de esos libros o visto las películas.

-Estaré encantada de asistir a su fiesta.-dijo colocándose como mi esposo siempre le decía, recta y con clase como una buena dama inglesa.-Será todo un honor.-me miró entonces y me pasó el auricular.-Dice que te pongas.

-¿Sí?-pregunté abrazándola e intentando parar de reírme.

-¡Es un encanto!-exclamó.-Espero que Celeste finalmente sea como ella, sería un placer tener una damita tan educada en casa.-Celeste era su hija, y de su última esposa, junto con Camil, su otro hijo de casi dos años, hacían la vida más llevadera a mi hermano.-Te decía que soy muy feliz. Mi teatro se llena cada noche, las nuevas actuaciones son brillantes, he descubierto a un nuevo artista y estoy enamorado.

-Repite lo último por favor.-dije algo incrédulo.

-Estoy enamorado.-respondió.-Me ha costado aceptar que lo estoy, casi pierdo a Arthur por una estupidez.

-¿El el chico mestizo que vi aquel día en el teatro?-dije con un tono de voz pícaro, quería ponerlo nervioso.

-Oh.-suspiró nervioso.-Sí, es él.

-¿Cuántos años le sacas?-interrogué jugueteando con el cable del teléfono mientras observaba como ella miraba los folios, aunque aún no sabía leer demasiado bien.

-Se la doblo.-murmuró.-Le doblo la edad.-suspiró pesado intentando conectar sus neuronas y decir algo más de cuatro palabras.-El amor no entiende de edades, además es un joven de dieciocho años encantador. Es un chico noble, inteligente, amante del arte y con unas notas brillantes. Jamás me he topado con alguien más apasionado por el teatro que yo, nunca. Te juro que no es sólo físico, aunque he de admitir que su envoltorio es ciertamente encantador.-noté como hacía un inciso para beber, quizás agua porque se sentiría acobardado.-Además, el sexo es salvaje y jamás nadie me había dejado llevar a cabo todas mis...

-Perversiones.-respondí antes de reír a carcajadas.

-¡No son perversas!-alzó la voz.-Sólo son poco comunes.-lo siguiente lo dijo en un tono quedo, además de piano piano. Era como si arrastrara todas sus palabras e intentara decirse a sí mismo que así era.

-¿Eres feliz?-interrogué dejando que la pequeña se abrazara a mí.-¿Entonces? No te acobardes, ve con la frente muy alta y disfruta de ese amor.

La conversación terminó poco después, interrumpida por la entrada de la secretaria en su despacho. Me quedé allí sentado tocando los folios que había rescatado. Miraba uno a uno, había como unos cien o más. No era capaz de contarlos en ese preciso instante. Estaban mezclados, pero sí al menos fechados. Kurou era meticuloso incluso con sus anotaciones. Un diario sin pastas ni la típica frase “Mi querido...”. Aquello era su consuelo, su secreto, y yo me veía como un profano al desear leerlo.

-Sólo vamos a leer uno.-dije suspirando pesado.-Voy a tomar uno al azar y lo leeré en voz alta, serás mi cómplice.

-¿Lo ha escrito papá Kurou?-preguntó tomándome de las manos, para girarse y mirarme a los ojos.-¿Por qué no nos lo lee él?

-Porque es tonto.-respondí provocando que riera.

Busqué fechas cercanas a nuestras primeras misiones, las leí por encima y encontré una del 10 de octubre de hacía seis años. Mis manos temblaron por un momento antes de abrazarla y comenzar a leer. Tragué saliva y suspiré en alto.

“Con una sonrisa en los labios, esos mismos que presionaban mi cigarrillo, me adentré por aquella neblina tan londinense. Mis pies se sentían cansados, pero había recorrido tantas veces aquel barrio que dudaba que no quisieran seguir soportándome. Mi sombrero cubría parte de mis ojos, era de ala ancha y negro como la misma boca del diablo. Mi gabardina rozaba el asfalto, una lengua oscura que me dirigía exactamente hasta el final de una calle sin salida.”


Era como entrar en su mente, al fin sentirme conectado a él por algo más que gestos o besos tiernos. Sentir como me escurría por sus pasadizos mentales y palpaba cada pared, y de cada pared sus ladrillos. Recordaría paso por paso tomándolo como una aventura.

“-Maldita sea.-murmuré antes de encender mi zippo y prender de una vez mi cigarrillo.-Juraría que era aquí.-dije sacándome el sombrero, para echar hacia atrás mis cabellos.

Mis ojos pardos recorrían todo aquel callejón, sin dejarse rincón alguno. A pesar que conocía la ciudad, sobre todo esa parte, parecía haberme perdido y quizás era culpa de esa extraña niebla. Era tan densa que podía cortarla con uno de mis cuchillos.

Di una honda calada al cigarrillo, para colocarme bien mi sombrero y dejar que la nicotina saliera por mi nariz. Parecía un dragón, uno de esos crueles que deben habitar el infierno.”


Él se consideró siempre el peor de los dos, el maldito. Aún hoy lo hace, pero verlo escrito es más contundente que escuchado de sus labios. El matiz de su voz hacía encantador incluso un “te odio”. Él se odiaba a sí mismo en esos momentos, podía percibirlo en sus expresiones.

“-Maldito vicio.-dije después de toser.-Acabará conmigo.

Unos pasos apurados y precipitados vinieron hacia el callejón. La respiración agitada de aquella sombra de mediana altura me resultaba familiar, para después hacerme sonreír de lado al verlo. Ahí estaba él, con sus cabellos rubios bien revueltos y una gabardina parecida a la mía pero de un llamativo color rojo.”


Las sonrisas que antes veía burlonas, ahora las veía distintas. Él jamás se burló de lo patoso que podía ser en aquellos tiempos, tampoco de mi forma extraña de hablar casi ronroneando. Sonreía de esa forma porque me contemplaba como si fuera uno de esos ángeles puros que tanto admiraba, me dejó mayor constancia de ese pensamiento las siguientes líneas.

“-¿Lo has encontrado?-dijo sin aliento.-Casi me pierdo.

-No.-respondí tirando la colilla para pisotearla.

-¿Seguro que era aquí?-preguntó caminando con elegancia, como la de un gato callejero, hasta quedar frente a frente.-Kurou, te estoy hablando.

-Seguro.-dije antes de sonreír de lado.-Pero quizás era a dos calles, tal vez a tres. Con esta niebla uno ya ni sabe.-mi acento inglés era muy distinto al suyo, tenía esa fragancia exótica de asiático indomable.”


-¿Así es como se conocieron? ¿Se dan un beso aquí ya?-preguntó ella escuchando mi voz tomada narrar esa historia, como si fuera un cuento.

-La princesa, que en realidad era príncipe, no podía ver que el gigante no deseaba matarlo sino amarlo. No creo que se besen aún cariño.-murmuré acariciando.-Al menos, no recuerdo besos en aquellos días en los cuales me moría por él y el muy idiota se guardaba todo. Me hacía pensar que yo jamás sería nada más que una pesada carga.

Continué leyendo, con lágrimas en los ojos. No podía prácticamente leer, sobre todo porque el pulso no acompañaba y mi vista estaba emborronada.

“-Ya veo.-respondió rodando los ojos.-Casi ni puedo verte, eres como esa planta de judías.-rió como un chiquillo burlándose de nuevo de mi enorme tamaño.-Anda, sonríe un poco.

Forcé mi sonrisa, aunque mi alma reía y sonreía cada vez que lo contemplaba como un animal salvaje. Me atraía tanto aquel joven japonés que me turbaba. Nunca me había sentido así ante la presencia de un hombre, a decir verdad... ni siquiera las mujeres habían conseguido tal cosa.”


Quise bajar a la niña y correr hacia él, besar su boca hasta ahogarlo y después abofetearlo. Habríamos sido muy felices mucho tiempo antes, antes que torturarnos tantos años, si él hubiera sido más claro.

“-Eso no vale, es una falsa sonrisa. Yo creo que te enseñaré a sonreír, haré que termines sonriendo a carcajadas. A las chicas les gustan los hombres con una bonita sonrisa, no una de asesino en serie.-me tomó por la corbata como si fuera un perro, pero no me importó. Mientras hablaba yo caía como en una hipnosis.-Anda, vamos... buscaremos mejor por otro lugar.

Me había enamorado. Esa noche me había dado cuenta de ello y no era la niebla lo que me distraía, me distraía ese pensamiento. Había sentido celos por aquella chica con la que se había citado el día anterior, me molesto ver como la besaba y luego reía. Sin embargo, yo era sólo su escolta y un monigote enorme del cual burlarse casi a diario.


Jamás olvidaré este húmedo octubre.”


Tomé todos los papeles y a la niña. Aceptaría sus regaños a cuenta de leer aquello, pero él aceptaría mis quejas y reproches por no contarme todo lo que estaba en su mente. Era un idiota al guardar para él todos sus sentimientos, como si yo no tuviera porqué saberlo.

Nada más llegar al salón noté como dejaba la taza de té mirándome pesadamente, calculando mi enfado y preguntándose porqué mis ojos estaban bañados en lágrimas, así como mis mejillas y mi cuello. Mis lágrimas eran tan abundantes que incluso las sentía correr por mi cuello. Bajé a la niña y él se levantó de inmediato.

-Yosh.-susurró tomándome del rostro, pero lo aparté.

Con un fuerte impulso lo abofeteé para luego besarlo. Agarré su corbata inclinándolo, para poder domar sus labios con mayor facilidad. Si bien, al apartarme de ellos seguía tan sorprendido que ni supo qué decir cuando pegué en su pecho aquella pila de hojas llenas de sus pensamientos, sentimientos y dudas.

-¡¿Por qué no me dijiste antes?!-pregunté temblando.-¡¿Te crees que yo no te amaba aún?!-grité.-¡Hiciste que mi vida fuera un infierno durante años! ¡Estaba tan enamorado de ti que cada noche rogaba que te quedaras a dormir a mi lado! ¡Necesitaba el aroma de tu colonia pegada a mi cuerpo, a mis cabellos y a mis sábanas! ¡Fantaseaba que eras mío! ¡Lloré a mares hace cinco años cuando saliste con esa golfa con cara de caballo!-grité temblando.-¡Dios! ¡Kurou! ¡Richard Clawson! ¡Es a ti! ¡Te estoy hablando!

-Y yo te estoy escuchando.-susurró tomando el montón de folios para dejarlos sobre una de las mesas, las cuales estaban para soportar los innumerables jarrones cargados de flores, amaba tener la naturaleza acaparando todo mi salón.-Y yo te estoy escuchando.-añadió de nuevo tomándome del rostro.-Ambos hemos hecho mal.-dijo acariciando mis mejillas con la yema de sus pulgares, desplazando las lágrimas que aún seguían brotando.

-Yo te amaba tanto, te amo tanto ahora.-balbuceé antes de abrazarme a él.

-Estás dándole un mal ejemplo a la niña.-pausó sus palabras, con una cautela inmensa.-No se deben leer las cosas ajenas sin permiso, no se debe forzar candados y sobre todo las cosas del pasado son del pasado. Esas cosas del pasado nos hizo daño a ambos, ahora somos felices.-tenía mi rostro hundido en su pecho, mientras aún me aferraba a su corbata con una de mis manos, la exprimía como si fuera a caerme.

-¿Están peleando?-escuché sus pasos hasta quedar junto a nosotros.

-No, no mi pequeño ángel.-dijo mientras me abrazaba.-Sólo estoy calmando sus lágrimas.-notaba sus manos sobre mi espalda y mis cabellos, con un cariño tan intenso y cálido que me turbaba.-¿Por qué no vas a preguntar a Sebastian si te puede dar mi saxofón?

2 comentarios:

Athenea dijo...

La familia perfecta. Me ha encantado la escena, cuando la niña habla con Kamijo súper emocionada por la fiesta de Halloween. Y luego él, que al final resulta que está enamorado del chico del teatro. Por fin ha superado lo de su esposa... Love is in the air :)Y Kurou no debería haberle ocultado sus sentimientos a Yosh, pero tiene razón. El pasado es pasado. ¡Un beso!

MuTrA dijo...

Cuánto amor y cuanta adorabilidad... :D Aunque a Yosh ya le vale, Kurou tiene razón, le está dando un muy mal ejemplo a la pequeña Anne, por no hablar de la falta de respeto que supone leer el diario de alguien sin su consentimiento... Pero es que es imposible enfadarse con ese par, son tan bellos y se aman tanto que tienes que enternecerte por fuerza. :)

¡Besotes guapo! :*****

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt