Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 13 de octubre de 2011

Tears for you - Capítulo 9 - Días oscuros (parte II)



Digamos que... esta canción me la pasó una amiga, ahora ella no la puede escuchar sin ponerse mal, y la verdad es que me ha inspirado bastante.





Estuvimos hablando toda la mañana, el alta la tuve en la tarde. Kamijo permitió que nos fuéramos los dos solos de compras. Él me llevó a tiendas muy femeninas, compró varias faldas y después me acompañó a una de las sastrerías más lujosas. El centro comercial donde nos perdimos era Glamorous Price. Aquel lugar era impresionante.

Cuando entrabas en aquel mundo te sentías perdido. Había cafeterías, restaurantes, salas de masaje, peluquerías exclusivas, ropa que algunos ni en sueños podrían pagarse y la mejor sastrería de la ciudad. El dueño del negocio era alguien cercano a Sakurai, uno de sus viejos amigos, y siempre estaba en la tienda cuando no se encontraba con su banda de música. Un hombre elegante con una tienda que solía volver loco a Kurou.

Me quedé en la puerta contemplando los sombreros, aquellos cinturones y los tirantes. Kurou amaba esa tienda porque tenía corbatas elegantes y extrañas a la vez, poseía complementos únicos, y su lado más fashion salía a relucir. Era elegante y le gustaban las cosas hechas al detalle. Yo en un traje sólo miraba que fuera de mi color favorito y cómodo. No me paraba a mirar el detalle de los botones ni si el tejido era exclusivo.

Entré jugando con mis largos mechones rubios, me mordisqueaba el labio inferior y prefería no pensar en mis errores. Había dejado ir a un hombre que sabía vestir, tenía la cabeza amueblada y siempre me complació cada capricho. Yura ya estaba dentro coqueteando con uno de los dependientes, sólo para conseguir rebajada una billetera. Sabía que siempre andaba comprándole esa clase de cosas a Kamijo y él las usaba con cierto orgullo, él era uno de sus sobrinos favoritos.

-Amor, no hagas eso.-dije entrando para tomarle de la mano.-Si necesitas algo de dinero yo te presto, no juegues así con los chicos.

Él se quedó cortado con las mejillas muy rojas, yo simplemente sonreí acariciando sus mechones. Era encantador, toda una dama aunque con juegos de seducción demasiado a flor de piel. Si bien, para mí era un chico y a veces tenía arranques de niño mimado.

-¡Yoshiki! ¡Qué alegría!-la voz de Hidehiko rompió el silencio que se formó entre mi sobrino y yo.

Un hombre con aquella sonrisa de duende, esos ojos rasgados algo enormes, completamente a la moda y elegante, imponía respeto y aprecio. Su fragancia era atractiva, aunque jamás he sabido diferenciarla y parece creada exclusivamente para él. Todo su aspecto, como sus gestos, estaban medidos. Sus largos cabellos rozaban sus hombros, pero eran unos cabellos cuidados y bien peinados.

-Quiero un traje que sea elegante, sofisticado y con una tela que sea suave. Necesito que tenga botones bonitos, de esos que le gustan a mi esposo.-dije con una amarga sonrisa, estuve a punto de llorar cuando hablé de él. No podía evitarlo, el sentimiento de pérdida era enorme y tenía miedo a ver los papeles del divorcio.-Quiero uno de esos trajes que enamoran, que sientan bien, y lo necesito para hoy.

-¿No lo quieres a medida?-preguntó tocándose el mentón.-Quedan un par de Armani de la nueva temporada que entran en la talla de tu marido.

-No es para él, es para mí. Quiero sorprenderle vistiendo con cierto carisma, creo que es el momento de reconquistarlo con una cena en un buen restaurante.-él rió bajo ante mis palabras, pero se quedó pensativo.-¿Atsushi te dijo algo?

-Kamijo me ha contado, pero si quieres conquistar de nuevo a tu pareja...-hizo un inciso girándose.-Este es el lugar, podemos envolverte en un buen traje y con una fragancia que le atraiga.

-Te lo agradecería.

Estuve casi tres horas allí, pensé que iba a terminar viviendo en aquella tienda. Después marchamos a la peluquería y conseguí que me hicieran la manicura, así como cremas hidratantes para conseguir mejor aspecto. Deseaba que se arrepintiera nada más verme, aunque me percataba que era un pensamiento algo femenino y sin embargo no me importó.

Yura se entretenía con revistas de prensa del corazón, chismes sin sentido y estúpidos encuentros de famosos que no interesaban realmente. Yo simplemente tenía puesto mi reproductor de música escuchando canciones que me animaran, que me dieran ánimo y no me permitieran flaquear. Casi todo eran canciones sobre fiesta, alcohol, carretera, sentimientos de lucha o sobre la pasión que uno debe tener cuando es músico. No buscaba nada romántico, si eso pasaba me arruinaría el día.

Nada más salir de aquel centro de compras, o más bien del infierno del consumismo, me sentí nuevo. Tenía una ingente cantidad de bolsas en mis manos, en las manos de mi sobrino y la cartera algo vacía. El sol parecía brillar, aunque hacía algo de calor y sentí que el otoño tardaba en llegar.

-Ahora al aeropuerto.-dije serio.-Kamijo me tiene que dejar el avión.

-Seguro que te lo deja.-comentó sonriendo mientras me miraba.-Estás precioso con el pelo bien liso, así tan peinado y tan elegante con esa ropa, esa colonia y esas nuevas gafas de sol...

-¿Qué pretendes?-pregunté mirándolo de reojo.-Te vuelves un gato zalamero cuando quieres algo.

-Quiero ir a Londres contigo, quiero ver al tito Kurou y tirarle de las orejas. Por favor, sólo quiero verlo un rato.-negué mientras él me jalaba del brazo.-Necesito ver al tito.

-No necesitas ver a tu tío, necesitas cumplir tus obligaciones. Además, en unos días es Haloween y recuerdo que me dijiste que tenías que desfilar.-señalé su frente tocándosela con cariño, para luego jugar con su nariz y pellizcar sus mejillas.-No pongas caras tristes, te traeré un regalo de Londres.

-De acuerdo, me traes algún colgante bonito.-dijo con una leve sonrisa.

-Vamos a tomar algo mientras acuerdo con Kamijo todo, no creo que sea mucho rato. Luego te llegas donde tus primos y les llevas de mi parte una bandeja de dulces, pero cuidado con Spider.-comenté caminando por la acera.

Él se puso a mi lado, terminando por agarrarme del brazo mientras sonreía. Ver su sonrisa no era muy normal últimamente. Todos habíamos pasado por vivencias muy duras en los últimos años. Yura era despreciado por su padre y en ese momento debía luchar con la perdida del único hombre que le quiso tal cual era, a pesar de lo extraño que podía parecer.

Su vestido negro tenía cierto vuelo, moños lilas y encajes con rosas. Sus zapatos eran de plataforma, llevaba unas media, lilas y negras, que lucían bien en sus piernas largas y contorneadas. Llevaba guantes de encaje lilas en sus manos, sus uñas estaban muy cuidadas y pintadas de negro. Sus cabellos estaban recogidos en un moño alto, tenía algunas mariposas negras y lilas como tocado. Seguía con sus cabellos dorados, siempre lo conocí con esos tirabuzones imposibles, rizos que eran gracias al tinte y al esfuerzo de las peluqueras. Sus labios estaban pintados de negro, así como sus pestañas enchinadas y decoradas con pequeños brillos morados.

Cuando conocí a ese chiquillo pensé que veía una muñeca de porcelana que reía, se movía y hablaba. Esas muñecas que toda niña quiere para vestir y maquillar. Me asombré al saber que era un chico, su voz era de niña y sus gustos también. Parecía toda una princesa con su ropa de ballet y su recogido en roete con aquel pasador con cascabeles.

Su hermana era todo lo contrario a él. Una mujer hecha en el mundo de los negocios, casi diez años mayor que él, con unas notas impresionantes en sus estudios empresariales y adicta a los deportes de riesgo. Cuando le dabas la mano apretaba como todo un hombre, además su aspecto era extremadamente masculino. Sin embargo, ambos se parecían físicamente y tenían unos enormes ojos café que te embaucaban demasiado. Si bien, ellos jamás se llevaron bien y siempre estaban molestándose.

Nos sentamos en una cafetería, al sol, mientras hablábamos de sus nuevos proyectos como modelo. Intentaba que me hablara también de sus estudios y su amor por el ballet. Yo intentaba no relacionarlo demasiado con el mundo donde me movía, sabía lo que era pero no me gustaba recordárselo. Le hablé de lo aburrido que era ser jefe y empleado al mismo tiempo, para poder averiguar la valía de mis empleados. Me divertía contándole como Kurou se movía entre los archivos con cierta torpeza, todo porque era un pasillo demasiado estrecho y el techo demasiado bajo.

Al recordar aquellos momentos en la empresa me entristecí. No quería pensar que´sería de mí si él no regresaba. Sentía un gran vacío en mi vida, como si todo hubiera sido un dulce sueño y me hubieran despertado demasiado pronto. Yo quería seguir soñando abrazado a mi dulce gigante, olvidándome de la sangre que manchaban nuestras manos y de todo el daño que había sufrido.

-¿Puedo tomar café con ustedes?-la voz de aquel hombre me desubicó.

La voz era de Paulo Wilde. Allí estaba vestido de forma impecable con la mejor de sus sonrisas. Junto a él había una carriola, dentro su hermosa pequeña descansando. Parecía un elegante hombre de negocios, pero con aquella niña la ternura rompía esa pose. Le indiqué que se sentara con la mano y mi sobrino se quedó mirándolo fijamente.

-Usted me suena de la tele.-comentó.-¿Es actor?

-Soy político.-respondió.

-No digas eso.-comenté algo molesto.-Es uno de los escritores más impresionantes que he leído, sólo que ahora está algo deprimido y no puede crear demasiado. Pero estoy seguro que en unos meses tendrá un nuevo éxito de ventas, uno de esos rotundos, que harán que sus fans suspiren de nuevo por usted y su talento.-sonreía como si nada pasara, pero por dentro también estaba lleno de pesadumbre al igual que él.

-Me halaga demasiado, la joven creerá todas sus palabras y acabá decepcionada.-mi sobrino rió ante sus palabras, primero como una pequeña risilla y luego unas buenas carcajadas.-¿Qué dije?

-No es la joven, es el joven.-indiqué.-Es mi sobrino Yura.

-Un placer, Paulo Wilde. Sólo por saber lo que ha dicho de ti y por como hablas supe que eras ese rompecorazones, sólo que está más delgado.-dijo con simpleza.-Y no impresiona tanto de cerca, se le ve un hombre bastante común aunque con unos bonitos ojos.

-Debo admitir que pensaba que los ángeles no existían.-mi sobrino se sonrojó.-Y menos que fueran tan sinceros.

Hablar con ellos me hizo olvidar de mi problema, pero había enviado un mensaje a Kamijo nada más sentarnos y tuve pronta respuesta. El avión me esperaba listo para despegar, sólo tenía que llegar al aeropuerto y marcharme. Me despedí con un corto beso en los labios de mi sobrino y uno en la mejilla de Paulo Wilde. A la pequeña no la toqué, aunque sí la miré con cierta envidia. Los niños viven en un mundo donde todo es más simple, es más fácil ser dichoso aunque también infeliz.

Salí corriendo cargado de bolsas, paré a un taxi de puro milagro y me dispuse a ir a Londres. Yura me había contado dónde estaba, también el colegio donde había inscrito a la pequeña y la escuela de ballet a la que iría todas las tardes. Por lo que supe la pequeña era un prodigio para el baile, también tenía un sexto sentido para todo tipo de arte. Me sentí orgulloso por esa pequeña, porque Kurou tuviera una hija tan maravillosa y yo deseaba conocerla.

Durante el vuelo me imaginé a la niña de mil formas, no permití que Yura me diera fotografía de ella. Deseaba llevarme la sorpresa y contemplarla por mis propios ojos. Quería ver qué rasgos podía encontrar de mi esposo en ella, en su pequeño rostro y cómo podía conquistar su corazón sin dejar de ser yo mismo.

En mi investigación por el gran centro comercial compré un peluche. Era un gato negro con un lazo azul. Esperaba que le gustara aquel hermoso gato, sobretodo porque a Kurou le gustaban y esperaba que a ella también. Quería ver su sonrisa, su cara de sorpresa y sus pequeños brazos abrazándolo. Sin darme cuenta había incluso imaginado como decorar su habitación, pero me detuve en mi sueño para no toparme con la realidad. La niña no era mía, mi esposo decidiría si aceptaba o no regresar, y tenía que concentrarme en aceptar todas las posibilidades.

Sin embargo, saqué ese peluche de la bolsa y lo abracé. Acaricié su enorme cabeza, sus pequeñas alas de murciélago y luego reí imaginándome a Kurou gritando que la malcriaba. ¿Y qué si lo hacía? Tenía derecho como él a darle ciertos caprichos. Yo quería ser padre y podía serlo al fin sin tantos problemas.

1 comentario:

MuTrA dijo...

¡Pero qué tierno y qué encanto puede llegar a ser Yoshiki! >.< ¡Es una auténtica dulzura cuando quiere! ¡Me encanta! Y, por supuesto, como fan declarada de Kurou, te pido que nos dejes saber más de su historia, por favor. ^^ Me encanta ese inglés. :D Y me ha sorprendido y encantado mucho que Yura sea modelo Lolita. ;D Últimamente yo me estoy interesando bastante por ese estilo y lo que conlleva. :) Imaginármelo ha sido enamorarme de su conjunto. :P Y me encantaría poder ponerle rostro a ese B-Lolita (así se denomina a los chicos que visten como chicas Lolita). ^^

¡Un besote mago de la pluma! ^^ :***********

Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt