Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 13 de octubre de 2011

Tears for you - Capítulo 9 - Días oscuros (parte I)



Para todos aquellos que me han dicho cruel por lo que he escrito... os diré que quien más ha llorado he sido yo, no vosotros.

Capitulo 9

Días oscuros.

¿Se han imaginado alguna vez como es vivir a oscuras y en silencio? Así viví durante aquellos días. Mi vida se había vuelto tan vacía que no era capaz de ver más allá de mis lágrimas. Había intentado mantener la cordura en el vuelo, pero tuvieron que drogarme con una cantidad increíble de calmantes. Sin embargo, al llegar a casa pensé que él podría haberse arrepentido.

Pude salir de la habitación escoltado por hombre de mi hermano, había algunos en la ciudad, debido a otros asuntos turbios. Fueron bastante amables conmigo, incluso intentaban hacerme sonreír. Sin embargo, no dejé de llorar. Al aterrizar creí verlo con un ramo de rosas esperándome para llevarme a casa, corrí por la terminar hasta alcanzar a un extraño. Sus ojos eran azules y su rostro no era ni remotamente parecido al de mi dulce gigante.

Sebastian pasó a recogerme, junto al chófer que a veces usaba cuando salía a pasear. Pregunté varias veces si Kurou estaba en casa. Estaba tan agotado que me quedaba dormido por momentos, y cuando despertaba debido a algún bache volvía a interrogarle lo mismo. Deseaba pensar que me ocultaban que estaba en casa esperándome. Aquella mansión debía ocultarlo en alguna de las habitaciones, con un enorme ramo de rosas y una dulce sonrisa. Si bien, uno no siempre tiene lo que desea y los sueños se rompen, así como se rompe la estúpida creencia que todo es posible.

Al bajar del vehículo corrí hacia el interior de la mansión. Casi caigo por las escaleras de mármol que daban al piso superior, donde normalmente hacíamos nuestra vida. Entré buscándolo en su despacho, pero estaba recogido y únicamente quedaba la foto de bodas, y en el dormitorio su lado del armario estaba vacío. Sin embargo, cuando me tiré a la cama su aroma me envolvió como si no se hubiera marchado. No estaba su ropa, ni sus dos gatos, y por supuesto no estaban sus brazos para recibirme... pero sí la fragancia de su loción y todas las emociones que me arrancaban pedazos del alma. Empecé a llorar desconsolado, como si me hubieran gastado una broma cruel, y terminé por tirar de mis cabellos.

Sebastian me perseguía por toda la casa, inclusive me abrazó incorporándome de la cama. Él intentó por todo los medios calmarme y hacerme pensar en como hacer que mi esposo regresara. Si bien, se dio pronto por vencido y terminó por ofrecerme calmantes, eso provocó que durmiera mientras sollozaba. Hacía mucho tiempo que no lloraba hasta quedar dormido, pero lo hice aferrado al lado de su almohada.

Me encontraba tan perdido que no veía solución alguna. Él se había ido y parecía que estaba seguro de no querer regresar. Yo no podía obligar que viniera amenazado, por eso no moví ni un dedo para que Kamijo lo buscara. Quería que regresara a mí porque me extrañara. En esos momentos aún podía sentir sus brazos rodeándome, sus besos sobre mi frente y su forma de contemplarme apaciguadamente mientras dormía.

Los sueños no fueron los más apacibles, más bien fueron terribles. Mis celos se hicieron presente y lo imaginé besando a otras, dándole a su hija una madre y olvidándose de mí. Yo para él era un juguete, un mero capricho, y no supe sacar partido al tiempo que vivimos juntos. No pude retenerlo a mi lado, ni siquiera con mentiras como las que él usaba conmigo.

Desperté en la noche con dolor de cabeza, así como un cansancio extremo. El teléfono de la mesilla de noche sonaba, lo levanté esperando escuchar la voz de mi hermano preguntándome por mi vuelo. Pero mi voz se rompió al escuchar su respiración, podía reconocer ese sollozo entre cientos. Sonreí mientras lloraba, esperaba que él dijera algo que me diera alas.

-Quiero el divorcio.-su voz que siempre me pareció dulce en esos momentos era cruel, me daba la única noticia que no quería oír.-Nuestro matrimonio no tiene sentido, serás más feliz con otro.-

Mis manos temblaban y prácticamente no podía sostener el aparato. Intenté decir algo, pero era imposible. Me sentía maniatado y con las cuerdas vocales arrancadas de forma salvaje. No era capaz de emitir sonido alguno, no más allá de simples jadeos o gruñidos. Me había quedado en shock.

-Mi abogado se pondrá en contacto contigo.-hizo un inciso y entonces la escuché a ella.

La voz de una niña pequeña feliz por estar con su padre, ella me lo había arrancado cuando podíamos compartirlo. Me imaginé la escena y sentí que aún me quemaba más su decisión. Yo quería una familia, quería ser parte de esa familia.

-Papá, ¿cuándo vamos a comer?-como respuesta tuvo un siseo.-¿Por qué lloras?

-Y por supuesto dejo la empresa, pediré el traslado a otro departamento en el cual Kamijo necesite colaboración.-dijo tras aquella pausa mientras yo aún libraba una batalla con mis nervios, los cuales no lograba sofocar.

Colgó antes que yo pudiera responderlo, sin embargo seguí intentándolo. No podía quedarme callado con las palabras atoradas en la garganta, con el dolor bañando mi rostro y apuñalando de forma cruel mi alma.

“Esa fue tu última llamada,
te ibas de este mundo rumbo al cielo.
Creo que al final decidiste quedarte,
pero lejos, tan lejos que no te podía ver.
Vislumbraba las estrellas y rezaba por ti.
También recuerdo plegarias para mí.
Esa fue la última vez que hablamos,
tu voz estaba quebrada como la mía.
La tragedia de dos amantes en el círculo lunar,
más allá de una caricia o un beso.
Flores marchitas que no me regalarás más,
días oscuros que se llevan tu recuerdo.
Tu sonrisa era dulce, las pocas que vi.
La mía era desenfadada y atrevida.
¿Tal vez nos veamos mañana?
Dicen que las estrellas fugaces regresarán,
quizás tú lo hagas montado en una.”

-¡No puedes decir eso! ¡Kurou! ¡Yo te amo! ¡Yo te amo! ¡Tú me amas Kurou! ¡Tú decías que me amabas!-grité desesperado cuando logré hablar, más de media hora después de haber colgado él.-¡Decías que lo darías todo por mí! ¡Todo por mí!

Tiré el teléfono al suelo con rabia. Mis lágrimas seguían bordeando mis mejillas y comencé a vociferar hasta que me quedé completamente ido. Rodeé mis piernas con mis brazos y permanecí en silencio horas, creo que casi un día entero. Únicamente quería llorar y liberarme de esa carga que sentía sobre mí. Una enorme losa me aplastaba dañándome por completo.

Recordé la primera conversación que tuvimos. Aquella noche en Londres, ambos calados por la lluvia y el dolor de años amargos. Sonrió para mí, porque dije que parecía un monstruo demasiado serio. Incluso le hice abrazarme, rodeándome con fuerza, mientras tarareaba una canción que siempre me ha acompañado desde ese momento. Su tono de voz quedo, sus palabras sutiles envueltas en la elegancia de su acento, me hicieron dormir. Al recordarlo cerré los ojos meciéndome lentamente, aferrándome sin darme cuenta a la almohada y finalmente dormir.

Sus labios dulces vinieron en mis fantasías. Aquellos fuertes brazos me rodeaban mientras dormía, y podía sentir sus dedos jugar entre mis cabellos. Una amarga lágrima bordeó sus ojos y miles de disculpas surgían de su boca. Yo era su sweet angel, su amante más fiel y su primer y verdadero amor.

Cuando desperté noté peso en los pies de la cama y unas manos suaves acariciar mi rostro. Eran las manos de Kamijo, tan blancas y finas como las de un ángel. Sus dedos jugaban con mis mechones, sus ojos azules se veían tan bondadosos como cuando nos conocimos y supe que me tenía lástima. Siempre odié que me tuvieran lástima, sobretodo él. Había vivido momentos tan crueles, mundos tan turbios, que no debía sentir algo así hacia mí. Yo no me merecía que él me compadeciera.

-Sabes que puedo hacer que vuelva, que te abrace esta misma noche.-murmuró.-Pero a ti te gusta lo complicado.

-Quiero que vuelva, pero quiero que vuelva porque él así lo quiere.-dije temblando.-Mañana, o quizás pasado mañana, cuando me encuentre mejor lo buscaré e intentaré hablar con él frente a frente. Le diré que le amo y que puedo aceptar a su hija, que si quiere que se quede conmigo.-mi voz casi ni se escuchaba, era como un murmullo ronco y desgastado.

-Ya no está en la ciudad.-comentó ofreciéndome un sobre, dejándolo sobre la almohada que fue suya.-Hace unas horas se marchó en un vuelo con destino a Londres. Quiso comunicármelo, antes de pedir que te cuidara y que no permitiera que cometieras alguna locura.-me miró fijamente con aquellos ojos de cielo, tan cristalinos como profundos.

-¿Por qué no le detuviste?-pregunté antes de aferrarme a su pecho y comenzar a golpearle.-¿Por qué no le detuviste?

-Soy padre, entiendo el miedo que puede sentir.-comentó antes de soltar pesadamente el aire de sus pulmones, como si estuviera cansado del todo.-Además, tú mismo me has dicho que no quieres que lo fuerce.-hizo un inciso echando sus cabellos hacia atrás, intentaba comprenderme pero no lo lograba.-¿Entonces?

-Búscalo en Londres, dime dónde vive y qué hace... quiero ir a Londres.

Mis peores pesadillas parecían cumplirse. Temía que pronto me olvidara y me reemplazara como si sólo hubiera sido un juguete. Me sentí como una marioneta a la cual se le rompe una pieza, pero en vez de repararla es cambiada por otra nueva.

Quise levantarme, pero no logré hacerlo y únicamente terminé más aferrado a Kamijo. Sus manos me soltaron de su traje hecho a medida, le sentaba como un guante y yo se lo estaba destrozando. Notaba como su mirada se volvía más preocupada, algo turbia.

-Así, tal cual estás no vas a salir ni de esta habitación.-se incorporó alejándome de él.-¿Desde cuando no comes?

Preguntó ya de pie, caminando por mi habitación intentando encontrar soluciones. Primero mi salud, después encontrarlo y por último hacerme regresar a la realidad. Él sabía bien de mis problemas psicológicos, tenía facilidad para caer en depresiones profundas y estas me aislaban del mundo como si el resto del planeta no existiera. El hambre, el frío y todas las necesidades primarias se olvidaban. Únicamente era capaz de llorar, él lo sabía bien y eso le hacía caminar a paso lento. Sus pies golpeaban el parquet y después la alfombra de mi cama. Parecía un dibujo animado, una caricatura sin más, que buscaba la salida a un laberinto muy complejo.

-Desde la noche del asalto al Casino.-murmuré.-Hace un par de noches.-logré decir no muy conforme, no recordaba bien mi última comida más allá de licuados y refrescos.

-Hace casi una semana, no has ingerido nada salvo esos calmantes y zumos para tragarlos.-cerré los ojos llevándome las manos a la cabeza.-Dios mío, me juré que nada malo te pasaría estando bajo mi cuidado y mira.

Él se culpaba y yo me desvanecía. Lo siguiente que recuerdo fueron sirenas y la voz de un extraño. Cuando abrí los ojos vi rosas y sonreí sonrojándome. Pensé que todo era un sueño y que Kurou me había venido a despertar. Sin embargo, el olor a antiséptico y el frío de aquellas sábanas tiesas me despertaron del todo. Estaba en un hospital.

Sho estaba dormido sobre mis piernas, tenía el rostro cansado y sus rojos cabellos revueltos. El libro que había estado leyendo estaba tirado en mis piernas. Logré ver el título y temblé rememorando la voz de Kurou al leerlo años atrás. Era una novela romántica, pocas veces había visto a mi esposo con aquel tipo de literatura y sólo lo leía para complacerme.

Pasé en aquel lugar casi una semana. Cada día esperaba que él apareciera y me abrazara con ternura. Quería que me regañara con palabras y me acariciara con su mirada dulce. Pero no había ese tipo de despertares para mí. En cada amanecer tenía alguno de mis familiares, como así siempre los he sentido, a mi lado rogando por mi salud.

-Hola tito.-la voz melódica de Yura me despertó el último día.-¿Se puede saber qué demonios te crees que vas a conseguir así?

“Eres la locura con tacones y medias.
¿No te lo han dicho nunca?
Hueles a jazmines, rosas y margaritas.
¿No te lo han olido nunca?
Tus labios parecen pintados con pincel,
de esos que usan los artistas en sus grandes obras.
Tus manos son cálidas y sensuales,
así como lo parece el resto de tu piel.
Madame Rose, Mademoiselle Chocolat...
Chica de día, hombrecillo de noche.
¿No te lo han confesado nunca?
A mí sí, en un futuro lejano quizás.”

Siempre había sido alguien especial para mí. Era primo de sangre de Sho, un chico que aún tenía su propia familia y había vivido una vida de lujos. Sin embargo, nadie le comprendía y creo que ni él se entendía demasiado bien. Se veía igual que una mujer, sus ojos expresaban tantos enigmas por segundos como el parpadeo de sus largas pestañas.

Su ropa era negra, había perdido a su primer amor de forma trágica, y se enfundaba en vestidos negros y recogidos que prácticamente le desfavorecían. Era modelo de ropa lolita, vestía como una chica y se comportaba como tal sólo para diferenciarse del resto. Su dulce sonrisa de muñeca de porcelana me hizo sonreír a mí.

-Hoy te dan el alta, así que hoy es día de manicura, pinturas, comprar nuevos modelitos y en definitiva arreglo de chapa y puntura. Cariño, llorando no harás que regrese.-reí bajo por como se movía de forma cómica, a pesar que sólo hacía dos meses que se hundió por completo en la tragedia.-Y pensar que te lo tiene que decir un mocoso que acaba de llegar a la mayoría de edad.

-¿Crees que volverá?-pregunté ya sin ánimo alguno.

-Llama cada dos horas, no te lo quieren decir para que no tengas esperanzas y eso me parece de idiotas. Pero ya sabes como es esta familia, todos son idiotas salvo tú y yo.-me tomó de las manos y las puso en su rostro.-Mírame, ¿no soy la cosa más inteligente y adorable que has visto jamás?

-¿Sabes dónde está?-intentaba no emocionarme, pero él lo lograba.

-Claro, sé incluso donde lleva a su hija a ballet.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt