Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 10 de noviembre de 2011

Tears for you - Capítulo 15 - Pétalos rojos de amapolas violetas (Parte VII)



En esta vida se tiene que ser un buen actor,
el mejor de todos...
El amo de la actuación.
Pasen y vean, pasen y vean.

Dedicado a Marisol y a mi dulce Louise.

La mañana siguiente fue un caos, así como todas. Cada día que pasaba nos conocíamos mejor, nuestras manías y defectos así como virtudes. Los pocos momentos de descanso eran para comer, dormir o relajar unos minutos la mente y volver a seguir. Mi sobrino tejía una bufanda gris y negra, lo hacía con las mejillas rojas y cada cierto tiempo se movía de un lado a otro. Marisol jugaba conmigo al poker, de pareja tenía a Helena y yo a Kurou. Eva simplemente escribía poemas mientras sonreía leve al escucharnos maldecir.

Echaba de menos a mi pequeña, no podía llamar siempre y cuando lo hacía tenía que cambiar la dirección de donde me hallaba, podía comprometer nuestro plan. Además, siempre estábamos frente al edificio apostados esperando que saliera, cuando conseguía llegar a la cabaña sólo deseaba dormir tras una taza de cacao caliente.

Cuando llegó el quinto día decidimos comenzar el plan tal y como lo habíamos trazado. Sabíamos que tanto Juka como su mano derecha habitaban en aquel lugar, un piso moderno y confortable del centro. Tenía altas medidas de seguridad porque vivían personajes de la alta sociedad. Nuestras ropas se cambiaron de la noche a la mañana, Kurou vestía un impecable traje italiano al igual que yo. Las chicas parecían adolescentes de un instituto cercano, puesto que ambas rozaban los veinte y podían disimular muchísima menos edad con un uniforme y unas coletas. Helena vestía como una rica y desdichada viuda, que llevaba a su hija y una de sus amigas, a ver a su hermano. Teníamos que hacer el mejor show del siglo.

Llegamos en coches distintos, todos de alta gama, después de habernos arreglado en un piso alquilado para la ocasión. Sho se quedó en una segunda furgoneta, donde tecleaba acelerado para interceptar todas las cámaras de la avenida, también del edificio en cuestión, así como desactivar todas las alarmas e incluso las que velaban contra los incendios. Todo estaría en sus manos, cuando dio la orden en mi viejo busca sonreí.

Kurou y yo seríamos los primeros en entrar en acción. Ambos guardamos nuestros anillos de casados, para entrar en el edificio. Teníamos un aspecto radiante, como de multimillonarios en busca de inversión. Mi sonrisa podía eclipsar a cualquier, deslumbrándolo, se apagó y quedó una escueta sonrisa acoplada al aspecto serio que poseía Kurou.

Tras el mostrador de la portería se encontraba el incompetente del portero, tomando su segundo café, nosotros quedamos frente a él y con cuidado activamos un pequeño aparato. Si algo salía mal se activaría y con él una señal en el ordenador de Sho, en ese momento comenzaría una alarma de incendio.

-Disculpe.-dije colocando el maletín en el suelo.-Mi compañero y yo buscamos al señor Duarte.-comenté.-Me han dado señas suyas en esta dirección, aunque no sé si nos hemos perdido.

-El abogado.-comentó el portero rascándose los pocos pelos de su cabeza, eran sólo unos cuantos. Su gafas de topo se movieron un segundo, mientras se las acomodaba, y buscaba en la lista si había salido o no.-No se encuentra, no está en estos momentos. Su despacho está en la Gran Vía, algo retirado de aquí.

-Hemos estado allí, hace una media hora.-comenté.-Y estamos agotados, venimos expresamente para hablar con él de una herencia que nos corresponde.

-Entiendo.-suspiró pesado mirando el teléfono, llamando al piso.

“Un día me encontrarás como un actor,
sobre los tablones de este mundo.
Abriré mis brazos cual redentor,
y te abrazaré como si no fuera Judas.
Besaré tu frente, tus manos y también tu cuello.
Luego apretaré el gatillo y sentirás la quemazón,
la mordida de la muerte, tan cruel e inapetente.”

Habíamos interceptado todos los teléfonos, escuchado todas las conversaciones que había tenido cada vecino. Sabíamos que el señor Duarte era abogado, que tenía una reunión importante en dos días.

La reunión era con unos opulentos empresarios japoneses que deseaban conversar con él sobre una franquicia que fue cedida en herencia. Teníamos que hacer de esos empresarios, hermanos ambos. Uno de ellos no hablaba, era mudo y sordo de nacimiento, el otro hablaba perfectamente español e inglés. Tanto Kurou como yo sabíamos el lenguaje de signos, aprendimos para hablar en una de nuestras viejas misiones.

Por lo tanto podríamos subir arriba, noquear a Duarte cuando nos recibiera y usar su piso para entrar en el de Juka con facilidad. Eran vecinos, puerta con puerta o mejor dicho muro con muro. Aquellos viejos apartamentos tenían una puerta que comunicaba los apartamentos, ya no se usaba pero cuando se construyó hacía veinte años iba a ser un edificio de oficinas. Terminó siendo un bloque de pisos, debido a que fue adquirido por una segunda constructora. Si bien, las puertas permanecieron y nadie tuvo acceso a llave alguna de estas. Algunos pisos por supuesto las tapiaron, pero Duarte seguía con la puerta en su salón.

La puerta de Duarte seguía allí porque el otro piso había sido propiedad de su madre, una señora que murió hacía dos largos años. Ella y él eran lo único que se tenían en este mundo. Así que él, un gran y polifacético abogado sin suerte en el amor, cuidó de su madre. La puerta quedó como recuerdo a esta, así como un viejo símbolo queda en el bosque sin sentido alguno. Duarte sí tuvo acceso a la llave de esas puertas, ya que era amigo del constructor. Él era la excepción que confirmaba la regla.

En cinco minutos estábamos subiendo por el ascensor. Al parecer, el señor Duarte había pedido que no se le molestara, puesto que hoy no deseaba atender a nadie. No sólo no quería estar en su oficina, sino que ni siquiera deseaba salir de la casa. Había dado aviso de su salida, para tener coartada. Diría en su bufé que había estado en el doctor, pero en realidad sólo quería tener un par de días de vacaciones extra. Nosotros, obviamente, lo sabíamos.

Mientras subíamos por el ascensor no dudé en besar a Kurou, un leve beso en los labios, mientras él sonreía. Habíamos logrado lo que parecía un imposible. Abajo, nuestra gran actriz Helena esperaba la orden para llegar al edificio con Eva y Marisol tras ella. Sho dirigía la operación con un intercomunicador que fue conectado nada más pisar el pasillo de la planta diez.

-En cuanto te abra sonríe, entra dentro pidiendo paso y ponle la inyección. Juka en breve despertará, y esa puerta da a su habitación.-era la voz en susurros de Sho, mientras se oía de fondo un fuerte tecleo.-Nada más estéis dentro decid la palabra clave y el show empezará de verdad.

-Hecho.-respondí antes de pulsar el timbre.

El din don clásico me hizo sonreír, recordé cuando tenía unos cinco años y pasaba el día entero pulsando los timbres de todas las casas, luego salía corriendo mientras escuchaba las maldiciones del propietario de la vivienda. ¿Qué niño no ha hecho eso alguna vez? Además, los botones siempre son tentadores.

-Buenas, lamento aparecer en bata pero no esperaba su visita. He estado constipado, aún permanecía guardado cama.-comentó abriendo la puerta para dejarnos pasar.-Les esperaba en dos días, y por supuesto no de esta guisa.

Nada más cerrar la puerta le clavé la jeringuilla, administrándole un potente somnífero que le dejaría descansar horas. Sonreí cuando Kurou apartó el mueble y apareció la puerta, en ese momento dije la palabra clave.

-Buda.-susurré provocando que Helena comenzara su parte de la actuación.

Entramos en casa de Juka, de forma muy fácil, puesto que la puerta seguía libre de paso. No usamos la vieja llave de Duarte, sino un ganchillo y un trozo de plástico. Al entrar este dormía aferrado a su número dos en la organización, su mano derecha, y al cual también buscábamos.

Se abrió la puerta, se destapó la caja de Pandora. En cinco minutos estábamos saliendo con ellos por la puerta. Bajamos con ellos en el ascensor, mostrándoles nuestras hermosas armas que ocultamos en el abrigo. En el hall estaba Helena explicando que su hermano debía de vivir allí, puesto que esa era la dirección de las cartas. El portero decía que tal vez era en un edificio cercano, puesto que allí no había ningún Domínguez Domínguez.

“Lágrimas de cocodrilo en botes de perfume,
tacones negros que machacaban losas de boda,
y allí en el altar la Parca esperándote radiante.
Hoy es tu día, ha llegado la hora que tanto temes.
La soga que es tu corbata se aprieta fuertemente,
se ve tan chic, tan a la última moda.
Susurras oraciones que debiste rezar mucho antes,
porque hoy en una caja de pino te hallarás.”

Media hora después estábamos en el piso que habíamos alquilado para la ocasión, todos allí frente a esos dos descerebrados. Estaban atados de pies y manos, esperando la muerte que se acercaba lentamente y con una sonrisa cruel. Yo simplemente me encendí un cigarrillo mirándolos fijamente, mientras que el resto preparaba las torturas que les ofreceríamos.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt