Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 13 de noviembre de 2011

Tears for you - Capítulo 16 - Mentes diáfanas. (Parte II)





Cinco minutos después volví a verlos pasar, esta vez más calmados. El moreno llevaba una radiante sonrisa en sus labios, aunque la difuminó poco a poco para quedar parado observando la comisaría. El otro muchacho se quedó a su lado, apoyando su mano sobre el hombro, para luego seguir caminando sonriendo leve. Se habían equivocado de parking, pues minutos después pude contemplar como se marchaban. Del vehículo sonaba B. B. King, paró frente comisaría y bajó la ventanilla sonriendo de lado.

-¡Qué os jodan a todos!-espetó antes de acelerar escapando de mis ojos, como del resto que permanecieron incrédulos.

No dudé en reír de buena gana, mientras Kurou permanecía a mi lado contemplando los edificios contiguos. Nadie podía asegurar que esas palabras eran para la policía, pero todos estábamos seguros de ello. En ese momento, justo en ese momento, llegaba el coche que esperábamos. Montamos y nos marchamos a casa.

Durante el trayecto pensé sobre el interrogatorio. Me preguntaron casi diez veces mis horarios en el despacho, todo lo que había hecho aquella semana y revisaron mis llamadas, así como mi portátil el cual lo sacaron de casa con orden judicial. Realmente la sombra de su muerte planeó nuestras cabezas, pero terminó incluso sobre aquellos dos muchachos.

Supe por los periódicos, y la radio, que la investigación sobre el asesinato se estancaba. Todos tenían motivos pero nadie tuvo ni tiempo ni medios para hacerlo, parecía algo imposible. Era el asesinato perfecto, puesto que no se encontró huella o pelo alguno, ni siquiera una gota de sangre, del asesino o asesinos. No había datos algunos sobre su asesino, ni siquiera si podía ser hombre o mujer, ya que podía haber sido por encargo. Todos lo odiaban, pero nadie lo mató y sin embargo tenían un cadáver prácticamente irreconocible.

La investigación sobre las explosiones de ese día, junto a las muertes que ocurrieron los días siguientes, habían sido según la prensa ajuste de cuentas entre empresas. Hablaban de intentos de hundirse mutuamente en bolsa, ya que eran sucursales de multinacionales mundialmente famosas. Sin embargo, habíamos sido nosotros. La mafia tenía su forma de comprar medios, políticos e incluso al más duro de los policías.

Kurou tenía sus ojos fijos en los edificios, sin embargo una de sus manos tenía atrapada las mías. Sus dedos estaban algo helados, pero no me importaba. Su aspecto de ángel caído de los cielos para protegerme, para guarecerme de todo lo que podía hacerme daño, me resultaba demasiado atrayente y poética. Era mi gigante de hierro, mi dulce gigante, que me cuidaba incluso de mis pensamientos. Sabía que estaba nervioso, por eso no apartaba su mano de las mías aunque aparentaba que desconocía lo que bullía en mi cerebro.

Sentí nauseas, el estómago muy revuelto y mareo. Creo que me vi demasiado pálido porque Kurou dejó su apariencia de normalidad, para entrar en un nerviosismo que hacía años que no veía en él. Me abrazó acariciando mis cabellos y yo logré llorar al fin. Estaba nervioso, había sentido miedo en aquel lugar y todo porque había alcanzado mi gran sueño. Tenía una familia, estabilidad y sobre todo a una persona como él a mi lado dándome todo su apoyo.

Escuché entonces su voz, susurrándome poesías que desconocía. Eran palabras que me llenaron de calma a pesar de todo. Recuerdo fragmentos que aún me hacen temblar, pero de emoción y no de miedo. Su voz tan dulce y masculina me motivaba a descansar sobre su pecho, escuchando el latido de su corazón y notando la calidez de su cuerpo.

“El ángel permitió al fin ser abrazado entre sus fríos brazos, encontrando en aquel lugar el paraíso. Sus alas negras se evaporaron convirtiéndose en flores silvestres.”

Sus manos recorrían mi nuca hasta mi espalda, para quedar de nuevo en mis cabellos acariciándolos con cariño. Cada hebra era tocada como si fuera una de las maravillas de este mundo. Me sentía tan amado en esos momentos que olvidé cualquier otro pensamiento que el de rozar sus labios, aunque permití que siguiera hablando.

“Mi dulce ángel, mi temible heraldo, yo te protejo porque te amo y el amor nos hará fuertes, además de libres, por el resto de los años que sigamos juntos. Yaceré en tu nido, contemplándote permisivo, y sonreiré finalmente calmado y lleno de vida.”

Terminé besándolo de forma lenta, un beso de amantes que poseen toda la vida para estar juntos. Sus manos recorrían mi cuerpo y las mías se aferraban a su chaqueta. Mis ojos se cerraron secuestrando su rostro en mi mente, rememorando su cuerpo y sus labios provocándome mayor deseo. Quería fundirme con él, pero lentamente para poder saborearlo.

-Te amo.-dije antes de abrazarme hundiendo mi rostro en su cuello, aspirando su colonia y sintiéndome calmado por completo.

-Sabes que ya no hay palabras para explicar lo que siento.-murmuró.-Sólo acepta de momento un... y yo también a ti.

El trayecto se hizo corto, porque en sus brazos yo me sentía como en una nube. Logré sentarme sobre sus rodillas, a pesar de ir en un coche en marcha. Notaba al fin su cuerpo rodeándome, como si estuviéramos sentados en uno de los confortables butacones del salón. Todo era demasiado mágico. No escuchaba ni siquiera la radio, ni el tráfico y ni mucho menos el móvil. No existía nada. Ignoraba todo lo que pudiera ocurrir a nuestro alrededor.

Mis ojos quedaron clavados en los suyos, nos mirábamos como si fuéramos desconocidos. Una forma intensa y llena de sensaciones, cargada de deseo y atracción sexual. Pude notar como sus manos fueron a mis caderas y como estas se movieron lentamente. Sus labios se abrieron brevemente, para dejar escapar un jadeo, y yo hice lo mismo. Mis manos fueron a sus mejillas, acariciando su rostro para luego echar sus cabellos hacia atrás, dejándolos atrapados entre mis dedos.

-No, no aquí.-dijo rodeándome con sus fuertes brazos, de forma firme y demandante.-No, no aquí.-repitió antes de aceptar un beso lleno de necesidad.-No.-balbuceó echando su cabeza hacia atrás.

-Hazme el amor, hazme el amor.-dije ocultando mi rostro de nuevo justo en el borde de su camisa.-Te amo, te amo tanto.

Terminó tomándome del rostro, acariciando mis labios con los pulgares, mientras mis ojos se cerraban y mis caderas paraban de moverse, hasta que una de sus manos fue a mis nalgas apretándolas. Abrí de inmediato mis ojos y dejé escapar un suave gemido. En ese instante llegamos a casa. Todo cambió, únicamente porque la voz de Anne surgió de la nada.

-Anne.-dije cambiando mi rostro, girándolo y buscándola.

Cuando me di cuenta estaba con sus manos pegadas al coche y su rostro feliz apareciendo por el borde de la ventanilla. Mi pequeña hada, mi niña, fue lo único que me hizo cambiar de opinión. Me aparté de Kurou abriéndole la puerta, para terminar abrazándola aspirando el aroma de su champú mientras podía sentir sus brazos rodeándome. Tanta ternura concentrada en una niña no era lógico, tal vez todos los padres pensamos que nuestros hijos son los más tiernos y hermosos, también los más listos, pero puedo jurar que ante mis ojos y los de cientos Anne era perfecta en esos años. Anne, mi querida niña, era un rayo de esperanza en mitad de tanta oscuridad.

1 comentario:

MuTrA dijo...

El amor soñado y deseado por todos. La familia perfecta.

^^

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt