Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 14 de noviembre de 2011

Tears for you - Capítulo 16 - Mentes diáfanas. (Parte III)



Cuando me di cuenta estaba con sus manos pegadas al coche y su rostro feliz apareciendo por el borde de la ventanilla. Mi pequeña hada, mi niña, fue lo único que me hizo cambiar de opinión. Me aparté de Kurou abriéndole la puerta, para terminar abrazándola aspirando el aroma de su champú mientras podía sentir sus brazos rodeándome. Tanta ternura concentrada en una niña no era lógico, tal vez todos los padres pensamos que nuestros hijos son los más tiernos y hermosos, también los más listos, pero puedo jurar que ante mis ojos y los de cientos Anne era perfecta en esos años. Anne, mi querida niña, era un rayo de esperanza en mitad de tanta oscuridad.

Los minutos pasaron rápido, igual que un suspiro. Acabé bajando del coche corriendo con ella por el jardín. Aún había flores, todas ellas germinaban en otoño y en climas fríos. Parecía una estampa sacada de otro tiempo, de un cuadro pintado al óleo en el cual pudimos tener la suerte de adentrarnos. Su risa infantil era como un canto de ángeles, para mí era lo mejor que me había pasado en la vida junto a su padre. Contemplarla de esa forma, llena de vida, se volvió mi mayor adicción. Cuando la alcancé la estreché entre mis brazos besando sus mejillas, después la metí en casa para que ella terminara de pintar un dibujo y yo poder dormir. Me dejé caer en su cama mientras ella dibujaba, en nada me dormí y al despertar ella estaba acurrucada entre mis brazos. Ambos habíamos acabado dormidos y arropados por Kurou, el cual miraba por la ventana con una sonrisa calmada.

-Te ves hermoso cuando sonríes.-susurré estrechando a la niña entre mis brazos.

-Tú te ves hermoso cuando duermes.-respondió antes de girarse hacia mí.-Podríamos ir después del almuerzo a pasear, creo que ambos lo necesitáis.-se sentó en el borde de la cama para acariciar al fin mis cabellos, y luego los de la pequeña.

Kurou siempre ha tenido cierta adicción a tocar mi cabello, así como el de la pequeña. Sus dedos se movían por nuestros mechones con calma, como si jamás deseara dejar de tocarlos. Una tímida sonrisa se podía vislumbrar en sus labios y sus ojos estaban completamente extasiados. Sus dedos grandes dedos jugueteando entre mis alborotados cabellos me hacía temblar, puesto que deseaba arrojarme a sus brazos y no despegarme nunca.

-De acuerdo.-respondí levantándome para ir al baño.-¿Vienes? Dejemos que duerma.

-Sólo espera.-comentó tomando el dibujo para mostrármelo.-Somos nosotros.

“Dulce sonrisa la tuya,
perfecta como la de un diamante.
Elegante y sofisticada criatura
que vive rodeada de amantes.
Diente de león confuso y salvaje
que no quiere esparcirse por el viento.
Demonio de blancos ropajes
de llora desfallecido y sin aliento.
Visión de belleza impactante...
Eres mi sueño hecho realidad.”

El dibujo era el típico de una casa, un jardín y la familia que tanto amas. Yo había salido abrazando a Kurou y ella bailando. Aunque estábamos mal coloreados y no iba más allá de la perfección que posee un niño de sus años, era para mí perfecto. Había hecho cientos mientras no estábamos, todos éramos nosotros y los abuelos. También había alguno de los gatos, por supuesto generando desastres por la casa y uno de su peluche favorito.

“Duerme dulce ángel,
duerme ajeno a este mundo.
Duerme y no regreses,
porque aquí sólo encontrarás muerte.
Duerme dulce, duerme tranquilo.
El sol saldrá por las montañas
allá en el valle del paraíso.
Duerme y no abras tus claros ojos
que son el cielo de mis delirios.
Duerme germinando en mi pecho
izándote entre mis sueños.”

Terminamos marchándonos de la habitación, ella quedó abrazada a un oso de peluche y arropada con cariño. Ambos nos desvivíamos por ella, como cualquier padre. Sus pequeños dedos se aferraban al peluche con ternura y su respiración era magia. Aquella habitación era la entrada a la fantasía, a un sueño que era demasiado real y que no quería perder.

Nos fuimos a la ducha, ambos estábamos deseando darnos una para desentumecernos y olvidar. Sonreía como un niño, además comencé a cantar mientras mi esposo reía bajo al escucharme. Nos afeitamos, colocamos la ropa para la salida y nos quedamos media hora tumbados en nuestra cama. Me abracé dejando notar que estaba necesitado porque amaba el aroma de su colonia, así como el calor de su cuerpo.

“El calor de tu cuerpo me trasmite tanto,
me recuerda que no debo despertar.
El roce de tu boca es el manjar de mi vida,
pues el sabor de tus labios me alimenta.
No quiero que te vayas, quédate conmigo.”

En unas horas estábamos todos en el coche. Habíamos almorzado de una buena vez, para salir como una familia normal. La pequeña deseó ponerse un abrigo parecido al mío, vestía un traje blanco con un cinto rojo, así como un abrigo idéntico al cinto y a sus pequeños zapatos. Sus cabellos estaban revueltos, no había deseado que los atara. Kurou vestía con un traje negro y camisa color plomo. Yo llevaba mi gabán rojo, mis jeans negros y una camisa blanca junto a un chaleco del mismo color que los pantalones. Los tres jugábamos con unos colores similares para nuestra salida.

-¿Dónde iremos?-preguntó ella antes de pedir que la tomara entre mis brazos, justo en la puerta de casa.-Quiero ir al parque.

-Kurou, podemos ir al centro comercial que tiene zona de juegos.-dije acomodando los mechones revoltosos de Anne.-Así conocerá a otros niños, jugará con ellos y luego podrá contarnos sus travesuras.

-Sí, así podemos comprarle unas botas de agua.-dijo bajando con nosotros los escalones hacia el coche, ya lo había preparado en la entrada.

-¿Quieres unas botas para pisar charcos?-ella rió cuando pregunté aquello.-Plas, plas, plas...-dije brincando, mientras bajábamos por las escaleras, y ella rió aún más.-Así que es eso.

-Está tan loca como tú.-murmuró Kurou.-¿De qué te sorprende?

Si pudiera poner una sinfonía a estos momentos creo que sonaría como el final de una tormenta, ese tintineo alegre que llama al arcoiris para que salga. Un momento fantástico en mi vida, en la vida de todos los que me rodeaban. Un mundo dulce y lleno de colores. Había olvidado en aquellos días mis peores pesadillas sobre mi pasado, como si jamás hubiera existido.

“Gotas de color arcoriris
para cubrir el mundo gris.
Gotas de perfume en tu cuello,
provocando que lo bese.
Gotas de flores silvestres
allá donde te encuentres.
La felicidad se mide por gotas
igual que la tristeza en lágrimas.
Lluvia de alborotadas emociones
que se convierten en canciones
murmuradas al viento.”

1 comentario:

Athenea dijo...

Me encanta esta familia. Son tan felices y tan monos. Voy a leer el próximo. ¡Un beso!

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt