Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 11 de diciembre de 2011

Tenshi - Capitulo 2 - Sangre, nieve y sentimientos muertos - Parte IV





No dijo nada más. Se quedó dormida y arropada. Pensó que sus sueños serían maravillosos, así como asombrosos, si un ángel la cuidaba. Desconocía el significado de mi nombre, pero ella me había dado el mismo cargo que este tenía por traducción. Tenshi, mi nombre, significa ángel y eso comencé a ser para ella.

El resto de la noche lo pasé en su compañía. Contemplaba su rostro calmado y la expresión pacífica que poseía cada trozo de su cuerpo. Diminuta como si fuera un simple insecto en este universo, pequeña como una luciérnaga y con una luz intensa. Me sentía atraído por sus enormes ojos, parecían huecos y a la vez repletos de sensaciones que creía poder olvidar. Yo no podía naufragar en su mente, cada vez que lo hacía me hundía asfixiado. Era un misterio aún mayor que el motivo por el cual había seguido tantos días a su madre, siempre encontraba una razón para no beber de ella hasta dejarla como la cáscara de una nuez.

Terminé por bajar al piso inferior, donde Frederick se encontraba contemplando el fuego. Sus ojos fríos parecían arder junto a los leños. La piel clara, como si fuera un copo de nieve, parecía derretirse dejando que el sudor le recordara que estaba excesivamente cerca de las llamas. Sus cabellos rubios caían sobre su espalda, como una manta tupida esperando ser acariciada. Sus manos estaban sobre sus rodillas, parecían temblar inquietas, y un llanto mudo sobrecogía cada rincón de su joven alma.

-Sólo soy un sirviente.-dijo en un murmullo antes de desviar su vista hacia mí.-Un sirviente.

-Alguien ameno para conversar, un sirviente y joven demasiado impaciente.-respondí caminando por la estancia, aún estaba desnudo y cubierto del aroma del bosque.

Olía a tierra húmeda, arcilla sobretodo, así como a forraje y hojas secas. Mis cabellos tenían impregnado un poco de aquel aroma a gel, el de aquella chica, y un poco de incienso por los largos minutos en oración. Mis pies sentían el tacto agradable de la madera pulida, la cual se quejaba en cada paso que yo le ofrecía como caricia. Su cuerpo desprendía un aroma distinto, a madera y brandy. Había estado tomando largos tragos de brandy mientras yo estaba con ella, tan sólo preguntándome porque me perturbaba tanto su presencia.

-Jamás tu amante, tampoco tu hijo o un buen amigo.-susurró atropellando las palabras, dándome a entender que su estado de ebriedad era elevado.

-Eres un buen amigo.-dije.-Salvo que los vampiros no sabemos agradecer como deseas.

-Yo te amo.-dijo levantándose para señalarme.-¡Pero tú amas a esa niña!

-Deja de señalar al aire con falsas acusaciones.-comenté.-Sólo me fascina, es un ejemplar único.-murmuré antes de girarme hacia él.-Como tú.-di un par de pasos rápidos y sigilosos, para tomarlo por los brazos y clavar mis ojos en los suyos, hundiéndome en sus océanos helados. Aquellos dos glaciares parecieron derretirse consternados por la pasión que sentía.-Eres especial, pero no único.

-Sea como sea esa niña necesita una familia, no a un vampiro enloquecido cada vez que se despierta y a su peón.-murmuró con rabia, controlando sus impulsos y mostrando su rostro recto, sin atisbo de dolor o súplica.-Busca un colegio donde la cuiden, podrás visitarla y darle lo que desees.

-Y así no tendrás que soportarla.

-Sabes que tengo razón.-dijo apartándose, para terminar apoyado en la chimenea contemplando como la madera se consumía.-¿Quieres ayudarla? No sé que oscuros motivos posees, no me importa porque no son de mi interés, pero necesita estudios y una vida que tú no vas a poder darle.-susurró.-No es un adolescente huidizo y rabioso, es una niña asustada que llama a su madre cada cinco minutos.

Supe que tenía razón. Debía hacerme a la idea que me había equivocado, yo no era un salvador de almas sino un asesino y él el estúpido de turno enamorado de un canalla. Mataba por placer en ocasiones, no por sangre, y podía estar meses persiguiendo a mis víctimas e incluso siendo su mejor amigo. Pero ella no era ni mi presa ni mi hija, no era nada. Tenía un puesto en mi vida que no lograba definir, simplemente me atrapaba lo extraña que era.

-Haré que esté fuera estudiando, en los mejores internados.-dije seco caminando hacia la trampilla.-Después regresará, lo hará para quedarse.

-Espero estar muerto para cuando eso pase.-susurró.

Sería mi experimento, mi juego con un ente poderosa. Si yo era el salvador, si aquella niña era un milagro, la conservaría lejos para atraerla de nuevo hasta mi presencia. Volvería sofisticada, envuelta en belleza primaveral y tal vez con una nueva forma de enfrentar al mundo. Quería ver el cambio ante mí, y eso para mí eran segundos lo que para un mortal son años pesados. Dejaría de ser una muñeca frágil y polvorienta para convertirse en una mujer. Así que tomé mi decisión pensando que entonces, quizás sólo entonces, podría ver sus ojos y entender sus pensamientos.

Mis pies pisaron con firmeza el antro atroz que era mi guarida, libros apilados cubiertos de polvo y notas de piano que no surgían desde hacía décadas. Podía sentir la primavera a varios metros bajo tierra, las esperanzas que no eran vencidas y se bendecían como lo único coherente. Mis ojos estaban cansados, así como todo mi cuerpo del cual en ocasiones podía sentir la pesada carga de unas inmensas alas de cuervo. Renacía cada noche para sacrificar a otros, codiciaba fragmentos brillantes de almas decadentes y me aferraba a ellos por soledad.

Finalmente pude notar las caricias de mi ajuar funerario, el sonido de la tapa cerrándose finalmente sobre mi cabeza y mi mente desconectándose para entrar en el limbo de cada amanecer. El frío no importaba ya, aunque lo sintiera, así como el dolor de viejos recuerdos que se convertían en pesadillas. Y esos ojos, esos inmensos ojos claros que eran oscuros cuando intentaba indagar en ellos... ¿por qué?

Somos un grito en la noche que se disipa y no deja rastro, tan sólo un breve y emocionante recuerdo que alguien, por extraño y diferente a notros que sea, lo ha escuchado a la perfección, aunque jamás sepa describirlo y explicarlo para descifrar su significado. Gritos en la oscuridad, una oscuridad creada por las vendas hechas con la piel de nuestra alma. Y yo no era indiferente, a pesar de mis diferencias con los humanos poseía la misma venda mucho antes de ser lo que soy, lo que ya era en esos minutos.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt