Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 12 de julio de 2012

El caso - Capítulo 6 - La olivetti




"La vida es un espectáculo, por ello brillemos aunque sea por unos segundos. Yo sobreviviré hasta que decida que ya no vale la pena luchar. Nadie puede cambiarme, nadie puede lograrlo."



Capítulo 6.

La olivetti.

El tecleo incesante de aquellas pequeñas piezas oscuras con números y letras desgastados, los cuales en algún tiempo fueron pintados con un blanco llamativo, estaban produciendo dolor de cabeza a todo el vecindario. Eran más de las dos de la mañana y aquel ruido se propagaba por los conductos del aire del edificio. El crujido de su silla también se hacía notar, igual que los gritos por la frustración. Sus ojos se movían como los de un animal enjaulado. El sudor frío corría por su frente hasta su quijada, quedando finalmente sobre las teclas. Gota a gota en aquella noche sofocante de nervios y escaso tiempo podía sentir cientos de miradas clavándose como cuchillas en su nuca, ancha espalda y costados.

El olor grasiento de los huevos revueltos revoloteaba en la sartén arrojada de mala forma al fregadero, el cual volvía a estar acumulado por trastos sin fregar desde hacía días. El zumbido de las moscas sobre los desechos era también una música que no cesaba. Traspiraba cada vez más y el foco de la lámpara casi achicharraba sus pestañas. Recordaba aquellos días a la perfección y debía plasmarlos.

Pronto se quejaron varios vecinos, golpeaban su puerta sin parar amenazándolo con ir a la policía. El humo del cigarrillo se expandía por la habitación en los escasos segundos que meditaba la nueva línea, los mismos en los cuales creían, los ingenuos inquilinos y vecinos de Travis, que este pararía al fin y les dejaría dormir.

Tras cinco largas horas y con los dedos cansados se apartó de la mesa, echó a caminar con su bastón por la habitación con un vaso de whisky en su mano. El hielo tintineaba rogando que dejara de agitar el contenido. Sus ojos eran los de un loco y no paraban de vigilar su arma, una pistola que había comprado días atrás a un chico en los barrios más bajos.

En un rápido movimiento tiró el vaso, tomó el arma y se voló los sesos. Cayó desplomado contra el suelo mientras por su boca y nariz salía el humo de aquel disparo. Al fin había recuperado la memoria, igual que el amor endiablado por el único ser humano que le hizo feliz a medias, y sopesando bien la mentira, los perjuicios y que él ya no tenía nada valioso salvo su vida, decidió quitársela antes que otros lo hicieran. Se había condenado al escribir sus memorias.

Los hombres que se mostraban en los archivos de periódico, esos intachables empresarios y grandes políticos, tenían las manos manchadas de sangre, cocaína y prostitución. Una red de blanqueo de dinero en la construcción, el ocio e infinidad de empresas de sectores industriales, farmacológicos e incluso alta costura. La ciudad estaba podrida porque una manzana había echado a perder todo el cesto. Él no podía hacer nada, los jueces estaban comprados y los mejores sicarios trabajaban para hombres sin escrúpulos. Era un gato acorralado que enseñaba aún fiero sus uñas, por ello prefirió quitarse él la vida antes que otro se la llevara a cambio de un fajo de billetes. 

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt