Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 13 de febrero de 2013

La primera noche


Hacía tan sólo unas horas de su conversión como vampiro. Su belleza estaba dando paso a otra aún más enigmática. La noche le daba unos rasgos más finos, las suaves arrugas que estaban comenzando a aflorar desaparecieron, y sus ojos verdes parecían piedras preciosas similares al jade. Su cabello estaba perfectamente peinado y descendía hasta la cruz de su espalda. Tenía una boca sugerente y trémula. Aún sollozaba por la hermosa visión que le proyectaba las sombras que dejaba a su paso la luz de la luna. No puedo clasificar lo atractivo que se veía, ya que estaba arrebatador. A penas vestía una camisa que estaba abierta, manchada de su propia sangre, y unos pantalones que pronto tendría que cambiar por la muerte mortal.

–Aún te mueres, puedo notarlo–dije sentado en mitad de aquella plantación–. ¿Vienes mucho a ésta capilla?-pregunté mirando los alrededores y lo cuidada que estaba–. Sé que lo haces, no sólo por todo lo que puedo ver.

–Lo hago, pero ¿puedo hacerlo aún? ¿no soy ahora un demonio? – su voz sonó distinta, pues incluso la muerte mortal ofrecía un nuevo timbre de voz.

–¿Y qué importa? Deberías venir si así lo deseas – me encogí de hombros observando sus rasgos mientras me controlaba a duras penas.

–Era de mi hermano, el cual murió... –esa historia la conocía muy bien.

–Sí, muy triste todo. Tú te volviste alcohólico agravando el sufrimiento de tu familia, malgastabas el dinero en juegos de azar y mujerzuelas, y lo más importante terminaste en mis brazos –esbocé una cínica sonrisa estirando mis brazos hacia él, los cuales rechazó frunciendo el ceño entre molesto y confuso–. Hasta hace unas horas no había secretos entre ambos, tu mente era un libro abierto para mí y podía bucear en sus páginas. Cher, deja de fustigar tu y examina el mundo que hay a tu alrededor– giré mi cuerpo lentamente extendiendo mis brazos hacia el cielo y reí –. Oh, Louis... tenemos un gran futuro juntos.

–¿Qué futuro hay?–interrogó abrazándose a sí mismo y yo corrí a tomarlo por los brazos. Agarré sus carnes aún blandas, pero fibrosas, mientras sonreía fascinado. Estaba rendido a sus pies por completo.

–Décadas, cientos de años, quizás miles de años para verlo frente a nuestras narices–mientras intentaba convencerlo él se zafó de mí manoteando.

Supe que deseaba llorar fuertemente y suspiré hastiado. Estaba comportándose de forma patética. Él ahora era un vampiro y debía aceptar que quiso serlo, con todas sus consecuencias y privilegios, mientras que yo no tuve esa opción.

–Estás comenzando a cansarme–mascullé.

–¿Cansarte?–su voz sonó quebrada, como si eso le afectara–. ¿Te irás y me dejarás solo?

–Puede– respondí.

–¡No puedes irte y dejarme solo! ¡No sé nada!–se arrojó precipitadamente a mis brazos y yo lo rodeé.

¡Ah! ¡Qué magnífica sensación fue aquella! Él aún estaba tibio y podía sentir como quería que lo estrechara con firmeza. Su rostro se hundió en mi torso y sollozó. Mis manos se movían sobre sus cabellos azabaches y su espalda algo estrecha para ser un hombre.

Aspiré su aroma corporal que aún permanecía en él mezclado con el fango, la sangre ingerida y miles de otros aromas adheridos a su piel. Podía sentir su sudor y también ese perfume único que tan sólo él tenía. Mis manos lentamente fueron hasta su cintura estrechándola con cierta gula.

–No me iré, no me iré porque me quieres y no puedo ser tan cruel ¿o sí?–tenía los ojos llenos de confusión y, aunque no podía leer su mente, pude sentir como se estremecía con cada caricia–. Pero, te has portado muy mal Louis.

–¿Qué puedo hacer por ti? ¿Qué? No quiero sentirme desplazado en éstos momentos. Necesito de tu apoyo, porque siento que me voy a marear–reí jugando con los fríos dedos de mi mano derecha dentro del cuello de su camisa. Rozaba su piel tibia esperando alguna reacción por su parte.

Me incliné hacia él hundiendo mi rostro en aquella masa espesa de cabello negro. Mi nariz rozó el lóbulo de su oreja izquierda, así como con mi aliento y mis labios, antes de dar una lamida a ésta y hablar.

–¿Alguna vez has sentido la virilidad de un hombre?–pregunté aquello porque no indagué en ello las veces en las cuales nos encontramos, claro que él no deparó en mí y yo sí en él.

–No– su cuerpo tembló como un junco en medio de grandes ráfagas de viento.

–Bien, hoy aprenderás a dar placer a un hombre–agachó la cabeza ocultando bien su rostro. Podía sentir el deseo naciendo de él, pero no podía leer su mente.

Las prostitutas jamás le saciaron y en su mayoría sólo las usaba para conversar. Horas interminables de llantos insufribles que soportaban porque era mejor que gemir fingidamente. Él necesitaba a un hombre que le mostrase el placer del sexo.

Mis dedos algo fríos, debido a la pérdida de sangre para darle de nuevo la vida, provocó que se estremeciera. Los escasos botones que aún quedaban salieron rápidamente y la camisa cayó al suelo. Estábamos frente a la capilla a ojos de cualquiera, pero a mí no me importaba y parecía que a él tampoco.

–No, por favor.

–No tienes derecho a decir que no–mis palabras provocaron que se alejara tras golpearme.

Tropezó en su huida con las raíces de un ciprés cercano. Sus nalgas quedaron en una postura deliciosa pese a la ropa. Me incliné de forma salvaje despojándole de la poca humanidad que decía poseer. Sus prendas quedaron hechas jirones. Los zapatos los lancé lejos, tanto o más que sus medias.

–¡No!-gritó cual virgen desesperada.

–Oui!-respondí abriendo su trasero mientras bajaba mi cremallera.

Aún estaba muriendo, podía percibir que el dolor le laceraba aún pero deseaba tenerlo como amante desde la primera noche. Nicolas no supo complacer ese capricho, ni siquiera fue capaz de abrazarme sin rencor.

–Juro que no te dolerá.

Mis palabras siempre fueron falsas y más al respecto de esas acciones. No tuve piedad y entré de una única estocada. Su cuerpo era inmortal y podía soportar aquello, y mucho más. Sus dedos se enterraron en la tierra removiéndola, mientras sollozaba completamente contrariado. Sabía que se debatiría durante minutos, pero acabaría gimiendo como puta.

Podía sentir como laceraba el esfinter de Louis, entrando firmemente y con ritmo en su entrada. Mis manos acariciaban su cintura, pero pronto fue la mano derecha a su cabeza, agarrando varios mechones de sus suaves cabellos, y la otra mano cayó sobre la cruz de su espalda. Sus caderas se movían al compás que yo le ofrecía, y lo hacían de forma mecánica e involuntaria.

Pronto sus quejidos se convirtieron en bajos gemidos que incluso a él le asombraron, éstos lentamente tomaron mayor sonido y pronto acabaron siendo auténticos alaridos de placer. Mis testículos golpeaban duramente su trasero, el cual fue invadido sin necesidad de dilatación, mientras pellizcaba y azotaba sus nalgas. Quería que él tuviera el mejor sexo para iniciarse.


–Plus, plus...–el ángel de aquella capilla parecía contemplarnos insólito. Un lugar de fe se había convertido en un trozo de infierno sobre la tierra.

Tras aquellas palabras alentadoras cabé gimiendo, él hizo prácticamente lo mismo. Nuestros torsos quedaron manchados por la fuerza de su esperma. Yo me vine dentro de él mientras susurraba que era el amor de su vida. Por unos años dudé, pero es así... y Louis siempre regresa a mí lado.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt