Los personajes son de Anne Rice y está realizado con cariño a su obra.
Los celos
La noche ya estaba muy
avanzada y podía verse con claridad la luna llena por la ventana, a
lo lejos acariciada por las ramas de un viejo ciprés. El piano
sonaba gracias a mis ágiles dedos mientras a mi espalda estaba mi
lecho de sábanas rojas revueltas. Esparcidos por el suelo había
pétalos marchitos de flores blancas, los cuales en la noche anterior
eran tan frescos que podían haberse usado para el ramo de una novia.
Mis ojos violetas en dos
bolas incontrolables de fuego, mis labios estaban prensados en una
mueca de desprecio y dolor, y en mi camisa había rastros de sangre.
No había tenido piedad ni control ésta vez. Habían caído uno tras
otro, más de tres hombres corpulentos con rostros que podían ser
considerados una obra de arte.
Arrastraba una ira
incontrolable y ni las caricias de más de mil fragantes mujeres, de
los burdeles del pasional y ardiente París, podían calmar o curar
mi orgullo roto. Nada me calmaba, ni siquiera matar a unos marineros
sin escrúpulos.
Sentí su presencia desde
el primer momento en el cual pisé nuestra alcoba. Se hallaba en la
puerta, con sus perfectos cabellos negros, cayendo sobre sus hombros
hasta la altura de sus pezones, y un gesto doliente en su rostro
cubierto de lágrimas rojas. Su labio inferior temblaba del mismo
modo que sus manos.
-Lestat- balbuceó
apoyándose en el pomo de la puerta con ambas manos, pues temblaba
demasiado – mon cour.
-Ahórrate los dramas,
Louis- repliqué dejando de tocar para alzarme del asiento del piano
y dirigirme hacia la ventana.
-Lestat, lamento mucho
ese comentario.
-No, tú no lamentas
nada. Te agrada verme celoso y molesto, ¿verdad?-me giré hacia él
enfrentándolo con toda esa ira que no podía contener-. ¡Es como
una droga para ti!-exclamé.
-Sólo admiraba la
belleza de nuestro invitado, así como su gesto amable por venir en
mitad de la noche cuando es sólo un mortal y las calles son
peligrosas- expuso como haría un caballero.
-Ya no te preocupes por
el Louis, no te preocupes porque ya descansa -su rostro se
ensombreció cuando escuchó mis palabras que parecían afiladas como
navajas-. En el fondo del lago Louis, duerme junto con otros
cadáveres que allí están hundidos.
-¡Lestat! ¡Él te
amaba! ¡Amaba tu bondad y los gestos de amistad que le brindabas!
¡Eres un maldito monstruo!-se agitó como si fuera una maraca que no
sonaba. La vida recorrió su rostro con rapidez.
-Oh, pero no soy tan
monstruoso como tú- dije acercándome a él con un par de gestos
rápidos. Mis manos acariciaron su largo cuello y acaricié su bocado
de adán-. Dime mon amour ¿a caso no te has sentido levemente
excitado porque lo he matado por celos?-pregunté mirándolo a los
ojos.
-No es cierto- susurró
indignado intentando apartar mis manos, pero lo único que logró fue
una fuerte bofetada que lo cayó al suelo.
Mis filosas uñas
rasgaron sus ropas y quedó con ellas hechas jirones. Él seguía
llorando dejándose hacer únicamente porque lo había desarmado. Era
cierto lo que había expresado, por mucho que dijera que no era así.
Su figura blanquecina
perlada por gotas de sangre, a causa de mis arañazos, le daba una
imagen sensual y provocadora. Aquellas esmeraldas verdes que tanto
amaba me despreciaban en ese momento, tenía la mirada entornada y el
rostro girado hacia el pasillo, pero sabía que pronto brillarían de
placer. Lamí sus pezones rosados mientras reía abriendo mi
bragueta.
-Te desprecio-dijo en un
murmullo que acabó con un grito de dolor y placer contenido, pues en
ese mismo instante le penetraba.
-Oh Louis, se mi mártir
otra vez- rogué.
Louis poseía una belleza
hipnótica que jamás he sabido describir, y a pesar de eso todos
coincidían conmigo. Él era una creación fascinante que tenía una
mente retorcida a pesar de sus momentos dramáticos. Quién sino él
podía ser el calco idéntico a un humano, lleno de incertidumbres y
maldad. Porque realmente había sentido cierta satisfacción al saber
el destino de nuestro huésped mortal.
Mis movimientos eran
rudos pero precisos, así que no terminó de emitir leves gemidos y
de rogar que no parase. Mis manos estaban pegadas a las losas y las
suyas clavadas en mis omóplatos, aunque en un brusco movimiento
cambiaron de lugar y comenzaran a dejar ciertos apretones en mis
nalgas.
-Dilo Louis, admítelo-
mascullé con diversión.
-Lo admito, Lestat-
gimió.
Sólo entonces besé sus
labios hundiendo mi lengua en ellos. Nuestros besos eran, y son, más
salvajes inclusive que nuestro sexo. Parecemos dos fieros animales
salvajes devorándose uno a otro. Y en esa mortal cacería él
terminó eyaculando mientras todo su cuerpo se tensaba, apretando a
la vez mi miembro entre sus paredes y gritando mi nombre. Eyaculé en
su interior segundos más tarde y besé su pecho satisfecho por
hacerle ver la verdad.
Sin embargo, nuestro
invitado mortal no murió aunque deseé hacerlo. Él no volvió a
pisar nuestra vivienda después de nuestra acalorada conversación,
donde Louis fue el inicio de la pelea y terminaron surgiendo trapos
mucho más sucios y escabrosos. Mi amante jamás lo supo y he
preferido que pensara que era verdad, que el cadáver de nuestro
invitado yacía en el fondo del lago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario