Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 2 de febrero de 2013

Los celos


Los personajes son de Anne Rice y está realizado con cariño a su obra. 


Los celos



La noche ya estaba muy avanzada y podía verse con claridad la luna llena por la ventana, a lo lejos acariciada por las ramas de un viejo ciprés. El piano sonaba gracias a mis ágiles dedos mientras a mi espalda estaba mi lecho de sábanas rojas revueltas. Esparcidos por el suelo había pétalos marchitos de flores blancas, los cuales en la noche anterior eran tan frescos que podían haberse usado para el ramo de una novia.

Mis ojos violetas en dos bolas incontrolables de fuego, mis labios estaban prensados en una mueca de desprecio y dolor, y en mi camisa había rastros de sangre. No había tenido piedad ni control ésta vez. Habían caído uno tras otro, más de tres hombres corpulentos con rostros que podían ser considerados una obra de arte.

Arrastraba una ira incontrolable y ni las caricias de más de mil fragantes mujeres, de los burdeles del pasional y ardiente París, podían calmar o curar mi orgullo roto. Nada me calmaba, ni siquiera matar a unos marineros sin escrúpulos.

Sentí su presencia desde el primer momento en el cual pisé nuestra alcoba. Se hallaba en la puerta, con sus perfectos cabellos negros, cayendo sobre sus hombros hasta la altura de sus pezones, y un gesto doliente en su rostro cubierto de lágrimas rojas. Su labio inferior temblaba del mismo modo que sus manos.

-Lestat- balbuceó apoyándose en el pomo de la puerta con ambas manos, pues temblaba demasiado – mon cour.

-Ahórrate los dramas, Louis- repliqué dejando de tocar para alzarme del asiento del piano y dirigirme hacia la ventana.

-Lestat, lamento mucho ese comentario.

-No, tú no lamentas nada. Te agrada verme celoso y molesto, ¿verdad?-me giré hacia él enfrentándolo con toda esa ira que no podía contener-. ¡Es como una droga para ti!-exclamé.

-Sólo admiraba la belleza de nuestro invitado, así como su gesto amable por venir en mitad de la noche cuando es sólo un mortal y las calles son peligrosas- expuso como haría un caballero.

-Ya no te preocupes por el Louis, no te preocupes porque ya descansa -su rostro se ensombreció cuando escuchó mis palabras que parecían afiladas como navajas-. En el fondo del lago Louis, duerme junto con otros cadáveres que allí están hundidos.

-¡Lestat! ¡Él te amaba! ¡Amaba tu bondad y los gestos de amistad que le brindabas! ¡Eres un maldito monstruo!-se agitó como si fuera una maraca que no sonaba. La vida recorrió su rostro con rapidez.

-Oh, pero no soy tan monstruoso como tú- dije acercándome a él con un par de gestos rápidos. Mis manos acariciaron su largo cuello y acaricié su bocado de adán-. Dime mon amour ¿a caso no te has sentido levemente excitado porque lo he matado por celos?-pregunté mirándolo a los ojos.

-No es cierto- susurró indignado intentando apartar mis manos, pero lo único que logró fue una fuerte bofetada que lo cayó al suelo.

Mis filosas uñas rasgaron sus ropas y quedó con ellas hechas jirones. Él seguía llorando dejándose hacer únicamente porque lo había desarmado. Era cierto lo que había expresado, por mucho que dijera que no era así.

Su figura blanquecina perlada por gotas de sangre, a causa de mis arañazos, le daba una imagen sensual y provocadora. Aquellas esmeraldas verdes que tanto amaba me despreciaban en ese momento, tenía la mirada entornada y el rostro girado hacia el pasillo, pero sabía que pronto brillarían de placer. Lamí sus pezones rosados mientras reía abriendo mi bragueta.

-Te desprecio-dijo en un murmullo que acabó con un grito de dolor y placer contenido, pues en ese mismo instante le penetraba.

-Oh Louis, se mi mártir otra vez- rogué.

Louis poseía una belleza hipnótica que jamás he sabido describir, y a pesar de eso todos coincidían conmigo. Él era una creación fascinante que tenía una mente retorcida a pesar de sus momentos dramáticos. Quién sino él podía ser el calco idéntico a un humano, lleno de incertidumbres y maldad. Porque realmente había sentido cierta satisfacción al saber el destino de nuestro huésped mortal.

Mis movimientos eran rudos pero precisos, así que no terminó de emitir leves gemidos y de rogar que no parase. Mis manos estaban pegadas a las losas y las suyas clavadas en mis omóplatos, aunque en un brusco movimiento cambiaron de lugar y comenzaran a dejar ciertos apretones en mis nalgas.

-Dilo Louis, admítelo- mascullé con diversión.

-Lo admito, Lestat- gimió.

Sólo entonces besé sus labios hundiendo mi lengua en ellos. Nuestros besos eran, y son, más salvajes inclusive que nuestro sexo. Parecemos dos fieros animales salvajes devorándose uno a otro. Y en esa mortal cacería él terminó eyaculando mientras todo su cuerpo se tensaba, apretando a la vez mi miembro entre sus paredes y gritando mi nombre. Eyaculé en su interior segundos más tarde y besé su pecho satisfecho por hacerle ver la verdad.

Sin embargo, nuestro invitado mortal no murió aunque deseé hacerlo. Él no volvió a pisar nuestra vivienda después de nuestra acalorada conversación, donde Louis fue el inicio de la pelea y terminaron surgiendo trapos mucho más sucios y escabrosos. Mi amante jamás lo supo y he preferido que pensara que era verdad, que el cadáver de nuestro invitado yacía en el fondo del lago.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt