Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 10 de abril de 2013

Conversaciones a altas horas de la noche Parte Lestat I


Me había marchado durante algunas noches recorriendo las calles de New Orleans. Mojo había desaparecido y me preocupaba donde podía estar mi mascota, también los repentinos cambios que se avecinaban en mi pequeño mundo y los ojos fríos de Louis mientras me amenazaba, y en ocasiones tan sólo se burlaba, continuamente por mi estúpido amor por Rowan.

Rowan, mi dulce y frágil bruja que tenía mi corazón en sus manos mirándolo enigmática con una sonrisa suave pintada en sus carnosos labios. Mi Rowan, la mujer que amaba del mismo modo que a Louis. Era un duelo de miradas, palabras descaradas, excusas, sábanas húmedas y arañazos profundos enterrando sus uñas en mi cuerpo por parte de ambos. Sangre, sudor y lágrimas para los tres mientras los espectadores brindaban aplaudiendo desde el más allá, y en especial oncle Julien.

Encontré a Mojo en un callejón algo sucio, flaco y en compañía de la perra de la vecina. Ella no se veía desmejorada, pero sí muy sucia. Al inspeccionarla mejor me percaté que volvía a estar gestando. Sin duda era mi perro. Él era un fiel y noble descendiente del perro que adopté en mi aventura en El Ladrón de Cuerpos. Aún sentía escalofríos cuando recordaba como tuve que narrar para todos el desgraciado momento en el cual me vi despojado de todo, arrojado a la miseria humana y sentí los delirios de la fiebre. Mojo significaba mi lealtad hacia su abuelo, la misma que le tendí a su padre y que en éstos momentos le tendía a él con una enorme sonrisa mientras colocaba alrededor de su cuello su correa.

Tardé en regresar a la mansión aproximadamente una hora, pues decidí pasear entes por el barrio francés sintiendo el aroma del café recién hecho en las máquinas de las cafeterías más elegantes. Eran pasadas las doce, pero en verano siempre se llenaban las terrazas hasta bien entrada la madrugada y todos paseaban como si el mundo no se fuese acabar nunca. Los ojos de unos y de otros estaban bañados en la elegancia, soberbia, diversión impura y seducción. Con una taza de café, unos poemas recitados en un escenario vanguardista y buena compañía muchos jóvenes pasaban las horas de verano como buenamente podían.

Si bien, no podía quedarme contemplando aquello mucho tiempo y regresé al hogar. Al cruzar la cancela uno de mis empleados se aproximó para tomar los canes. Era un muchacho no muy delgado, sino algo esbelto de rasgos marcados y ojos enormes color achocolatado. Tenía una enorme boca que se encajaba bien en su mandíbula y en el contorno de su rostro. Sobre su piel excesivamente blanca, casi marmórea, tenía salpicadas algunas pecas y sus dientes blancos siempre asomaban mientras sus ojos se entrecerraban mientras sonreía.

-Buenas noches Lestat ¿le baño a los perros?-preguntó sin denotar para nada el lugar de origen. Miles de veces me preguntaba donde estaba ese popular acento sureño de España.

-Sí, por favor- respondí recordando que debía subirle el sueldo, ya que a escondidas siempre se estaba quejando.

No reparé más en él, aunque escuchaba sus carcajadas y los ladridos de mi perro mientras alborotaba por el jardín. Algunos jóvenes de hoy en día no eran muy distintos a los que yo una vez conocí, aunque eso eran los menos pues el resto estaban echado a perder y a veces, a la larga, pudrían el resto.

Pasé por el vestíbulo, caminé por el salón y subí por las escaleras encontrándome a Louis recostado sobre nuestro lecho completamente desnudo. Sus cabellos lacios y negros caían esparcidos por la cama, sus nalgas redondas y blancas se alzaban suavemente mientras sus brazos parecían rodear mi almohadón. Cerré la puerta sin hacer ruido y desabroché mi cinturón dejando caer el pantalón al suelo. Caminé hacia la cama acariciando las cortinas del dosel que se movía suavemente por la brisa agradable que entraba por la ventana del balcón.

-Louis... -murmuré con una sonrisa descarada mientras me deshacía de mi camiseta algo sucia gracias a las patas delanteras de Mojo.

-Estoy molesto contigo- respondió con los ojos cerrados-. Seguro que hueles a furcia barata a la cual has seducido con tu poderoso acento francés. Y ella, húmeda y agradecida te dejó dormir en su cuchitril hasta que descubriste que tenía cinco hijos y lo único que le movía es que tú los mantuvieses.

-¿Por qué tan desagradable?-interrogué sentándome en el borde de la cama mientras él estaba dándome la espalda.

-Porque es cierto- musitó girándose para verme allí.

Sabía que recorrían sus ojos. Mi cabello algo sucio y alborotado, mi cuerpo desnudo inclinado hacia él, la sonrisa descarada y mi miembro algo erecto con tan sólo contemplarlo de aquella forma. Estiró su mano derecha hacia mi rostro y me acarició suavemente.

-Y aunque aparentemente ya no soy tan estúpido parte de esa estupidez se revela y deseo llorar- dijo apartando la mano mientras yo me iba inclinando.

-Louis, ¿por qué no lloras mejor mientras nos revolcamos?-susurré rozando sus labios con una mirada pisada y violácea golpeando sus pupilas verdes, las cuales se enterraban en el dolor-. No he ido con putas Louis, no he ido. No podía dejar a Mojo mucho tiempo en su aventura, así que ahora por favor ábrete de piernas o te las abro yo.

-¡Mientes!-gritó intentando apartarme, pero no lo logró y acabé agarrándole de las muñecas.


Continuará.  

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Lestat de Lioncourt