Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 8 de abril de 2013

Confesiones a altas horas de la noche IV


Mientras mi conversión tenía lugar, David se hallaba en el pequeño despacho que había pedido para sí. En la enorme mansión Lion siempre existía un lugar para aquellos que se unían a la causa, el vivir junto a los demás y coexistir de alguna forma. Tenía varias cajas sin abrir aún en un rincón, pero el resto de documentos habían sido colocados con esmero y dedicación. Toda su vida la había dedicado a investigar, perseguir metas y guardar silencio en momentos oportunos. Lestat irrumpió en su vida de una forma atronadora y despertó en él la curiosidad que creía que lentamente sus largos años mortales iba apagando.

En aquel momento se hallaba con un libro de hechicería entre sus manos. Dentro de las viejas tapas, casi destrozadas y ennegrecidas, se hallaban amarillentas y cubiertas de líneas retorcidas. No era un libro común que podía hallarse en cualquier estantería, se podía decir que era una obra de arte y en cada hoja se hallaba un hechizo distinto. Deseaba estudiarlos porque algunos los usaba los Mayfair desde mucho antes que Julien viese la luz de este mundo. Sus dedos hábiles buscaban algún conjuro efectivo contra las Mayfair y a la vez se sentía tan atraído por su historia, así como por los fantasmas que las rodeaban, que casi sentía vértigo. La única mujer que amó fue una Mayfair, la gran bruja Merrick.

-De noche todas las brujas son pardas- dijo antes de sentir como Mona aparecía en su puerta girando el pomo.

-¿Quieres una bruja de verdad?-intervino entrando sin pedir permiso.

-No tendría inconveniente, pero después de todo lo ocurrido con Lestat y por último con Marius me hace plantear que sólo tienes una nueva lista de amantes y en ella estamos todos inclusive el desagradable de Mael- contestó.

Mona era terrible cuando se aburría, pero aún era peor cuando no la satisfacían. Tarquin parecía haber salido del redil y ella desesperada por atención corrió al hombre cuya curiosidad podría ser similar a la de su padre en las tinieblas, Lestat.

-¡Pero qué dices! -exclamó sonriente y coqueta ante el castaño enredando sutilmente el índice de su mano zurda por su cabello-. No soy de las que hacen eso, yo jamás -comentó entrando en la estancia dejándose ver.

Cualquier hombre habría caído a sus pies sin necesidad de hechizo alguno. Poseía un traje hermoso y sensual que marcaba su cintura y que por supuesto parecía fácil de quitar. Sus cabellos estaban algo revueltos pero se veían hermosos, igual que su mirada y sus labios algo gruesos. Un rostro aniñado y un cuerpo estratégicamente proporcionado.

-Mona, te conozco bien -respondió a la Mayfair inclinándose en su silla hacia delante, lo cual hizo que crujiera. Acabó alzándose y acercándose hacia a ella-. Pero estoy acostumbrado a vosotras y ciertamente tenéis un encanto que podría explotar algunas noches.

-¿Qué dices si te demuestro que soy la más encantadora de las Mayfair? -rápidamente sus dedos acariciaron y reptaron por su pecho erizando este con las uñas, clavando su mirada de inocencia fingida y sonriendo con dulzura bajando el rostro, ocultando éste entre sus cabellos pelirrojos y dándole al fin una pose demasiado perturbadora-. Soy muy aventada ¿Verdad? -preguntó en un hilillo de voz lleno de candor.

-Tendrías que hacer tu mejor esfuerzo para demostrarme que realmente eres mejor que las restantes, aunque no conozco a todas pero sí poseo los archivos que me llevé conmigo de Talamasca - sus manos se situaron sobre los hombros de la bruja, mientras mantenía su mirada recta y cierta pose de elegancia masculina. Sabía donde estaba y qué se estaba jugando, pero tentar al peligro de forma precavida y con conciencia podía ser entretenido pues llevaba semanas deseando conversar con ella. Podría tener mayores conocimientos si ella se dejaba que si la perseguía hostigando.

-¿Las restantes? -frunció el ceño en una forma casi infantil de reproche-. Lo dices como si fuéramos especímenes -torció entonces la boca en un gesto encantador de puchero, mostrando una faceta nunca antes vista-. ¿Me estudiarás o me conocerás como se debe? No quiero ser parte de tus archivos -borró de su rostro aquella expresión de "enojo" supliéndola por una dulce y encantadora sonrisa aproximándose una vez más a su pecho y tomándole de la corbata alisando ésta.

-Mis archivos son para mí muy apreciados y es lo único que he hecho durante toda mi vida. No olvides que yo soy como tú, que provengo de un poder similar al tuyo, y que nuestro creador es el mismo -enunció con tono caballeroso mientras observaba como las manos de Mona alisaban su corbata-. Me agradaría conocerte como se debe, pero antes tendríamos que ir a un sitio más privado ¿o prefieres que lo hagamos en este despacho?

-Subió con suavidad ambos brazos por su cuello, ayudándose de éstos a pararse en puntillas plantándole un apasionado beso. Stella le había enseñado a embrujarlos ahora sólo con un simple y sutil beso- David... -susurró seductora dando suaves y cortos roces de su boca con la del vampiro-. Eres más atractivo de lo que imagine... -sonrió nuevamente pegando sus pechos sutilmente a su torso aplastándose contra éste.

Se sintió irremediablemente atraído mientras atrapaba el frágil, en apariencia tan sólo, cuerpo de Mona. Sus labios rodearon los de la pelirroja mientras se dejaba llevar en los besos candentes que ella le ofrecía. Ni siquiera podía creer lo que ella tramaba. Era un hombre dado a pocos romances y los escasos que había tenido sin duda habían sido un error tras otro, si bien a pesar de todo Merrick seguía siendo la mujer que lo cautivó arrancándole el corazón, sosteniéndolo entre sus manos y después mirándolo con una sonrisa burlona. Louis nunca lo amó y jamás tuvo más allá de sutiles besos que pronto su amigo rechazó.

Ella sonrió satisfecha lanzándole contra la silla del escritorio, obligándole a sentarse para luego así situarse en sus piernas. Por supuesto continuó besándolo moviendo sutilmente las caderas como si lo estuviese cabalgando.

-David.. -susurraba desabrochando su saco y deshaciéndose de la camisa, acariciando su pecho y torso desnudo. Los escasos vellos del pecho se erizaban mientras la miraba completamente embelesado. Una mujer así no era lo común, ni siquiera un hombre. Llevaba varios años que únicamente se centraba en sus investigaciones, viajes y excavaciones arqueológicas que vigilaba de cerca por mera curiosidad hacia la historia y los hechos acontecidos con Akasha, Enkil, Khayman y Las Gemelas.

Se dejaba hacer completamente hundido en un deseo que hacía mucho que no sentía. En ese instante supo que podía ser un hechizo, pero nada podía hacerle o quitarle Mona que le dañase. Por ello, tan sólo se dejó hacer buscando mayor roce de las caderas de Mona y sobre todo librarse rápido de la ropa con ayuda de la bruja.

-¿Ya? -susurró con inocencia retirando sus bragas en un suave movimiento, alzando unos instantes la falda de su vestido y acomodándose en la silla para luego bajar su pantalón.

Jadeó al sentir sobre él el desnudo sexo de Mona. Sus manos se acomodaron en su marcada cintura mientras sus ojos se deslizaban suavemente hacia el prominente escote que tenía el vestido blanco y ceñido de la bruja. Todos lo consideraban poco dado a algo así, o mejor dicho todos lo consideraban homosexual, pero en realidad había un hombre que deseaba a cualquier mujer atractiva como ella.


Ella se mostró satisfecha con una larga y sutil sonrisa. Rápidamente acabó situándolo en su entrada gimiendo al introducirlo con brusquedad en su interior.

-¡David! -gritó estremeciéndose de pies a cabeza moviéndose con suavidad, entre dulces lamentos y gruñidos, arrugando la nariz cual actriz porno.

De inmediato pudo sentir el calor, humedad y presión del interior de Mona. Ella parecía completamente decidida a enloquecerlo y prácticamente lo estaba logrando. Sus manos recorrían su cuerpo lentamente mientras buscaba el cierre del vestido, pero lamentablemente no lo halló y la única solución que encontró fue subirlo por su cabeza y quitárselo a duras penas. Tenerla desnuda le hizo estremecer mientras echaba su espalda contra el respaldo y comenzaba a moverse disfrutando del ritmo que ambos tenían.

Tomó su rostro hundiendo este en sus pechos sonriendo complacida dejándose arremeter sin la más mínima resistencia prolongando cada vez más sus gemidos con la única intención de llamar la atención de cierto rubio. Sin embargo, los movimientos de David la hicieron llegar al orgasmo repentinamente ya que tocó ese punto de placer la cual la enloqueció y de inmediato acabó profiriendo un desgarrador gemido. Aún no satisfecha recobró la compostura luego de unos minutos y siguió con el ritmo.

Pudo sentir como la pelirroja llegaba al orgasmo dándole visión nula a su rostro, pues lo había hundido entre sus cálidos y perfumados senos. Deseó arrancar con los dientes la escasa tela de encaje negra que cubría con dificultad sus pezones. Sus manos hábiles estaban demasiado atentas a otros menesteres como pellizcar y azotar las nalgas de la bruja, así como acariciar con descaro su vientre y su espalda.

-No te reprimas... -susurró besando su cuello y reptando por éste con la lengua incrementando la intensidad del ritmo, gimiendo desesperada, pues ese roce con aquel punto desbocaba su lujuria.

Siempre tuvo sensible el cuello, con el anterior cuerpo y al igual que el actual desde hacía décadas, lo cual provocó que gimiera y aumentara el ritmo del movimiento de su pelvis mientras la hacía gozar un poco más. Sus manos se movieron por su cuerpo apretando sus pechos como si los exprimiera, su boca buscaba la de ella deseando atrapar aquella lengua inquieta y su piel se perlaba de gotas sanguinolentas que se mezclaban con las de la Mayfair. Mona le estaba recordando que era estar con una mujer, cosa que había olvidado desde hacía algunos años dispuesto a enterrarse en conocimiento y no entre los muslos de una fémina.

Subió lentamente por su barbilla con besos hasta llegar a sus labios, los cuales no tardo en atrapar con los propios, besándole apasionada incrementando aquel ritmo. Estaba apresándolo entre sus muslos enloqueciendose por completo denotandolo en sus gemidos.

-¡David! -exclamó estremeciéndose de la cabeza a los pies con intensos temblores, pues el placer la invadía haciendo que llorase.

Hundía su miembro en ella con firmeza concentrándose en ofrecerle el mejor sexo que pudiese tener. No quería ser una decepción, si bien no era así únicamente sino siempre. Para todos sus amantes tuvo la delicadeza de pensar primero en ellos y después en él, sobre todo en el caso de Merrick. Ser un caballero estaba en su genética, en su forma de pensar y actuar, por ello siempre ofrecía lo mejor de él y no el egoísmo que algunos demostraban en los juegos de cama.

- Mona... -jadeó cerrando los ojos mientras echaba la cabeza hacia atrás con una sonrisa que mostraba un placer cuasi divino.

-Mi David.. -susurro llenando de besos a éste extasiada y vuelta loca por su caballerosidad, y sobretodo su experiencia, amaba que la tratase así pues aquello le excitaba más inclusive que Lestat.

Estiró su mano diestra hacia su rostro y acarició sus facciones con cuidado mientras seguía con aquel ritmo. Había encontrado la forma de complacerla y eso le tendía. Sonrió acariciando sus labios antes de volver a besarla reteniéndola entre sus brazos. Pronto la tuvo abrazada por completo. Sus ojos se cerraron mientras besaba su delgado cuello de cisne y sus marcadas clavículas.

-Mona... ¿te gusta así o lo deseas más intenso?-preguntó con sus labios pegados a su cuello- Oh... Mona...

-Así.. -gimió totalmente sosegada y complaciente enredando sus dedos en sus cabellos, bajando por su nuca la cual erizaba implorante por más placer entre gemidos. En segundos comenzó a cabalgar su cuerpo como si fuese una amazona.

Él gruñó buscando sus labios para morderlos y besarlos con deseos. Sus manos la recorrían de forma lenta deseando erizar su piel. Se sentía más allá del paraíso recordando lo placentero que era estar en los brazos de una mujer. Ella le provocaba una fiebre que le provocaba aferrarse a su cuerpo diminuto, frágil, de piel suave y sabor similar a las cerezas completamente bañado en gotas de sudor rosado por la sangre licuada en él. Su boca rodeó su pezón derecho succionando sin compasión mientras se elevaba de la silla.

Con rapidez y sin pensar tiró su libro, el cual lo ensimismaba, a un lado en el suelo y la recostó en la mesa comenzando a penetrarla a un ritmo que ella se sintiese delirar. Pronto la boca de Mona se abrió entre lastimeros y profundos alaridos por el placer que sentía. Sus muslos se veían algo enrojecidos y su vagina cada vez estaba más húmeda. Sus testículos golpeaban ritmicamente y su pene rozaba, daba y ofrecía el mejor sexo que Mona había tenido en algún tiempo. Él la vigilaba para saber como darle lo que tanto deseaba, pues tan sólo quería que el amor que sentía por ella se reflejara en cada una de sus acciones. Y en un último gemido mientras resoplaba como un animal salvaje llegó llenándola con su esencia. Ella también llegó corriéndose de una forma poco usual en una mujer, pero que sin duda mostraba que ni siquiera Lestat la había llevado a ese estado.

-Te amo Mona, no sé como no me he dado cuenta que te amo- dijo sin salir de ella hundiendo su rostro entre sus pechos-. Mis sentimientos son sinceros.

-Dios santo- jadeó llevándose las manos a la cabeza sin poder concentrarse por unos instantes en lo que había ocurrido, pero pronto se restableció y sonrió con inocencia-. David, es mutuo. Jamás me había topado con un hombre tan caballeroso y bueno- se mordió la lengua pensando en su tío, el cual había seducido en más de una ocasión.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt